JOLLY
Domingo

Diario de la sarasa

Flaubert, Seinfeld y Alberto Fernández. Tres semanas asfixiantes en Buenos Aires.

26 de diciembre

La Argentina, vista de lejos, es un país de ingresos medios, con hermosos paisajes, una población bendecida por la ausencia de violencia religiosa o racial, excelentes vinos y carnes, una capital conocida por su elocuencia y su teatralidad mediterráneas, y una economía que tiende al endeudamiento de un modo casi simpático, que evoca el cine realista italiano, como Rocco y sus hermanos o Los inútiles. Cada vez que fui anfitrión de amigos extranjeros, sé que les causó una impresión parecida a ésta. Me acuerdo de Yasmina Reza, la autora de Art, paseando con expresión soñadora por la avenida Santa Fe y comentando: “Oui, il y a une douceur de vivre…”. Sí, hay una dulzura de vivir.

Visto de cerca, el país tiene los rasgos de una pesadilla: una sensación difusa pero constante de amenaza, temas repetidos obsesivamente, sensación de irrealidad (que, según Borges, es lo que causa el horror de la pesadilla) y de que es imposible salir. Sumando el calor, es una pesadilla de las que causa la fiebre. Sin embargo, bajé seis kilos con la dieta keto y descubrí (veinte años tarde) la serie Seinfeld.

Jorge Fernández Díaz me pidió que durante la última semana de diciembre y el mes de enero integre la mesa de su programa Pensándolo bien, en Radio Mitre, junto a Adriana Verón, Miguel Wiñazki y Marcelo Birmajer. En el último año y medio tuve ahí una columna donde cuento historias con música, pero esto es muy distinto. Desde el primer día me encuentro usando a cada rato la palabra sarasa. Alberto Fernández dijo que el informe del FMI (sobre el préstamo de 57.000 millones de dólares a la Argentina en 2018) es “lapidario” y confirma todo lo que él venía diciendo.

Sin embargo, bajé seis kilos con la dieta keto y descubrí (veinte años tarde) la serie ‘Seinfeld’.

Sarasa. El informe, en realidad, sostiene que el préstamo debía sustentar el gradualismo y que el gradualismo fracasó. Dice también que el factor clave del fracaso fue la falta de consenso de todos los poderes del Estado sobre la necesidad de reformas estructurales. Agrega que las metas de desinflación no fueron realistas y que compartir el peso del préstamo con otros organismos de crédito habría mostrado un apoyo más amplio de la comunidad internacional, que habría apuntalado la confianza. Es un informe duro, sí, pero en nada se parece a la sarasa que repite el peronismo: ni que “la fugaron toda”, ni que el préstamo fue para financiar la campaña de Macri.

Al terminar el programa, Birmajer me pregunta por la dieta keto. No parece terminar de creer que puedas bajar de peso desayunando huevos con panceta. Pero ya en el subte de vuelta a casa me llega un whatsapp, se ve que se quedó pensando: “Está bien, decime la lista de cosas que no puedo comer.”

27 de diciembre

¿Cómo no descubrí antes a Seinfeld? Pero está bien así. Descubrir a Jerry Seinfeld en 2021 no es lo mismo que hacerlo en 1997. En esa época, supongo, era parte del talante cool de esos años. Ahora, en la era del covid, la cultura de la cancelación, el delirio woke y el populismo, es un refugio de humanidad, un recordatorio de lo noble que puede ser, en una época normal, ser una persona, con sólo tener salud y lo necesario para vivir.

En un famoso episodio autorreflexivo de Seinfeld, George Costanza propone hacer un show sobre ellos mismos: sin aventuras, sin trama, sólo ellos charlando, tomando café, haciendo su vida normal, “un show acerca de nada”. La propuesta tiene ecos de Gustave Flaubert, que hacia 1850 expresó el deseo de escribir “una novela sobre nada”, que fuera puro estilo.

Pero a Flaubert la vida le daba asco, porque veía en todas partes la estupidez humana, mientras que a Seinfeld esa “nada” le resulta infinitamente interesante, inagotablemente llena de sabor, cada pequeña manía y cada impulso inexplicable y cada tic y cada tartamudeo y cada ocasional momento de lucidez un motivo de regocijo. En otro orden de cosas, el gobierno anuncia que impondrá tarifas mínimas a las aerolíneas low-cost para que no vendan sus pasajes demasiado baratos.

