ELÍAS WENGIEL
Domingo

Una charla con Ben Gurion

Mi bisabuelo Juan Antonio Solari fue un diputado socialista antinazi y admirador del sionismo. En su pensamiento veo la promesa incumplida de lo que el progresismo podría haber sido.

Mi bisabuelo se llamaba Juan Antonio Solari y tenía una biblioteca monumental. Conforme iba comprando o recibiendo los volúmenes que se sumaban a la colección, los hacía encuadernar de nuevo, todos siguiendo el mismo estilo, en cuero de color marrón, azul o verde. Miles y miles de lomos que contenían indefectiblemente el autor del libro, el título y debajo las iniciales del dueño: J. A. S. Tantos eran los libros, y tan conspicuas esas tres letras, que en algún momento alguien de la familia empezó a decirle simplemente así, “Jas”, y desde entonces todos (su hijo, sus nietas y –aun sin haberlo conocido– sus bisnietos) lo llamamos de ese modo.

 

Jas nació en Buenos Aires el 7 de junio de 1899. Terminó el secundario en 1917 y se involucró en el movimiento que un año más tarde desembocaría en la reforma universitaria. Por la misma época se afilió al Partido Socialista y militó en una línea interna que defendía la incorporación a la Internacional Comunista. En 1919 fundó la revista Bases. Tribuna de la Juventud, donde escribieron, entre otros, Luisa Belmar y Esperanza Villanueva –posiblemente, dos seudónimos del propio Jas, que entendía la importancia de publicar mujeres aun faltando a la verdad–, Gabriela Mistral y Herminia Brumana, pionera del feminismo argentino. Brumana y Jas se casaron en 1921.

Ese mismo año, en un congreso extraordinario celebrado en Bahía Blanca, el Partido Socialista decidió finalmente no adherir a la Tercera Internacional –es decir, no ser comunista–. Muchos militantes abandonaron el partido, pero Jas se quedó y se fue volviendo más cercano a algunos de los socialistas más importantes de la época, como Mario Bravo, Nicolás Repetto y Juan B. Justo. En 1928 se sumó a la redacción de La Vanguardia, el diario del partido, que había fundado Justo en 1896. Unos años más tarde sería su director.

Jas y otros dirigentes socialistas estuvieron identificados con la Revolución Libertadora como la mayoría de quienes habían participado en la reforma universitaria.

Jas fue diputado socialista tres veces por la Capital Federal, en los períodos 1932-1936, 1936-1940 y 1940-1943, y luego entre 1963 y 1965 por el Partido Socialista Democrático, que él mismo había fundado en 1958 luego de la escisión del Partido Socialista. En términos muy generales, podemos decir que el PSD representaba el ala liberal del socialismo argentino y el Partido Socialista Argentino –luego Partido Socialista Popular– era el ala izquierdista. Jas, Américo Ghioldi y otros dirigentes socialistas estuvieron plenamente identificados con el golpe de 1955 autodenominado “Revolución Libertadora”, como lo estuvieron la mayoría de quienes habían participado en la reforma universitaria de 1918 y, por mencionar a una generación más joven, quienes eran estudiantes universitarios en esos mismos momentos.

Otra manera de poner las cosas en perspectiva, más allá de la valoración personal que el lector pueda hacer sobre la adhesión de distintos actores de la vida política argentina al golpe de 1955, es tener en cuenta que entre 1944 y 1945 Jas estuvo detenido varias veces por escribir en periódicos clandestinos. La Biblioteca Nacional de Chile conserva una carta del 15 de junio de 1944 en la que Herminia Brumana le cuenta a Gabriela Mistral –que al año siguiente ganaría el premio Nobel de Literatura– que ha sido exonerada de su puesto docente junto con otros 348 colegas por razones políticas y que su marido está detenido, y le pide su apoyo. En 1948, ya en pleno gobierno de Perón, Jas debió exiliarse en Montevideo. En 1951 estuvo preso nuevamente y otra vez en 1953. Fue en 1951, precisamente, que Columbia University publicó el libro The Perón Era, de Robert Alexander, cuyo segundo párrafo dice así:

Debo agradecer a muchos en mi país y en la Argentina. Respecto de los amigos argentinos que me han dado informaciones y consejos, es mejor que por ahora permanezcan anónimos. Sin embargo, dado que Juan Antonio Solari, secretario general del Partido Socialista argentino, está en una situación tan grave con el gobierno de Perón que nada podría empeorarla, quiero expresarle mi agradecimiento.

