El próximo domingo son las PASO y en dos meses las generales. ¿Qué hay en juego? Mucho desde el punto de vista simbólico: los resultados electorales, especialmente los de la provincia de Buenos Aires, seguramente serán leídos como un plebiscito sobre el gobierno nacional. Si el Frente de Todos obtiene una victoria, podrá decir que una mayoría de la sociedad apoya el rumbo del gobierno. Si no lo hace, es posible que se produzcan consecuencias dentro del peronismo y que el presidente Fernández tenga que buscar una nueva dirección para sus últimos dos años de gestión.
También hay mucho en juego, sin embargo, desde el punto de vista institucional, donde el oficialismo se había puesto como objetivo inicial alcanzar o acercarse a la mayoría propia en Diputados. Por la forma en que se cuentan los votos en Argentina, de todas maneras, significa que, salvo un cataclismo electoral, al final del día no tantas bancas van a cambiar de manos. En esta nota quiero considerar distintos escenarios electorales y ver cómo cambiaría la composición del Congreso en cada uno de ellos. Una conclusión es que, repitiendo los resultados de 2019, el oficialismo se asegurará la mayoría en Diputados; si su caudal electoral cae 4 o 5 puntos, posiblemente no. La advertencia para Juntos por el Cambio, que en las últimas semanas se entusiasmó con encuestas algo más favorables, es que en no pocos escenarios el FdT alcanzaría sus objetivos en la Cámara Baja.
Formalmente, se renuevan casi la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado: 127 (sobre 257) y 24 (sobre 72) bancas, respectivamente. En la práctica, es bastante menos, porque asumiendo una cierta continuidad en las preferencias de los votantes, tanto el FdT como JxC tienen un piso relativamente difícil de mover. Sin embargo, la tarea es más difícil para JxC, que tiene que revalidar la muy buena elección de 2017. Como se aprecia en la figura de abajo, la principal fuerza opositora pone más bancas en juego que el oficialismo (60 vs. 52), aunque en la práctica los 13 diputados pertenecientes a los otros bloques votan más con el FdT que con la oposición.
En el Senado, la situación es inversa: el FdT pone 15 bancas en juego frente a 9 de JxC. Dado que los resultados de la Cámara están mucho más peleados que los del Senado, en este artículo me concentraré en los primeros. La forma en que se asignan bancas en Argentina hace que cuando el espectro político está polarizado entre dos opciones, sea difícil cambiar sustancialmente la distribución de bancas. En el Senado, dos bancas van al partido más votado y una al segundo. Con ubicarse en segundo lugar en todas las provincias, JxC se aseguraría 8 bancas de las 9 que renueva, en tanto que el FdT sólo sumaría una, quedando muy lejos de los dos tercios. Por otro lado, con salir primero en algunos distritos –factible en Córdoba, Mendoza y Santa Fe, donde fue la fuerza más votada en 2019, así como en Corrientes, donde el oficialismo provincial viene de arrasar en las elecciones locales– JxC podría arrebatarle 3 bancas al FdT.
La situación es algo distinta, aunque no demasiado, en Diputados. La siguiente figura muestra la actual distribución de bancas por provincia: Buenos Aires renueva 35 (27,6 %) del total, pero 16 provincias eligen sólo 2 o 3 bancas, y 20 eligen no más de 5. Sólo Córdoba, Santa Fe (9 cada una), y la Ciudad y Provincia de Buenos Aires (13 y 35, respectivamente) eligen más.
Eso importa, y mucho, a la hora de contar los votos y transformarlos en bancas. Los politólogos sabemos pocas cosas pero algo que conocemos bien es que (a) la traducción de votos en bancas no es neutral; y (b) los sistemas electorales tienden a beneficiar a los partidos más grandes. En Argentina se emplea la fórmula d’Hondt, una de las más populares del mundo, pero también de las más favorables a los partidos grandes. Esta fórmula considera el tamaño relativo de los partidos, lo que castiga tanto a los partidos más pequeños como a las fuerzas políticas que se dividen. La elección de Santiago del Estero en 2007 ofrece un ejemplo extremo pero por ello mismo ilustrativo.
Se repartían 4 bancas. Como el Frente Cívico por Santiago (FCS) obtuvo alrededor del 50 % de los votos, lo intuitivo sería esperar que se haya quedado con 2 escaños, el 50 % del total. Pero como el FCS más que cuadruplicó el total de votos de la segunda lista más votada, se quedó con las cuatro primeras bancas; es decir, con todas. De hecho, el oficialismo provincial quintuplicó el total de votos de la principal lista opositora, por lo que si se hubieran repartido cinco bancas en lugar de cuatro, el oficialismo se hubiera quedado con las 5.
