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Argentina 78 es una serie documental escrita y dirigida por Lucas Bucci y Tomás Sposato, producida por Pampa Films y disponible en Disney+ desde el martes pasado. Es decir que, al menos en los términos de la industria local, se trata de un verdadero “tanque”. Tanto en sus créditos como en la información distribuida a la prensa se asegura que este trabajo está basado en 78 – Historia oral del mundial, de Matías Bauso, aquel mamotreto genial de casi 900 páginas publicado hace ya seis años. El propio Bauso fue entrevistado ante las cámaras y aparece en el documental como una de las dos principales voces narradoras. En breve veremos quiénes son otros de los entrevistados notables y cuál es el otro narrador.
La Historia oral del mundial de Bauso es un libro desmedido, fuera de toda proporción. Es el trabajo de una vida, el fruto de años de trabajo y de un afán obsesivo por llevar la investigación, recopilación, representación y comprensión de un hecho histórico hasta sus últimas consecuencias. De la edición final me consta que quedaron afuera muchas más páginas, las suficientes como para llenar quizás dos o tres tomos, y sin embargo la extensión no es en modo alguno un obstáculo para una lectura amena, una de esas que el lector querría que no se termine nunca. Bauso fue capaz no sólo de conseguir una infinidad de testimonios y fatigar todos los archivos disponibles, sino además de administrarlos con criterio para componer una obra coral que, pese a todo, resulta profundamente personal: su trabajo no se limita a la simple acumulación de materiales, sino a una suerte de orfebrería. Pese a que su voz nunca se coloca por encima de los protagonistas, también sabe en qué momentos intervenir con sus opiniones, interpretaciones y conclusiones.
Desde luego que el libro de Bauso no se desentiende de los aspectos políticos del Mundial ’78, del carácter de la dictadura militar gobernante, de la cuestión de los desaparecidos, los exiliados y las organizaciones armadas. El tratamiento de estos temas es tan riguroso y equilibrado como el que le dedica a –digamos– el desempeño de Oscar Ortiz por la punta izquierda en los partidos de la Selección o la popularidad de Clemente y su “tiren papelitos”. No hay asuntos menores en esta historia oral, todos son mayores. Y así resulta que el libro le dedica a la organización Montoneros una sección de nueve páginas muy ricas en materiales de todo tipo. El 1% del libro, si se quiere, pero mucho más valioso que tantos otros cientos y miles de páginas que se han escrito sobre la cuestión. Sucede además que la importancia de Montoneros en lo estrictamente concerniente al Mundial ’78 es en verdad muy menor, por lo que no tendría ningún sentido reclamar otro tipo de atención de parte del autor.
En el documental ‘Argentina 78′ no pasan ni seis minutos y ya lo tenemos sentado frente a la cámara a Mario Firmenich.
En el documental Argentina 78, sin embargo, no pasan ni seis minutos y ya lo tenemos sentado frente a la cámara a Mario Firmenich. No será el único montonero notable en hacerlo, ya que enseguida aparecen también Miguel Bonasso y Miriam Lewin, además de otros militantes menos conocidos que sobrevivieron al secuestro, las torturas y los trabajos forzados en la ESMA. Con el correr de los capítulos se puede observar que esa aparición tan temprana en el metraje no se debe a la decisión de abrir la serie con una serie de testimonios fuertes y con gancho, de meter toda la carne en el asador, sino más bien de que estos platos de pescado (podrido) son una parte principal del menú que ofrece el documental. Nadie podría ser tan ingenuo como para pedir que un trabajo de investigación sobre el ’78 ignore la cuestión del enfrentamiento (y los acuerdos) entre la Junta militar y Montoneros. De hecho, como señalamos recién, el libro de Bauso no lo hace. Pero sucede que la decisión de los documentalistas es ubicar a la organización armada en una de las puntas de un triángulo de asuntos privilegiados en su tratamiento, a la par de la dictadura y del equipo de Menotti.