Era difícil, entonces, que Jas no terminara revistando en el antiperonismo más cerril y se alejara de otras posiciones más moderadas dentro del propio socialismo argentino. Pero este hombre debe haber tenido una ideología más o menos definida, amén de las circunstancias personales y nacionales que lo hayan ido llevando por ciertos caminos y no por otros. ¿Cuál era esa ideología? ¿Qué pensaba Jas acerca de la Argentina antes del peronismo, por ejemplo? Por supuesto había visto en la reforma universitaria una continuidad de los ideales de “Mayo” (de 1810). Había sido desde muy joven un ferviente antirrosista y un defensor de Sarmiento, Mitre y Echeverría, como todos los jóvenes de la época que no fueran nacionalistas católicos. Jas posiblemente viera en la Ley 1420, de educación común, gratuita y obligatoria, el punto más alto que había alcanzado la política argentina (en 1965, su libro Generaciones laicas argentinas. Hombres de la Ley 1420 y el liberalismo ganó el Premio Municipal).

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En 1932, publicó Miseria de la riqueza argentina; en 1939, Temas de legislación obrera, que recopilaba los proyectos que había presentado como diputado para mejorar las condiciones de trabajo del proletariado argentino urbano y rural; y en 1940, Parias argentinos. Explotación y miseria de los trabajadores del norte del país. Y aunque Jas se quedó esperando afuera de la iglesia el día en que mi madre tomó la comunión, en 1946 publicó Sacerdotes liberales: su pasión liberal era aún más ferviente que su anticlericalismo y estaba dispuesto a encontrar aliados donde fuera necesario. Estos títulos trazan la figura de un socialista argentino típico de la primera mitad del siglo XX: sarmientino, reformista, laico, liberal y popular al mismo tiempo.

Socialista contra los nazis

Había, sin embargo, un componente más en esta ideología, representada por Jas de modo ejemplar pero no exclusivamente: el antinacionalismo. Por más patriota que un socialista pudiera ser, nunca habría de creer que era mejor que un socialista de cualquier otro país. En la década de 1940, la ideología antinacionalista, antifascista y democrática típica del socialismo argentino y de otros elementos liberales y progresistas se encarnó en un organismo cuyo nombre podría hacernos pensar exactamente en lo contrario: la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas. La comisión, que formaba parte de la Cámara de Diputados de la Nación, estuvo activa entre 1941 y 1943 y su propósito era el de “investigar y combatir la penetración de ideologías extremistas en el país, fundamentalmente aquellas de inspiración nazi-fascista”. Jas fue el segundo presidente de esta comisión.

La comisión buscaba conocer los movimientos de las entidades bancarias alemanas y hacer un seguimiento de los marinos del Graf Spee.

De acuerdo con la reseña disponible en el archivo online del Congreso, la comisión buscaba conocer los movimientos de las entidades bancarias alemanas, hacer un seguimiento de los marinos del Graf Spee, perseguir el contrabando de propaganda bélica o totalitaria, investigar las instituciones educativas de las comunidades alemanas y detectar a los representantes locales del Partido Nazi o de otras organizaciones totalitarias, entre otras actividades. Los resultados de la investigación (una “actividad febril”, según el Congreso) fueron expuestos en cinco informes entre agosto y noviembre de 1941. Se debe tener en cuenta que por la misma época había varios diputados que trabajaban para conseguir el objetivo contrario.

Varios años más tarde, en 1964, otro diputado nacional, Juan Carlos Cornejo Linares, publicó el libro El orden sionista en la Argentina para denunciar “una peligrosa conspiración” que atentaba “contra las esencias mismas de nuestra nacionalidad”. Cornejo Linares proponía en ese entonces formar una nueva comisión de investigación de actividades antiargentinas, inspirada en la anterior, y señalaba que sólo era necesario sustituir “‘Alemania’ por ‘Israel’ y ‘nacionalsocialismo’ por ‘sionismo’”.

