Me caracterizo por tener intereses muy diversos. Uno de ellos es la astrología. Pero no te asustes, no voy a hablar de astrología. Sé que no es una disciplina muy popular entre la gente seria. Voy a usarla como ejemplo para hablar de otra cosa.
En la astrología hay dos ramas principales. La astrología predictiva y la astrología natal. Seguro sabés de lo que hablo. La predictiva es la que se conoce vulgarmente como el “horóscopo”: vas a hacer un viaje, te vas a enamorar, etc. La astrología natal es la que estudia tu carta astral al momento de tu nacimiento y de acuerdo con eso analiza tu personalidad, tus potenciales y tendencias.
Curiosamente, si tomamos por cierto que los cuerpos celestes influyen en los acontecimientos terrestres (la parte que a la mayoría de la gente seria le resulta inaudita, y yo al menos tomo con pinzas pues en esto soy más bien agnóstico), la astrología predictiva sería una ciencia bastante exacta, porque los movimientos de los planetas se pueden predecir con exactitud matemática.
Esa es una de las cosas que me fascina de la astrología. Está claro que es una pseudociencia, un sistema de creencias, pero como se apoya en una ciencia dura como la astronomía, tiene sus reglas y no se puede decir cualquier cosa, aunque a veces parezca que sí.
Algunos llaman al análisis técnico de mercados “la astrología de los varones”. A diferencia del análisis fundamental, que estudia cualitativamente un activo financiero mediante estudios económicos (balances de empresas, calidad de gestión, etc), el análisis técnico solo observa la evolución del precio del activo y el volumen de las operaciones. Observa el gráfico a lo largo del tiempo y encuentra patrones: techos, pisos, ondas. La hipótesis es que los precios pasados determinan los precios futuros, porque el mercado posee una psicología colectiva.
Vi muchos locos haciendo análisis técnico (Maslatón es el más célebre) y me di cuenta de que suelen modificar sus dibujos descaradamente cuando los patrones reales no coinciden con los que habían predicho. Algo hay, porque si mucha gente compra y vende según las reglas del análisis técnico, se vuelve una profecía autocumplida. Pero se parece demasiado a una martingala del casino. ¿Cuántas chances hay de que salga rojo después de que salió 100 veces seguidas el rojo? 50 y 50.
Claro que predecir el valor de un activo financiero es el sueño de cualquiera, pero otras predicciones más difíciles de acertar son mucho menos útiles. Dentro del universo del análisis político también pareciera que hay dos ramas, como en la astrología: descriptiva y predictiva. En el análisis descriptivo, el politólogo, sociólogo o periodista raso intenta escarbar en la realidad para explicarla un poco mejor. En el predictivo, suele tirar pronósticos: Milei va a cerrar el Congreso, ser destituido o ser el presidente de la casta.
El problema con estos pronósticos es que son menos científicos que los astrológicos porque no tienen siquiera la trayectoria segura de los cuerpos celestes como guía. Y tampoco tienen la discreta credibilidad del análisis técnico financiero, que al menos puede trazar un comportamiento pasado con precisión matemática.
Pero lo que es más importante: no sirven para nada. Quien va a consultar a un astrólogo lo hace para saber si le conviene hacer un viaje o casarse; quien observa gráficos de la bolsa, para ganar plata; el que mira el pronóstico del tiempo, para saber si organizar un asado o salir con paraguas. Los que escuchamos a los astrólogos de la política lo hacemos por la sola diversión de saber si van a acertar o no. Quizás jugamos con ellos. Y después, cuando el vaticinio no se cumple, nos burlamos. Y si se cumple, el astrólogo podrá decir: “vieron, tenía razón”.
¿De qué sirve haber tenido razón? Acertar un pronóstico no tiene ningún valor. Es como el astrólogo que te anuncia cosas tan generales que en alguna la va a pegar. Además, ¿para qué queremos saber el futuro? Ya va a llegar y nos vamos a enterar solos.
Nos vemos en quince días.
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