LEO ACHILLI
Domingo

Israel contra todos

Al revés de lo que se dice, el esfuerzo del Estado hebreo por reducir las víctimas colaterales en Gaza no tiene precedentes. Si el mundo no le ata las manos, el triunfo será definitivo.

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En efecto, hay algo hitleriano
en el odio implacable al que se enfrenta Israel
en sus propias fronteras.
–Paul Johnson

 

A las 6:29 am del 7 de octubre del año pasado, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, fue informado de que la frontera sur del país había sido vulnerada. Aproximadamente 3.500 palestinos participaron en la incursión, de los cuales cerca de 2.000 eran miembros de la milicia islamista Hamás y los 1.500 restantes, civiles gazatíes. Tomaron por sorpresa a la población en plena madrugada de un sábado, coincidiendo con la festividad de Simjat Torá, y masacraron alevosamente a más de 1.200 personas.

Familias enteras fueron asesinadas con brutalidad extrema. Ejecutaron a padres delante de sus hijos y viceversa. Violaron a mujeres y luego las mataron. Incendiaron casas, autos y personas, bebés incluidos. Arrojaron granadas dentro de los refugios, donde personas desarmadas y desesperadas se habían ocultado. Con especial saña se enfocaron en un festival de jóvenes convocado con una consigna de paz: les dispararon a quienes pudieron, atraparon y torturaron a otros, y violaron a jóvenes de ambos géneros. Una hoja hallada en el uniforme de un terrorista abatido contenía instrucciones para violar, ofreciendo la traducción del árabe al hebreo de la orden “sacate los pantalones”. Los actos depravados y la perversión sexual exhibida por los atacantes son indescriptibles. La atrocidad fue tan absoluta que se hicieron comparaciones con el Holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial y con los pogroms de siglos previos en Europa.

Los primeros cuatro minutos del ataque de Hamás fueron cruciales para el éxito de su operación. Cuatrocientos cohetes fueron lanzados desde Gaza contra poblados de Israel, dando cobertura a la invasión inminente. Conforme al protocolo de seguridad, cuando suenan las alarmas, los israelíes se resguardan en refugios especiales. Drones cargados de explosivos golpearon las cámaras de seguridad fronterizas, cegando así a quienes monitoreaban la frontera electrónicamente. Los terroristas ingresaron por vía terrestre, aérea y marítima: en camionetas y motos, parapentes y lanchas. Además de masacrar, secuestraron a 251 israelíes, vivos y muertos. El mayor tenía 85 años y el menor, un bebé argentino-israelí llamado Kfir Bibas, contaba con apenas ocho meses. Circularon imágenes de civiles gazatíes transportando secuestrados en motocicletas, y milicianos de Hamás llevando jóvenes mujeres –algunas ensangrentadas, otras semidesnudas y moribundas– en sus pick-ups blancas, mientras gritaban eufóricamente Ala-u-akbar (“Dios es grande”). En Gaza, fueron recibidos con vítores. La euforia y el clima celebratorio eran totales.

La penetración islamista en la sociedad gazatí era tan completa, que hasta maestros de las escuelas de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, participaron de las matanzas.

Israel fue tomado por sorpresa y pagó un precio muy alto por eso. La nación entera estaba conmocionada, esforzándose en procesar la magnitud del odio visceral del pueblo palestino que acababa de quedar expuesto. Dos encuestas palestinas de los meses siguientes pusieron guarismos: el 75% de los palestinos de Gaza y Cisjordania respaldaban la masacre de Hamás. La Autoridad Palestina, presuntamente la parte moderada de la ecuación, nunca repudió esa incursión sádica. La penetración islamista en la sociedad gazatí ha sido tan completa, que hasta maestros de las escuelas de la UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, participaron de las matanzas. Los fotógrafos palestinos sabían que debían estar en la frontera aquella madrugada para documentar lo que consideraban una gran hazaña. Increíblemente, uno de ellos, Yasser Qudih, fue galardonado con el premio Pulitzer como parte del equipo de Reuters, a pesar de haber colaborado con una organización terrorista.

Secuestrados intercambiados o liberados (117 de los secuestrados regresaron a Israel con vida) narraron que fueron alojados en casas particulares; otros contaron que médicos palestinos les removieron balas de sus cuerpos sin usar anestesia o que les arrojaron ácido en las heridas abiertas. Evidencia forense probó que una joven israelí herida fue tiroteada en el hospital Al-Shifa y otros seis jóvenes fueron ejecutados a sangre fría en un túnel por dos terroristas al advertir la proximidad de soldados israelíes. ¿Y cómo no recordar aquel inconcebible llamado telefónico que hizo un atacante palestino a sus padres para relatarles orgullosamente que había matado a diez israelíes con sus propias manos? La reacción de sus progenitores no fue menos abismal: la madre lloró emocionada, el padre le agradeció a Alá.

Un desafío para el Ejército

Las Fuerzas de Defensa de Israel respondieron a la agresión de Hamás con una combinación de campaña aérea e incursión terrestre. Según estimaciones militares, antes del 7 de octubre Hamás tenía entre 30.000 y 40.000 combatientes en la Franja de Gaza, divididos en cinco brigadas regionales, 24 batallones y unas 140 compañías. En su reciente discurso ante la Asamblea General de la ONU, Netanyahu declaró: “Las Fuerzas de Defensa de Israel han matado o capturado a más de la mitad de estos terroristas, han destruido más del 90% de su arsenal de cohetes y han eliminado los segmentos clave de su red de túneles terroristas”.