En 1942, Jas publicó el libro América, presa codiciada: planes de dominación nazi y fue ganando notoriedad como un gran antinazi argentino. Hacía tiempo que sus intervenciones públicas eran recogidas por el Argentinisches Tageblatt, un diario de habla alemana que había adoptado una postura netamente antinazi. Por supuesto, la comunidad argentina de habla alemana leía este diario con regularidad, y así varios de sus miembros fueron entrando en contacto con las actividades y los discursos de nuestro diputado.

En algún momento entre fines de la década de 1930 y comienzo de la década de 1940, uno de ellos, el judeoalemán Carlos (Karl) Weil, fue a visitar a Jas al Congreso, so pretexto de regalarle un cigarro de los que él fumaba, pues había visto que en las fotos a menudo se veía al diputado con un implemento de esa clase entre los labios. Weil quería, en realidad, pedirle un favor: él había logrado emigrar desde Alemania hacía unos años junto a su familia –habían tomado la decisión junto a su mujer, Rina, cuando su hija Evelyn llegó de la escuela y vieron que en el cuaderno de clase había un dictado antisemita–, pero muchos parientes y amigos habían quedado atrás y la cosa se estaba poniendo cada vez peor. Karl quería que Jas lo ayudara a traer a la Argentina a todas las personas que fuera posible.

La inmigración era prácticamente imposible para los refugiados centroeuropeos por dos obstáculos: no sólo el de obtener un permiso de salida desde el país de que se tratara –algo que a partir de 1941 se volvió directamente imposible–, sino el de conseguir un permiso de ingreso al país al que pretendieran migrar. La siguiente historia ofrece una ejemplo especialmente trágico, posterior a los hechos aquí relatados pero igualmente significativa. El 2 de noviembre de 1942 una delegación de la comunidad judía argentina se entrevistó con el presidente Ramón Castillo para pedirle que intercediera “a los fines de salvar 1.000 niños judíos que se hallaban en campos de concentración al sur de Francia. […] Durante la entrevista, los dirigentes comunitarios comprometían sufragar todos los gastos que demandaría el transporte de los niños y su manutención hasta que alcanzaran la mayoría de edad” (Leonardo Senkman, Argentina, la Segunda Guerra Mundial y los refugiados indeseables). Dieciocho días después, el presidente Castillo firmó el decreto que aprobaba la iniciativa. La prensa nacionalista no se hizo esperar. La revista Crisol dijo que “dentro de veinte años, cuando muchos liberales se hayan muerto, los mil pequeños judíos serán mucho, pero mucho más poderosamente ofensivos que los mil marineros del Graff Spee”. El Pampero, otro medio nacionalista, advirtió: “Todo el mundo sabe, incluso los liberales, que el antisemitismo actual ha nacido por reacción contra la excesiva tolerancia con los judíos”. Fueron elementos afines al nacionalsocialismo dentro del propio gobierno los que terminaron imposibilitando que la medida se concretara. El 7 de agosto de 1944, la Dirección de lo Contencioso Administrativo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto elevó un memorándum en el que decía que cumplir con el decreto de Castillo “habría traído aparejada la entrada aproximada de 10.000 personas inasimilables a nuestro país”. El rescate nunca se produjo.

Jas y Carlos Weil se reunieron en la confitería del Molino, en la esquina del Congreso, y Carlos hizo su pedido. Jas le dijo que contara con él, que mucha gente en el gobierno le debía muchos favores y que había llegado el momento de cobrarlos. Unas 50 personas (el número exacto varía según las versiones dentro de nuestra propia familia y estoy haciendo un promedio) lograron llegar a la Argentina gracias a las gestiones informales –que de haber sido formales nunca habrían llegado a término, como sucedió con los 1.000 niños refugiados– del diputado. Una nieta de Rina Weil me cuenta: “Recuerdo que las ‘tías’ que venían a la casa de mi abuela Rina lo llamaban a Jas ‘el amigo’; supongo que estarían entre las personas rescatadas por él”.

