IGNACIO LEDESMA
Domingo

Los caminos del INCAA

Tanto el gobierno como la industria del cine sobreactúan sus demandas y exageran el conflicto para quedar bien con los suyos. El resultado final probablemente termine a mitad de camino.

Este último jueves se hizo una movilización frente al Cine Gaumont, convocada por Cine Argentino Unido, como protesta a las medidas implementadas por el recientemente nombrado Presidente del INCAA, Carlos Pirovano. La convocatoria fue efectiva y la afluencia a la marcha fue masiva y diversa. El azar y el vértigo de la coyuntura política argentina hicieron que la movilización coincidiera con el tratamiento del DNU en el Senado, lo que le dio más sentido político e incluso partidario a la protesta, además de sumar aliento épico. Sin embargo, lamentablemente, la marcha tomó estado público no tanto por el contenido de los reclamos sino por los incidentes que se sucedieron. Como respuesta a la movilización, que venía siendo pacífica según todas las versiones, una cantidad grande de efectivos de la Policía de la Ciudad actuó decididamente para liberar la calle, que estaba ocupada parcialmente por algunos manifestantes que se habrían resistido a la orden policial. El resultado fue represión, lanzamiento de gas pimienta, algún policía herido y al menos cuatro manifestantes detenidos.

Una serie de hechos había sido el germen de la movilización. Primero fue un comunicado de ATE, la semana pasada, luego de una reunión que tuvieron con Pirovano tras la decisión de no renovar 170 contratos de trabajadores que venían prestando funciones por la modalidad contractual de locación de obra. ATE denunció un “plan sistemático para el desmantelamiento del INCAA”, que incluiría la venta del Cine Gaumont, la privatización de la ENERC (la escuela de cine que depende del instituto), el cierre de Cine.ar, la prescindencia del INCAA en la financiación del Festival de Mar del Plata y Ventana Sur y la cancelación de programas de Acción Federal, entre otras medidas. Este último martes, algunas de las alertas de ATE se hicieron efectivas. La resolución 16/2024, firmada por Pirovano, suspendió todo apoyo económico para la realización de festivales y el apoyo a estrenos de películas nacionales, suspendió la ayuda para la participación de películas argentinas en festivales internacionales y ejecutó un recorte amplio en gastos de seguridad, logística, movilidad y comunicación, entre otros. La resolución fue acompañada por un comunicado del Ministerio de Capital Humano, que terminaba con esta provocación innecesaria: “Se terminaron los años en los que se financiaban festivales de cine con el hambre de miles de chicos”.

Gradualismo real

Para la mayor parte de la opinión pública no especializada, sin diferencias de preferencias políticas e incluyendo a periodistas supuestamente bien informados, la lectura de los hechos es la siguiente: el Gobierno quiere cerrar el INCAA, la gente del cine reclama contra ese cierre, el gobierno reprime. Los que tienen afinidad con el Gobierno festejan la supuesta desaparición del INCAA, y algunos incluso también la represión violenta; los opositores, en cambio, apoyan la justicia del reclamo a favor del INCAA y repudian la intervención policial. La realidad, sin embargo, es que el INCAA no se ha cerrado ni hubo un recorte de los ingresos que le corresponden al Fondo de Fomento según la ley vigente. Aunque también es cierto que el Gobierno y las acciones de las nuevas autoridades del INCAA han ayudado a generar el clima necesario para que se termine imponiendo la sensación de derrumbe y destrucción del cine argentino, tanto para los que lo festejan como para los que lo lamentan. 