28 de diciembre

El tema de las low-cost sigue en las noticias. El Boletín Oficial ofrece sarasa de la buena: “Es deber del Estado Nacional evitar prácticas ruinosas que, tras una efímera ventaja económica para el consumidor o la consumidora se revelan, a la larga, contrarias al interés general. (…) El exceso de oferta en un mercado deprimido por la pandemia puede provocar la existencia de tarifas predatorias de mercado, susceptibles de conllevar a una competencia absurda con valores no compensatorios”. En realidad, por supuesto, es otro paso en la obsesión de eliminarle cualquier competencia a Aerolíneas Argentinas, uno de los kioscos de La Cámpora.

¿Qué puede ser más bananero que Aerolíneas? Cuesta 1,85 millones dólares por día en subsidios, está mal administrada, tiene aviones viejos, con poca capacidad y alto costo operativo. Durante 2021 los pasajes de cabotaje aumentaron más de doble que la inflación. Las low-cost, sin subsidios, generan ganancias, dan trabajo y permiten viajar a gente con poca guita. Esto, que para el lector promedio de Seúl es una obviedad, ¿le produce alguna incomodidad, aunque sea recóndita, al votante del Frente de Todos? Le pregunto su opinión a un amigo peronista: “Si se está ante una maniobra de dumping”, me responde, “lo vería bien. Aerolíneas Argentinas cumple el servicio de conectar lugares del país cuyos vuelos son deficitarios, por lo que necesita que los vuelos rentables sean rentables”. Agrega que, no obstante, desconoce los fundamentos de la medida.

La serie que realizó, con genialidad, el sueño de Seinfeld de crear “un show sobre nada” no fue su sitcom más famosa, sino la que hizo después: Comedians in Cars Getting Coffee, que es eso mismo, comediantes en autos tomando café. En un episodio se junta con su viejo socio, Larry David. Éste dice que no le gusta la comida caliente. Seinfeld se lo cuestiona, apelando al ejemplo de los panqueques:

—¿No te parece que una vez que se enfría pierde su encanto, el panqueque? ¿No creés que el calor es, bueno, una gran parte de la cosa?

Sin esperar la respuesta, filosofa:

—¿Qué hace el calor? El calor no tiene sabor.

—Te calienta, Jerry —dice Larry David.

—Seguís teniendo una de las mejores mentes que conozco.

Larry David sonríe.

—Un análisis de una cosa —insiste Seinfeld—, hecho por dos idiotas, que nadie más está haciendo.

Mierda, pienso yo, de nuevo Flaubert: ése es el argumento de Bouvard y Pécuchet. ¿Dónde está el secreto de Jerry Seinfeld, el secreto para hacer de la nada algo humano, sereno, que conduce al placer tranquilo de ser uno mismo?

30 de diciembre

Birmajer me dice que intentó la dieta keto y no sólo no perdió peso, sino que engordó. Soy muy distraído y no me paro a pensar que en un par de días no puede haber ganado ni perdido peso: me siento un poco afligido y, para decirlo todo, algo mortificado en mi recién iniciada carrera de consejero en nutrición. “¿Pero dejaste afuera los azúcares? Mirá que no podés comer ni fruta”, le digo, pero me muestra su último cuento, donde un personaje, basado en mí, aconseja una dieta basada en los caramelos y la torta de chocolate.

Hay un gran escándalo en Juntos por el Cambio: ayer se aprobó en la legislatura bonaerense una ley que permite a los intendentes presentarse a reelección en 2023 aunque ya hayan tenido dos mandatos. El kirchnerismo votó a favor y Juntos por el Cambio lo hizo dividido. Enseguida hay respuestas dramáticas de referentes de la coalición. Mauricio Macri dice que habilitar otra reeleción de intendentes desnaturaliza la democracia. María Eugenia Vidal, que esto define si queremos democracia con alternancia o no. En Twitter abundan los “no los voto más”, “¿para esto fiscalicé?”, “son lo mismo que el kirchnerismo” y demás.

En Twitter abundan los “no los voto más”, “¿para esto fiscalicé?”, “son lo mismo que el kirchnerismo” y demás.

Los que votaron para modificar la ley de 2016 (que impedía la reelección) argumentan que estaba mal reglamentada y habilitaba trampas: por ejemplo, un intendente que ya casi cumplió sus dos mandatos podía tomarse licencia y luego, al volver, presentarse de nuevo. Al modificar la ley se habilita un tercer y último mandato, pero se termina con esas trampas. Creo que es un argumento débil, que disfraza otra cosa: uno de esos toma y daca, seguramente inevitables en la política —tener contentos a los intendentes a cambio de apoyo en otras cuestiones—, pero imposibles de encajar en el discurso de cara a los votantes, menos en un clima político donde el tono por default es la épica. Pero la épica (como aprendió hace mucho el peronismo) requiere, a veces, hablar como si uno fuera su propia oposición; en este caso, Macri, Vidal o López Murphy hablando como si fuesen la oposición de la oposición.

