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Estos días reapareció un viejo video de Federico Sturzenegger, de 2015 o anterior (pero que hace referencia a la campaña de diputados nacionales de 2013), en el que le cuenta jocosamente a un auditorio —en inglés— acerca de la estrategia de Jaime Durán Barba para ganar elecciones. Dice así:
Voy al primer gran debate electoral del año pasado, iban a ser tres grandes… en la tele, ya saben, eso donde te paras en un atril con otros dos tipos… Y yo estaba en el primero de esos debates, así que recibo coaching de nuestro asesor político, que es un tipo llamado Jaime Durán Barba, quizás hayan oído hablar de él, es un consultor político muy famoso en América Latina. Y me dice:
—Mirá, te voy a pedir que hagas cuatro cosas en este debate. Sólo hacé estas cuatro cosas y vas a estar bien, todos vamos a estar bien.
—Ok, perfecto, ¿cuáles son esas cuatro cosas?
—Bueno, la primera es “no propongas nada”.
—¿No proponer nada? O sea, ¿cómo que no proponga nada? Me preparé 35 años para ir al Congreso y proponer cosas.
—No, a la gente no le importa particularmente eso, así que no pierdas el tiempo, no es relevante para la gente, así que por favor olvidate de proponer cualquier cosa.
—Ok, ¿cuál es la segunda?
—La segunda es “no expliques nada”.
—¿Cómo que no explique nada? Por ejemplo, uno de los bloques del debate iba a ser sobre inflación, que está altísima en Argentina hoy, ¿y qué voy a hacer si no puedo explicar…?
—No, porque si explicás la inflación, vas a explicar que la emisión monetaria genera inflación, que hay que reducir la emisión, y si tenés que reducir la emisión significa que vas a hacer un ajuste fiscal, y un ajuste fiscal significa que la gente va a perder su trabajo, y no queremos que digas eso. Cuando estés en el Gobierno, hacé lo que creas que hay que hacer, pero no ahora en pleno debate.
Entonces yo digo:
—¿Qué hago? ¿Qué digo?
—Simplemente decí que están mintiendo con los números de inflación… o decí cualquier cosa, hablá de tus hijos. No importa.
Esa elección la ganó el PRO por un margen estrecho: 34,46% contra 32,21% del Frente Amplio UNEN (con Elisa Carrió como cabeza de lista y Martín Lousteau en segundo lugar). Sin embargo, fue un empate técnico, porque ambas coaliciones obtuvieron cinco bancas cada una. En tercer lugar, con un 21,62% y tres bancas, quedó el entonces Frente para la Victoria. El cabeza de lista era Juan Cabandié.
Lo primero que salta a la vista es alarmante: si el kirchnerismo había sacado un 21,62% en CABA en el 2013, pleno apogeo, y ahora sacó un 27,35%, en plena debacle, no habría que darlo por muerto. Es cierto que, si sacamos el porcentaje de votos sobre electores registrados, no sube, baja un puntito: de 15,48% a 14,55%; pero no sé si este número es pertinente. Lo que es seguro es que los votos kirchneristas/peronistas se mantienen, por lo menos, estables.
Un presidente tiene que hacer las cosas correctas, no las que quiere la gente.
Lo segundo es el error conceptual de Durán Barba, que quizás no sea culpa de Durán Barba sino del que le dio de comer. No se puede pretender cambiar la Argentina (y “cambio” fue la palabra elegida en aquel momento, y es la que usa el PRO hasta hoy) sin cambiar a sus ciudadanos, y eso es lo que parece estar logrando el presidente Javier Milei.
Desde antes de ser candidato, Milei explicó y propuso en los programas de televisión. Es cierto, sin la presión de tener que ganar elecciones. Pero haciendo lo opuesto a lo que Durán Barba le ordenó a Sturzenegger ganaba todos los días, y por mucho, la guerra del rating. “El rating no son votos”, se podía decir (yo pensaba eso). Pues parece que lo eran.
El mandato popular
Hay una afirmación que repite la gente del PRO como justificativo para las cosas que no supieron, no pudieron, no quisieron hacer durante su Gobierno: no estaba el mandato popular. Para esto, hay una buena respuesta que me dio mi amigo Franco Rinaldi: él estaba criticando la gestión del gobierno de Cambiemos en Aerolíneas, yo le dije eso de que “bueno, en aquel momento no había un mandato popular para hacer otra cosa”, y él me dijo que un presidente tiene que hacer las cosas correctas, no las que quiere la gente. Tiene razón.
Milei ganó prometiendo ajuste, algo sin precedentes. Y si la gente votó eso, fue porque él mismo la convenció en sus rimbombantes participaciones televisivas. Ok, no fue él solo: colaboró el desastre del gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa, que proporcionaban todos los días la evidencia para las hipótesis de Milei.
Milei ganó prometiendo ajuste, algo sin precedentes. Y si la gente votó eso, fue porque él mismo la convenció.
A muchos nos parecía un payaso, poco serio, aunque estuviéramos de acuerdo con el fondo de lo que decía, pero ahora resulta evidente que era más probable que una figura así pudiera llegar a la gente y no un economista ortodoxo como Roberto Cachanosky, por poner un ejemplo.
