VICTORIA MORETE
Entrevistas

Andrew Doyle

El creador de Titania McGrath, personaje que parodia al wokismo, dice que los extremos políticos comparten rasgos identitarios y alerta sobre el retroceso de la libertad de expresión en Occidente.

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Andrew Doyle (Derry, Irlanda del Norte, 1978) acaba de publicar The End of Woke: How the Culture War Went Too Far and What to Expect from the Counter-Revolution (Constable), su segundo ensayo tras The New Puritans: How the Religion of Social Justice Captured the Western World (Constable, 2022). Sin embargo, este especialista en sátira política alcanzó inicialmente la fama a través de su alter ego: Titania McGrath, un personaje ficticio cuya cuenta de X tiene más de 700.000 seguidores. Durante años, esta autodeclarada poeta feminista interseccional y activista de la justicia social ha generado tanto carcajadas como indignación, especialmente entre quienes la creían una persona real. “Titania” ha publicado dos libros traducidos al español: Woke y Mi pequeño libro de activismo interseccional, ambos editados por Alianza.

Abiertamente homosexual, Doyle analiza en su nueva obra el auge y declive del autoritarismo de una ideología impulsada por el activismo surgido de los llamados estudios de género y la Teoría Crítica de la Raza que, pese a ser minoritaria, logró colonizar las instituciones públicas y las grandes corporaciones. Según el autor, nos encontramos ante una nueva etapa en la que la tradicional dicotomía izquierda-derecha ha perdido relevancia, siendo reemplazada por la verdadera división contemporánea: autoritarismo versus liberalismo. El desafío, advierte, radica en que “el camino liberal no resulta ni sexy ni sencillo”.

En esta conversación por Zoom, exploramos hasta qué punto el movimiento woke ha quedado enterrado, qué corrientes emergen como reacción en este péndulo ideológico, el estado actual de la libertad de expresión en Reino Unido y el significado de los gobiernos de Donald Trump y Javier Milei.

¿En qué anda tu alter ego Titania McGrath?

Ahora rara vez tuiteo como Titania porque empecé con ella en abril de 2018, así que eso fue hace casi siete años. Por supuesto, he escrito dos libros y un espectáculo en vivo como ella. Siento que ya he hecho suficiente. Pero lo que sucede es que, de vez en cuando, tuiteo como ella porque todavía escribo una columna como ella para la revista The Critic, una vez al mes, y la posteo en su cuenta o hago un tuit. Y es interesante lo que ocurre incluso ahora. Escribí un tuit la semana pasada que se volvió viral y lo publiqué pensando que nadie lo leería, y muchísima gente se lo tomó en serio. Se enojaron muchísimo. Lo mismo pasó después de la victoria de Trump. El tuit que decía algo como: “Mi empleada doméstica inmigrante votó por Trump, a pesar de que yo la había aleccionado sobre sus maldades, así que la despedí. Porque no hay lugar para el racismo en mi casa”. Y eso se volvió viral. Incluso Ted Cruz lo publicó preguntando: “¿Esto es real?”. Así que incluso ahora, lo que me sorprende es que la gente todavía se lo cree. Aún caen. Siempre me encantó discutir con la gente como si fuera ella porque terminás discutiendo con estos derechistas rabiosos que creen que es real, y así terminás pudiendo satirizar a ambos bandos a través del personaje.

¿Cómo fue la experiencia de estar detrás de la cuenta de Titania?

Al principio era anónimo. Lo hice simplemente por mi propia cordura y por entretenimiento personal, porque veía este movimiento que estaba acumulando un poder increíble pero que parecía inmune a la crítica o al ridículo, y los comediantes lo evitaban por completo. Y no entendía por qué. Pensaba que eso era una especie de abandono del deber. Parte de la razón, supongo, siempre ha sido que el tipo de persona que representa Titania es muy intimidante. Son muy agresivos. Son matones. Y por lo tanto, creo que se ganaron una especie de inmunidad simplemente por su ferocidad. Así que mi pensamiento fue: bueno, voy a crear un personaje. Fingiré ser un personaje que encarne los peores excesos de ese tipo de activista, tal como yo lo percibo. Obviamente tenía que ser en Twitter, porque ese era su terreno de juego o campo de batalla. Y era una cuenta anónima, no por miedo a las repercusiones, sino porque era más divertido así, ya que la gente pensaba que era una persona real. Y luego me descubrieron cuando salió el libro. Su primer libro salió en 2019, y un periodista de The Times hizo un trabajo de investigación y descubrió que era yo. Encontró citas que yo había escrito en artículos y las comparó con frases que Titania había dicho; fue un trabajo muy inteligente. Y así fue como me desenmascararon.