No me gusta. Faltan dos años para las elecciones presidenciales y si cada debate en Juntos por el Cambio va a asumir estos ribetes apocalípticos, con el consiguiente rasgarse de vestiduras de los votantes y las especulaciones en los medios sobre el quiebre de la coalición, el desgaste va a ser fenomenal. Déjenle eso al kirchnerismo. Pero además, en un sentido visceral, empiezo a sentir que la épica es enemiga de una vida a escala humana.

2 de enero

Flaubert, sin duda, pensaba que la épica es enemiga de una vida a escala humana. Es el lugar donde florecen la estupidez y la crueldad sin que las turben las dudas, el remordimiento o la compasión. Asistió sin alegría a la revolución de 1848, que brevemente resucitó las consignas y el entusiasmo de la Revolución Francesa. En su novela La educación sentimental retrata ese evento como una bacanal sangrienta donde los peores pueden, por fin, dañar a otros sin tener que esconderse, porque los legitima la épica. El honesto Dussardier, en una barricada, grita: “¡Viva la República!”. Una espada lo atraviesa, el hombre cae con los brazos en cruz, y el asombrado protagonista reconoce al autor del homicidio, Sénécal, que hasta entonces había sido un socialista severo, siempre listo para despreciar los placeres y las libertades de los otros en nombre de la justicia social, ahora convertido en agente del orden.

Para Flaubert la vida que merece ser vivida estaba en el arte, en primer lugar, y después, incluso por encima del amor, en las conversaciones entre amigos. Por eso lo más feliz que escribió son sus cartas a Louis Boilhet, a Iván Turguéniev, a George Sand, a los hermanos Goncourt. Y por eso su novela definifinitiva es Bouvard y Pécuchet, donde no pasa nada más que las conversaciones entre esos dos amigos, que son prácticamente idiotas, acerca de una variedad de temas que entienden a medias o no entienden en absoluto, desde la botánica hasta la poesía, y pasando por la arqueología, la religión, la gimnasia, la geología o el teatro. La crítica de entonces y de ahora la consideró como un alegato desesperado de Flaubert sobre la impotencia del conocimiento humano. Muchachos (como diría Fernández Díaz), ¿no se les ocurrió que para un francés harto de la épica revolucionaria (igual que para un argentino en las postrimerías decadentes del kirchnerismo) podía ser la imagen más acabada de la felicidad?

3 de enero

Seinfeld toma café con Julia Louis-Dreyfus.

Jerry: ¿Cuál es tu marca preferida de desodorante?

Julia: Mitchum. Hace mal, el desodorante. De hecho, trato de no usar salvo que esté trabajando.

Jerry: Lo sé.

Seinfeld toma café con Sarah Jessica Parker.

Jerry: La cuenta son 37 dólares. ¿Cuánta propina querés dejar?

Sarah: Diez.

Jerry: ¡Pfff! Andate al infierno.

Sarah: ¿Es poco?

Jerry: ¿Me estás jodiendo? Todos le van a preguntar: “Oh Dios mío, ¿atendiste la mesa de Jerry Seinfeld y Sarah Jessica Parker? ¿Cuánto te dejaron de propina?” ¿Vos qué querés que conteste?

Jerry toma café con David Chapelle.

Jerry: La cosa con el recto es que tiene el peor trabajo del cuerpo, lo más bajo de lo bajo, pero…

David: Tenés un solo trabajo: estar cerrado.

Jerry: …pero tiene cierta conciencia social acerca de las cosas con las que debe lidiarse. Como si pensara: OK, sólo soy un recto, pero entiendo que hay un show, y soy consciente de que tengo que esperar hasta que termine.

Jerry toma café con Eddie Murphy.

Jerry: La cosa es que, para mí, todo es gracioso. Todo. Me ha pasado que alguien me dice: fulano murió. Y yo le digo: bueno, basta con ese tema.

Eddie: Eso es gracioso.

