Nota mental

#12 | Te amo y por eso te voy a matar

Tamara Pettinato festejó desde su lugar en los medios las medidas de aislamiento impuestas por Alberto. No se puede victimizar por el hate que recibe ante la difusión de las imágenes incumpliéndolas.

But to live outside the law you must be honest.
–Bob Dylan

 

Los periodistas que se agarran las peras en las solapas de sus libros salieron la semana pasada a intentar poner orden en la conversación pública como si fueran profesores retando a los alumnos porque dibujaron pijas en el pizarrón. Los detalles que se filtraron a cuentagotas (o a chorritos, no pun intended) de Alberto Fernández, que dejaron a su presidencia menos como The West Wing que como una película de Olmedo y Porcel, fueron insumo inevitable para el meme, el chiste y la burla.

Igual, digamos que los videos de Tamara Pettinato beboteando y tomando cerveza no constituyen ningún delito, ni por parte de ella ni por parte de Alberto (otra cosa es la causa de violencia de género contra Fabiola Yañez, por supuesto). Tampoco me gusta juzgar a las personas en términos morales. No considero que el sillón de Rivadavia sea un lugar sagrado (en este lugar sagrado, donde acude tanta gente…). Todos en privado nos comportamos de una manera que en público se ve un poco ridícula.

También está el asunto no menor de quién filtró los videos. Los albertistas hardcore que se quedaron combatiendo en la selva filipina pusieron toda la responsabilidad en un todopoderoso Santiago Caputo. Yo pensaba que se trataba de una Fabiola despechada que se los iba pasando a la entusiasta y eléctrica Sandra Borghi. Ahora, si tuviera que jugarme la vida de mi gato, diría que saltaron del juzgado de Ercolini al celular de algún periodista. En tal caso, no apruebo. Pero son suposiciones y mi gato está relamiéndose en el sillón del living.

Dicho esto, recordemos que cuando en 2021 el periodista Gonzalo Vergareche (@gonziver en X) consiguió las planillas con las visitas a la Quinta de Olivos y a la Casa Rosada, entre todos los nombres apareció el de Pettinato en una fecha que se correspondía con el aislamiento más estricto. Era la época de la foto de la fiesta en Olivos y estábamos todos muy calientes.

Unos días antes de que surgiera el de Pettinato, habían surgido los nombres de Florencia Peña y Úrsula Vargues, y un tuit de Fernando Iglesias lo puso al borde de la expulsión de la Cámara de Diputados, acusado de misógino. Hoy parece un delirio, dado que en esos momentos el presidente habría estado fajando a la primera dama y tratando de fornicar a tontas y a locas, pero ocurrió y ya en aquel momento nosotros lo denunciamos. La nota de Hernani tiene un párrafo clarividente:

En las redes, especialmente entre tuiteros opositores, la noticia [de las visitas a Olivos] fue recibida con esa mezcla de bronca y excitación que es medio inevitable, y una primera hipótesis fue que Pacchi y otras mujeres incluidas, como Stefanía Domínguez, habían ido a Olivos en su calidad de, cómo decirlo, acompañantes íntimas del presidente. Esto no hay que negarlo. Dados los rumores que circulaban sobre los apetitos sexuales de Alberto (nunca confirmados, pero reproducidos por periodistas y políticos en off the record) y su propia conducta (aquel almuerzo con la pintora mendocina, sus mensajeos con periodistas mujeres, el constante flirteo tuitero antes y durante su presidencia) no es sorprendente que aquella chispa volviera a encenderse al saber que una mujer joven y atractiva, de quien se habían podido googlear fotos provocadoras, había estado en Olivos en horarios extraños.

Pettinato también aprovechó para victimizarse y dijo: “A los hombres que fueron [a la Quinta de Olivos] no los cuestionan tanto”. Pero, a diferencia de Florencia Peña, que dijo que había ido a pedir ayuda para sus compañeros actores, ella prefirió no decir para qué fue. Ahora sabemos por qué no lo dijo.

Ahora la estrategia fue parecida y se le sumaron los periodistas que se agarran las peras en las solapas de sus libros. Entonces golpearon con el borrador el pizarrón, nos hicieron callar y nos dijeron que estábamos corriendo el foco de lo importante, que el verdadero victimario era Alberto Fernández, que Tamara Pettinato estaba siendo acosada en las redes, que era su vida privada, que basta de decirle puta.

Coincido con todo, pero…

Pettinato no deja de ser amiga/novia/amante/whatever de Alberto Fernández y se juntó con él varias veces en la misma época en la que él nos prohibió juntarnos a nosotros y nos amenazó a los gritos con meternos presos si lo hacíamos. Ella en esa época también formaba parte del coro oficial que apoyaba esas medidas desde los micrófonos que tenía a su disposición, mientras evidentemente las incumplía. También me parece pertinente traer un video que desempolvó la producción de LAM de abril de 2015 en el que la ex participante de Gran Hermano Rocío Gancedo contó que se estaba involucrando en política en el Frente Renovador y Tamara Pettinato, entonces panelista de Intrusos, le preguntó con quién se estaba acostando. Seguramente Rocío disfrutaría un poco de este escándalo. Lamentablemente se suicidó en noviembre de 2017.

En definitiva, entiendo que alguien que tuvo que velar a su mamá por zoom pueda tenerle un poco de bronca a Tamara Pettinato. Ya sé que no todo el hate de las redes provino de gente que sufrió la cuarentena de esa manera. Pero a la cuarentena la sufrimos todos como sociedad. Así que no ha lugar con el psicopateo y que sigan los memes.

Nos vemos en quince días.

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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