Las autoridades del INCAA, el Gobierno y los voceros oficiales y extraoficiales, con su agresión y desinformación permanente, sobreactúan una voluntad de destrucción que no termina de manifestarse en los hechos. Estoy seguro de que tanto Milei como muchos de sus funcionarios preferirían que el INCAA no existiera o que se redujera a su mínima expresión. La propuesta sobre el cine incluida en el primer texto de la Ley de Bases lo dejaba en claro, las declaraciones de Milei en campaña ya lo explicitaban, la prepotencia soberbia y despreciativa con la que el vocero Manuel Adorni se refirió al tema lo confirma. Pero también es cierto que los presidentes no pueden hacer siempre lo que quieren, sino apenas lo que pueden o lo que las circunstancias y el contexto le permiten. Pero además, deben acomodar sus ideas a lo que los hechos ofrecen en oposición a sus propios prejuicios y opiniones consolidadas previamente. El INCAA va a seguir existiendo, no tanto por la resistencia de la comunidad cinematográfica y su estado de movilización permanente, sino porque dentro del propio Gobierno saben que su eventual desfinanciación no tendría gran peso en la reducción del déficit fiscal y que sostener el cine argentino ofrece ventajas adicionales en términos de impulso de la Marca País, generación de empleo genuino y registrado, desarrollo federal, ingreso de divisas y reactivación económica. Sin embargo, se ven obligados a sostener en público una retórica destructiva, seguramente para quedar bien con sus simpatizantes más enfáticos y para sostener los símbolos discursivos de su batalla cultural. El INCAA –al igual que Télam, el INADI, el CONICET y la TV Pública– se convirtió hace rato en uno de los emblemas de la lógica del mal funcionamiento del Estado durante el kirchnerismo, de aquello que el Presidente identifica como “la casta”. Al Gobierno le conviene que sus votantes crean en una destrucción que en la realidad no existe. 

Al Gobierno le conviene que sus votantes crean en una destrucción del INCAA que en la realidad no existe.

La situación actual del INCAA reproduce en escala reducida la lógica de confrontación que se desarrolla hoy en toda la política argentina. Milei habló hace poco del “principio de revelación” para justificar el retiro del proyecto de Ley de Bases de la discusión en la Cámara de Diputados. Se trata de un concepto económico que consiste en esconder una parte de la información que no es conveniente para lograr así el objetivo planteado. Su utilidad práctica sería llegar más rápidamente a las soluciones de los problemas. En ese momento, cuando planteó lo del principio de revelación, Milei dio a entender que tenía conocimiento previo de lo que iba a pasar en las votaciones, pero siguió adelante para dejar en evidencia ante el pueblo a los diputados que votaran en contra. Se habría tratado, según Milei, de una estrategia. A mí me parece que lo que en realidad se está dejando en evidencia es que al Gobierno le interesa mucho demostrar “quienes la ven y quiénes no la ven” y no tanto llegar a soluciones concretas y reducir el nivel de conflictividad. No parece un uso muy efectivo del principio de revelación. 

En el mismo sentido tengo que leer la represión del jueves frente al Gaumont. La marcha se venía desarrollando en forma muy tranquila, pero la policía se propuso cumplir el protocolo que llama a impedir cualquier corte parcial o total de las calles. La convocatoria había sido lo suficientemente nutrida para que algunos manifestantes terminen ocupando parte de la avenida Rivadavia, lo que generó entonces la acción policial. El afán legalista que propone Patricia Bullrich en este sentido, refrendado por Jorge Macri en su envío de efectivos pero también en declaraciones públicas posteriores a los hechos, no se correspondió con el contexto ni con una lógica de sentido común y terminó generando el caos que supuestamente la acción policial debería impedir y no provocar. Como en tantos aspectos de la acción de este gobierno, no importa tanto la eficacia de las políticas sino el valor simbólico de la acción. 

Por su lado, el mundo del cine sobreactúa su indignación, demasiado preocupado por que no los acusen de complicidad con el gobierno y sostener sus fidelidades partidarias e ideológicas. El tono de los comunicados es inflamado y dramático. Se habla del “horror de la ultraderecha”, de un “atentado contra la soberanía cultural del país”, se denuncia exageradamente que se “deja sin trabajo a más de 600.000 familias que dependen de la industria del cine”. La incertidumbre frente al futuro del INCAA es real y justificada, pero el sector no quiere aceptar (o no lo dice, como si también se moviera según el principio de revelación) que el estado de situación es el resultado de una dinámica en su funcionamiento y de una serie de circunstancias que ya venían provocando una crisis desde hace mucho tiempo. La agresividad injustificada en la comunicación del gobierno tampoco ayuda. No deberían sostener y avalar los comentarios agraviantes contra la industria del cine en conjunto si la verdadera intención del presidente del INCAA es sanear el organismo, ordenar y estabilizar las cuentas, reducir al mínimo posible los gastos superfluos y modernizar las estructuras. 