Yo ya era conocido por otras cosas en ese momento. Era coguionista de Jonathan Pie, que era un personaje satírico que se burlaba principalmente de la derecha. Yo era comediante, escritor, comentarista en televisión. Así que tenía cierto reconocimiento, la gente sabía quién era. Entonces se convirtió en noticia el hecho de que yo era quien había creado ese personaje, que estaba detrás de él. Y, por supuesto, empezaron las amenazas de violencia y de muerte, y las reacciones de ira, porque ahora sabían que era yo. Eso le quitó un poco de impacto, porque obviamente, cada vez que tuiteaba, era consciente de que la gente sabía que era yo. Pero parece que la gente ya lo ha olvidado otra vez, así que podría volver a hacerlo, y creo que estaría bien. Pero el punto es que al principio del libro hablo sobre Titania porque creo que ese personaje en particular fue lo que me arrastró a la guerra cultural, hasta convertirse en mi trabajo a tiempo completo. Y no fue algo planeado. Pensé que el personaje sería simplemente algo que haría para entretenerme. No tenía ni idea de que crecería tanto.

¿Cuál dirías que fue el mayor éxito de Titania como tuitera?

Hay un hilo que ella escribió con las distintas veces en que tuiteó algo y luego eso se volvió realidad en la vida real. Hay como quince ejemplos de esto. Creo que eso, para mí, dice mucho sobre la naturaleza de esta ideología y lo absurda que es. Hubo casos donde, por ejemplo, ella decía que no necesitamos poner el sexo de nacimiento en los certificados de nacimiento, sino esperar hasta que el bebé sea lo suficientemente grande para decidir su propia identidad de género, o algo estúpido por el estilo. Y luego una revista médica importante dijo exactamente lo mismo. O cuando criticó a Helen Keller [escritora y activista sordociega estadounidense] por su privilegio blanco. Nunca pensé que alguien haría eso en la vida real. Pero lo hicieron. Fue en un medio importante, creo que The New Yorker [N del E: fue la revista Time]. Y no eran cosas triviales. No era que yo simplemente eligiera a un loco al azar y dijera “miren lo que dice este loco”. En todos los casos eran medios de comunicación importantes o figuras con cierto peso institucional. Así que, en cierto modo, eso probaba lo que quería demostrar. Cuando la gente decía que estaba atacando a un hombre de paja, que no existía nadie así, que me estaba burlando de algo que no existía… Bueno, ¿cómo es posible entonces que Titania pudiera predecir hasta qué punto todo se volvería tan loco?

Tu libro se titula The End of Woke y sugerís varias hipótesis: que este movimiento ha muerto, se está muriendo o quizás, simplemente, se fundió en el discurso mainstream

Me gusta pensar que hay un signo de interrogación implícito en el título del libro: The End of Woke. Hago la predicción de que creo que el wokismo en su forma actual está muerto. Y lo hago de una manera algo irónica, imaginándome a mí mismo como un profeta. No es que esté haciendo esa afirmación de manera seria, en el sentido de que lo que digo es que la fase actual de la guerra cultural, tal como la conocemos, ha terminado, o al menos estamos entrando en una nueva fase. Eso podría significar que el wokismo sigue retrocediendo. De hecho, lo está haciendo en cuanto a sus niveles de apoyo. Todas las señales indican que está en retirada. Por ejemplo, el fallo de la Corte Suprema sobre identidad de género en el Reino Unido. Llegó tras el «Cass Review» [el informe oficial que denuncia el modelo de atención altamente medicalizado para jóvenes con disforia de género en Inglaterra sin suficiente evidencia científica sobre sus beneficios y riesgos, restringiendo el acceso a intervenciones médicas como bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas para menores] en el Reino Unido. La victoria de Trump y el retiro de las políticas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) en el mundo corporativo. Todas estas cosas son golpes duros para el movimiento woke y sugieren que está en las últimas, muriendo. Pero eso no significa que esos activistas no vayan a redoblar sus esfuerzos y seguir luchando. Lo están haciendo. Se están volviendo peores, más feroces, más ruidosos. Y esto va a tomar tiempo. No creo que sea algo inminente, porque el movimiento está demasiado arraigado en instituciones clave: en las artes, los medios, el poder judicial, el ejército, la policía, el sistema de salud, la administración pública, las agencias gubernamentales. Está profundamente incrustado, sobre todo en el mundo corporativo. Así que tomará tiempo, pero se está desmoronando.

La verdadera pregunta del libro es qué lo va a reemplazar. Y el argumento clave que hago en el libro es que esto nunca se trató de izquierda contra derecha.

