JAVIER FURER
Domingo

Bajar la inflación
llevará (muchos) años

Seis razones por las cuales el próximo gobierno deberá tomarse la baja de la inflación con constancia pero también con paciencia.

La inflación es uno de los principales problemas de la economía argentina, y un objetivo central de cualquier gobierno debería ser bajarla del 50 % actual a una cifra de un dígito. Sin embargo, si el actual gobierno, el que venga después o el que finalmente se decida a bajarla cree que se puede hacer rápido o fácil, va a tener problemas, como los tuvo el gobierno de Cambiemos. Si, al mejor estilo argentino, se buscan culpables en lugar de soluciones, no va a bajar. No hay soluciones mágicas.

Lo que sí debe haber es un consenso político amplio sobre la necesidad de equilibrar las cuentas públicas, que incluya al Gobierno y a la oposición. En los últimos 50 años, el déficit promedio anual fue del 3,8 % y el Estado argentino gastó dos PBI enteros más de lo que recaudó. Entiendo que no es fácil prometer primero y lograr resultados después. Pero sin cuentas equilibradas no habrá inflación baja y estable.

Bajar la inflación no sólo no será fácil: tampoco podrá ser rápido. Los atajos para bajarla de golpe tienen problemas de sostenibilidad y requieren de condiciones que no son para nada deseables. La dolarización, por ejemplo, es uno de esos atajos. Pero dolarizar sin reservas (o sin una crisis grave antes) requeriría de una megadevaluación y niveles de pobreza que nadie quiere vivir. Además, no ahorraría los costos de conseguir la solvencia fiscal.

Lo que sí debe haber es un consenso político amplio sobre la necesidad de equilibrar las cuentas públicas, que incluya al Gobierno y a la oposición.

Una inflación baja y estable tiene que ser uno de los ejes para ordenar la macroeconomía, y el equilibrio fiscal de largo plazo es una condición necesaria (así como para también reducir los problemas recurrentes de deuda). Mayor independencia del Banco Central, la eliminación gradual de la posibilidad de financiar el déficit con emisión monetaria y tantos otros arreglos institucionales serán necesarios para que la inflación baje de manera consistente. Y tanto para lograr los arreglos institucionales como para mantenerlos en el tiempo, deben ser consensuados.

Que lleve tiempo no debería ser necesariamente un problema para crecer. Si la Argentina puede mostrar un rumbo, objetivos compartidos por todos y acciones concretas que lo respalden, alcanzará para volver a generar confianza de a poco y para que la economía deje de caer y retome el crecimiento. Es mucho más importante mostrar una trayectoria creíble y consensuada de desinflación, aunque sea lenta, que una inflación que baja a un dígito en un año pero nadie sabe si resistirá el paso del tiempo o un cambio de gobierno.

¿Por qué digo llevará tiempo? Se me ocurren al menos seis razones:

1. Llevará tiempo reducir el déficit fiscal. Como nadie cree que Argentina pondrá sus cuentas en orden alguna vez, habrá que mostrar resultados. Mientras tanto, no será fácil financiar el déficit en los mercados de deuda, por lo que en el camino de desinflación el financiamiento monetario (la famosa maquinita) necesariamente tendrá que ser decreciente pero no cero, al menos por un tiempo. Y como en el largo plazo la inflación es un fenómeno monetario, seguir dándole a la maquinita demora los objetivos de inflación.

2. La inercia y la indexación de contratos complican la desinflación. Aunque la indexación está prohibida por ley, los contratos se indexan igual, de distintas formas. Cuando la inflación es alta por mucho tiempo la indexación de hecho es inevitable y la inercia también. Y en ese contexto algunos precios seguirán subiendo por algún tiempo (lo que no pasó con el salto inflacionario de 2002 y la inflación de 2003, después de 10 años de estabilidad de precios, pero sí pasó en 1991 o 2016 y volvería a pasar ahora).

3. Habrá que eliminar el cepo cambiario. Aunque sea total o parcial, sin libre movilidad de capitales, abrir el cepo llevará a una devaluación de la moneda, al menos en el actual mercado oficial. Por el camino actual el atraso cambiario se seguirá acentuando, o sea que eliminar estas restricciones impulsará la inflación alta por un tiempo, hasta llegar a un nuevo equilibrio.