Uno contra dos medios > Uno contra uno
Es raro que un partido cuadruplique a su inmediato perseguidor. Pero cuando se eligen cuatro bancas, una diferencia muy grande entre el primero y el segundo puede generar una distribución de 3 a 1 en lugar de 2 a 2. Y cuando se eligen sólo dos o tres diputados, es más fácil que el partido más votado duplique o triplique al segundo. De hecho, entre 2003 y 2011 no pocos oficialismos provinciales se quedaron con todas las bancas en juego, algo que sería muy raro antes y volvió a serlo desde 2013.
Combinado con otros escenarios menos extremos (por ejemplo: 3a 1 cuando se repartían 4 bancas, o 4 a 1 cuando había 5 en juego), eso implicó que entre 2001 y 2011 los oficialismos provinciales obtuvieron un enorme premio en la distribución de bancas.
Como muestra la siguiente figura, entre 1985 y 2019 las listas de diputados apadrinadas por el gobernador obtuvieron, en promedio, entre el 41 % y el 48 % de los votos. Pero en 2001-2011 la diferencia entre los porcentajes de bancas y votos –siempre positivo, pero nunca superior a los 9,4 puntos porcentuales– se disparó a entre 12,8 y 19,2. La elección de 2013 y sobre todo el establecimiento de Cambiemos/Juntos por el Cambio a partir de 2015 cambiaron radicalmente esa dinámica. Incluso en 2019, cuando el FdT arrasó en muchas provincias, la diferencia promedio entre votos y bancas a favor del partido del gobernador no llegó a los cinco puntos.
El punto es claro: con las reglas electorales imperantes en Argentina, las oposiciones que se dividen pierden no tantos votos como bancas. Los oficialismos provinciales, con más recursos y capacidad de movilización, no necesariamente suman muchos más votos, pero encuentran más fácil mantenerse unidos, y eso les da una enorme ventaja en la distribución de escaños.
La lección también vale para el actual oficialismo. Entre la gran elección de 2017 y la derrota de 2019, el promedio de votos de las listas de JxC (no confundir con el % de votos a nivel nacional, que da más peso a las provincias más grandes) cayó apenas 2 puntos porcentuales. Lo que hizo la diferencia fue la unidad del peronismo, que aumentó la votación promedio del FdT de 35 % a 46 %. Con reglas electorales que castigan la fragmentación y premian la unidad, esos 11 puntos de diferencia valieron muchísimo en términos de bancas.
Qué hay en juego
Hasta que no se cuenten los votos, no podemos saber qué va a pasar el día de las elecciones. Tenemos encuestas, pero en 2019 se equivocaron mucho. Comparado con otros países de la región, hoy no circulan muchas (al menos, no públicamente), y en todas muestran muchos indecisos. Además, es probable que la participación electoral baje, pero seguramente no lo haga de manera uniforme entre los simpatizantes de todos los partidos.
Pero sí podemos hacer algunas suposiciones razonables, especialmente si se mantiene el escenario de polarización. Un primer escenario es suponer que se repitan los resultados de 2019. (El ejercicio no es trivial: como 19 provincias eligen un número impar de diputados, la distribución de bancas en juego en noviembre es muy distinta a la de 2019.) Con esos números, el FdT ganaría 12 bancas y llegaría a un total de 132; tres por encima de la mayoría absoluta. JxC perdería 6, quedándose con 109; y las 16 bancas restantes irían a otros partidos que suelen votar con el oficialismo, aunque un oficialismo con mayoría absoluta les bajaría el precio.
Es importante notar que sólo una fracción de esas bancas se deciden en la provincia de Buenos Aires. Si bien en 2017 JxC derrotó al kirchnerismo y se quedó con 15 bancas contra 13, las 4 bancas del massismo posteriormente se incorporaron al FdT. Es decir , a pesar de la derrota de 2017, hoy el FdT renueva dos bancas más que JxC. De repetirse los resultados de 2019, donde el FdT se impuso por casi 15 puntos de diferencia, el oficialismo sólo conseguiría 2 bancas extra (y JxC perdería una).
Si el resultado es más ajustado, la diferencia puede ser mucho menor. Además, JxC probablemente pierda bancas en la Ciudad de Buenos Aires: en 2019 su lista metió 8 diputados, pero luego los dos representantes electos por la lista de Lousteau se integraron al bloque. A menos que orille el 65 % de los votos o el kirchnerismo baje de su piso de 20 % –ambos escenarios altamente improbables– la aspiración de conservar 10 diputados se ve muy lejana. En Santa Fe y Córdoba, los números de 2019 le darían a JxC una banca extra en Córdoba y dos al FdT (una en cada provincia), en ambos casos a expensas de terceros partidos.
