Debutamos con este newsletter, que llegará a tu casilla todos los viernes, en el que vamos a comentar las cosas que nos interesaron esta semana y que quizás no ameritan (al menos por ahora) una nota de domingo.
Esperamos que te guste.
Los enchastres que está haciendo Elon Musk en Twitter nos tienen a todos quejándonos… en Twitter. La nueva es el cambio de nombre y de logo: ahora ya no es Twitter, ahora es X. Adiós al pajarito. Más allá de algunas anécdotas graciosas, como el bloqueo en Indonesia porque el dominio x.com se usaba para pornografía y juegos de azar, ambas cosas ilegales en el país con mayoría musulmana, lo cierto es que el pataleo general no parece estar muy justificado. ¿Cambia algo el nombre de la red? Estuvo gracioso Stephen King, un gran viejo quejoso progre anti Elon Musk: “It will always be rock and roll to Billy Joel, and it will always be Twitter to me” (“Siempre será rock and roll para Billy Joel, y siempre será Twitter para mí”, referencia a “It’s Still Rock and Roll”, del disco Glass Houses). Pero después siguió: “Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter And in case you didn’t get that: Twitter” (“ Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Twitter Y en caso de que no hayas entendido: Twitter”). Cálmese, abuelo. No es tan grave.
En Seúl nos interesa el destino de Twitter porque es la red que mejor expresa nuestro ethos. Nos gusta su horizontalidad. Nos gusta incluso eso que los demás le critican: que sea una jungla en la que @Mabel41% le pueda decir al presidente de la nación lo que piensa de él. Esto tiene sus contraindicaciones, por supuesto, pero preferimos el barullo del libertinaje al silencio militar.
Dicho esto, Elon está un poquito pasado de revoluciones. Nuestro editor Diego Papic, en su defensa del año pasado, igual lo había advertido: “Sus promesas de libertad de expresión son seductoras, sobre todo para los que estamos cansados del paternalismo de burócratas que deciden qué discurso es peligroso. Pero estamos en sus manos, nos encomendamos a él”. Y está ejerciendo su rol de amo y señor como un rey caprichoso. Lo de la X es un poco eso.
Los tuiteros indignados prometen irse a Truth, a Mastodon, a Blue Sky, pero no se dan cuenta de que la red social es sus usuarios. A menos que nos vayamos todos juntos al mismo tiempo (con nuestros seguidores y seguidos) a la misma red social, nada será igual. Y eso es imposible. Lo más cerca que estuvo fue Threads: un clon de Twitter que tenía la ventaja de aprovechar la base de usuarios de Instagram. Ahí sí ya estábamos todos (los que tenemos Instagram, al menos). Por eso llegó a los 100 millones de usuarios en sólo cinco días. Pero las cosas igual no son tan fáciles: en esos días, el uso (engagement) bajó un 70%. Twitter es Twitter. O X.
La muerte de la cantante irlandesa Sinéad O’Connor nos tomó por sorpresa, aunque no debería, lamentablemente. En realidad no se conocen todavía las causas, pero O’Connor hace rato que no estaba bien, en particular después del suicidio de su hijo Shane, de 17 años, a comienzos del año pasado. En uno de sus últimos tuits, dijo: “Estuve viviendo como una zombie. Era el amor de mi vida, la luz de mi alma. Eramos un alma en dos mitades. Era la única persona que me amaba incondicionalmente. Estoy perdida en el bardo sin él”. El “bardo” es un concepto budista que significa un estado transicional entre la muerte y el renacer. Y después, un link de Spotify a la canción “Here but I’m Gone” de Curtis Mayfield, que dice: “Where do I belong?/ And where in the world did I ever go wrong?/ (…) I still feel as if I’m here but I’m gone” (“¿Adónde pertenezco?/ ¿Y en qué parte del mundo me equivoqué?/ (…) Aún siento que estoy aquí, pero ya me fui”) Más claro, imposible.
Aquellos que no somos particularmente melómanos ni conocemos la obra de Sinéad O’Connor, la recordamos por su versión extraordinaria de “Nothing Compares 2 U” de Prince y también por una razón extramusical: la icónica imagen noventosa en la que se la ve rompiendo una foto del Papa Juan Pablo II en vivo en la TV. Esa misma imagen se replicó estos días exponencialmente en las redes sociales, y uno podría pensar que es un poco injusto que se la recuerde más por eso que por su obra, pero probablemente a ella le habría gustado porque siempre estuvo muy orgullosa de ese gesto punk.
El año era 1992 y Sinéad O’Connor estaba invitada a cantar en Saturday Night Live (Tim Robbins era el host). Hizo una impresionante versión a cappella de “War” de Bob Marley y al final dijo “Fight the real enemy” (“Luchen contra el enemigo real”) y rompió la foto del Papa, en protesta por los casos de abuso sexual en la Iglesia católica que empezaban a salir a la luz. Recién en 2001 el Papa empezó a reconocer lo que había pasando y mandó unas disculpas.