El sionismo como utopía socialista

En el año 1954 murió Herminia Brumana y Jas enviudó. Para ese entonces, Rina Weil también había enviudado. Ambos terminaron conformando una pareja, que duró hasta la muerte de ella en 1979. Al enlazarse con una mujer judía, Jas no estaba siendo muy original: Juan B. Justo, Nicolás Repetto y Enrique Dickmann, fundadores del Partido Socialista, se habían casado con tres hermanas judías de apellido Chertkoff. Esto permite entender nuevamente que el socialismo democrático argentino y otras variantes del progresismo local (“los liberales”, en la acusación tanto de Crisol como del Pampero) habían tenido desde siempre plena afinidad con el pueblo judío y estaban de hecho integrados a menudo por judíos (como el propio Dickmann). Esta afinidad no se vio en absoluto interrumpida por la fundación del Estado de Israel, que no era otra cosa que el resultado de un movimiento de liberación nacional al que venían siguiendo y apoyando desde hacía décadas. Alegra comprobar que el apoyo al Estado de Israel excedía incluso a la dirigencia política ilustrada. Así lo relata Raanan Rein en Argentina, Israel y los judíos:

El 14 de mayo de 1948, cuando comenzó a divulgarse la noticia de la creación del Estado judío, decenas de miles de judíos exaltados se reunieron en Retiro. En una atmósfera festiva y con sonadas ovaciones se acogieron los discursos de siete dirigentes comunitarios, cinco representantes de la Palestina judía y del veterano dirigente socialista Enrique Dickmann, quien pese a su salud precaria no quiso perderse el momento histórico. Terminado el acto, los participantes comenzaron a marchar por las calles céntricas de la ciudad hacia el barrio de Villa Crespo, en el que habitaban numerosos judíos. Muchos, judíos y gentiles, fueron sumándose a las largas columnas, saludaron a los manifestantes o echaron flores desde las ventanas a su paso. Casi nadie en ese momento concebía la posibilidad de incitar en contra de los judíos por su presunta “doble identidad”.

Mi bisabuelo, supongo que ya acompañado por Rina, viajó dos veces a Israel. Una en 1961 y otra en 1969. Para esos años, la militancia nacionalista había recrudecido en la Argentina. En 1968, Juan José Sebreli publicó La cuestión judía en la Argentina, una recopilación de textos desde la colonia hasta aquellos días, antecedida por una cronología (gracias a la cual me enteré de los matrimonios de los socialistas con las tres hermanas). A partir de 1960, los atentados antisemitas son constantes. Estos son apenas unos meses de 1964, el mismo año en que Cornejo Linares propone refundar la comisión de investigación de actividades antiargentinas:

18 de mayo: Ráfaga de balazos de la Guerrilla Nacionalista contra la casa del Dr. Bernardo Goldstein.
20 de mayo: La guerrilla nacionalista balea una fábrica de muebles judía.
30 de mayo: Ataque de patoteros a un grupo de 40 niños que acababan de concurrir al club escolar de la escuela Shalom Aleijem.
31 de mayo: Otro ataque de la Guerrilla Nacionalista a un domicilio particular.
8 de junio: Atentado contra el BET AM de Lanús.
15, 17 y 18 de junio: Siguen los disparos contra domicilios de judíos.
El 15 de junio la DAIA da a conocer una extensa nómina de atentados antisemitas perpetrados en los últimos tres meses, y en su mayoría sin difusión. La nómina se hallaba compuesta por agresiones a balazos, contra casas y negocios de judíos, así como también por numerosos anónimos epistolares o telefónicos con amenazas de muerte.

