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Nota mental

#10 | ¿Adónde está el judío?

El teaser de la nueva película de Marvel generó polémica porque al personaje de Sabra le borraron la nacionalidad israelí que tenía en los cómics.

Algún día del año 1901, la familia Solomon llegó al puerto de Nueva York proveniente de Rumania. Eran Sanfir, Sophia y sus ocho hijos, la pequeña Celia entre ellos. Cuatro años después llegó al mismo lugar y del mismo país Hyman Lieber. Tenía 17 o 19 años, no se sabe bien, y estaba acompañado por un tal Abraham, de 14, quizás un pariente.

Rumania era una monarquía, el rey era Carlos I, y los judíos no tenían nacionalidad, por lo tanto no podían acceder a buenos trabajos. Además, los pogroms en toda Europa del Este se estaban volviendo cada vez más usuales y violentos. Quizás el de Chisináu, en la provincia vecina de Besarabia, convenció al joven Hyman de tomarse, literalmente, el buque.

Nueva York era mucho mejor que Rumania, pero tampoco el paraíso. Era difícil ganarse el mango, no hablaban inglés y vivían en algo parecido a lo que nosotros llamaríamos “conventillos”, en donde todos hablaban yiddish y comían karnatzel y beigalej, bebían țuică y jugaban al 66 o al tablanet.

Suponemos que en algún ambiente parecido se conocieron Hyman y Celia y casi enseguida se casaron. El 28 de diciembre de 1922 nació su primer hijo: lo llamaron Stanley Martin Lieber.

Los primeros recuerdos de Stanley son de la Gran Depresión y de sus padres peleando por la falta de guita. Como no podía irse a los campamentos de verano con sus amigos, se quedaba solo leyendo y dibujando. “Garabateaba mis propias historietas. Solía dibujar la línea del horizonte y añadir figuras de personas, contándome pequeñas historias”, dijo muchos años después.

Fue a la escuela secundaria DeWitt Clinton, en el Bronx. Dicen que era bastante arrogante y que sus compañeros tenían muy claro que, se dedicara a lo que se dedicase, estaba destinado al éxito. Una vez se subió a la torre del colegio, donde se iba a llevar a cabo la reunión de redacción de la revista literaria en la que trabajaba, y escribió en el techo para que todos lo vieran: “STAN LEE ES DIOS”. Fue la primera vez que usó ese seudónimo.

Y tuvo algo de suerte, porque apenas terminó el colegio entró a trabajar en Timely Comics como aprendiz de Joe Simon y Jack Kirby, creadores del Capitán América. Joe Simon (Hymie Simon) era hijo de inmigrantes judíos del Reino Unido y Jack Kirby (Jacob Kurtzberg) era hijo de inmigrantes judíos de Austria. El dueño de Timely Comics era Martin Goodman (Moe Goodman), hijo de inmigrantes judíos de Vilna.

Creo que se entiende lo que estoy queriendo decir. Timely Comics pasó a llamarse Atlas Comics y después Marvel Comics y Stan Lee pasó de aprendiz a crear los superhéroes que hoy le hacen ganar miles de millones de dólares a muchísima gente: Hulk, Thor, Iron Man, los X-Men, Daredevil y Spider-Man, entre muchísimos otros, algunos junto a Jack Kirby y otros junto a su hermano Larry Lieber (Ant-Man, por ejemplo).

En el libro Origins of Marvel Comics, para presentar a Los Cuatro Fantásticos, Stan Lee escribió:

En el principio Marvel creó la Redacción y el Estilo.
Y la Redacción carecía de forma y estaba vacía, y las tinieblas se cernían sobre la faz de los Artistas. Y el Espíritu de Marvel se movió sobre el rostro de los Escritores.
Y Marvel dijo: “Que existan los Cuatro Fantásticos”. Y aparecieron Los Cuatro Fantásticos.
Y Marvel vio a Los Cuatro Fantásticos. Y vio que eran buenos.

Sin dudas, arrogancia no le faltaba a Stan Lee. Aunque haya disimulado y puesto Marvel en lugar de su nombre, esta paráfrasis del principio del Génesis recuerda el graffitti en la torre de la secundaria DeWitt Clinton. Pero tenía con qué, porque el paralelismo es pertinente.

En su libro Is Superman Circumcised?, Roy Schwartz dice que la primera obra literaria conocida es una historia de superhéroes. Se trata del Poema de Gilgamesh, de alrededor del año 2000 a.C: un rey que es dos tercios dios y un tercio hombre, con fuerza sobrehumana, que se lanza en una misión para luchar contra monstruos malvados y otros dioses.