Para algunos el gesto de O’Connor le arruinó la carrera, pero ella decía que la puso en su lugar. No quería ser la típica cantante pop exitosa. No quería ser, por ejemplo, como Madonna, que se burló de ella unos meses después en el mismo estudio de Saturday Night Live.
Hoy que estamos en una época en que las celebridades la van de rebeldes por vociferar consignas progresistas que en realidad les granjean el favor del público y por lo tanto de las marcas, las corporaciones, los presidentes y hasta los papas, vaya acá nuestro homenaje a Sinéad O’Connor, que un día dijo lo que pensaba y se bancó los abucheos.
Fabio Zerpa tiene razón, hay marcianos entre la gente. En realidad no, pero un tal David Grusch, ex-agente de inteligencia de Estados Unidos, y los medios ávidos de clickbait, se confabularon para que tu tía Irma te comparta en Facebook la noticia de que está confirmada la existencia OVNIs.
Grusch no es cualquier persona: trabajó en la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial y en la Oficina Nacional de Reconocimiento, y como miembro de esta última participó del Grupo de Trabajo de Fenómenos Aéreos no Identificados. Está en el tema. A principios de mes salió una nota en el sitio independiente The Debrief, en la que decía que Grusch había informado al Congreso que el Gobierno tenía material extraterrestre (vehículos intactos y “pilotos”, incluso) que estaba ocultando ilegalmente. El miércoles Grusch declaró bajo juramento en el Congreso y ratificó sus dichos, aunque dijo que sólo dará detalles en una “instalación de información confidencial compartimentada”. La NASA y el Departamento de Defensa negaron todo.
Hay un dato interesante. La nota que originó todo fue ofrecida primero al New York Times, al Washington Post y a Politico, que la rechazaron porque se basaba sólo en declaraciones y no había fotos ni documentos. La historia de siempre con el tema OVNIs: ¿cómo puede ser que hoy que hay casi 5 mil millones de personas en el mundo con teléfono celular con camarita nadie le haya sacado una foto decente a un hombrecito verde? No queremos pincharles el globo, fanáticos de Los expedientes secretos X. Probabilísticamente es muy probable que haya vida “allá afuera”. Pero no parece estar ni remotamente cerca.
Para calmar la ansiedad, te podemos recomendar un “estreno” en HBO Max. Subieron la serie de los ’80 V: Invasión extraterrestre, una vuelta de tuerca muy interesante al tópico de la invasión alienígena: llegan los visitantes en son de paz, hacen acuerdos con los líderes mundiales para intercambiar conocimientos tecnológicos por recursos naturales, y pronto instauran una dictadura fascista que esconde objetivos monstruosos que no vamos a revelar acá. Extraordinaria.
La decisión de la municipalidad de Bariloche de retirar el monumento a Julio Argentino Roca del Centro Cívico de la ciudad avivó la grieta sobre el prócer argentino, que para algunos es un genocida y para otros (nosotros), el constructor de la nación argentina. El ex-embajador de Cambiemos en Israel y Costa Rica (y colaborador de Seúl) Mariano A. Caucino escribió una nota en Infobae en defensa de Roca que fue tuiteada por el ex-presidente Mauricio Macri y provocó el cacareo de la contra.
Una crítica repetida a Cambiemos era la de la falta de “relato”, sobre todo ante el exceso de relato que había del otro lado. Los animales en los billetes eran para estos críticos el ejemplo de lo peor. Para los kirchneristas, en un razonamiento forzado, la prueba de que nuestros próceres eran vergonzantes; para los demás, que no teníamos próceres. A nosotros nos siguen gustando los animalitos (al que no le gusta el bebé yaguareté del billete de $500 no quiere a su madre), pero esta reivindicación general de Roca muestra que estamos en otro momento histórico, que como dijo nuestro colaborador Pablo Siciliano hace dos semanas, ya no es país de globitos.
Además de la Campaña del Desierto, gracias a la cual la Patagonia hoy es parte de Argentina y no de Chile, Roca promulgó la Ley 1420 de educación común, gratuita y obligatoria para todos los chicos de entre 6 y 14 años, que además separaba la educación general de la religiosa, la 1565 que establecía el Registro Civil, y la 2393 de Matrimonio Civil. Tres afrentas a la Iglesia Católica que le valieron una pelea que lo llevó a expulsar al nuncio Luis Mattera y a congelar la relación con la Santa Sede durante 16 años.
Y sin embargo a nuestros progres de hoy les parece mala palabra Roca y buena palabra, por ejemplo, Rodolfo Walsh, sin mayor discusión, como si fuera algo evidente, que no hace falta justificar o argumentar. No se la haremos tan fácil.
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