ELÍAS WENGIEL
Domingo

Mientras miro las nuevas redes

Elon rompe Twitter y Zuckerberg hace leña del árbol caído, pero la impresión es que las redes sociales están estancadas. Todo lo que vemos hoy ya lo vimos antes en otro lado.

Soy una persona que se ha criado con una computadora y que siempre estuvo en contacto con la tecnología e interesada por la dinámica de las redes sociales porque permite acceder a cultura, personas y movimientos que de otro modo nos estarían totalmente vedados. Tuve cuenta y formé parte de todas las redes habidas y por haber. Activas o extintas, con todas me pasa lo mismo: hace muchos años que no veo nada nuevo, todo sucede como si estuviésemos desde hace año en un eterno bucle. ¿Será porque estoy vieja? Puede ser.

Para los más jóvenes, siempre “lo nuevo” es realmente nuevo porque no tienen memoria de haber percibido cosas similares en el pasado. Yo, en cambio, habiendo probado algunas modas de hace algunos años, no percibo que se estén gestando transformaciones espectaculares. Es totalmente normal que un chico de 16 años se asombre con los cambios que surgen en el mundo de la tecnología. Pero yo siento que los cambios se han estancado. ¿Por qué? Acá va mi hipótesis.

Facebook y Twitter nacieron con el fin de brindar las noticias del mundo en tiempo real, incluidas las no que salen en el noticiero. En Facebook, una foto del bebé de tu sobrina era una información nueva, seguías su nacimiento casi en tiempo real y te enterabas antes que cualquier otro miembro de tu familia gracias a esa foto que subida ahí. Ese proceso era innovador porque antes de Facebook y Twitter (nombro a estas dos porque fueron las más populares en ese momento) no había realmente un lugar de esparcimiento donde uno también pudiera informarse. El entretenimiento y la información habían ido de manera separada. Por un lado, la información en los sitios de noticias y en los noticieros. Por otro lado, el entretenimiento de manera aleatoria en distintos formatos y plataformas, pero nunca incrustados en un mismo lugar junto con otras actividades.

Nos vemos abrumados con cambios que no son realmente cambios, sino herramientas segmentadas que al usuario genérico no le provocan ningún beneficio concreto.

Twitter, que para mí es la red social más democrática que existe, a pesar de todas las limitaciones que se le imponen, tiene problemas para crecer al mismo tiempo que crecen los usuarios. Lo mismo que le pasó a Facebook, que se quedó estancado en las fotos de bebés de sobrinas sin incorporar herramientas que logren un cambio profundo de adentro hacia afuera de la plataforma. Quizás lo que se necesita es un poco de “menos es más”. De repente nos vemos abrumados con cambios que no son realmente cambios, sino herramientas segmentadas que al usuario genérico no le provocan ningún beneficio concreto.

Cuando empezó, lo que gustaba de Twitter era la simplicidad de la plataforma. No se podía subir fotos (para eso teníamos que ir a Yfrog o Tweetpic, servidores que permitían alojar imágenes y compartirlas en el timeline), no se podía hacer retuit, no se podía casi nada de lo que tenemos hoy en la red. Nos divertíamos con muy poco. A Instagram le pasó lo mismo. Un poco aprovechando que en Twitter no se podían subir fotografías, la gente empezó publicando fotos de su comida y de sus mascotas. Instagram surgió de la necesidad de mostrarse, que es propia del ser humano hedonista. Como Facebook ya no era un lugar atractivo para los jóvenes por los cambios que habían precipitado su decadencia, tenía que existir un lugar con un atributo único y exclusivo. Estos cambios también se deben a los usuarios históricos y a los nuevos usuarios. Para la Generación Z, o centennials, los viejos somos los millennials. Y para los millennials, los viejos son los llamados baby boomers, que son lo que normalmente en casa conocemos como papá o mamá.