En el transcurso de un año, el ejército israelí atacó 35.000 objetivos terroristas, superando lo alcanzado por Estados Unidos durante toda su campaña en Afganistán, según un alto oficial israelí, y eliminó a 23 de los 24 batallones de la milicia palestina. Mató a su líder, Ismail Haniya, en Teherán; al elusivo Mohamed Deif, el comandante del ala militar de Hamás, en Khan Younis, junto a su subalterno Rafaa Salameh; y a Saleh al-Arouri, enlace de Hamás con Irán, en Beirut, entre otros. El mes pasado, el ejército hebreo estimó que Hamás fue derrotado militarmente en toda la Franja de Gaza y que ahora es sólo un grupo guerrillero.

Estadísticamente, esto significa que Israel ocasionó la muerte a alrededor de un civil por cada terrorista eliminado. No hay otro ejército en la historia universal que haya alcanzado este nivel mínimo de bajas colaterales.

El desafío militar para las FDI ha sido monumental. Enfrentó un escenario bélico de alta complejidad, inédito en la historia de las guerras modernas. El teatro de operaciones fue un centro urbano poblado con casi 2,5 millones de civiles, entre los cuales se escondían decenas de miles de terroristas. Existía una verdadera ciudadela subterránea conformada por un sistema de túneles de más de 500 kilómetros de extensión, más grande que la red de subterráneos de Londres o Nueva York. Hamás ocultó explosivos, armamento y personal en edificios particulares, en escuelas de la ONU, en mezquitas, en campos de refugiados, en zonas humanitarias designadas y empleó estas mismas instalaciones –así como cementerios– para lanzar decenas de miles de cohetes y emboscar a soldados israelíes. El líder de la organización palestina, Yahya Sinwar, presuntamente se desplaza bajo tierra rodeado de secuestrados para evitar ser atacado.

El Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás, aseguró a la prensa occidental que más de 40.000 personas resultaron muertas hasta ahora, sin distinguir entre civiles y combatientes (amén de que la cifra es inverificable). Tampoco diferencia entre palestinos muertos por Israel y aquellos que murieron por cohetes defectuosos de Hamás (4.000 cayeron dentro de Gaza). Israel informó que mató a unos 18.000 combatientes (17.000 en Gaza y 1.000 dentro de Israel el 7 de octubre). Estadísticamente, esto significa que Israel ocasionó la muerte a alrededor de un civil por cada terrorista eliminado. No hay otro ejército en la historia universal que haya alcanzado este nivel mínimo de bajas colaterales y mucho menos en semejante escenario bélico donde la población civil es usada como escudo humano.

El triunfo moral de Israel

Esto es resultante de una eficaz política de prevención. Según cifras provistas por fuentes israelíes, el ejército realizó seis millones de llamadas pregrabadas, envió cuatro millones de mensajes de texto, hizo 20.000 llamadas telefónicas y lanzó un millón y medio de panfletos desde el aire a los gazatíes para advertirles que se desplazaran de zonas que serían atacadas. Israel instaló 14 hospitales de campo. Envió o permitió el ingreso de 51.500 camiones con alrededor de 700.000 toneladas de alimentos, lo que supone más de 3.000 calorías diarias para cada hombre, mujer y niño palestino. Coordinó con la ONU una campaña de vacunación contra la polio en Gaza que alcanzó al 90% de la población a la que estaba dirigida. Al día de hoy continúa proveyendo agua y electricidad a la Franja de Gaza. Estas consideraciones con la población civil de una entidad hostil en medio de una guerra iniciada por sus gobernantes no tienen precedentes.

John Spencer, quién sirvió durante 25 años como soldado de infantería y dos períodos en Irak y es titular de estudios sobre guerra urbana en el Instituto de Guerra Moderna de West Point, escribió en una columna para Newsweek en marzo:

En mi larga carrera estudiando y asesorando sobre guerra urbana para las fuerzas armadas de Estados Unidos, nunca he conocido a una institución que tome tantas medidas para atender a la población civil del país enemigo, especialmente mientras combate simultáneamente en los mismos edificios. De hecho, según mi análisis, Israel ha implementado más precauciones para prevenir daños a civiles que cualquier otra fuerza en la historia, superando con creces lo que exige el derecho internacional y más de lo que hizo Estados Unidos en sus guerras en Irak y Afganistán.

La guerra contra Hamás no ha terminado. Muchos secuestrados permanecen en horripilante cautiverio. Sinwar aparentemente sigue vivo. El futuro político de Gaza y su potencial impacto sobre Israel son inciertos. No obstante, y a pesar de las presiones diplomáticas y las difamaciones globales, Israel ha triunfado moralmente y lo está haciendo militarmente. Si la familia de las naciones no le ata las manos, todo indica que a futuro lo hará definitivamente.

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Julián Schvindlerman

Profesor titular en la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad de Palermo y profesor invitado en la Universidad Hebraica de México. Es autor de cuatro libros de historia y una biografía novelada; entre ellos Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío (Debate).

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