12 de enero

En los últimos días todo se fue al carajo y nada es gracioso. Luis D’Elía convocó a una manifestación para “echar a patadas” a la Corte Suprema de Justicia. Alberto Fernández expresó su apoyo. Le pregunto a Daniel Sabsay si eso constituye, de acuerdo con la Constitución, delito de sedición (un poder del Estado promoviendo o convalidando un ataque contra otro) y me lo confirma. Al mismo tiempo, Fernández fue elegido presidente de la CELAC con apoyo de Cuba, Venezuela y Nicaragua. El canciller Santiago Cafiero asistió a la asunción del dictador Daniel Ortega en Nicaragua; estaba presente Mohsen Rezai, viceministro de asuntos económicos de Irán, buscado por Interpol por su participación presunta en el atentado a la AMIA. Waldo Wolff denunció a Cafiero por incumplimiento de autoridad y violación de los deberes de funcionario público. La inflación de 2021 fue del 50,9%; Alberto Fernández lo festeja como un triunfo y espera que “continúe su tendencia descendente”. La negociación con el FMI sigue empantanada por desacuerdos en el tema fiscal, o sea, en todo. En medio de uno de los días más calurosos de la historia en el hemisferio sur, hubo cortes de luz masivos. La variante Ómicron disparó los contagios de covid y, aunque en proporción muchísimo menor que en las olas anteriores, las internaciones y las muertes aumentaron.

¿Estamos empezando un año más catastrófico incluso que los últimos dos?

¿Me equivoco al sentir que todo ese desvarío bolivariano (ataque a la justicia independiente, coqueteo con el default, mimos con dictadores y asesinos) es algo que el Gobierno, desmonetizado, que viene de la paliza electoral de noviembre, en la que el peronismo perdió por diez puntos, y sin mayorías parlamentarias sólidas, no tiene cómo sostener? ¿Que es una especie de acting del Mal, que a su manera también es sarasa? Es probable que sí, que me equivoque, y que este gobierno miserable haga estas cosas no por cálculo, y menos con la intención de hacer algo diferente en secreto, sino porque la inercia de los sectores que lo integran tiende, por defecto, a la radicalización.

En un episodio de Comediantes en autos tomando café, Seinfeld pasa a buscar a Barack Obama por la Casa Blanca. Hay momentos muy divertidos, como cuando trata de salir del predio con el entonces presidente y el guardia negro los frena. “Oh”, dice Seinfeld, “Soy de un show que se llama Comediantes en autos tomando café, sólo vamos a tomar un café rápido y volvemos”. El guardia responde: “You’ a comedian, with da president, goin’ nowhere”.

Unos cuantos”, lo piensa Obama. “Después de cierto número de años en el poder, es imposible no enloquecer”.

Pero el momento más significativo es cuando están tomando el café y Seinfeld le pregunta cuántos líderes de otros países conoce que están literalmente desquiciados. “Unos cuantos”, lo piensa Obama. “Después de cierto número de años en el poder, es imposible no enloquecer”. “El poder y el privilegio son cosas tóxicas”, asiente Seinfeld. “Bueno”, dice Obama, “¿y vos? Sos un tipo gracioso, te invitan a la tele, te dan un show, y cuando querés darte cuenta, hiciste una cantidad ridícula de plata…” “Mucha más que vos”, dice Seinfeld, “y sin embargo, ¿te parezco corrompido, sin contacto con la realidad?” “No lo sé”, dice Obama. “Dale”, insiste Seinfeld. “Vos tenés buen ojo para juzgar a la gente”. Obama lo mira fijo: “En este momento me parecés una persona bastante normal… Pero…” “Pero puede ser sarasa” (“I may be putting up an act”), reconoce Seinfeld.

—Eso es lo que quería decir —sonríe Obama.

13 de enero

Birmajer me confiesa que me estaba gastando: nunca intentó la dieta keto. Yo acabo de abandonarla, porque me estaba haciendo doler los riñones.

14 de enero

Mientras apuro estas líneas para mandarlas a Seúl, me llega un mensaje de Yasmina Reza: “Tengo la alegría de contarte que viajo a Buenos Aires el 28 de febrero”. Viene para la nueva puesta en escena de Art, que dirigen Ricardo Darín y Germán Palacios. Esto me pone contento de verdad. Vamos a pasear de nuevo por Buenos Aires y, mirando las cosas con sus ojos, quizá me sienta por un rato en un país de ingresos medios, bendecido por la ausencia de violencia religiosa o racial, con excelentes vinos y carnes, donde hay cierta dulzura de vivir.

 

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Gonzalo Garcés

Escritor. Publicó Los impacientes (2000), El futuro (2003), El miedo (2012), Hacete hombre (2014) y Cómo ser malos (2016). Hace una columna semanal en el programa Pensandolo bien, por Radio Mitre.

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