Ahora, la verdadera pregunta del libro es qué lo va a reemplazar. Y el argumento clave que hago en el libro es que esto nunca se trató de izquierda contra derecha. Escribí un libro llamado The New Puritans en el que explico por qué no creo que el movimiento woke sea de izquierda en ningún sentido significativo. Y con eso me refiero a que los aspectos clave de lo que significa ser woke, esa palabra misma —woke— significa “conciencia crítica”, estar alerta ante algo que podés percibir y que otros no pueden. En este caso, tiene que ver con las estructuras de poder en la sociedad, sistemas de poder que muchas veces son latentes. Ahora bien, eso es algo que los activistas woke dicen. Pero también es algo que dicen los derechistas cuando hablan del “Estado profundo”, las conspiraciones y los grupos de satanistas que gobiernan el mundo a través del Foro Económico Mundial, etc. Así que ambos lados comparten esa cualidad. Pero además —y esto es lo más importante—, el wokismo es una manifestación del impulso autoritario innato que está en el corazón de la humanidad. Yo no tengo esta visión rousseauniana del estado natural del ser humano como algo benigno. Más bien lo contrario. Y por eso creo que el liberalismo es difícil. El liberalismo no sólo es difícil de vender, es difícil de sostener porque no nos sale de forma natural. La libertad no nos sale de forma natural, y por eso hay que luchar por ella.

Entonces, el wokismo no sólo es autoritarismo (porque si no, simplemente lo llamarías autoritarismo), sino autoritarismo con énfasis en la epistemología del punto de vista —”mi” conocimiento, “mi” capacidad para detectar estas estructuras de poder, esa conciencia crítica—, más una obsesión con la identidad de grupo —ver el mundo a través de grupos identitarios, como claramente hacen facciones tanto de izquierda como de derecha—, y también esta tendencia a querer imponer esas visiones a los demás.

Usás este concepto de “woke right”. ¿Qué tiene en común y en qué se diferenciarían el wokismo de derecha y el de izquierda?

Mi definición abreviada de lo woke, que menciono en el libro, es una revolución cultural que busca la equidad según la identidad grupal, mediante medios autoritarios. Entonces, si tenés a un grupo de personas woke que dicen que deberíamos ver a las personas principalmente en función de sus características inmutables, y secundariamente en función de sus cualidades individuales, eso no es muy diferente, en realidad, de un etnonacionalista blanco que dice prácticamente lo mismo. Y también, de forma similar, desea censurar a sus oponentes e imponer sus valores a la sociedad. Así que el término abreviado sería “identitarios autoritarios”. Pero hay otras similitudes. Ambas facciones tienden a mostrar una tendencia hacia el odio a los judíos, por ejemplo, el antisemitismo. Eso se ve tanto en la extrema izquierda como en la extrema derecha. Y ahí es donde, de algún modo, se encuentran.

Creo que lo más importante es la obsesión con la identidad. Incluso ahora, en la derecha, se está empezando a reivindicar el cristianismo como una categoría identitaria, incluso cuando no necesariamente se cree en Dios. Ves a muchas personas en la derecha, especialmente en la derecha online, publicando crucifijos, usando la cruz, diciendo “Cristo es Rey”. Ahora bien, puede que muchos de ellos realmente hayan encontrado a Jesús y la fe. Pero sé que muchos no lo han hecho, porque están empuñando esa cruz como un arma, lo cual no es precisamente muy cristiano. De hecho, es exactamente lo que Cristo advertía que no se debía hacer en sus distintos conflictos con los fariseos.

No se trata del cristianismo como fe, sino como una nueva categoría identitaria para ejercer poder. Eso me parece algo muy woke.