Jas plasmó sus impresiones de viaje en distintos textos, que luego reunió en el libro Israel, publicado en 1970. Sobre el primer viaje publicó tres columnas en el diario La Prensa, la serie titulada “Israel juzga, recuerda y trabaja”. Me detendré en la última columna, pues los temas de las otras vuelven a aparecer en su largo texto de 1969. Se trata del artículo “El proceso al nazismo (Jerusalén, Abril 1961)”. Jas presenció una de las jornadas del juicio a Adolf Eichmann:

El proceso, más que contra uno de los principales ejecutores de ese plan, es el enjuiciamiento de todo un régimen basado en el odio racial, en el despotismo totalitario, en la humillación, la persecución y la muerte de seis millones de seres humanos. […] Nuestra presencia coincidió con la lectura de su requisitoria por parte del procurador general Guideón Hausner, un hombre todavía joven de rostro enérgico y palabra firme, por momentos emocionada. […] El acusador se hace cargo de su deber. Sabe que el proceso no es un “espectáculo” destinado a la opinión extranjera o local. Está dirigido a escribir una página, podría decirse blanca, aun a pesar de Nuremberg, en que la jurisdicción internacional debe servir de lección para nuestra generación y las del porvenir, una página de historia entre las más trágicas que puede registrar la humanidad.

A continuación, Jas le resta total importancia al entredicho que había surgido entre la Argentina e Israel por la captura de Eichmann en nuestro suelo, entredicho que los dos países dieron oficialmente por cerrado en 1961 pero que durante toda la década de 1960 fue usado por parte del antisemitismo local como argumento acerca de la violación judía de la soberanía argentina (Cornejo Linares lo enumera como una de las razones para formar su comisión). Dice Jas: “Pensamos que Israel presta un alto servicio al mundo al afrontar la responsabilidad de este proceso. Hay razones superiores de humanidad, de justicia, de condenación moral que lo justifican y explican. Jerusalén es la tribuna desde la que habla al mundo, para que no olvide, todo un pueblo víctima del nazismo y de sus crímenes”.

 

La crónica del segundo viaje, titulada “Israel. Baluarte democrático y social”, es mucho más extensa y ocupa las primeras 80 páginas del libro. Jas advierte: “Lejos estoy de sentirme a elogiarlo todo o a dedicar el tiempo a las bellezas del paisaje, al mero aspecto turístico”. Manifiesta, en cambio, estar “preocupado preferentemente por conocer la realidad humana, social y política del país que visito y extraer de ella las mejores enseñanzas personales y colectivas”. La enorme mayoría de esas enseñanzas nos muestran que lo que Jas más admiraba de Israel era el modo en que estaba logrando hacer las cosas a las que él en su juventud había aspirado para la Argentina. Israel era, para Jas, una utopía socialista realizada. Jas presencia elecciones parlamentarias en octubre de 1969 y escribe:

Israel sabe sobreponerse, sin alardes ni debilitar las fibras de su enérgica vitalidad, y el trabajo, el estudio, la obra gubernativa, todas las actividades en ciudades, pueblos y aldeas mantienen su ritmo, más allá y por encima de lo que es en definitiva, para esta nación, cotidiana manifestación de una lucha larga, heroica. […] Bueno será que la lección sea recogida por otros países cuyo origen histórico reconoce bases democráticas, desgraciadamente olvidadas, desconocidos o desnaturalizadas por la demagogia, menguadas especulaciones o sectores de presión que se estiman llamados a presentarse como “salvadores”. […] Al cumplir 18 años todo ciudadano israelí, hombre o mujer, sin distinción de raza, credo o ciudadanía anterior, tiene derecho a votar. […] En su marcha hacia el futuro, seguro de su destino a pesar de la lucha que debe sostener en salvaguardia de su seguridad nacional y de una paz a la que aspira sinceramente, Israel acaba, con los comicios realizados, de demostrar la estabilidad y la vivencia de sus instituciones democráticas.