En las cinco provincias que renuevan dos bancas, la mecánica del sistema D’Hondt determina que con obtener apenas el 33 % más 1 de los votos, el segundo partido más votado se asegura una banca. Por ejemplo, en 2017 la victoria del oficialismo en Formosa fue arrolladora: 61,9 % vs. 36,6 %, más de 25 puntos de diferencia. Pero como la lista del FdT no llegó a duplicar el porcentaje de JxC, ambos partidos se quedaron con una banca. La oposición va a encontrar difícil ganar en Formosa o La Rioja. Pero obtener el 33 % de los votos (menos si el oficialismo no se queda con todos los restantes) es una vara mucho más fácil de alcanzar.
El grueso de las bancas en juego está en los 11 distritos que renuevan 3 bancas, y los 2 (Chaco y Tucumán) que renuevan 4. En los distritos que renuevan 3 diputados, la primera banca es relativamente “barata”: cualquier partido que obtenga 25 % más 1 de los votos se asegura un escaño. Pero la segunda banca es más “cara”: hay que ganar la elección y esperar que a la tercera fuerza le vaya relativamente mal. En un escenario de polarización, la segunda condición no es tan difícil de cumplir, excepto en provincias con partidos provinciales fuertes como Santiago del Estero, Misiones o Neuquén. Pero de los otros ocho distritos donde se renuevan tres bancas este año, JxC sólo ganó en San Luis en 2019. En 2017, en cambio, había ganado tres (Corrientes, Jujuy y Santa Cruz, aunque en este caso uno de los diputados electos abandonó el bloque).
En Chaco y Tucumán, por otra parte, tanto JxC como el FdT ganaron dos bancas en 2017 (como en Santa Cruz, una legisladora tucumana abandonó el interbloque opositor). Pero si se repiten los números de 2019, donde JxC perdió por 20 y 23 puntos respectivamente, el FdT obtendría 3 bancas contra 1. Aun así, y pese a la amplia diferencia a favor del FdT, la cuarta banca estuvo muy peleada. Eso significa que con un resultado marginalmente peor para el oficialismo, o un incremento menor de votos para la oposición, la distribución de bancas sería similar a la de 2017.
Por último, en las dos provincias que renuevan 5 diputados, Entre Ríos y Mendoza, JxC ganó tanto en 2017 como en 2019; con esos resultados, conservaría las 3 bancas que ya tiene (y el FdT ganaría una en Mendoza).
Algunos escenarios
2019 fue un gran año electoral para el oficialismo, y uno comparativamente malo para la oposición. ¿Qué podemos esperar en un escenario donde al FdT le va un poco peor y a JxC un poco mejor? Para responder esta pregunta, simulé la distribución de bancas que observaríamos en distintos escenarios:
- Si JxC mantiene el caudal de votos de 2019, pero en todas las provincias el FdT pierde 2, 5 u 8 puntos porcentuales a manos de la tercera fuerza más votada.
- Si el desempeño electoral de JxC mejora en 2, 5 u 8 puntos porcentuales con respecto a 2019, pero distinguiendo si esos votos se los “roba” al FdT o vienen mitad y mitad del FdT y de la tercera fuerza más votada en cada provincia.
- Mismos escenarios que en el caso anterior, pero asumiendo que el desempeño del FdT mejora y el de JxC empeora.
Por supuesto, se trata de escenarios algo artificiales; incluso si un partido gana, digamos, 5 puntos porcentuales en promedio, ellos no se van a distribuir de la misma manera en todas las provincias. Dicho eso, los números de la siguiente tabla nos dan una idea de qué podemos esperar en un escenario de alta polarización pero más o menos favorable a las principales fuerzas políticas del país.
Las tres primeras columnas describen los escenarios posibles (respecto a 2019). Las cuatro siguientes indican cuántos bancas ganarían, respectivamente, el FdT, JxC, la tercera fuerza de cada provincia, y la izquierda. Las últimas columnas resumen lo más interesante: cómo quedaría la composición de la Cámara, con los números en rojo indicando los escenarios en que el oficialismo obtendría mayoría propia (129 bancas o más).
Hay tres cosas que vale la pena mencionar. Primero: como ya mencionamos, repitiendo los resultados de 2019, o cambiándolos muy ligeramente (es decir: si el oficialismo pierde no más de dos puntos porcentuales en promedio), el FdT obtendría mayoría propia. Lo mismo cabe esperar, naturalmente, si su desempeño electoral mejora.
Segundo, para que el oficialismo quede fuera de la mayoría propia, debería perder, como mínimo, alrededor de 4 o 5 puntos porcentuales por provincia respecto a 2019. Nada asegura que será el caso, pero se trata de un escenario a todas luces factible.
Tercero, en caso de que el FdT pierda votos, adónde vayan éstos –a JxC o a terceras fuerzas– va a incidir en la distribución de bancas. No es un tema menor, porque las terceras fuerzas suelen terminar negociando con el oficialismo de turno (a un precio más alto, claro, que si éste obtiene mayoría propia).
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