Este primer problema es agravado por otro complementario y peor: la voz y la relevancia que se les otorga a los representantes montoneros muestra que ellos no están ahí para ser contrastados con la verdad histórica o para ser cuestionados por sus dichos y acciones, sino que cada una de sus intervenciones es tácitamente validada como la propia voz del documental. Esto implica desde luego un problema de doble dimensión: no sólo con respecto al pasado que evocan, sino también en este mismo presente de enunciación. Porque mentirle descaradamente a la cámara como lo hacen, sin ningún tipo de matiz u oposición de parte de los realizadores y sobre cuestiones tan delicadas, desde luego que constituye una falta gravísima para con una mínima noción de verdad en términos abstractos en primer lugar, y una forma de desprecio ultrajante para los mucho más concretos espectadores de la serie en segundo.
Ante esta impensada reaparición del discurso montonero en primera persona de 2024, no estaría de más recordar que el decreto 157/83 del gobierno de Raúl Alfonsín que impulsó el juicio a las Juntas militares –que con tanta razón celebramos como un hito de nuestra historia democrática y del que el documental hace una breve referencia en su cierre– fue el mismo que puso en marcha los procesamientos de Mario Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Ricardo Obregón Cano, Rodolfo Galimberti, Roberto Perdía y Héctor Pardo, todos de Montoneros, además de Enrique Gorriarán Merlo, del ERP. Obregón fue absuelto, Firmenich fue condenado a 30 años de prisión, los otros se mantuvieron ocultos o exiliados y nunca le rindieron cuentas a la Justicia de la democracia, sólo se dedicaron a esperar el indulto presidencial que finalmente firmó Carlos Menem: Argentina, 1990.
Harto
Será por estas nimiedades que me pasé buena parte de los cuatro capítulos de la serie gritándole a la pantalla. Porque (modo Mabel ON) estoy harto. No de ahora, desde ya, sino desde hace bastante más tiempo del que podría calcular con precisión. Harto del tráfico ideológico más vulgar y del chantaje moral permanente, en todo lugar y ocasión. De la locura del sobreentendido que indica que pudo haber varias dictaduras en la Argentina, pero que sólo una fue “la dictadura”, es decir, la dictadura por antonomasia, axioma que derivó luego en la locura adicional de tener que leer y escuchar referencias a la “dictadura cívico-militar” hasta en los sobrecitos de mostaza. Y ojo con referirte al gobierno militar como “el Proceso” (¡se llamó así!). Estoy harto de tener cuidado, de caminar como si pisara huevos. No quiero tener que dar más explicaciones ni justificarme más. Además, ¿explicaciones a quién? ¿A gente que sigue fascinada a la distancia con la lucha armada? ¿A los que llegaron tarde y quieren ver si quedó algo para picotear? Bueno, parecería que sí queda, el documental mismo lo prueba.
Lo cierto es que pasaron casi 25 años de cierto seminario sobre literatura de los ’70 que cursé en la facultad, y al día de hoy sigo impactado. En primer lugar, por aquella familiaridad cariñosa con que mis compañeros de clase parecían tratar a los guerrilleros más destacados. “Norma” era Arrostito, “Rodolfo” era Walsh. Aun cuando por entonces me consideraba vagamente de izquierda (antes de creerme vivo como ahora, como supone Llinás que nos suponemos en Seúl), nunca supe cuándo ni dónde nos habían presentado, de dónde salía tanta confianza aprobatoria. Se ve que me perdí de una inigualable oportunidad de networking. Lo otro que me sigue impactando es que hace 25 años no fui capaz de imaginar que la locura ni siquiera había empezado en serio, y resulta que así estamos ahora (modo Mabel OFF).
Volviendo al documental, si decimos que le propone al espectador un cuento de hadas armadas, es porque además de cederles buena parte del control narrativo e ideológico a Firmenich y a Bonasso, cuando se decide a explicitar su visión de Montoneros a partir de la edición de los testimonios ajenos a la organización que fueron recopilados ante las cámaras, lo hace presentándola como una agrupación que aparece súbitamente en 1976 para combatir a la Junta. Curiosamente, en esta oportunidad se pasan por alto los típicos argumentos que explican la política económica de Martínez de Hoz como una misión de restauración de la Argentina oligárquica. En un esquema aún más rudimentario, el documental coloca mano a mano a militares y montoneros en una suerte de lucha por el corazón del resto de la sociedad y por el tipo de relato que necesariamente deberá regirla. En este enfrentamiento binario, los montos representan “al pueblo” y los milicos su opuesto. Pero sucede que a la dictadura le cayó nada menos que un Mundial de fútbol del cielo, entonces es el sentido y la pertenencia de esta pasión popular lo que se puso en disputa en 1978 en un partido que no parece haber terminado. Al menos desde entonces (y quizás incluso desde antes) resulta que hay un fútbol de izquierda y uno de derecha.
