Todavía no había visto Homo Argentum y ya me había cruzado con un posteo en X que decía que Eva De Dominici era “bastante sorete ” por haber participado de la película. Si no sos una de las casi 500.000 personas que ya la vio, igual seguramente viste el clip: la actriz interpreta a una mujer (con el pelo convenientemente rapado al costado) que extorsiona a un millonario durante un viaje en ascensor amenazándolo con denunciarlo por violación si no le transfiere en el acto 50.000 dólares. Esos pocos segundos, sumados a que se sabe que los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat no forman parte del establishment cultural que votó, como se debe, por Alberto Fernández primero y Sergio Massa después bastaron para que el progrekirchnerismo cancele la película.
Después se sumaron los antisemitas, cuando vieron el clip del cura villero. “¿Se imaginan el escándalo que hubiera sido si en vez de parodiar a un cura, hubiera hecho a un rabino?”, dijo un NN , que hasta el momento recibió 8.000 likes. El integrante de la banda Airbag, Gastón Sardelli, según tengo entendido de ideología troskista, se indignó igual que los nazis : “Es muy de envidioso pegarle a un cura villero. Re de gente que no se banca que existan personas que tengan una vocación de servicio comunitario. Bastante normal entre la gente que solo piensa en la guita y que la existencia de otro que no sea de su condición lo expone en su condición de rata moral”.
No había visto Homo Argentum , como decía, pero ya estaba sorprendido por el enojo que había producido entre quienes tampoco la habían visto. La periodista Nancy Pazos, por ejemplo, había calificado a los realizadores como “apátridas ”. No “antipatria” (un epíteto que quizás a ellos no les disgustaría del todo) sino “apátridas”. Es decir: no son argentinos. Se trata de algo con lo que venimos machacando hace rato: la izquierda es la nueva derecha. Que una supuesta progresista se exprese como el censor Miguel Paulino Tato me exime de más comentarios.
El sábado saqué mi entrada y la vi en una sala repleta del Cinemark Palermo, porque sabía que tendría que escribir al respecto. Además, quería verla. Me gusta el cine de Cohn & Duprat desde que vi El artista en el Auditorium de Mar del Plata durante un festival. (No existía la grieta y Horacio González hacía un cameo.)
Como me imaginaba, la película no es ni tan antiwoke, ni tan antiprogre. De hecho, en el remate del episodio de Eva De Dominici, todo termina siendo una imaginación de Francella cuando ella le pregunta si va a subirse al ascensor y él, entonces, prefiere usar la escalera. Es decir: el episodio amaga con atacar a las feministas, pero finalmente puede leerse como una burla a un tipo paranoico que le tiene miedo una mujer con el pelo rapado al costado.
Prácticamente todos los episodios tienen esta doble lectura, como ocurre generalmente en toda la obra de Cohn & Duprat. En El hombre de al lado, el espectador se identifica primero con el personaje de Rafael Spregelburd, pero a medida que avanza la trama el tipo se revela cada vez más desagradable, y el personaje de Daniel Aráoz empieza a resultarnos más simpático. Algo parecido pasa en 4×4: recuerdo haber discutido en X con el actor Martín Piroyansky, que decía que, si bien la película daba razones para odiar tanto al personaje de Peter Lanzani como al de Dady Brieva, como Mariano Cohn “está económicamente más cerca del personaje de Dady”, es difícil pensar que la película sea neutral. Ese es el fondo de la cuestión: no importa lo que cuente la película, para el progre la “intención” de los directores es más importante.
Claro que el endorsement de Javier Milei colabora con el malentendido. Su lectura del último episodio, «Troppo Dolce», según la cual se trata de un alegato en contra de la justicia social, es bastante ridícula. A mí me pareció más bien un homenaje a películas del estilo de Feos, sucios y malos , donde en lugar de romantizar la pobreza se la muestra como algo degradante, que corrompe moralmente.
Esta idea sí recorre la película, más obviamente en el episodio del cura villero, pero da un giro inesperado en «Experiencia enriquecedora», donde a un millonario garca le pinta invitar a comer y regalarle cosas a un chico de la calle solo por diversión. Al final, cuando lo deja en la entrada de la villa, el chico amaga a robarle el auto, pero le dice que era una joda: “Mirá si te voy a robar con todas las cosas que me compraste”.
Habría que hablar de otro malentendido, que tiene que ver con esa palabra que aprendieron el otro día María O’Donnell y Claudia Piñeiro: la misantropía. En primer lugar, creo que no es tan así. No creo que todos los personajes sean desagradables. Si en «La novia de papá» los tres hijos son unos miserables que se pelean por la herencia, el personaje de Dalma Maradona se nota que lo quiere y hasta tiene la inocencia de decir que crió unos hijos divinos. El final de «El niño eterno» es bastante tierno. Y el protagonista de «Un hombre decidido», que pintaba para facho hijo de puta, nos termina dando pena.
Pero, además, ¿de dónde salió esa idea de que la misantropía es un defecto en una obra? Hay un lugar común en la crítica cinematográfica de repudiar las películas que tratan mal a sus personajes o se burlan de ellos. Hay grandes películas misántropas: Felicidad, La gran comilona, la mencionada Feos, sucios y malos.
En realidad, el endorsement de Milei es un malentendido a medias, porque tanto eso como el exabrupto de Nancy Pazos son exactamente la publicidad que la película busca. Para decirlo en términos tuiteros: los progres se comieron el bait. En su pataleo está el éxito de Homo Argentum.
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