Estamos a dos semanas de las PASO y para Juntos por el Cambio es un momento importante en la historia de la coalición porque, además, estamos discutiendo su futuro. No sólo por la interna Patricia Bullrich-Horacio Rodríguez Larreta sino porque estamos ante una reafirmación de identidad, del quiénes somos, de la esencia que nos vuelve realmente una fuerza distinta al resto.
Hace algunos días leí esta columna de Alejandro Bongiovanni en Seúl y me hizo pensar que lo que hizo grande a Juntos por el Cambio fue la conciencia de sus líderes para reconocer que lo más importante era la necesidad de construir un vehículo pragmático, que pudiera acceder al poder y transformar la realidad. Esa propuesta pragmática de futuro enfocada en la transformación se enfrentó en su momento, al igual que hoy, a otras de agenda testimonial. ¿Qué quiere decir esto? Hace poco conversamos en un stream con Pablo Touzón sobre el problema de la “política de identidad” como una coartada para no hacer política: es el confort de lo testimonial, que se despoja del resultado y de la acción. Ya no importa el hacer, sino el ser. La política, muchas veces, te invita a salir de la zona de confort, pero, ¿qué pasa si es más cool no hablar con el que piensa distinto? A veces terminamos cerrándonos, consciente o inconscientemente, en esta política de la identidad.
Hoy sería un riesgo que JxC se tiente por el clima de época y se preocupe más por ser o parecer antes que hacer y transformar.
Ésta es la discusión central de nuestro espacio, sobre todo pensando en el largo plazo, mucho más allá del proceso electoral. El período 2003-2015 fue una etapa de hiper-fragmentación del polo no kirchnerista; buena parte de por qué no se le podía ofrecer a la sociedad una alternativa viable tenía que ver con la falta de vocación real de construir un proyecto de mayorías. Hoy sería un riesgo que JxC se tiente por el clima de época y se preocupe más por ser o parecer antes que por hacer y transformar, que renuncie a persuadir y construir algo superador, que renuncie a su idea transformadora.
Al margen de quién gane la interna se inauguró un debate que va a continuar los próximos años y tiene que ver con entender cuál es la mejor manera para salir de esta realidad que nos frustra a todos. La salida es difícil, pero tiene que ser mediante la construcción a futuro de un horizonte de esperanza y un elogio a la moderación.
No estoy diciendo que no exista una dimensión conflictiva de la política porque, necesariamente, las distintas fuerzas van a proponer distintos caminos sobre cómo nuestra sociedad tiene que ordenarse y algunas alternativas son muy diferentes entre sí. La unanimidad, en términos de las propuestas sobre cómo ordenar la sociedad, es totalitaria, elimina el matiz, las diferentes voces y opiniones, es menos rica. Y más allá de lo conceptual, es impracticable.
[ Si te gusta lo que hacemos y querés ser parte del cambio intelectual y político de la Argentina, hacete socio de Seúl. ]
Argentina está en una situación difícil, pero poner el foco solamente en lo que está mal nos obnubila, nos afecta a todos y nos olvidamos de que vivimos en un país que tiene un montón de oportunidades reales y concretas. Los que formamos parte de Juntos por el Cambio tenemos que recordar todo el tiempo esto: que estamos para transformar Argentina, ése es nuestro único foco y fin.
Ninguna sociedad ni ningún espacio político construyó una narrativa de futuro basada en el sufrimiento. Podemos hacer una propuesta que exceda la tradición “gorila” para proponer un futuro de algo que llamo un “nacionalismo sano”: orgulloso de nuestras cosas, no chauvinista, que entiende nuestras singularidades al mismo tiempo que se integra al mundo, que atesora con orgullo costumbres y las moldea por su vínculo con otras comunidades del globo.
Gestionar el cambio en cualquier organización de gran escala es complejo, y gestionarlo en lo público, mucho más. En una ONG o una empresa hay jefes, empleados y dueños que gestionan y administran capital privado mientras que, en el sector público, lo consensual se vuelve mucho más relevante porque lo que está en juego es la cosa pública, “la cosa de todos”.
Cualquier agenda de transformación real tiene que pasar por el filtro de la sociedad y de la realidad.
