ZIPERARTE
Nota mental

#30 | A favor de todo lo bueno

Y en contra de todo lo malo.

En una de sus visitas al programa de Mirtha Legrand en los años ’90, les preguntaron a Les Luthiers qué opinaban “del flagelo del SIDA” y Marcos Mundstock contestó, veloz, “estamos en contra”. Siempre me acuerdo de esta respuesta genial ante los posicionamientos buenistas de la gente. “Con los jubilados a muerte”, “trabajo para todos”, “los chicos primero”, “estoy con el Garrahan”, incluso los militantes antiaborto inventaron la genialidad de proclamarse a favor de la vida. ¿Quién puede estar en contra de la vida, a favor del SIDA, en contra de que la gente trabaje, etc?

Pero estas consignas no suelen ser ingenuas. Del mismo modo que los antiabortistas (al menos aquellos que idearon el eslogan original) saben bien que sus rivales no son “promuerte”, los que vociferan sus frasecitas incontrastables lo hacen como forma de chantaje emocional: le pongo este título general a esta lucha para que el que se ubique del otro lado quede en el bando de los malos.

Estos chantajes suelen combinarse hábilmente con la muy siniestra costumbre de la victimización. No hay nada más bajo que dar lástima a propósito. Una vez estaba en la esquina de Yerbal y Bolivia, en la mesa de un bar con unos amigos, y pasó un tipo sin una pierna y sin un brazo pidiendo limosna. Algo le dimos y después que se fue, tardamos unos segundos en retomar la conversación y atacar los maníes. Uno de mis amigos rompió el silencio: “Es la primera vez que me siento culpable por tener los dos brazos y las dos piernas”.

No digo que ese pobre tipo haya querido chantajearnos, obviamente su situación debía ser dramática de verdad, pero el chiste de mi amigo, como todo chiste, revela una verdad espinosa: el espectáculo de la miseria ajena es verdaderamente incómodo, más cuando uno lo ve desde el bienestar propio.

Claro que en el otro extremo está Susanita, que cuando Mafalda dice que le parte el alma ver gente pobre y que habría que darles techo, trabajo, protección y bienestar, le contesta: “¿Para qué tanto? Bastaría con esconderlos”.

El problema, desde ya, son los que instrumentalizan a los pobres, a los niños o a los enfermos. En 2019 posteé en X : “Los que dicen que no se puede criticar a Greta Thunberg porque es chica no se dan cuenta de que ahí reside todo su chantaje”. Todavía no se había pasado a la lucha antisionista y era medio intocable. Seguramente hoy muchos de los que me insultaron entonces estarían de acuerdo conmigo.

Por eso puedo decir con tranquilidad hoy que me parece mal que la señora Marlene Spesso pasee por los sets de televisión a su simpático hijo autista Ian Moche. Cuando el presidente Javier Milei compartió en Instagram una publicación de @hombregrisxd que mostraba al chico junto a Sergio Massa, Cristina Kirchner y el periodista Paulino Rodrigues —con el texto: “Pautino llevó a un nene con autismo para que opere contra Milei. Resulta que el nene, Ian Moche, viene de una familia ultrakirchnerista y ya lo habían utilizado con Massa y Cristina Kirchner”—, la activista Paula Dileo (@tan.autista.que.duele) le respondió: “El autismo no tiene bandera política y lo deberías entender. Lo grave de esta situación es que expongas así a @ianmoche”.

Todo el episodio es un ejemplo perfecto del chantaje emocional que es capaz de ejercer alguna gente, en este caso una señora con un hijo que tiene una patología y además una simpatía fuera de lo común. Cuando Discépolo dijo “el que no llora, no mama” dio en la tecla como pocas veces en la historia de la poesía popular argentina.

La frase de Dileo dice mucho. En primer lugar, dice que “el autismo no tiene bandera política”, como si una persona con autismo no la pudiera tener. Claro que “el autismo” no la tiene. En este caso, el chiquito tampoco porque es chiquito, pero su madre puede tenerla.

Pero lo más importante, lo que está en el corazón de este tipo de chantajes, es que acuse a Milei de exponer a Ian, cuando la que lo expuso es su madre. Claro, ella lo paseó primero por su simpatía y después lo puso a opinar de política con la seguridad de que estaba blindado.

No contaba con un detalle: Milei también es neurodivergente. Carece de los escrúpulos que tendría una persona neurotípica (buena o mala) y ve a Ian Moche como a alguien normal, a quien puede contestarle de la misma manera que a Pedro Sánchez o Roberto Cachanosky.

¿Cuál es el objetivo que persigue el descendiente del malogrado anteúltimo virrey de Buenos Aires con esta viñeta? ¿Expresar que está a favor de los niños con leucemia? (No a favor de que los niños tengan leucemia, sino a favor de los niños que padecen esa enfermedad.) ¿A favor de los médicos que atienden a esos niños? ¿A favor de que cobren un buen salario? No es mucho decir.

¿Quién es el duendecito ese que parece estar suspendido a unos centímetros del suelo? ¿Le habrán retenido alguna vez un porcentaje de una transferencia bancaria por el SIRCREB?

Durante mucho tiempo tuve en mi bío de Twitter la siguiente frase: “Estoy a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo”. Una ironía que intentaba significar que ante cualquier discusión que emprendiera había que partir de la base de que las intenciones son las mejores. Por supuesto, no siempre lo bueno y lo malo está delimitado con tanta claridad, pero yo diría que lo está la mayoría de las veces. El caso de los niños con cáncer es una: es bueno que se curen.

El conflicto con el Garrahan tiene varios frentes abiertos. Aunque podríamos decir que “es complejo”, en el fondo responde al problema de siempre: la falta de plata que, como en tantas otras instituciones, se arrastra desde hace años. A esta tensión económica se suman dos puntos de choque específicos. Por un lado, el Gobierno busca implementar un sistema de control de asistencia que ATE rechaza. Por otro, pretende reducir el personal clasificado como “no médico”, lo cual genera una disputa fundamental: mientras el Gobierno los categoriza así, desde el hospital sostienen que muchos de estos trabajadores —lejos de ser empleados prescindibles dedicados a tareas administrativas menores— desempeñan funciones esenciales para la atención sanitaria infantil, tan críticas como las del personal médico tradicional.

Probablemente todos tengan razón, menos Liniers. Y Lali Espósito, David Lebón, Lito Vitale y Claudio Savoia.

Nos vemos en quince días.

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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