Si lo que Pirovano prometió en esa reunión es cierto, deberíamos hablar de un plan de acción bastante razonable y criterioso.

La forma en que se plantean los recortes presupuestarios hacen aparecer todo como una venganza o un castigo y no como una acción de saneamiento. La primera resolución que emitió la gestión plantea la suspensión por tiempo indefinido de apoyos económicos que son fundamentales para la industria. Es lógico que eso genere preocupación. Sobre todo si no hay ninguna comunicación pública del presidente del INCAA que desmienta los rumores y las peores presunciones. El mismo jueves de la marcha y la represión circuló un informe de CAIC (la cámara de empresas productoras de cine) acerca de la reunión con Pirovano que habían tenido el día previo. Si lo que Pirovano prometió en esa reunión es cierto, deberíamos hablar de un plan de acción bastante razonable y criterioso. La nueva gestión se propone, en una primera etapa, cumplir con todas las deudas ya contraídas con los productores y continuar con el recorte de gastos que no consideran pertinentes hasta alcanzar un equilibrio de las cuentas y de esa forma evitar el déficit que se venía generando en los años previos. Hasta ahora, eso se venía compensando con ATN (Aportes del Tesoro Nacional) y no con los fondos que le corresponden al cine por ley. Este gobierno no está dispuesto a continuar esa práctica. Logrado ese equilibrio y luego del ajuste de gastos, se supone que los fondos destinados a la producción serían más abultados que si se hubiera seguido con la lógica habitual de funcionamiento.

Es una lástima que esto no se pueda comunicar en forma pública y que en cambio se siembren dudas con una resolución que no discrimina entre la anulación de gastos superfluos y aquellos cuya suspensión implica el riesgo de supervivencia de la industria. Pareciera que prefieren no dar buenas noticias, tal vez para no decepcionar a sus simpatizantes más fanáticos, o para mantener al “enemigo” activo, como si buscaran que la comunidad del cine se mantenga en la idea de que lo peor esta por venir, que la catástrofe es inminente.

Encerradas las dos partes en la lógica de la confrontación, le hacen el juego fácil mutuamente al contrincante.

Encerradas las dos partes en la lógica de la confrontación, le hacen el juego fácil mutuamente al contrincante. La represión desmedida e injustificada no va a hacer otra cosa que multiplicar los reclamos, la indignación y la convocatoria a nuevas marchas. La protesta radicalizada de los manifestantes le ofrece al Gobierno un enemigo reconocible para que sus fanáticos estén contentos. Ojalá que por debajo de esta superficie electrificada se esté construyendo un camino nuevo y mejor para el cine argentino. Espero que las autoridades del INCAA sepan atender la razonabilidad de muchos de los reclamos del sector, que entiendan que hay ciertas dinámicas propias de la actividad que no se pueden regir por una lógica economicista pura. Y que el mundo del cine acepte que no se puede gastar más de lo que entra, que vivimos en un país empobrecido, que el hecho de que existan subsidios al cine lo debemos vivir más desde la responsabilidad que eso implica que como un derecho adquirido intocable. 

Queda por verse, más allá de la búsqueda de equilibrio en las cuentas, cuál es la orientación de esta gestión en cuanto al cine que se pretende apoyar. No sabemos si se privilegiará solamente el cine más industrial o si se le dará lugar también a las propuestas estéticas alternativas, se desconoce cuál será la propuesta en cuánto a la conformación y funcionamiento de los comités, si va a haber una política de concursos ni cuál será la política para mejorar las condiciones de exhibición. De todo eso todavía no se habla. Será, en su momento, otra discusión. 

 

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Juan Villegas

Director de cine y crítico. Forma parte del consejo de dirección de Revista de Cine. Publicó tres libros: Humor y melancolía, sobre Peter Bogdanovich (junto a Hernán Schell), Una estética del pudor, sobre Raúl Berón, y Diario de la grieta.

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