Qué linda mi red social

Lo que sucedió con todas estas plataformas es que las generaciones de personas crecieron más rápido de lo que las propias redes podían crecer. Esto pasa porque los desarrollo llevan tiempo y, sobre todo, dinero. Las redes sociales pasaron de ver a las personas como usuarios a tratarlas como clientes y, en gran medida, esa visión comercial de las redes se dio porque las grandes marcas empezaron a usarlas como unidades de negocio. Al ser gratuitas, las redes sociales recaudaban poco y nada, por lo que el incremento de usuarios y la necesidad de expansión hizo que, por un lado, creciera la necesidad de las marcas de usar las redes como un medio de venta más. Por el otro, para autofinanciar la plataforma.

Ese cambio se ve hasta el día de hoy. Lo que alguna vez en Twitter fue la cotidianeidad de sus usuarios ahora se transformó en cosas hechas con inteligencia artificial, criptomonedas y gente ventilando intimidades. ¿Por qué? Probablemente sea porque la difusión de esas cosas (el famoso engagement), generan que tu perfil crezca y sumes seguidores (y dinero). Es cierto que, desde la llegada de Elon Musk, Twitter terminó de forjar su decadencia, aunque no tanto su fracaso. Decadencia no es sinónimo de fracaso. De ahí que las redes en general se convirtieron en un bar notable del centro porteño: nadie sabe bien cómo se mantiene a flote, pero la gente va y consume a pesar de que el café es malo y las medialunas no tienen gusto a nada.

Las redes en general se convirtieron en un bar notable del centro porteño: nadie sabe bien cómo se mantiene a flote.

Algo fundamental que contribuye a la decadencia de las redes es que ahora todo se puede hacer en todos lados. Escribir, subir videos y fotos, todo eso hace que ninguna red se destaque por sobre otra. En este universo la identidad es clave para no caer en el bucle. Por ejemplo, ahora a Twitch le van a poner historias y videos que se pueden deslizar hacia arriba como en TikTok. La esencia de cada red social fue diluyéndose con los años, a Twitter y Facebook le quitaron toda marca de identidad, eso que las hacía únicas y diferentes. Todo se volvió más artificial, así como también la forma de interactuar con el otro. La llegada de los community managers, los ghostwriters de la virtualidad, hicieron que empecemos a desconfiar de lo que vemos.

Lo mismo pasó en su momento con WhatsApp cuando lo compró Facebook y le agregó historias. Todo el mundo se volvió mainstream. Eso hace que estemos en una especie de samba dando vueltas sobre las mismas cosas. En lugar de inventar algo, copio al que me está quitando público. Los algoritmos funcionan tan bien que las plataformas, los artistas y la gente que hace guita en general elige quedarse con lo que hay porque eso les asegura visitas y difusión sin tener que mover un dedo y gastando poquísima plata. Esto no ayuda mucho a darle dinamismo a las redes.

A Twitter y a Instagram les está pasando lo mismo que le pasó a Facebook. A Instagram lo hundió el fenómeno TikTok, que creció exponencialmente durante la pandemia. En su momento Facebook compró Instagram porque le estaba quitando prestigio y, al fusionar ambas plataformas, quiso destronar a TikTok. ¿Y Twitter? Twitter es la red social más “democrática” porque es la única en la cual un tipo con 50 seguidores puede escribir un tuit, volverse viral y ganar seguidores por mérito propio. Eso es lo que siempre me cautivó.

No rompas nada, Elon

Todas estas reflexiones se me vienen a la cabeza porque Elon Musk decidió hace unos días decidió imponer en Twitter restricciones de cantidad de vistas de tuits a los usuarios que no tuvieran suscripción a Twitter Blue. ¿Qué significa? Que los usuarios que no pagaran la suscripción mensual que impuso ni bien compró la plataforma y por la cual se les otorga el tilde azul en sus perfiles, tendrían un límite de lectura de 600 tuits diarios disponibles en el timeline. Una especie de paywall. Me enojé no tanto por la restricción en sí, sino que me cayó mal que una medida restrictiva de las libertades de los usuarios se comunicara sin ningún tipo de anticipación. Mucha gente usa las redes sociales para trabajar, y que de la noche a la mañana se limite la cantidad de contenido que se puede leer no es la mejor noticia.