Así que no se trata del cristianismo como fe, sino como una nueva categoría identitaria para ejercer poder. Eso me parece algo muy woke. Otro punto en común es el desprecio por la verdad. Esta insistencia en la experiencia vivida: “así es como yo percibo las cosas”. Esta capacidad para reescribir la historia si sirve a tu propósito. En otras palabras, el fin justifica los medios, y eso supera la necesidad de precisión o verdad. Eso es algo contra lo que Orwell advirtió constantemente, y por eso 1984 no trata necesariamente sobre la izquierda o la derecha, sino sobre ambas. Trata sobre el autoritarismo. Winston Smith trabaja revisando la historia, reescribiendo periódicos antiguos y eliminando fragmentos que resultan incómodos para el régimen. Eso lo he visto en ambos lados. No es exclusivo de ninguna ideología política. Así que también diría que eso forma parte de lo que la derecha woke y la izquierda woke tienen en común. En la derecha hemos visto a individuos como el youtuber Darryl Cooper afirmar que Hitler no fue el verdadero villano de la Segunda Guerra Mundial, y eso ha tenido bastante repercusión en la derecha. Está reescribiendo completamente la historia. Obviamente, historiadores serios lo han refutado de manera completa. Si querés ver cómo lo refuta Niall Ferguson, es muy exhaustivo. Gente que realmente sabe de lo que habla. Hay una muy buena razón por la cual Darryl Cooper se negó a debatir con Andrew Roberts, el principal biógrafo de Churchill: porque sabe que perdería, porque sabe que no está basando sus argumentos en ninguna realidad. Pero menciono en el libro el ejemplo de Darryl Cooper llegando a la misma conclusión que un grupo de académicos y activistas de izquierda woke que participaron en una conferencia en Churchill College, Cambridge, hace algunos años. Personas como Priyamvada Gopal o Kehinde Andrews, que llegaron a la misma conclusión: que Churchill fue el verdadero villano de la Segunda Guerra Mundial. Si tanto figuras de izquierda como de derecha, obsesionadas con la identidad, están dispuestas a reescribir la historia de esa manera, entonces puede verse que, aunque vengan de perspectivas políticas completamente distintas, ciertamente hay un grado de coincidencia.

¿Hasta qué punto se ha vuelto obsoleta la dicotomía izquierda-derecha? ¿Sería mejor reemplazarla por una entre autoritarismo y libertad? ¿Cómo distinguís entre izquierda woke, izquierdismo y liberalismo (en el sentido británico del término)?

Es muy complicado porque la palabra “liberal” significa muchas cosas diferentes. Paso mucho tiempo en el libro analizando lo que “liberal” significa para distintas personas, porque tengo que definir lo que quiero decir con ello para poder defenderlo. La razón es que no hay dos pensadores liberales que tengan exactamente la misma visión de lo que significa ser liberal.

Durante mucho tiempo, creo que muchas personas se dieron cuenta de que los términos derecha e izquierda quedaron obsoletos, que han sido eliminados por la guerra cultural. Porque, si tenés feministas socialistas de izquierda radical, que quieren proteger sus derechos basados en el sexo, y a las que se las llama fascistas y de extrema derecha —cuando nunca han votado a otro partido que no sea el laborista— entonces, ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Qué significa “izquierda” o “derecha” ahora? Si ser de izquierda significa promover un movimiento mayoritariamente de clase media alta que protege a las corporaciones por encima de los trabajadores, entonces, ¿quién sigue siendo verdaderamente de izquierda? Porque si eso es lo que significa, entonces ser de izquierda no significa ser de izquierda; significa ser de derecha. Así que sí, la confusión en torno a esto me lleva a pensar que estos términos, como digo en el libro, son las resacas de la Revolución Francesa. Creo que ya han superado su punto de utilidad, y han sido aplicados de forma demasiado frecuente e incorrecta.

El verdadero conflicto importante es el que existe entre la libertad y la autoridad, que es lo que John Stuart Mill identifica en la primera página de ‘Sobre la libertad’.

Hace un tiempo —hace unos diez años— se creó esa herramienta del Political Compass en línea, donde podías responder una serie de preguntas y te ubicaban en un gráfico que iba de izquierda a derecha y de autoritario a libertario. Eso se acercó más, porque ofrecía una idea más precisa de la posición política de alguien. Pero sí creo que el verdadero conflicto importante es el que existe entre la libertad y la autoridad, que es lo que John Stuart Mill identifica en la primera página de Sobre la libertad. Ese, para mí, es el conflicto significativo.

Por ejemplo, el movimiento “gender critical movement” [movimiento, principalmente feminista, que sostiene que el sexo es biológico, inmutable y binario, rechaza la idea de identidad de género y la autoidentificación, y se opone a incluir a las personas trans y no binarias en la definición de mujer] es muy importante porque está siendo impulsado, en gran parte, por personas muy de izquierda. Pero también se nos dice que están financiadas por la extrema derecha y que son fascistas. Ahora muchas feministas de izquierda como Julie Bindel [feminista radical inglesa] o Suzanne Moore [periodista feminista con trayectoria en medios de izquierda como The Guardian] escriben para The Daily Mail, The Daily Telegraph, publicaciones de derecha, y reciben muchas críticas por hacerlo. Pero, como dijo Julie Bindel: “¿Por qué no le preguntan a The Guardian por qué no publica nuestras columnas?”. La respuesta es porque The Guardian ahora apoya causas identitarias.

