El azar del calendario hizo que este newsletter caiga bastante lejos del estreno de El eternauta. Esto implica no solo pensar en algo inteligente para decir sobre la serie, sino además en algo distinto. Porque todo el mundo dijo su pelotudez sobre El eternauta y si yo voy a decir algo (inteligente o no), debería ser algo distinto.
Lo cual me lleva a preguntarme: ¿cuán importante es ser original? A veces, la verdad no es original. Quizás por querer ser original uno termina diciendo algo que no piensa, que no es verdad o que es una estupidez.
Entonces voy a recurrir al viejo truco de hablar sobre los que hablaron de El eternauta . La opinión de la opinión. Ya la crítica tiene mala prensa, ¿qué se puede esperar de la crítica de la crítica? En parte es toda una gran paja mental, pero también, quizás, lo que llamamos “paja mental” no sea otra cosa que el famoso “pensamiento”, y no está mal pensar. Bueno, depende de qué es lo que uno piense. En fin, veamos.
Anoté algunas cosas en Evernote (recomiendo). El día en que salió la serie, aparecieron varios con un discurso que se podría resumir en este posteo del crítico de cine Diego Lerer: “Toda la gente que trabajó en EL ETERNAUTA llegó donde llegó y aprendió lo que aprendió gracias a los cientos de películas nacionales que se hicieron en los últimos 25 años. Recuerden eso cuando escuchen a los que gobiernan y a sus lameculos decir que el cine argentino es malo”.
Me recordó un comentario de alguien (a quien no voy a escrachar acá porque es amiga) que dijo algo parecido cuando Ca7riel y Paco Amoroso se presentaron en The Tonight Show con Jimmy Fallon: “Pero no hay que invertir en arte” (en tono irónico, obviamente).
Es realmente curioso que ante dos ejemplos tan claros y extremos de talento argentino que se cruza con industrias culturales que generan millones de dólares, al Gen X se le vengan a la cabeza resoluciones, expedientes, organismos públicos, sellos, mesa de entradas, cajeros Red Link. Su pensamiento reflejo es ese. Quizás sea un problema de los millennials también (que, ojo, ya los hay de hasta 45 años, si somos estrictos).
Si uno quisiera discutir en esos términos, le dirían probablemente que Ca7riel y Paco Amoroso fueron a escuelas públicas, que Bruno Stagnaro debutó en cine con el corto Guarisove, los olvidados , gracias a un concurso del INCAA (aunque él fue a la FUC, privada, y no se recibió), y demás. Todo eso es cierto, pero resulta un poco aventurado (e injusto hacia los protagonistas) creer que sin pasar por esas experiencias no hubieran llegado a donde llegaron. Con ese criterio se puede dar vuelta el razonamiento: ¿adónde habría llegado Bruno Stagnaro si no hubiera crecido en un país con un capitalismo en decadencia, como describió muy bien Alberto Ades este domingo? Quizás El eternauta no la habría hecho Netflix sino Olga, quizás ya se habrían filmado temporadas del Sargento Kirk, de Ernie Pike y de Mort Cinder. Pensemos en grande: quizás Netflix habría sido inventado por algún argentino.
Pero algo está cambiando, porque el propio canal de streaming hizo prensa con el dato de cuánto dinero le ingresó a la economía argentina gracias a la serie. A los pocos días de su estreno, varios medios repitieron lo mismo: según un estudio de Empiria Consultores, fueron 41.000 millones de pesos los que se generaron en el país directa e indirectamente, es decir, plata que fue al sector audiovisual y también a transporte, hotelería, etc.
No es mi intención hablar acá del tema INCAA porque no es para un newsletter, amerita nota in extenso (algún día), solo señalo estos dos hechos curiosos que me parece que van relacionados: cómo alguien puede pensar en subsidios estatales ante el fenómeno de El eternauta, y cómo Netflix ve el clima de época y agarra para el lado opuesto.
No sé si alguno de “la contra” lee esto (seguro que sí), pero si sos de esos, me juego la cabeza que largaste una carcajada burlona cuando sugerí ese universo paralelo en el que la Argentina sin kirchnerismo inventó Netflix. Ahí está el problema. Está muy bien El eternauta , soy de los que están a favor, de los que no creen que sea “lenta” sino “slow burn” (dos cosas que significan exactamente lo mismo, pero una tiene connotación peyorativa y está mal visto usar, y la otra tiene connotación positiva y quedás como un capo si la usás), pero en ese orgullo por haber hecho algo “que parece yanqui” hay mucho de provincianismo. Somos el meme de Rick Dalton señalándose en la TV. O el de Joey Tribbiani. Simpáticos, pero algo patéticos.
La verdadera grandeza no está en alcanzar la perfección en un arte ajeno, sino en inventar uno propio. Y aunque estamos en el culo del mundo, tuvimos gente que inventó cosas. Borges, por ejemplo, agarró a Poe, Las mil y una noches, los clásicos y Schopenhauer y no hizo lo mismo que ellos pero en la esquina de Guatemala y Gurruchaga. Hizo otra cosa. Algo nuevo. Argentino, pero universal.
Se puede.
Nos vemos en quince días.
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