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Domingo

¿Una bomba en el INCAA?

No, pero quizás habría que cerrarlo un tiempo, vender sus edificios y pensar desde cero un instituto despolitizado, sin burocracia, enfocado en la creatividad y adaptado a una sociedad democrática.

Poco antes de morir, en 2017, el director Fernando Birri se preguntó qué hacer con su legado. No era una pregunta sencilla; parte de sus cartas y documentos personales se encontraban en Santa Fe y, tal vez, parte en su pequeña guarida en Trastevere. Lo que realmente le inquietaba era la elección de un albacea testamentario y el siguiente dilema: ¿debía confiar sus valiosos archivos a una biblioteca académica en Estados Unidos, donarlos a la Escuela Latinoamericana de Cine en Cuba o entregarlos al fervoroso público cinéfilo argentino?

A pesar de su excentricidad poética, Birri tomó una decisión pragmática: optó por Estados Unidos. Quien desee consultar sus documentos puede hacerlo por Internet en The Fernando Birri Archive of Multimedia Arts de la Universidad de Brown. Ahí reposan su correspondencia, sus manuscritos y diarios personales. Seguramente no fue una elección sencilla. Si hubiera donado sus archivos a la escuela de Cuba podrían haber terminado en Miami, como ocurrió con obras donadas al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos por pintores latinoamericanos consagrados. El socialismo tiene esas ironías, y Birri lo sabía. Podría haber considerado Argentina, pero la corrupción lo desanimó. Solía decir que “el peronismo es glotón”, aunque no era dado a señalar directamente a aquellos que consideraba compañeros.

Fue una época de contradicciones y desencantos. Al igual que a Osvaldo Bayer, el cariño y reconocimiento tardío hicieron a ambos susceptibles a las adulaciones. La decisión de Birri de entregar su legado a una universidad estadounidense quizás se pueda comparar con la de Gabriel García Márquez, que envió el suyo a Texas: apoyo leal a la Revolución, pero confianza financiera en el imperio.

Mis reflexiones sobre Birri surgen a partir de unas declaraciones recientes de Javier Milei. Puede parecer extraño relacionar a Milei con todo lo anterior, pero tiene sentido. Milei propone cerrar el Instituto Nacional de Cina y Artes Audiovisuales (INCAA), lo que podría ser válido si no fuera por su enfoque simplista y una propuesta demagógica. Milei está haciendo lo mismo que el kirchnerismo: promete lo que no puede cumplir. Por lo tanto, para no quedar como alguien que se queja todo el tiempo quiero contar, además de mis experiencias con el INCAA, una serie de propuestas sobre cómo refundarlo y reformarlo. Cerrarlo no tiene sentido, pero así como está no puede seguir.

La extorsión como herramienta

Jorge Coscia, presidente del INCAA entre 2002 y 2005, alguna vez me dijo que no era lo mismo hacer política para hacer caja, que hacer caja para hacer política. Su lucidez me dejó turbado durante al menos la media hora que me llevó llegar desde el INCAA hasta Talcahuano y Corrientes. Al llegar a Ouro Preto me pedí un café y, para estupor de la concurrencia, rajé un “¡Eureka!” que hizo temblar las estanterías. Lo que Coscia me había querido decir es que no robaba para sí, ni para la corona, sino para mantener aceitados los mecanismos políticos de una sociedad emputecida. Según Coscia, los funcionarios ganaban sueldos de morondanga y nunca hay plata para nada, porque la democracia vive en constante auditoría y  para hacer política hay que tener dinero y ese dinero tiene que venir de las instituciones a manera de sifón, de abajo hacia arriba.

Coscia era un buen tipo, amigo de los amigos. Cuando le tocó jurar el cargo la única prenda que tenía a su alcance era un blazer deshilachado. Algunos de sus amigos hicimos una vaquita para comprarle un traje decente, con el que finalmente asumió. Daba gusto verlo bien vestido, aunque el corte de pelo no lo favoreciera. Un año más tarde, Jorge ya tenía varios trajes y algunos terrenos en Cariló.

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En 2005, cuando Michelle Bachelet se presentó como candidata a la presidencia de Chile, la entonces senadora Cristina Fernández le organizó un encuentro en un hotel de cinco estrellas en Pilar y le pidió a Coscia que llevara idiotas útiles. No sé por qué a Coscia se le ocurrió invitarme: “Escúchame, gorila querido, tenemos que hacer número,” me dijo. Lo primero que salió de mis labios fue: “Mirá, Jorge, yo hago documentales, no soy contador”. De más está decir que terminé arreglando. El cubierto para la cena era caro, no recuerdo cuánto, pero mucho más de lo que yo estaba dispuesto a pagar por una cena. Tenía claro que si me negaba mis expedientes en el INCAA retrocederían varios casilleros hasta la mesa de entradas. Jorge sabía que yo no estaba en condiciones de aportar tanto dinero a la caja de la política, pero también sabía que si él daba la orden yo no iba a cobrar a tiempo el subsidio que estaba esperando hacía ya tres meses. Apelé al constitucionalismo ideológico: “Escuchame, Jorge, no me parece correcto que un legislador argentino se manifieste sobre un candidato a presidente en las elecciones trasandinas.” Se me quedó mirando como si yo fuera un marciano. “Vos no entendes nada, pelado”, respondió. “La señora hace lo que quiere”.