¿Qué tan importante fue esta guerra cultural? Algunos consideran que fue sólo una distracción, que sólo ha ocupado a un puñado de “guerreros del teclado”. ¿Fue, en tu opinión, decisiva para la victoria de Trump?

Absolutamente. Fue fundamental. Trump no habría ganado si no fuera por la guerra cultural. Ni siquiera habría llegado a estar allí en primer lugar. Él fue una reacción a la guerra cultural. Su victoria en 2024 se debió específicamente a que se presentó como el candidato antiwoke. De hecho, podrías ir aún más lejos y señalar que Joe Biden se convirtió en el candidato demócrata en 2020 porque era el demócrata antiwoke. Después, se alejó de ello bastante rápido. Pero decir que el wokismo es sólo una distracción implica no prestar atención a lo que está ocurriendo. Si el líder del mundo libre está en el poder a causa de la guerra cultural, entonces la guerra cultural importa. Expongo en el libro las razones por las cuales la victoria de Trump se debió en gran medida a la guerra cultural. Y doy ejemplos muy específicos de por qué es así. Hemos visto esa avalancha de órdenes ejecutivas, las que menciono en la introducción del libro: lo que ha hecho con DOGE (Department of Government Efficiency). Hemos visto cómo se comporta ahora la Casa Blanca en Twitter, como si fuera una fábrica de memes.

La guerra cultural es política. Y además, si estamos hablando de cosas como la reintroducción y racialización de la sociedad hasta el punto de que algunas escuelas han sido descubiertas segregando niños por color de piel para ciertas actividades —lo cual ha ocurrido en varios casos—; movimientos como Black Lives Matter, que han sido increíblemente divisivos en términos raciales; el aumento del racismo y la división racial como resultado de este movimiento; y también la erosión de los derechos de las mujeres y los derechos de las personas homosexuales como consecuencia directa de este movimiento… Bueno, el 51% de la población son mujeres, y el otro 49% tiene mujeres en sus vidas que les importan mucho. Y también está la diferencia entre la verdad y la ficción, y si vivimos nuestras vidas según la verdad o según una ficción, eso le importa a todo el mundo. Así que decir que la guerra cultural sólo afecta a un puñado de personas es estar 100% equivocado. Les importa y afecta a todas las personas.

Esa afirmación de que la guerra cultural es una distracción suele ser una ceguera voluntaria. ¿Una distracción de qué, exactamente?

Creo que esa afirmación de que la guerra cultural es una distracción suele ser una ceguera voluntaria. ¿Una distracción de qué, exactamente? ¿Acaso no es importante el tipo de sociedad en la que queremos vivir? ¿Si queremos vivir en una sociedad libre o en una donde estemos constreñidos por autoritarios? ¿No es esa una de las preguntas más importantes que existen? ¿Cómo queremos vivir, qué tipo de sociedad queremos tener?

En el libro cito un excelente artículo de Matthew Syed [periodista británico] donde él habla de todas estas amenazas existenciales que no estamos abordando ni tomando en serio. Menciona que el virus de la gripe española puede replicarse en un laboratorio, colocarse en un sobre y enviarse por correo, y podríamos morir todos. Dice que estamos enfrentando múltiples amenazas existenciales: la IA, etcétera. Y llega a la conclusión de que lo woke, la guerra cultural, es una especie de actividad de desplazamiento porque no podemos lidiar con la realidad horrenda de esas amenazas. Pero yo creo que ambas cosas pueden ser ciertas. Creo que deberíamos enfrentar esas amenazas existenciales y hacer algo al respecto. Me parecen aterradoras. Pero también creo que no quiero vivir una vida sin libertad. Sin libertad de expresión, sin libertad de reunión, sin libertad de creencia, sin libertad de conciencia. Para mí, esa no es una sociedad que valga la pena preservar. Como digo en el libro: si te importa la vida, te importa la libertad.

¿Qué está pasando con la libertad de expresión en el Reino Unido, donde se imponen penas de prisión por posteos en redes sociales? ¿El vicepresidente estadounidense JD Vance y Elon Musk tienen razón en sus críticas?