Es evidente que Elon Musk se caracteriza por ser una persona desprolija en cuanto a comunicación e imagen, pero escribir sobre la decisión en tu cuenta de Twitter tres o cuatro horas después de la medida, ¿no parece un poco de novato e improvisado? Su problema fue íntegramente de comunicación, sí, pero también me huele a que hubo algo más. Dicen que fueron problemas en algunos servidores que alojan la información que procesa Twitter. No lo sé. Después de casi una semana se retractó de la medida: casualmente (o no) lo hizo el 6 de julio, el mismo día del lanzamiento de Threads, una suerte de copia de Twitter desarrollada por Meta, la empresa dueña de Facebook e Instagram.

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La presentación de Threads fue sorpresiva, quizás acelerada para aprovechar el paso en falso de Elon y su paywall sumando así a sus usuarios desencantados. En el corto plazo no creo que Threads sea un éxito masivo, a pesar de que alcanzó los 10 millones de usuarios apenas siete horas después de su lanzamiento. Esto se explica más por la curiosidad de ver de qué va la aplicación que por otra cosa. La utilidad es exactamente la misma que la de Twitter, pero la diferencia sustancial es la audiencia que alberga. Al estar la cuenta de Threads unida a la de Instagram (los seguidores y los seguidos se importan automáticamente), esto contribuye a darle una mano a mucha gente que en Instagram la tiene clarísima, pero que en Twitter le cuesta crecer. Es cierto que esa funcionalidad se puede quitar, pero no deja de ser útil a la hora de vender y promocionarse, que es el fuerte de Instagram. Nada nuevo bajo el sol.

Mi predicción es que hasta dentro de unos meses o años no veremos su impacto real. En el corto plazo muchísima gente la abandonará porque todavía está en desarrollo y se nota. Esta pulsión por consumir lo último que sale, venga de quien venga, surge porque Twitter y las otras redes se disolvieron como plataformas hace tiempo. Ahora son empresas consolidadas con intereses particulares muchas veces ajenos a los de los usuarios históricos. Todo lo que vemos hoy ya lo vimos antes en otro lado. No hay transgresión ni relevancia porque la homogeneización de la cultura de consumo hace que a todos nos guste más o menos lo mismo. No me gusta incluirme en esa masa, pero de alguna manera y con excepciones formo parte de ella.

Tenemos infinidad de medios de comunicación, pero lo que no tenemos son funcionalidades diferentes.

Si se fijan bien, al único medio que parece resultarle relevante el mundo de Twitter es a la televisión, que lo usa constantemente como fuente de información. Tenemos infinidad de medios de comunicación, pero lo que no tenemos son funcionalidades diferentes. En cada red tenemos las mismas cosas por hacer. Los usuarios están tendiendo a volver a las bases, eliminando sus redes sociales quizás por aburrimiento o también por el clima violento que se vive por momentos. ¿Estamos preparados para los cambios? ¿Queremos cambios? ¿Necesitamos realmente más cosas?

Esta necesidad de volver a foja cero creo que la vivimos los que estamos hace mil años en la web porque vimos cómo fue creciendo cada una de las redes. Me da la impresión de que los cambios se hacen para que las plataformas no queden “estáticas” u obsoletas. Los algoritmos surgen de la necesidad de autoalimentar las aplicaciones con los hábitos de consumo de los usuarios. Los algoritmos son la prueba de que estamos yendo hacia una web con más despersonalización del usuario. Nadie tiene personalidad en las redes porque todos consumen lo mismo, comentan lo mismo, critican lo mismo.

Hay que entender por qué se hacen los cambios que se hacen y tratar de comportarse distinto a como las plataformas esperan. Twitter era divertido en sus orígenes porque era para “gente como uno”. Sin intentar ser despectiva con este concepto, a lo que me refiero es que cuando algo se vuelve mainstream pierde lo esencial que lo hizo único en algún momento y se mimetiza con el resto. El problema con las redes es que quieren que nos comportemos como ellos quieren. Me da la impresión de que la única manera de subsistir es, definitivamente, no darles tanta importancia.

 

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Camila Brancowitz

Diseñadora gráfica y realizadora audiovisual. Interesada en el mundo de las redes sociales. En Twitter es @brancowitz.

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