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Nota mental

#22 | No hay un orden

Vincent Bugliosi dedicó su vida a demostrar que las teorías conspirativas sobre el asesinato de Kennedy son falsas: lo simple suele ser verdadero.

Vincent Bugliosi se hizo famoso por ser el fiscal que llevó adelante la acusación contra Charles Manson y compañía por los asesinatos de Sharon Tate y sus amigos. Después de lograr las condenas en 1971, contó la historia en el libro Helter Skelter, que, al momento de su muerte en 2015 había vendido más de siete millones de ejemplares.

En 1986, la London Weekend Television (LWT) organizó un simulacro de juicio a Lee Harvey Oswald por el asesinato de Kennedy y lo contrataron a él como fiscal. El simulacro era muy serio: contrataron al juez federal de Texas Lucius Bunton, seleccionaron jurados de la ciudad de Dallas, y Gerry Spence, el principal abogado penal de Estados Unidos sería el defensor.

Como Oswald había sido asesinado por Jack Ruby antes de ser juzgado, era la primera vez que habría un juicio más o menos parecido a uno real. Los testigos, por ejemplo, serían expuestos por primera vez a un contrainterrogatorio, algo que no había pasado ni en sus declaraciones ante la Comisión Warren ni ante el Comité Selecto de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sobre Asesinatos (HSCA), los dos organismos que habían investigado el crimen. Es decir: al haber dos partes enfrentadas, una parte podría cuestionar a los testigos de la otra, poner a prueba su memoria y su credibilidad, exponer contradicciones, revelar sesgos, motivaciones ocultas, etc.

Bugliosi se tomó el trabajo en serio. Durante cinco meses se pasó los siete días de la semana leyendo los 27 tomos del informe de la Comisión Warren y los 13 del informe del HSCA, además de la enorme cantidad de literatura conspiranoica sobre el tema. Si bien su única tarea era acusar a Oswald, es decir, probar que las balas que habían salido del fusil Mannlicher-Carcano disparado por él habían sido las que habían impactado en el cuerpo de JFK y terminado con su vida, luego de la investigación se convenció además de que había actuado solo. No había habido ninguna conspiración. Ningún “second shooter”. No estaban implicados el crimen organizado, ni los exiliados anticastristas, ni la CIA. La Comisión Warren había investigado bien.

El asesinato de Kennedy se transformó en su obsesión. Más específicamente, las mentiras que los conspiranoicos habían inventado a su alrededor. Por eso en 2007 publicó su magnum opus, un libro monumental de 1648 páginas titulado Reclaiming history (algo así como “Recuperando la historia”), donde no solo cuenta con lujo de detalles todo lo que se sabe que pasó (lo que se sabe fehacientemente, lo que está documentado), sino que además derriba todas y cada una de las teorías conspirativas que andan dando vueltas.

Hablé alguna vez acá de mi gusto por despotricar contra los conspiranoicos, no conté de mi fetiche por los libros grandotes, pero la cosa es que ya está viajando a la Argentina (no puerta a puerta porque no lo vende Amazon sino una librería de usados de St. Charles, Illinois). Claro que ansioso como soy, me bajé el PDF y lo empecé a leer. Solo la introducción me dio más información de la que ya tenía sobre un tema del que pensé que sabía todo.

El libro está dividido en dos partes: «Hechos: Qué pasó» y «Delirios de conspiración: Qué no pasó», con una coda que incluye capítulos sobre el juicio a Jack Ruby, una conversación con Marina, la mujer de Oswald, un listado exhaustivo de todos los grupos y personas acusados alguna vez por los conspiranoicos de haber asesinado a Kennedy (desde el Mossad, cuándo no, hasta Joe DiMaggio, real) y un análisis sobre las coincidencias entre el asesinato de JFK y el de Abraham Lincoln.

El primer capítulo de la primera parte, titulado «Cuatro días en noviembre», es un relato exhaustivo, obsesivo, minuto a minuto, de todo lo que pasó entre el viernes 22 de noviembre de 1963 a las 6.30 de la mañana, hora de Dallas, cuando Lee Harvey Oswald se despide de su mujer, que lo nota extraño, y el lunes 25 de noviembre a las 4 de la tarde, durante su funeral. “Cuatro de los días más oscuros en la historia de los Estados Unidos”, cierra Bugliosi.

Esas 317 páginas fueron editadas por separado en el libro Four Days in November, que fue llevado al cine en 2013 con el nombre Parkland (así se llamaba el hospital al que llevaron a JFK después del atentado). Jeremy Strong hace de Oswald. No está en plataformas.

Pero volviendo a la infinitesimal parte que leí de Reclaiming History, algunas cosas me parecieron dignas de contar.