Para gestionar lo público es importante tener claro a dónde se quiere ir y, en el camino, amoldarse a la realidad; sortear vetos, articular distintos intereses y fundamentalmente hacer. Cualquier agenda de transformación real tiene que pasar por el filtro de la sociedad y de la realidad. No hay cheque en blanco ni aunque ganes por amplia mayoría. Es difícil que quienes no tienen experiencia en la gestión entiendan esta idea y vayan más allá de los ejercicios filosóficos. No se trata de ser tibio, se trata de entender cómo se logran los procesos de transformación.
El consenso es una búsqueda, una herramienta, no un fin en sí mismo. Y gobernar un país es hacerlo para todos: para los que nos votaron y para los que no, para los que están en las antípodas de lo que pensamos y para los que están un poquito más cerca pero eligieron otras alternativas. Lo que no podemos hacer es gobernar y administrar solo para los que nos eligieron, porque eso sería transformar al Estado en una facción.
La propuesta pragmática de futuro empieza con la forma en la que vemos la realidad. Gustavo Lopetegui me dijo una vez algo muy interesante: “Con los años, cada vez me da más miedo la gente que no tiene dudas”. Y coincido, porque creo que las ideas importan, crean narrativas que moldean directamente lo que pensamos y hacemos. La forma en la que tenemos conversaciones importa, el ejercicio de escuchar a los que no piensan como nosotros también importa. Todo eso nos hace mejores: profundiza nuestros argumentos y mejora la toma de decisiones. Personalmente, prefiero aprender antes que tener razón: exponerme a conversaciones difíciles, que alguien me ilumine con una nueva perspectiva, sentir la incomodidad de haberme equivocado o de cambiar de opinión.
Lo que tenemos en común
Hace más de un año, empecé un ciclo de conversaciones con personas que ven la política como una herramienta transformadora y, más allá de sus posiciones, entienden que Argentina tiene problemas estructurales desde hace décadas y que no existen soluciones mágicas. Con todos, incluso con aquellos que piensan distinto, encontramos puntos en común. El saldo viene siendo positivo: más de 2 millones de personas por mes ven algún tipo de contenido de los que generamos y la respuesta mayoritaria es positiva. La comunidad que rodea las conversaciones nos empuja a hacer más, nos sugiere temas, personajes para discutir y hasta invitados a los streams.
Siento que también aporto desde esa plataforma para que personas de todo el país y con ideas muy distintas puedan encontrar espacios de conversación y respeto. Es también una oportunidad para desafiarlas, especialmente a aquellas tan enraizadas en nuestro país que obturan nuestro desarrollo. Conversamos sin tabú sobre temas que van desde la historia argentina, el desarrollo de nuestro país, la hipocresía progresista, los agroquímicos, la falta de argumentación política y hasta de la basura.
Formé parte de las actividades de CIAS y FURP y conocí personas muy valiosas que no forman parte de nuestro espacio y con los que no coincido ideológicamente pero trabajan con convicción y honestidad para transformar la realidad. En todos los temas y con todas las fuerzas se pueden encontrar puntos de acuerdo. Sobre todo si pensamos que las grandes reformas a implementarse pueden requerir mayorías especiales que, necesariamente, nos obligarán a dialogar con todos los bloques.
Las grandes reformas a implementarse pueden requerir mayorías especiales que, necesariamente, nos obligarán a dialogar con todos los bloques.
Volviendo a la nota de Bongiovanni, si Alejandro asume como diputado nacional (y ojalá que así sea por que eso significaría que Juntos por el Cambio hizo una gran elección en Santa Fe) va a tener que sentarse a hablar con los que piensan distinto: eso es inevitable. El diputado trata de promulgar leyes. Es un trabajo que consiste en redactar proyectos, presentárselos a colegas de la cámara y que cada uno pueda aportar algo para mejorar la iniciativa.
Juntos por el Cambio está creciendo y en un proceso de mejora continua que incluye aprender de los errores para no volver a cometerlos. Para consolidar el espacio y las propuestas es importante que más gente se sume, más personas comprometidas con el cambio y con una transformación real. Meterse en política es intentar resolver problemas y gestionar, distinto al advocacy que hacen fundaciones con agendas por temas, la política es más que lobby sectorial, es lo anti cool, es encontrar puntos en común para resolverle problemas a la gente. El resto es humo para la tribuna.
Quiero trabajar para que el corazón de JxC sea una propuesta pragmática de transformación, de futuro, que ofrezca esperanza, que haga pie en nuestro orgullo, en el orgullo de la Argentina y de ser argentinos que miren al mundo como una oportunidad.
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.