Sí, tienen toda la razón. Y fue bastante revelador, ¿no? Cuando Keir Starmer estaba en el Despacho Oval y JD Vance señaló que había problemas con la libertad de expresión en el Reino Unido, todo lo que Starmer pudo decir fue: “Estoy muy orgulloso de la historia de la libertad de expresión en nuestro país”. Y esa palabra, historia, fue clave, porque implica que ya es cosa del pasado. Ya no la tenemos. Me preocupa que Europa parezca ir en una dirección en este tema, y Estados Unidos en otra. Tenemos el caso [en Gran Bretaña] de Lucy Connolly, cuya apelación acaba de fracasar. Es una madre condenada a 31 meses de prisión por un tuit [Tras el asesinato de tres niñas en un ataque con cuchillo en Southport, tuiteó: “Deportación masiva ahora, prendan fuego a todos los malditos hoteles llenos de bastardos por lo que a mí respecta… Si eso me hace racista, que así sea”]. Fue un tuit desagradable. No conozco a nadie que lo haya defendido. Pero de ningún modo cumple con una definición seria de incitación a la violencia. Fue un tuit impulsivo, publicado con rabia, por una madre que trabaja como niñera, sin ninguna influencia pública, y recibió una condena de 31 meses. Probablemente recibió malos consejos legales. Debería haberse declarado no culpable.

Hubo otro hombre, Jamie Michael, un veterano de la Royal Marine que hizo un video diciendo que se necesitaban protestas pacíficas tras los apuñalamientos en Southport. Querían meterlo en la cárcel, a pesar de que había pedido protestas pacíficas. Pero él se declaró no culpable, tuvo el coraje de hacerlo y además un buen equipo de defensa, así que ahora no está en prisión.

El juez en el caso de Lucy Connolly incluso dijo algo abiertamente político en su sentencia, que este es un país que valora la diversidad.

En ese momento hubo una politización preocupante del Poder Judicial. Hay una cita muy famosa, que incluyo en el libro, donde Keir Starmer dijo que quería que se impusieran sanciones sustanciales. Estaba ejerciendo una presión —yo diría no oficial— sobre el Poder Judicial para que se diera un escarmiento a estas personas. Y en casi todos los casos, los jueces dijeron explícitamente que imponían estas penas draconianas (aunque no usaron esa palabra) como ejemplo. Querían establecer un precedente. Estaban repitiendo la orientación no oficial del gobierno del Reino Unido. El juez en el caso de Lucy Connolly incluso dijo algo abiertamente político en su sentencia, que este es un país que valora la diversidad. Creo que incluso pudo haber dicho equidad, o por lo menos dijo inclusión. Pero fue una declaración de fe ideológica prowoke. Eso es realmente preocupante.

Por eso mucha gente sostiene, con buenos argumentos, que Lucy Connolly es una prisionera política. Y mientras ella siga en prisión, está claro que no tenemos libertad de expresión. Su caso es una prueba de que no existe tal libertad en este país. En una sociedad libre, deberías poder escribir cosas desagradables en Internet, o decirlas. Ese es el precio de la libertad de expresión. Así funciona. Si decimos que queremos libertad de expresión, hay que aceptar que habrá cosas que no nos gusten. Y en su caso, incluso se arrepintió. Pero yo iría más allá y diría que, aunque no se hubiera arrepentido, aunque creyera que lo que dijo estaba bien y se sintiera orgullosa de ello, aun así no debería estar en prisión.

Si retrocedemos al caso Skokie con la ACLU (la ONG progresista Unión Estadounidense de Libertades Civiles) en Estados Unidos, ellos defendieron el derecho de los neonazis a marchar por una ciudad predominantemente judía, con muchos sobrevivientes del Holocausto. El presidente de la ACLU en ese momento [Aryeh Neier] escribió un libro llamado Defendiendo a mi enemigo. Era un hombre judío que odiaba a los neonazis, los despreciaba, pero sabía que la forma de vencerlos era proteger su derecho a expresarse, para que los demás pudieran ver quiénes eran realmente y refutar sus ideas. Si encarcelás a alguien por decir algo horrible, le das un estatus de mártir que no se merece. Y hasta parece que le estás dando la razón.

Hay un problema con el concepto de “discurso de odio”, tan difícil de definir…

Nadie puede definirlo. No hay dos gobiernos europeos que tengan la misma definición de discurso de odio en sus códigos legales. Nadie sabe lo que significa. Cuando el Gobierno irlandés intentó introducir leyes de discurso de odio el año pasado, definieron odio como odio. Literalmente dijeron: “el odio significa odio”. Y eso está en los libros de leyes. Fantástico. ¿Y qué pasa cuando un gobierno dice: “Hemos decidido que criticar nuestras políticas es odio”, y ya tiene la legislación para meterte preso? ¿Qué hacemos entonces? Esta gente no tiene sentido histórico. No entienden adónde nos lleva esto. Lo que pasa en el Reino Unido es increíble. La semana pasada, un tipo fue arrestado. Seis policías llegaron a su casa por un tuit. Lo esposaron, lo metieron en una celda. Él mismo había sido agente de policía, o al menos agente especial. Hay grabaciones de las cámaras corporales de la policía revisando sus libros, levantando un libro de Douglas Murray y diciendo: “Algunos de estos libros son muy pro Brexit”. La expresión fue “very brexity”. Bueno, el 52% de la población votó por el Brexit. No es exactamente una posición de nicho. Ese es otro ejemplo de la captura ideológica de la policía, que es un problema muy grave.