Cuando la Comisión Warren publicó su informe, el 24 de septiembre de 1964, una encuesta nacional mostró que solo el 31,6% de los norteamericanos descreía de la conclusión de que Oswald había actuado solo. En cambio, la encuesta Gallup más reciente al momento de la publicación del libro decía que entonces ese número había subido al 75%. Los culpables son todos los conspiranoicos, una verdadera legión que “han sacado conclusiones rebuscadas y completamente irrazonables de hechos conocidos, y literalmente han fabricado hechos falsos a partir de rumores y especulaciones”, los más célebres con el objetivo de vender libros, y otros por diversión o ignorancia.

Bugliosi cuenta una anécdota. Poco después del estreno de la película JFK, de Oliver Stone, amplificadora como ninguna de las teorías conspirativas, dio una charla para unos 600 abogados. Durante el Q&A surgió el tema del asesinato, y por el tipo de preguntas, Bugliosi notó que eran pocos los que creían que Oswald había actuado solo. Entonces les dijo que pese a ser abogados inteligentes, no estaban pensando inteligentemente sobre el caso. Dijo: “Levanten la mano quienes hayan visto la película JFK o leído algún libro que cuestionara el informe de la Comisión Warren”. Casi el 90% levantó la mano. Entonces dijo: “Levanten la mano quienes hayan leído los 27 tomos del informe de la Comisión Warren”. Obviamente, ninguno lo había leído.

Todas las teorías conspirativas se desprenden de algún dato encontrado en el informe de la Comisión, que después manipulan a su antojo desestimando todos los demás datos del informe que no le sirven para abonar esa teoría. Pierre Salinger, el secretario de prensa de la Casa Blanca en aquel momento, dijo: “Es precisamente la minuciosidad de la Comisión Warren la que ha causado sus problemas. Escuchó con paciencia a todos, sin importar si su testimonio era creíble o no. Luego adjuntó todos estos testimonios a su informe, dándole así la oportunidad a cualquiera que tuviera una máquina de escribir y bastante tiempo libre para escribir un libro sobre el tema”.

Pero también se aprovechan de que nadie leyó los 27 volúmenes. Por ejemplo, escuchamos (y creo recordar que es lo que muestra la película JFK) que nadie pudo reproducir en ese breve lapso los tres disparos que hizo Oswald desde esa distancia con ese fusil y con esa precisión (acertó dos de tres). Esto es falso, asegura Bugliosi: en la página 446 del volumen 3 del informe de la Comisión Warren aparece un tal Especialista Miller del Ejército de los Estados Unidos que pudo incluso mejorar el tiempo de Oswald.
Cuando el fiscal de distrito Jim Garrison (en quien está basado el personaje de Kevin Costner) dijo en su libro On the Trail of the Assassins que Oswald era mal tirador, también estaba mintiendo: en el volumen 11 del informe de la Comisión Warren el Mayor del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos Eugene D. Anderson dijo que Oswald alcanzó una puntuación de 212, lo que lo calificaba como “tirador experto”.

Los que vimos Seinfeld recordamos particularmente la cuestión de la famosa “bala mágica”, que fue parodiada muy bien en el capítulo con Keith Hernandez. Esto lo inventó Robert Groden, asesor fotográfico de la película JFK, y abona la teoría del segundo tirador. La primera bala atraviesa el cuello de Kennedy y hiere a John Connally, el gobernador de Texas, que estaba sentado adelante. Groden demuestra con un diagrama que era imposible que una bala hiciera ese trayecto en línea recta, y que por lo tanto tiene que haber habido un segundo tirador. Pero Groden se aprovecha, dice Bugliosi, de que casi nadie leyó el informe de la Comisión Warren y no sabe que Connally estaba adelante, pero un poco a la izquierda y más abajo que JFK, por lo cual era prácticamente inevitable que la bala que atravesó el cuello de presidente en forma descendente lo impactara. (Groden rechazó declarar en el simulacro de juicio para la LWT).

Pero no se trata solo de algunos vivillos que quieren vender libros. ¿Qué es más aterrador? ¿Una conspiración de la CIA, el FBI y Lyndon Johnson o la posibilidad de que un loquito con un fusil de veinte dólares asesine al hombre más poderoso de la tierra? Como dijo Jackie Kennedy: “Ni siquiera tuvo la satisfacción de ser asesinado por los derechos civiles. Tuvo que ser algún tonto comunista insignificante. Incluso le roba significado a su muerte”.

La gente prefiere creer que hay un orden, aunque no lo pueda ver cuál es.

Pues no lo hay.

Agregado de las 12 de la noche: todo el newsletter podría ser un prólogo para decir que no creo que la emisión del crudo de la entrevista de Jony Viale al presidente Javier Milei haya sido una cama de TN. La explicación es más sencilla, como siempre: alguien pifió feo. No quisiera estar en sus zapatos.

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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