Gracias a Dios es viernes

#37 | Épater les progressistes

Elon y Milei, una historia de amor. El paro nuestro de cada día. El Palacio Avanza.

El martes pasado, Cristina nos sorprendió en la inauguración del Salón de las Mujeres del Bicentenario en el Instituto Patria con un discurso preparado para épater les progressistes. Desde el atril, frente a un gran micrófono erecto sostenido en el aire, usó sus manos para arreglarse el pelo mientras hablaba y decir, en sintonía con la desfachatez imperante del Gobierno actual, que existe una izquierda a su izquierda. Que el Muro de Berlín ya se cayó, y que Néstor y ella jamás fueron ni a China ni a Cuba de vacaciones porque lo de ellos era Nueva York, Miami, Disney World. Ya no hace falta escrachar a los Echarri o al matrimonio Lousteau por viajar a Florida. Los “argentinos normales” son los que viajan, compran, gastan, gozan: como ella, como Néstor, como vos.

Auténtica, la expresidenta busca un nuevo pacto con la clase media: se declara no feminista (captatio benevolentia) para después atacar al Gobierno (“Estamos en presencia de una fuerza política que tiene un problema con las mujeres”). De esta forma, distingue sin temor a la polémica entre feministas y mujeres. Ni feminazi de pañuelo verde, ni machirula como Lilia Lemoine, Cristina es una mujer normal: como usted, señora; como yo.

Las mujeres son madres (cornudas, si le hacemos caso a uno de los dos videos que circulan o al reciente posteo de Luis D’Elía) y al parecer son también católicas. Incluyen a la Virgen de Luján, a quien la expresidenta le dedicó un posteo el miércoles, recordando de paso la proximidad del aniversario del asesinato del Padre Mugica. Los argentinos normales, parece decir, aman Estados Unidos, detestan la violencia armada, no adhieren a la grieta entre los géneros, y viven por y para la familia. Con el rosario al cuello, igual que Rebord en cada uno de sus streamings, Cristina plantea un regreso a los valores del peronismo original.

No es un capricho: si no es feminista, es porque entiende la realidad. No fue una mujer ni una organización del movimiento, explica, la que le dijo de incluir el femicidio como figura penal. Fue un hombre europeo, dice orgullosa, pasando también un fuerte mensaje pro-Occidente en estos tiempos de acampes en solidaridad con Hamás en las universidades Ivy League.

Todos conocemos o conocimos alguna vez a alguien que estuvo en la legendaria plaza del 1ro de mayo de 1974, cuando Perón gritó: “¡Imberbes!”. En su último discurso, Cristina dejó claro que, si bien nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, algunos quizá sí puedan ser echados dos veces de la misma plaza.

La historia de amor entre Elon Musk y Javier Milei empezó hace ocho meses, antes incluso de las elecciones generales, cuando el periodista Tucker Carlson vino a Buenos Aires a entrevistar al candidato, tuiteó una foto con él y el texto: “Javier Milei en Buenos Aires. Enemigo del Washington Post y probablemente el próximo presidente de la Argentina”. Musk le contestó: “Sería todo un cambio”. Pocos minutos después, el empresario dueño de X borró el posteo, pero la señal ya había sido enviada.

El lunes se reunieron por segunda vez en tres semanas, esta vez en Los Ángeles (la anterior había sido en Texas), después de lo cual Musk posteó en X que recomendaba invertir en Argentina. Teniendo en cuenta que defaulteamos nuestra deuda nueve veces, la recomendación de Elon es por lo menos temeraria.

Claro que el progresismo paranoico ya anda diciendo que Elon viene por nuestro litio. Nosotros, en cambio, como estamos a favor de explotar nuestros recursos naturales a cambio de dólares contantes y sonantes, decimos que ojalá venga por nuestro litio. Pero la verdad es que los autos eléctricos Tesla ya se abastecen de litio nacional: la compañía Arcadium Lithium es su proveedora y lo extrae del salar del Hombre Muerto, en Catamarca.

Quizás pequemos de ingenuos, pero creemos que lo de Musk con Milei es un poco más que only business, como fue más que only business su compra de Twitter. Musk es un jugador de la batalla cultural mundial contra la cultura woke y desde ese lado es desde donde se conecta con Milei. Lo había señalado Leonardo Orlando en Seúl: Argentina tiene que aprovechar y juntarse con estos líderes que combaten a la “casta global”. Y parece que lo está haciendo. En su discurso en la conferencia global del Instituto Milken, la razón principal de su viaje a los Estados Unidos, dijo: “Argentina tiene todas las condiciones para ser la nueva meca de Occidente”.