Un segundo capítulo está íntegramente dedicado a la cuestión obrera, y aquí la admiración de Jas es realmente desbordante:

Hablemos de la Histadrut. Esta Central de los trabajadores israelíes constituye uno de los cimientos más sólidos, no sólo del movimiento obrero sino del país todo; es uno de los factores, con el ejército, la escuela y las colonias agrícolas, de la integración nacional. Los trabajadores, desde muy jóvenes, en el seno de estas organizaciones perfilan su personalidad y afirman su resolución de servir a la comunidad. […] El principio de ayuda mutua en que radica la organización se expresa en que la cuota es pagada por los afiliados de acuerdo a sus posibilidades, al tanto que la asistencia médica es suministrada según sus necesidades, sin distinción ni categorías de ninguna índole. Nada de hospitales, policlínicos, farmacias sindicales para cada gremio ni de sobrecuotas para “obras sociales”, que dejan margen para lo menos relacionado con la salud de los trabajadores. […] La obra de la Histadrut puede sintetizarse así: representa el 25% del producto nacional y el 70% de la producción agrícola proviene de sus establecimientos cooperativos (kibutz y moshav). […] Una obra tan compleja y de tales dimensiones responde a ideas, programas y conductas que, desde su origen, marcaron el derrotero de la Histadrut, guiada e impulsada por un sentido de evolución revolucionaria y constructiva, cuya fuerza descansa en el grado de conciencia y responsabilidad de los mismos trabajadores y sus dirigentes. […] Dos notas que recordamos: hay un kibutz que exporta rosas y otro, el Hayelat Hachaharm en la alta Galilea, cuenta con un hotel moderno, en un paisaje de inolvidable belleza, que nada tiene que envidiar a los mejores que hemos conocido. No es, pues, literatura decir que el desierto ha florecido.

Jas se ocupa con detenimiento de la educación en general, de la instrucción universitaria y en particular de la educación obrera, sin dejar de señalar lo que la Argentina y el mundo tienen para aprender. Sus palabras resuenan hoy más que nunca: “Israel es una garantía para la democracia internacional. Es una enseñanza y una ruta que su ahincada voluntad, su inteligencia y el sentido moral de la vida indican a otros pueblos. Y esto deberían terminar por entenderlo las naciones que dicen servir a la democracia y a los derechos de los pueblos”.

Pero el punto culminante del relato es su encuentro con Ben Gurión, que reproduzco ligeramente resumido antes de terminar:

Después de recorrer la Midrasha Sde Boker –en pleno Neguev–, donde funciona un Instituto Superior de Enseñanza, fuimos al kibutz donde habitualmente reside Ben Gurión, el recio estadista y escritor al que tanto debe el nuevo Estado de Israel. Desde su modesta casa, entre libros y recuerdos, es como un centinela de su pueblo. Advertimos en la sala un retrato de Lincoln y le expresamos nuestra admiración por el libertador de los esclavos: “Es el más grande hombre del siglo XIX”, nos respondió sin vacilar.

Sin elogios inútiles, fuimos a verle para conocer sus opiniones respecto a temas de carácter general, convencidos de su autoridad y larga experiencia. Verdad es que no siempre hemos coincidido con algunas actividades políticas suyas, pero esta impresión no obsta para que reconozcamos qué representa y encarna en la historia israelí, y que es una de las más singulares figuras entre los estadistas contemporáneos.

Nos dijo que escribe actualmente la historia de Israel en los últimos cien años. Sostiene que el estado nació en 1870, cuando un grupo de judíos franceses fundó la primera escuela agrícola. Considera un error suponer que Israel es ya un sueño hecho realidad. […] “Debemos hacer previamente varias cosas: debemos traer a cinco millones de judíos más; debemos fortalecernos económica e intelectualmente e impulsar el espíritu de pionerismo. La congregación de una gran parte del pueblo judío en Israel, el desarrollo de la educación y la colonización del desierto son las condiciones fundamentales para que aquí se logre una sociedad que sea ejemplo para todo el mundo”.

Tal es el pensamiento de Ben Gurión. Nos lo hizo conocer, al acogernos sencilla y cordialmente en su casa kibutzina, hablando con palabra serena y diríamos docente. Hay algo de sarmientino en él, por su garra y la lejana visión de su ideario.

La identificación entre Ben Gurión y Sarmiento resume a la perfección el pensamiento de mi bisabuelo y no puedo evitar ver en ella una promesa incumplida de lo que el progresismo argentino podría haber sido.

 

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Eugenio Monjeau

Licenciado en Filosofía (UBA). Master en Educación (Universidad de Harvard). Autor de La mala educación (Sudamericana, 2017, con Helena Rovner).

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