El cantito que dice “me chupa la pija la opinión de los kukas” es mucho más que la humorada de estudiantina del Gordo Dan. Es una de las claves de la diferencia entre La Libertad Avanza y el PRO. Ya lo había dicho en estas páginas la hoy diputada Daiana Molero. En una nota de fines de 2022, cuando todavía se creía que Juntos por el Cambio sería gobierno, propuso tres cosas:
• Aceptar que hay muchos que no nos quieren y no nos van a querer y lidiar con eso.
• No abusar de los focus groups y hacer lo que sabemos que hay que hacer, aunque las encuestas digan lo contrario.
• Estar lo suficientemente “curtidos” y unidos, para no dejarnos amedrentar por las amenazas de afuera y la incomodidad de adentro, de gobernar en un Estado cooptado por una militancia que no reconocerá nuestra legitimidad.
Básicamente, que les chupe la pija la opinión de los kukas. Pero era tarde, Milei ya había aparecido. Y, por otra parte, no me consta que esta opinión de Daiana sea compartida, ni siquiera hoy, por todos los dirigentes del PRO.
Hay plan B
Milei, entonces, avanza. Cambiemos no le pudo cambiar el nombre al CCK porque se necesitaba una ley, LLA publicó el cambio en el Boletín Oficial, cambió el cartel de la entrada y el nombre en la web. Quizás Natalia Volosín o Ricardo Gil Lavedra digan que legalmente todavía se llama CCK, pero en los hechos (que son lo que importa) ahora se llama Palacio Libertad Domingo F. Sarmiento. Y andá a cantarle a Gardel.
El jueves, Federico Sturzenegger anunció los decretos que cierran el Instituto Nacional Browniano, el Instituto Nacional Newberiano, el Instituto Nacional Belgraniano y el Instituto Nacional Juan Domingo Perón, a la vez que fusiona el Instituto Nacional Yrigoyeneano y el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y los transforma en un solo organismo dedicado al estudio de próceres y personalidades históricas (esto último, porque fueron creados por ley y no se pueden cerrar por decreto).
Nuestra colaboradora Gabriela Saldaña aprovechó para mencionar a la exfuncionaria de Cambiemos, Mirta Rosovsky, que “trabajó largamente el tema” cuando fue directora de Investigación Cultural y la sociedad “no había otorgado mandato ni daba apoyo a medidas como esta”. Este es otro ejemplo en el que se ve la diferencia entre LLA y PRO y el motivo por el que uno gana elecciones y el otro las pierde: una funcionaria que “trabaja largamente el tema” de cerrar los institutos nacionales (recordemos que su jefe era Pablo Avelluto, por lo que podemos dudar de la voluntad política de hacerlo) y un gobierno que va y los cierra porque le chupa la pija la opinión de los kukas. Todo bien con la señora Rosovsky, de hecho ella debería estar enojada con sus jefes, si su intención real era cerrarlos, y no con Milei por hacerlo.
Igualmente, todas estas cosas son más bien simbólicas. Lo importante es la economía: se bajó la inflación, se bajó la pobreza, se levantó el cepo sin que se dispare el dólar, no explotó la desocupación. ¿Alguien podía creer que no iba a ganar LLA, fuera el candidato Manuel Adorni, Fran Fijap o una torta hecha por Karina Milei?
Sus votantes no lo apoyan sólo por la promesa de prosperidad económica, sino porque sienten que por primera vez alguien está peleando su pelea cultural.
Veremos qué pasa con la economía en los próximos meses. Estamos en Argentina, y todo cuelga siempre de un pincel. Como dijo The Economist: “En Argentina, un gobierno en apuros y el resurgimiento del peronismo pueden asustar a los mercados y hacer que la economía se desplome, incluso en elecciones menores”. Pero creo que esa es otra diferencia respecto del gobierno de Cambiemos: si la economía fallaba, Cambiemos no tenía plan B. Cuando en 2018 se disparó el dólar y volvió la inflación, el gobierno de Macri quedó desnudo: no había ganado ninguna batalla cultural, no había cambiado el sentido común de los argentinos. Sólo les quedaba la promesa incumplida del crecimiento económico. Y cuando esa promesa se evaporó, con ella se evaporó parte del apoyo político.
Milei, en cambio, está librando y ganando decenas de batallas simbólicas todos los días. Cambió el nombre del CCK, cerró institutos inútiles, transformó el lenguaje político, instaló ideas que hace cinco años eran impensables en el debate público. Sus votantes no lo apoyan sólo por la promesa de prosperidad económica, sino porque sienten que por primera vez alguien está peleando su pelea cultural. Y eso, en Argentina, puede comprar mucho más tiempo y paciencia que cualquier focus group.
Si la economía de Milei llegara a fallar —y ojalá que no—, sus votantes probablemente le dirán lo mismo que les cantan a sus críticos: nos chupa la pija. Porque al menos intentó cambiar las cosas de verdad, no sólo administrarlas con buenos modales.
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