Así empezó la semana, pero terminó con un paro general y las imágenes más parecidas a la Argentina de siempre. Just when I thought I was out, they pulled me back in.

Hay algo del orden de la insoportable levedad de la repetición y del aburrimiento cada vez que la CGT decide y ejecuta un paro general. Es como un disco rayado o una playlist reproducida en loop, un Día de la Marmota que podríamos incorporar con gusto a nuestra lista de feriados largos, puentes y turísticos. Es algo que ya todos sabemos cómo funciona, cómo se prepara y se cocina, que se ejecuta como un ritual de cancha, aunque el partido no tenga jugadores ni hinchas ni pelota. Las negociaciones, los rumores, la rossssca, el poroteo, los cafés con las fuentes del riñón del secretario general del SUTcosoRA, las declaraciones, las polémicas y los fuertes cruces con funcionarios gubernamentales.

Y entonces hay que prepararse, adaptar la vida laboral y la rutina familiar a la falta de transporte, escuelas o servicios. Los trámites, los vencimientos, la atención al público, las prórrogas. Se habla en los chats, quiénes vienen, cómo hacemos, me llevás, me traés, viene Fulano, Mengano no llega. La seño avisó que no viene porque vive lejos, es kirchnerista o ambas cosas, hay hora libre o se llama a los papis para que retiren a sus vástagos en situación de haber caído en la educación pública, porque a la privada se va para que clases haya.

Y las coberturas desde bien temprano, las radios, los canales y los sitios de noticias actualizando en vivo, en tiempo real. Si hay mucho, poco o nada de transporte, si hay aprietes u otros actos intimidatorios, si hay gente en la calle y cuántos negocios abrieron. La evaluación de la CGT, la del Gobierno, la de los medios y “la odisea de la vuelta a casa“. Nos aburrimos, Marge.

Superado el trance, tratamos entonces de pensar en si hay algo de nuevo en esta movida y, claro, lo primero es lo más obvio: aun sabiendo que los muchachos nunca fueron de cuidar mucho las apariencias, esta furia combativa que marca un nuevo récord en cantidad y velocidad de medidas de fuerza contra un gobierno no peronista es, o sea, digamos, un montón. Incluso si quisiéramos abrazarnos al rencor y carpetear un poco, como para matizar.

Por lo demás, puede ser cierto que al Gobierno esto le sirva como válvula de escape (como quizás lo haya sido también la marcha universitaria). Y que, por mucho que se muestren los dientes, la versión de la Ley Bases que ahora se debate en el Senado confirmó que funcionarios y gremialistas negociaron cambios importantes, y que estos últimos consiguieron bastante de lo que querían. Que se trata –a esta altura, también una obviedad– de seguir manteniendo sus privilegios corporativos, incluso si ese sector de la economía formal al que ellos representan se vuelve una oligarquía y un lastre para los cada vez más trabajadores precarizados de la economía barrani.

En fin, que necesitamos una reforma laboral. Cualquiera, la tuya.

El Gobierno nacional decidió cambiar el nombre del emblemático Centro Cultural Kirchner por el de Palacio Libertad. El vocero presidencial Manuel Adorni anunció la decisión como parte de todo un proceso de “deskirchnerización” de los edificios públicos y buscando reflejar un enfoque más neutral. La iniciativa se concretaría a través de un decreto de necesidad y urgencia.

No es el primer edificio que cambia de nombre bajo la administración Milei. La Casa Patria Grande Néstor C. Kirchner, que sirve de sede al Ministerio de Capital Humano, ya había pasado a llamarse Casa Patria Libertad. Un rebranding muy vivaracho, ya que la palabra “libertad” evoca una universalidad atractiva y difícilmente cuestionable. ¿Quién, en principio, podría oponerse a la libertad?

Pero por supuesto que esta elección no es inocente ni aleatoria. Aunque proponemos ser un poco indulgentes: al menos Milei tuvo la prudencia de no ponerle Centro Cultural Karina. Además, si bien en comunicación todo es político y todo es ideológico, no da todo lo mismo.

Por eso admitimos que el nuevo nombre nos gusta más, no sólo por las razones obvias, sino también porque en términos objetivos esto es un soplo de aire fresco al lado de una reivindicación tan polémica y polarizadora como la del kirchnerismo, un símbolo del autoritarismo y de la corrupción. Es importante que de a poco nos estemos acercando a distinguir Estado de gobierno y gobierno de partido.

Igual, no nos olvidamos de que estamos discutiendo sobre el cotillón cuando todavía falta pagar la seña del salón de fiestas, y que el país necesita cambios mucho más estructurales y fundamentales. Pero un poquito hay que celebrarlo.

 

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