El matiz entre la coima y la extorsión puede parecer sutil al ojo inexperto, pero resulta fundamental para comprender la maquinaria que opera detrás de las cortinas del poder. Mientras que la coima puede ser vista como una transacción voluntaria entre dos partes, aunque claramente inmoral y delictiva, la extorsión opera con una asimetría de poder. Una de las partes, generalmente aquella con más poder o control, fuerza a la otra a actuar contra su voluntad. El episodio con Coscia en el INCAA es un claro ejemplo de cómo esta asimetría se manifiesta en la vida real. Si bien la anécdota puede causar risa o desconcierto, refleja una dinámica muy común en el mundo de la política y la administración pública. Una vez que te tienen “agarrado”, tus opciones se reducen significativamente.

El cubierto para la cena en Pilar no era realmente por la cena, era una especie de impuesto para continuar trabajando en paz.

Esto no es exclusivo de Argentina ni del INCAA. La extorsión, en sus múltiples formas, es una herramienta que ha sido usada por aquellos en el poder a lo largo de la historia y en todo el mundo. El cubierto para la cena en Pilar no era realmente por la cena, era una especie de impuesto para continuar trabajando en paz: un pago para evitar problemas futuros.

Sin embargo, no debemos confundir estos actos con el idealismo genuino o la verdadera vocación de servicio público. Por cada Coscia que juega con el poder y manipula las reglas en beneficio propio, hay muchos servidores públicos que trabajan con integridad y honestidad. El desafío es encontrar un equilibrio y asegurarnos de que las instituciones tengan mecanismos efectivos para prevenir y sancionar la corrupción.

En última instancia, la historia narrada es un recordatorio de que las luchas por el poder, el control y la influencia están presentes en todas las esferas de la sociedad. Es esencial estar informado, comprender las dinámicas en juego y exigir transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos esperar construir instituciones más fuertes que sirvan verdaderamente al bien común.

Preservación del INCAA

Ante los complejos entresijos políticos, las tramas corporativas y el dilema entre el arte y la burocracia, el INCAA es, sin duda, una institución con historia y peso en la industria cinematográfica argentina. Eliminarlo sería borrar un legado, aunque claramente necesita una reestructuración y una renovación profunda. Mi propuesta es una transformación integral del INCAA. No se trata de eliminar, pero sí de reinventar y revitalizar. Basándome en las consideraciones previas, sugiero una serie de acciones concretas.

Transformación del INCAA. Sugiero cerrar el INCAA temporalmente, quizás durante dos años, para facilitar una reinvención integral. Esto no busca desmantelarlo, sino prepararlo para que surja como una entidad moderna y adaptada a una sociedad democrática.

Reutilización de recursos existentes. El edificio de Lima 319, con su diseño originalmente pensado como hotel, podría ser vendido y sus ganancias destinadas para indemnizar a los empleados que afectados por la reestructuración. Las futuras implementaciones de tecnologías, como algoritmos, pueden agilizar procesos y reducir costos.

Reorganización financiera. Los Espacios INCAA y otros bienes inmuebles podrían ser vendidos, creando con sus ganancias un fideicomiso. Este fideicomiso respaldaría los costos de un INCAA nuevo, que operaría de forma más eficiente y focalizada. Es vital que esta entidad no se vea atrapada en las redes de la burocracia o en conflictos de intereses. Por lo tanto, su gestión debería estar en manos de profesionales con una integridad demostrable.

Marco legal actualizado. La Ley de Cine actual debería ser reevaluada, adaptándola al cambiante panorama mediático y considerando el papel creciente de la Inteligencia Artificial en el cine. Esta ley debería enfocarse en apoyar la creatividad y la innovación en lugar de ahogarlas.

Creación de una Cinemateca genuina. Usar parte de los fondos obtenidos para establecer una Cinemateca que no se vea influida por agendas ideológicas y que busque preservar y celebrar nuestra rica historia cinematográfica.

Finalmente, mi experiencia en la producción fuera de Argentina me ha mostrado que hay otras formas de operar que pueden ser más eficientes y transparentes. Esta no es una llamada para deshacernos del INCAA, sino una invitación a imaginarlo renovado, libre de las trampas de la burocracia y la corrupción, y reflejando los valores de una sociedad democrática. Es hora de que la narrativa de nuestro cine no solo se limite a la pantalla, sino que también se refleje en las instituciones que lo respaldan.

El cine no es solo entretenimiento; es también una herramienta que sirve para educar. Mucho más aún en los tiempos que corren donde la las escuelas perennizadas hasta el hartazgo merecen que esas herramientas nos asistan por fuera de las estrategias de estado. Proteger y reformular el INCAA es proteger y reformular un modo de ver el país.

 

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Eduardo Montes-Bradley

Escritor, documentalista, fotógrafo y académico independiente. Su última película es 'Daniel Chester French: American Sculptor' (2022).

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