Vaya desde acá nuestro saludo al Comité Ejecutivo de la AFA y al Consejo del Mate, celosos custodios de todo lo que el fútbol representa y debe representar.
Pues sí, efectivamente, aún con matices, vocabulario, sentidos y objetivos distintos, el debate es de rigurosa actualidad: vaya desde acá nuestro saludo al Comité Ejecutivo de la AFA y al Consejo del Mate, celosos custodios de todo lo que el fútbol representa y debe representar como testimonio fiel del espíritu de nuestro suelo. Pero resulta que Argentina 78 tiene otro objetivo revisionista: terminar de resolver las contradicciones del ahora finado Menotti como intelectual de izquierda y DT campeón de la dictadura, aquel que le puso la C de César a “cívico-militar”. Al respecto, todo lo que se podía decir ya lo dijo Esteban Schmidt en esta entrada de su Substack. Él la escribe, él la vende, nosotros la recomendamos con fervor.
Si se trata en cambio de terminar de liquidar el cuento de hadas monto que nos quiere contar Argentina 78, éste que a todo lo comentado hasta acá le agrega la sugerencia de que los módicos operativos contra la dictadura en aquel año serían un argumento a favor de la desastrosa contraofensiva del año siguiente, tenemos esta cita del libro de Bauso:
La evaluación de la cúpula montonera (al menos la que dieron a conocer) no podía estar más errada. Cuando todos los observadores (locales y extranjeros) y la propia Junta sentían que ése era el momento cumbre del Proceso, los montoneros aseguraban que se encontraban ante una crisis profunda y que ellos eran quienes la aprovecharían. Esa conjunción de ceguera, falsas ilusiones y triunfalismo barato condujo al golpe final para la agrupación. El resultado de la contraofensiva –el intento por regresar al país y comenzar las acciones armadas nuevamente a través de un grupo pequeño de combatientes– fue catastrófico y demostraría que todos sus análisis eran absurdos y carentes de realidad.
Firmenich, traidor, saludos a Jorge Born.
En este documental, el encargado de unir los eslabones que arrancan con la izquierda futbolística (Menotti), siguen con la académica (la socióloga Paula Canelo y la periodista Ailín Bullentini representan al gremio) y llegan hasta la guerrilla montonera es Ezequiel Fernández Moores, el máximo exponente del periodismo deportivo progre, un logro que le ha demandado, además de la publicación de algunos libros, la escritura de cientos de columnas de argumentos inconexos y correlaciones imposibles en La Nación. Columnas consistentes en la denuncia permanente del “negocio” del deporte, el ataque a cualquier gobierno democrático del centro a la derecha susceptible de ser señalado como el responsable último de ese negocio y la defensa cerrada de las más variadas dictaduras de izquierda. Variedad en la que podemos encontrar el clásico sabor cubano castrista, el más reciente ruso putinista y, a tono con la profundidad del pozo al que ha llegado el delirio actual de la izquierda, también el islamista y el antisemita.
Es entonces a este Fernández Moores a quien se le encomienda el trabajo sucio de hackear la voz de Bauso y acomodar el relato de la serie al discurso de los realizadores, uno que intenta la reconciliación definitiva de la izquierda con el Mundial ’78 después de décadas de munición gruesa contra los militares, la AFA, Menotti y los jugadores del plantel. Paremos entonces de sufrir por aquella primera estrella manchada con sangre, parecen decir, porque el título se ganó en la cancha y en el campo de batalla, con los goles de Kempes y las atajadas de Fillol por un lado, y con los sabotajes y los bazukazos de los montos contra la ESMA y la Rosada, por el otro. Dejemos de cuestionar aquella Copa del Mundo que Videla le dio en la mano a Passarella, porque el pueblo y los pibes de hoy quieren sentirse parte de un linaje de gloria, ése con el que nos reencontramos al final del documental en Qatar. Ese mismo que hoy tiene por custodio al Chiqui Tapia y a su torneo de los mil y un equipos. A bancar los trapos, compañeros, que la derecha privatizadora no pasó ni pasará.
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