Pero después se refiere particularmente a los mitos bíblicos y a las películas de los años ’20 y ’30 que seguramente vieron los primeros creadores de superhéroes: Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1923), Ben Hur (Fred Niblo, 1925), Rey de reyes (Cecil B. DeMille, 1927), El arca de Noé (Michael Curtiz, 1929) y El signo de la cruz (Cecil B. DeMille, 1932). Quiero recordar, como recordó Leonard Cohen, que a la Biblia también la escribió un judío.

¿A qué viene todo esto? Ya voy. Antes quiero señalar que el rival de Marvel es DC Comics, el dueño de Superman y Batman y que los creadores de Superman fueron Jerry Siegel (hijo de inmigrantes judíos lituanos) y Joe Shuster (hijo de inmigrantes judíos de Kiev y de Rotterdam); y los creadores de Batman fueron Bob Kane (Robert Kahn, hijo de judíos ashkenazíes) y Bill Finger (hijo de un inmigrante judío de Austria-Hungría). Datos, no opinión.

Estos días se conoció el teaser de la 35ta película del Marvel Cinematic Universe: Captain America: Brave New World, que presenta al primer Capitán América negro, cosa que celebramos. Uno de los personajes que hace su entrée es Ruth Bat-Seraph, interpretada por la actriz israelí Shira Haas, a quien probablemente muchos han visto en las series Shtisel y Unorthodox, en la época en la que ser judío era un poco más inocuo.

Ruth Bat-Seraph fue creada, irónicamente, por Bill Mantlo y Sal Buscema, dos goim, en el año ’80. Su nombre de superheroína es Sabra, la palabra con la que se nombra a los nacidos en Israel. Es mutante y trabaja en el Mossad.

A Shira Haas se la ve en dos breves escenas, dos pantallazos apenas, pero la especulación es que ya no trabaja para el Mossad. ¿Será siquiera israelí? ¿Judía, por lo menos? ¿Se comerá un knishe? ¿Mirará La niñera?

Marvel (que ya ha sido arianizada hace rato) difundió un comunicado en su momento ante las protestas de los propalestinos: “Aunque nuestros personajes y nuestras historias se inspiran en los cómics, siempre se imaginan desde cero para la pantalla y el público de hoy, y los cineastas están adoptando un nuevo enfoque con el personaje de Sabra, que se introdujo por primera vez en los cómics hace más de 40 años”.

Pero no se trata solo de Sabra, que uno puede llegar a entender que sea “problemática”. Los gemelos Wanda y Pietro Maximoff en los cómics son mitad gitanos y mitad judíos, hijos de un sobreviviente de la Shoah. En las películas y series esto no se menciona. Puede parecer paranoico o excesivamente suspicaz, pero en una época en la que todo el mundo está obsesionado por completar todos los casilleros de las minorías, esto parece extraño. Tenemos a Kamala Khan que es musulmana, a Phastos que es gay, a Deadpool que es pansexual, a Valkyrie que es bisexual, al chino Shang-Chi, a America Chavez que es latina, a Kingo que es indio, a Makkari que es sorda y a Daredevil que es ciego. ¿Y el judío? ¿Adónde está el judío? Eran Wanda y Pietro Maximoff. Y Ruth Bat-Seraph. No había que inventar nada. Estaba todo inventado.

En febrero, cuando recibió el premio a la trayectoria del Sindicato de Actores de Cine, Barbra Streisand (en su caso bisnieta de inmigrantes judíos de Austria-Hungría y del Imperio ruso) dio un discurso extraordinario. A simple vista pareció medio tibión, porque no dijo la palabra “judío”, mucho menos la palabra “Israel”, pero fue al corazón de la cuestión. Les dijo a todos los que estaban ahí sentados, a los que nos quieren y a los que no, que tengan un poco de respeto por los que construyeron todo eso.

No puedo evitar recordar a las personas que construyeron esta industria. Irónicamente, ellos también escapaban de sus propios problemas. Hombres como Szmuel Gelbfisz, que cambió su nombre por el de Samuel Goldwyn; Lazar Meir, que se convirtió en Louis B. Mayer; y los cuatro hermanos Wonsal, que se convirtieron en los hermanos Warner. Todos ellos huían de los prejuicios a los que se enfrentaban en Europa del Este simplemente por su religión. Y también eran soñadores, como todos los que estamos aquí esta noche. Yo ahora sueño con un mundo en el que esos prejuicios sean cosa del pasado.

Nos vemos en quince días.

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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