La semana pasada se viralizó el clip de un muchacho que contaba cómo cuando era adolescente sus padres lo maltrataron y lo llevaron a un psicólogo para que le “cure” la homosexualidad, y el psicólogo, en lugar de contenerlo, lo instó a que se suicide. Su relato me pareció conmovedor y escalofriante, y también me llenó de incredulidad. El tipo tiene casi mi edad; mis padres no son Moria Casán, pero supongo que si alguna de mis hermanas o yo hubiéramos sido gays lo habrían aceptado (aunque fuera de mala gana, o quizás ni siquiera, perdón padres por pensar mal de ustedes), pero lo que sé casi con seguridad es que ningún psicólogo me hubiera instado a que me suicide. Después vi que este muchacho es de Chascomús. Quizás sea prejuicio de porteño, pero me pareció más verosímil. Cosa de pueblo.
Lo que quiero decir con esto no es que no le crea, todo lo contrario. En ningún momento dudé de su relato. Pero la historia desafía mi capacidad de asombro. Evidentemente uno no es consciente de cuán hostil es el mundo para algunas personas. Pienso en la parte que me toca: lo que más escuché de boca de amigos y conocidos no judíos ante la ola de antisemitismo desde el 7 de octubre fue “no sabía que había tantos antisemitas”. Bueno, no sé si es un buen ejemplo, porque yo tampoco.
Pero volvamos al caso de Manu Lozano, que así se llama este chico, de rastas, que contó esto en el contexto de una carta abierta dirigida a Nicolás Márquez después de sus dichos homofóbicos, leída en el programa Perros de la calle, de Andy Kusnetzoff. Cuando me topé con el video, lo reposteé con un comentario más o menos parecido al que acabo de hacer: “No puedo creer lo del psicólogo. Literal: no lo puedo creer. Sé que no está mintiendo, pero no me entra en la cabeza”. Una de las respuestas decía: “¿Cómo sabés que no está mintiendo? Disculpame, pero yo no les creo nada a los que trabajan de buenos. Y encima kirchnerista. La historia es estúpidamente exagerada”.
Me agarró una bronca desproporcionada. Creo que lo que más me molestó fue la cosa conspirativa. También comprobar que el antiwokismo le pudrió el marote a mucha gente. Ni siquiera sé si ese Lozano es kirchnerista (es cierto que las probabilidades son altas), pero puedo estar en contra de todo lo que piensa y aun así creerle y considerar que está mal lo que le pasó. No es que haya que hacer un equilibrio cuidadoso, no es una delgada línea. Es realmente muy sencillo.
El mes pasado pasó algo parecido. Se viralizó un video de unas chicas negras contando qué tipo de racismo sufren en Buenos Aires. Dicen: “Soy una persona negra en Argentina, y adonde entre, el de seguridad siempre me persigue” o “Somos mujeres negras en Argentina y si nos quedamos en esta esquina 15 minutos más, obvio que va a venir algún varón a preguntarnos: «Che, ¿cuánto cobran?»”. La mitad de las respuestas a ese video dicen que en Argentina no discriminamos y la otra mitad les dicen “vuélvanse a su país” o alguna variante de “negras de mierda”.
Última anécdota. La semana pasada se viralizó un posteo con un video de un tipo con trenzas acostado en la cama de un hospital recibiendo en sus brazos a un bebé recién nacido. El texto decía: “Un transexual yace en la cama de un hospital mientras le entregan a su bebé recién nacido tras haber pagado a una madre de alquiler para que tuviera un hijo para él. ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con la maternidad subrogada?”. Podés imaginar las cosas que se leen en las respuestas.
Resulta que el tipo no es trans, es un varón, y no le pagó a una madre, sino que la que gestó al bebé fue su hermana. Al respecto, Sara Stewart Brown posteó esto que firmo al pie:
Vi pasar este video un montón de veces, todos citándolo indignados, hasta que me harté y fui a la fuente a ver de qué se trataba. Conclusiones:
1. Usan este tuit mal titulado para escupir todos sus prejuicios y odio.
2. Ni siquiera es trans. Si lo fuera me daría igual, pero evidentemente a muchos de ustedes no, así que les cuento. Es un peluquero tiktokero, se llama Joseph Wayne Ryan y está casado con otro varón.
3. Tiene trenzas y barba, ¿por eso asumen que es trans? ¿Les lastima mucho verlo? No lo miren.
4. La subrogante es la hermana de Joseph. Personalmente me parece un acto de amor increíble de su parte ayudar a su hermano en el camino de formar una familia.
5. ¿Les molesta que lo graben? Es tiktokero, chicos, yo qué sé. Grabó todo el proceso de subrogación, está orgulloso y a muchas personas les puede resultar útil conocer su experiencia.
6. ¿Qué es lo que les molesta? ¿Que apenas nace pongan al bebé en brazos de su papá? A mí me dieron en adopción cuando nací, supongo que fui a parar a los brazos de una enfermera, no veo mucha diferencia. Ah, y mi mamá tampoco me gestó y es la mejor mamá del mundo.
7. Estas personas, les guste más o menos su apariencia, están formando una familia, dando amor, y más amor es lo que falta en este mundo. Dejen a la gente vivir en paz, posta, no joden a nadie.
Yo supongo (quiero creer) que el racismo y la homofobia vienen bajando sostenidamente desde hace años, pero percibo en mis seguramente imperfectos estudios cualitativos cierta torpe reacción a las igual de torpes actitudes progresistas ante aquellos pavorosos dramas. Hartos de la conducta policial, de los kioscos estatales y de las payasadas, perdieron la sensibilidad ante los casos clásicos de homofobia y racismo. De todas maneras, no me parece bien echarle la culpa de esto a los progres y lo prueba la bronca instintiva que me agarró cuando aquella persona me dijo lo que me dijo.
Pero, claro, los progres hacen de las suyas. El horrendo crimen de las mujeres en la pensión de Barracas del lunes pasado es un buen ejemplo. El juez Edmundo Rabbione todavía no definió si le aplicará al acusado Justo Fernando Barrientos el agravante por crimen de odio por orientación sexual, y ya todes se abalanzaron sobre el caso para sacar tajada. Dictaminaron que fue un “lesbicidio” y que la culpa es de los “discursos de odio” que habilita el Gobierno. No importa que el tipo las viniera amenazando desde antes de que Milei se sentara en el sillón de Rivadavia e inventara la crueldad, ni que el conflicto –según dicen los testigos– tuviera que ver también con problemas de convivencia, ni que el tipo fuera fanático de Cristina Fernández de Kirchner. En su infinita deshonestidad, buscan llevar la sangre para su molino.
Pero eso no justifica nada. Debería ser sencillo no dejarse extorsionar y a la vez no perder de vista el fondo del problema. Estamos a favor del cierre del Inadi porque se usó para perseguir opositores y conchabar amigos, no porque estamos a favor de que los actos discriminatorios que están penados por la ley no tengan castigo.
El problema con la cultura woke es su falta de humor, su ánimo policial, sus ataques a la libertad de expresión. El problema es que las universidades exijan “declaraciones sobre diversidad” para contratar a alguien. O que te linchen por un chiste incorrecto. O que te rajen del trabajo por algo que tuiteaste hace diez años. O que cuenten la cantidad de penes y de vaginas que hay en cada grupo humano. O que pretendan que solo un actor homosexual pueda interpretar un personaje homosexual.
Pero tengo una noticia: la homofobia y el racismo existen y están mal.
Nos vemos en quince días.
Si querés suscribirte a este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla martes por medio).
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.