¿Qué opinás de esta idea de que estamos yendo hacia una rehabilitación del delito de blasfemia en Inglaterra?

Sí. El gobierno laborista quiere hacerte creer que no está interesado en reintroducir leyes de blasfemia, pero sí están hablando del tema. De hecho, Angela Rayner [secretaria de Estado de Nivelación, Vivienda y Comunidades en Reino Unido] ha puesto en marcha una nueva comisión sobre islamofobia. Actualmente hay un hombre en juicio por quemar un ejemplar del Corán. ¡Su propio libro! ¡Puede hacer con él lo que quiera! Pero está siendo juzgado por eso. Y mucha gente piensa que Angela Rayner va a utilizar la definición de islamofobia del grupo parlamentario multipartidista, formulada hace unos cuatro años. Fue algo consensuado entre conservadores y laboristas, y definieron la islamofobia como una forma de racismo basada en la “musulmanidad” o en la “percepción de musulmanidad”, sea lo que sea que eso signifique. Pero el islam no es una raza, por lo tanto, la definición es fácticamente incorrecta. El término islamofobia fue promovido y popularizado por extremistas musulmanes en Teherán hace muchos años, en los años ’70. Es, en esencia, un instrumento para impedir la crítica al islam. Pero si vivís en una sociedad libre, ninguna creencia religiosa ni ideología está libre de crítica o de burla. No puede estarlo. Nunca debe estarlo.

Y sin duda hemos visto cómo el SNP (Partido Nacional Escocés) quiso introducir leyes de blasfemia relacionadas con el islam. En Suecia, de hecho, ya las tienen de manera efectiva. Ese hombre que estaba siendo juzgado cuando fue asesinado [Salwan Momika] —por quemar sus propios libros— es un ejemplo claro. Una de las cosas que realmente quiero enfatizar en el libro es que Suecia es un caso de advertencia. Suecia ya está perdida. Ha ido demasiado lejos por la ruta autoritaria. Y si miramos hacia allá, podemos ver adónde nos dirigimos. Hay que frenar. Primero, tenemos que dejar de tratar a los musulmanes con condescendencia, como si fueran ciudadanos de segunda que deben tener un tipo distinto de ley, que no se les puede aplicar igual, o que necesitan ser tratados con guantes de seda, como si fueran intrínsecamente inestables y, por tanto, tenemos que tener cuidado. No. Hay que tratar a todos los ciudadanos por igual, sin importar su raza, género, orientación o lo que sea.

¿Qué hay del movimiento pendular? ¿Tiene el liberalismo la fuerza y el atractivo para resistir tanto el wokismo de izquierda como el de derecha? Hay por ejemplo intelectuales como Ayaan Hirsi Ali —exmusulmana y exatea— que, en este sentido, declaró que había decidido convertirse al cristianismo…

Creo que la verdad es que el liberalismo no es lo suficientemente sexy, porque es el camino más difícil. Es el conjunto de principios más duros de sostener de manera coherente. Por eso empecé el libro con una cita de E.M. Forster, de su obra Two Cheers for Democracy, donde habla de que hay dos caminos: está el camino nazi, donde puedes aplastar los derechos de todos los demás y andar pavoneándote, o el otro camino —que él no llama así, pero que lo es—: el camino liberal, donde tenés que tolerar a personas que son diferentes a vos. Él dice: “No tenés que amarlos. No lo intentes. Pero tenemos que aprender a vivir en una sociedad donde hay creencias diferentes y formas de vida distintas”. El camino liberal no es ni sexy ni fácil. Es mucho más fácil imponer tus valores a los demás o intentar hacerlo. Los demagogos, de un lado u otro, son mucho más atractivos y carismáticos. Son ideólogos. Dicen tener todas las respuestas. La ideología es muy seductora: ofrece reglas claras de personas que aseguran que pueden resolver todos los problemas del mundo. Eso, por supuesto, siempre será más atractivo. Pero el liberalismo no es lo normal. Una sociedad libre no es lo normal. Es una anomalía. Por eso insisto tanto en el libro sobre la necesidad de defender la libertad de expresión en cada generación. No podés presumir que ya la conseguimos y la tenemos garantizada para siempre. No funciona así.

Por eso insisto tanto en el libro sobre la necesidad de defender la libertad de expresión en cada generación.

