El domingo pasado fue muy angustiante, no sólo por la renuncia del ministro de Economía y la noticia de su reemplazante, sino también por la certeza –ya no la sensación– de que no hay plan ni alternativa que nos lleve siquiera a un lento y doloroso progreso: tan solo a un lento y doloroso empeoramiento.
Siempre me llamó la atención del kirchnerismo, que se funda y catapulta a raíz de la Resolución 125, en 2008 (y de la que Néstor Kirchner estaba en contra y así y todo fueron para adelante), que después de la derrota electoral de 2009, en lugar de hacer autocrítica, decidieron “profundizar el modelo”. El mismo comportamiento se evidenció en la administración de la cuarentena, que extendió al infinito a pesar de la creciente experiencia internacional, en el camino destruyendo la economía, condenando a toda una generación de jóvenes (que no pudieron ir a la escuela) y generando efectos de largo plazo en la salud mental de la población. Pasa lo mismo con la economía: el modelo kirchnerista es ineficaz y ofrece resultados no solamente magros sino de empeoramiento permanente. No queda claro si consideran que cambiar el rumbo es perder poder político, o si bien han renunciado completamente a la idea de ser eficaces en lo que hacen.
Ese mismo domingo, ya por la noche, y con la certeza que el Gobierno nacional había decidido tomar un camino –el que ya conocemos–, con mi esposa dejamos de ver noticieros. Pusimos, como casi todas las noches, La voz argentina. Promediando el programa apareció Margarita Bullrich, luego acompañada de toda su familia, su mamá, sus hermanas y su papá, Esteban Bullrich. En el programa Esteban participó poco, ya que se comunica a través de un sistema que lee el movimiento de sus ojos y a partir de ahí construye oraciones. Para quienes lo vimos fue un momento especial: soy de los que no llora, pero no pude dejar de llorar mientras lo veía. Me conmovió, nos conmovió a mí y a mi esposa y sentí que fui parte de un momento inédito e irrepetible. Me sentí agradecido de haber conocido a Esteban.
Tradicional y disruptivo
En los últimos meses Esteban tomó una serie de decisiones fieles a lo que ha sido su trayectoria. Es un hombre de convicciones tradicionales pero muy disruptivo en su accionar, siempre fiel a la idea de que “no vas a tener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”. Lo más disruptivo es que nunca perdió los formas: siempre fue una persona de ideas audaces pero con los modales más sofisticados, para que nadie se ofenda.
A fines del año pasado, luego del proceso electoral, tomó la decisión de renunciar a su banca en el Senado, porque sentía que no podía honrar el trabajo como sus pares. Una decisión que, sabemos, no es corriente en la política. Fue aplaudido por todo el arco político, y desde ahí empecé a pensar que Esteban Bullrich es hoy el líder más importante y necesario que tiene la Argentina. Lo siento en el estómago, y el domingo pasado nos delataban sus lágrimas en televisión y las nuestras en casa. Pero también puedo argumentarlo. Intento acá seis razones:
1. Esteban y su familia han decidido transformarse en un símbolo. Digo él y su familia porque estas decisiones no se toman en soledad, y verlo rodeado de la fortaleza de su familia ayuda a entender que nadie puede solo.
2. Se comunica poco, pero comunicarse le lleva tanto trabajo, que cada palabra está pensada y sentida. Inevitablemente repercute en nosotros, sea alguien de izquierda o de derecha, o lo que sea. Lo que dice tiene un sentido pleno.
3. Demuestra que no es necesario tener un cargo para ejercer un liderazgo. Renunció a ser senador y quienes conocemos a Esteban sabíamos que no podía quedarse en su casa sin hacer nada. Sencillamente, no sería él. Cada día que pasa lucha para que existan avances científicos para el tratamiento de la ELA, y para acompañar a las personas que más lo necesitan.
4. Hace poco vi una charla de Toni Nadal, tío de Rafa Nadal. Decía: “Nunca una excusa ganó un campeonato”. Cuando se vive y trabaja cada día a corazón abierto, dejando todo, incluso desde el sufrimiento, se decide ir para adelante ante toda adversidad. Es muy difícil no rendirse ante alguien así, por más que alguien tenga ideas exactamente contrarias.
5. Llora. Somos una sociedad triste, entristecida, que ha tenido pérdidas de todo tipo y que evidentemente necesita llorar. Esteban llora y nos hace llorar, pero no por él: es por nosotros, él nos interpela. Me encantaría decir que Esteban es el espejo en el que nos vemos los argentinos y especialmente la dirigencia política, pero no: Esteban es el faro que señala el camino.
6. Hoy tiene una enfermedad que no tiene cura, pero así y todo se levanta cada mañana para pelearla aunque tenga prácticamente la certeza que el futuro es imposible de cambiar. Y eso es porque no pierde la fe. Solo ganan los que la pelean.
Evidentemente nuestro país es complejo y requiere soluciones, ideas, equipos y alianzas ciudadanas que reconozcan esta complejidad. Sea cual sea el espacio político que pretenda hacer un gobierno correcto en 2023 puede aprender una lección de humildad y sabiduría por parte de Esteban Bullrich y su familia.
Lo necesitamos.
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