4. Las reservas internacionales están muy bajas y habrá que recomponerlas. Hoy las reservas netas del Banco Central no llegan al 2 % del PBI y lo recomendable para países emergentes es que por lo menos lleguen al 15 %. Guillermo Calvo recomienda para América Latina reservas de entre el 15 % y 20 % del PBI para afrontar cambios en los flujos de capitales. Esa recomposición de reservas, necesaria, implica emisión de pesos por algunos años. Ese tiempo hay que contarlo dentro del proceso de desinflación y fue el causante de la inflación de años de superávit gemelos al comienzo de los 2000 y contribuyó a una inflación mayor en años como 2017.

5. Hay que arreglar el sistema de precios y los precios relativos. Esta es una forma linda de decir que las tarifas públicas están atrasadas, el comercio exterior está muy cerrado y eso implica precios menores a los internacionales en algunos alimentos y mayores en algunos bienes que hoy no compiten con la importación. Como hay precios que no son flexibles a la baja, como los salarios, por ejemplo, esos procesos de ajuste de precios relativos se dan generalmente con una mayor alza de los precios que tienen que subir y los que tienen que bajar, aumentando menos. Es decir, se necesita de la inflación para hacer esa recomposición de precios relativos menos dolorosa y más sustentable desde lo legal. Ese ajuste de precios relativos es doloroso, pero necesario y difícilmente pueda hacerse de un día para el otro. Nuevamente, llevará tiempo.

6. Arreglar las Leliq también impulsará la inflación. El proceso de reducción del stock de pasivos monetarios del Banco Central (Leliq y pases) y los encajes bancarios también implicará mayor inflación por algún tiempo. Hoy los pasivos monetarios remunerados superan a la base monetaria: para bajar ese stock y normalizar la situación hará falta un poco de maquinita. Los bancos argentinos también tienen encajes muy elevados, sobre todo los bancos más grandes, por motivos monetarios. La reducción de los encajes implica mayor cantidad de pesos para que los bancos presten y, por lo tanto, mayores presiones inflacionarias por algún tiempo.

Repasando la historia reciente de muchos países de la región que lograron bajar inflaciones elevadas en los ’90, manteniendo cierta independencia monetaria, en todos los casos exitosos llevó tiempo. A Uruguay le llevó cinco años bajar del 50 % a menos del 10 %, a México seis años y a Perú cinco años. Los casos de Chile y Colombia son diferentes, porque tuvieron inflaciones moderadas (algo arriba de 20 %) por muchos años, pero no arrancaron desde inflaciones tan altas como las actuales de Argentina. De todas maneras, a Chile le llevó unos cuatro años y a Colombia, ocho. Los contraejemplos que bajaron la inflación más rápido son Ecuador con la dolarización, Argentina con la convertibilidad y Brasil, con el Plan Real. Lo positivo es que todos en la región, con excepción de Argentina y Venezuela, lograron inflaciones de un dígito por muchos años desde entonces.

A Uruguay le llevó cinco años bajar de 50 % a menos de 10 %, a México seis años y a Perú cinco años.

La discusión de shock versus gradualismo tiene sentido en otras áreas de la política económica y hay momentos para aplicar diferentes velocidades para volver a la senda correcta. Pero la inflación va a tener que bajar despacio, para que esa baja sea sostenible. El primer año de un plan antiinflacionario no se podrá prometer mucho, el segundo año se podrá prometer que bajará respecto del primero y recién el tercero, siendo realistas, se podrá pensar en un sendero de desinflación.

Hay cosas en la vida que requieren tiempo y en las que apurarse no lleva a mejores resultados. En términos de inflación, posiblemente lleve más de un período de gobierno y por eso, la única forma de generar un programa de desinflación consistente implica un acuerdo político amplio. Para liderar todo el proceso y construir credibilidad, cualquier gobierno necesitaría poder mostrar un consenso tal que el éxito del programa general y particular para bajar la inflación no requiera que el mismo partido político tenga que reelegir a los cuatro años. Un acuerdo de los lineamientos básicos entre gobierno y oposición aumentaría significativamente la credibilidad, para que ese largo proceso no dependa de un resultado electoral. No es fácil, pero tampoco imposible.

 

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Francisco Gismondi

Economista (UCA) y Mg. en Economía (UTDT). Director Macroeconómico de Empiria Consultores. Ex director del Banco Central (2016-2019).

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