El problema de la falta de atractivo del liberalismo es real. ¿Quiénes son los grandes líderes liberales carismáticos? Ha habido algunos. Me viene a la mente Martin Luther King, pero a menudo se lo representa de forma errónea, como si no fuera liberal. Cuando en realidad lo era completamente, en lo más profundo de su ser. Pero ha sido tergiversado tanto por quienes dicen ser sus seguidores como por sus detractores. Si pudiéramos tener figuras liberales carismáticas como Martin Luther King o Mahatma Gandhi, tal vez podríamos avanzar. Pero es difícil. ¿Quién está hoy defendiendo el liberalismo? En el libro sostengo que ningún partido político occidental actual es verdaderamente liberal. Ninguno.

¿Hacia dónde creés que va este efecto rebote?

Creo que es simplemente parte del entramado de la historia, que oscila de un lado al otro. En cada generación emerge una nueva forma de autoritarismo. En los últimos quince años, ha sido el autoritarismo woke. No soy un utopista, soy un realista. Creo que el liberalismo no es la norma, y por tanto, el estado natural de las cosas es que el autoritarismo prevalezca. Así que estoy defendiendo el liberalismo sabiendo que probablemente no tendrá éxito. Creo que la administración Trump ya está mostrando señales de que va a adoptar tácticas autoritarias. Pero entonces, ¿qué hacés? ¿Volvés a poner a los demócratas mientras ellos quieren eliminar la Primera Enmienda o algo por el estilo? ¿Qué se puede hacer realmente ante esto? Se trata de encontrar esas voces carismáticas con el valor de defender el liberalismo. Y hay muy pocas.

¿Qué opinás del presidente de Argentina, Javier Milei, que se presenta como un libertario? ¿Dónde lo situás en esa dicotomía entre liberalismo y autoritarismo?

Debo decir que no sé lo suficiente sobre él como para hablar con autoridad. Lo que sí diría, es que sus políticas han producido un cambio radical en una economía que estaba en espiral descendente. Y sin duda, llega un punto en que cuando un gobierno se vuelve woke, el nivel de despilfarro en proyectos ideológicos caprichosos de las élites es descomunal y resulta muy dañino para una sociedad. Así que cuando él habla de querer eliminar la DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), y esta noción de ideología de identidad de género y todo lo relacionado, tiene 100% de razón. Muchas de las cosas que DOGE está haciendo en Estados Unidos son similares. Lo veo como muy parecido a lo que Milei hace o dice querer hacer. ¿No salió alguna vez al escenario con una motosierra para demostrar los recortes que iba a hacer? También lo de arrancar cosas de una pizarrón, una y otra vez, diciendo…

“¡Afuera!”

Eso, “¡afuera!”. Pues eso es lo que está haciendo DOGE también. Y necesitamos algo similar en el Reino Unido. Acá tenemos una cantidad absurda de dinero destinada a organismos públicos y parapúblicos capturados ideológicamente. Así que sí, en todo eso tiene razón. En cuanto a los detalles específicos de su proyecto político, no estoy capacitado para opinar.

Última pregunta. ¿Le temés a la derecha woke?

Tengo un temor generalizado al autoritarismo, punto. ¿Es “temor” la palabra adecuada? Bueno, supongo que sí. Pero nada de lo que digan o hagan me impedirá hablar en contra de ellos. Me niego absolutamente a dejarme intimidar para guardar silencio. Y eso que ya lo he padecido de muchos sectores: de la extrema derecha, de la extrema izquierda, de grupos feministas, de activistas trans… Me niego completamente. Siempre voy a decir lo que quiero decir, sin importar lo que los demás piensen de mí. No le tengo miedo a la derecha woke. Pero sí quiero hacer todo lo posible por concientizar sobre la amenaza que representan para una sociedad liberal, y voy a seguir haciéndolo.

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Alejo Schapire

Periodista especializado en cultura y política exterior. Reside en Francia desde 1995. Su último libro es El secuestro de occidente (Libros del Zorzal, 2024).

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El ex ministro de Transporte habla sobre autos, política, autos, infraestructura y la fiscalización de elecciones e. Y explica por qué lo alivia que haya ganado Milei.

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Seúl Radio #19:
Álvaro Zicarelli

El analista internacional y provocador todo terreno habla sobre Trump, Putin y Milei, en contra de la Marcha del Orgullo Gay y por qué tantos fundadores de LLA, como él, ya no están en LLA.

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Seúl Radio #18:
Gustavo Lopetegui

El empresario y ex funcionario dice que las famosas reformas “estructurales” no hacen falta, que el gobierno va bien pero lo arruina su intolerancia y que el IVA provincial es una mala idea.

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