¿Y ahora?

A la deriva

Aunque falta una eternidad para las elecciones, el único objetivo de la nueva política económica del gobierno será conseguir o mantener votos para el Frente de Todos.

Argentina se encuentra a la deriva. Si gobernar es dirigir la nave, esa nave navega sin rumbo en medio de un tempestad. Quienes están al frente y manejan el timón han demostrado ser profundamente irresponsables.

Quedan 15 meses para las elecciones presidenciales y el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner carece tanto de las ideas como del poder político y la credibilidad necesarios para fijar un rumbo y resolver los graves problemas económicos que desde hace largo tiempo aquejan a la Argentina.

Quienes decían contar con un plan integral para tranquilizar la economía han mostrado que no cuentan con ninguna clase de plan económico. Peor aún, dado que la única prioridad del oficialismo —particularmente de su facción dominante, el kirchnerismo— es preservar su base territorial bonaerense, fuente del poder de la vicepresidenta, solo cabe esperar que quien suceda a Alberto Fernández deba afrontar un verdadero incendio en términos sociales y económicos.

El Frente de Todos está hoy como en la canción de Genesis: Tierra de confusión.

Las 30 horas de anarquía del fin de semana pasado, signadas por una sucesión de cabildeos, rumores y un desfile de fallidos sucesores del ex ministro Martín Guzmán, evidenciaron que el Frente de Todos está hoy como la canción de Genesis: Tierra de confusión. La designación de Silvina Batakis parece haber forjado una paz frágil entre el presidente y la vicepresidenta. Una paz que está a tiro de un tuit, carta o discurso vicepresidencial.

La fórmula presidencial del Frente de Todos, aquella genialidad electoral de Cristina Fernández de Kirchner, ha probado ser una verdadera calamidad en materia de gestión. No sólo eso. Resultó, a la vez, tal como sugirió oportunamente Jaime Durán Barba, una bomba de tiempo. En cómodas cuotas, pero bomba de tiempo al fin.

‘Election targeting’

¿Qué cabe esperar en el largo y sinuoso camino que lleva a las elecciones de 2023? El panorama está lejos de ser promisorio. El gobierno hará aquello que alguna vez denominé como election targeting, es decir, una política económica centrada pura y exclusivamente en el objetivo electoral. De máxima, asegurar la continuidad en el poder, aunque no con Alberto Fernández al frente, desde ya. De mínima, conservar el bastión bonaerense.

El Gobierno tratará de evitar un salto discreto del tipo de cambio oficial al costo que sea necesario.

En función de ello es que el Gobierno tratará por un lado de evitar un salto discreto del tipo de cambio oficial al costo que sea necesario, incluso si ello implica llevar a la economía a una recesión y dejar al Banco Central sin reservas. A la vez, vistas las iniciativas que promueve el kirchnerismo sin importar su impacto fiscal, cabe esperar una agudización de los desequilibrios macroeconómicos. El laxo acuerdo que el ex ministro Guzmán negoció con el Fondo Monetario Internacional era una tímida hoja de ruta para llegar a 2023 sin un descalabro económico. Ese acuerdo está hoy en la mira de la vicepresidenta, cuyo diagnóstico es que cumplir con las metas del Fondo en materia fiscal llevará a una derrota electoral.

Si a los ojos de la vicepresidenta el mal resultado de las elecciones de 2021 se explica por la supuesta ortodoxia fiscal de Guzmán, claramente la solución para los dilemas electorales del Frente de Todos pasa por abandonarla, lo cual supone renegociar el arreglo con el FMI o incumplirlo abiertamente, confiando en la tolerancia estratégica de los accionistas principales del organismo. Una apuesta de riesgo.

Bajo estas condiciones, el año y medio que falta para llegar al 10 de diciembre de 2023 parece una eternidad. Ello explica que cada tanto se escuchen rumores o versiones de adelantamiento de las elecciones. Esto no es legalmente posible. Basta con leer el artículo 95 de la Constitución para saberlo. Salvo desde ya que se produzca, tal como en 2001, una crisis institucional que derive en una situación de acefalía presidencial, un escenario que nadie, ni en el oficialismo, ni en la oposición, ni en el círculo rojo ni en la sociedad parece desear hoy. El desafío no sólo pasa por llegar a 2023. Consiste también en hacerlo procurando contener los daños que todavía pueden causar quienes hoy conducen la nave.

 

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Ignacio Labaqui

Analista político y docente universitario.

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