Entré a trabajar en YPF en la década del ’90, en los años del uno a uno. Empecé en el área de Estudios Económicos, en el primer piso del edificio que daba a la calle Esmeralda y se conectaba por dentro con la histórica sede de Diagonal Norte. Después pasé a Desarrollo de Negocios, cuando YPF se expandía por América Latina y el mundo. No llegué a conocer a Pepe Estenssoro, el líder de la transformación y privatización de la empresa, pero colaboré con sus sucesores, los ingenieros Nells León y Roberto Monti.
En mi vida laboral ypefiana no tardé mucho en sumarme a los grandes festejos petroleros: cada 13 de diciembre, el Día del Petróleo; cada 3 de junio, el cumpleaños de YPF. Aprendí que el 13 de diciembre se conmemora el descubrimiento de crudo de 1907, realizado en Comodoro Rivadavia por un equipo perforador del Ministerio de Agricultura de la Nación. Y que el cumpleaños de YPF recuerda el 3 de junio de 1922, cuando Hipólito Yrigoyen creó por decreto la Dirección General de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales, poniendo por primera vez juntas a las tres letras que perduran hasta hoy. De ese día se cumplen este viernes 100 años, que la empresa celebrará con bombos y platillos.
En 2001, luego de una fallida experiencia como subsecretario de Hacienda en el Ministerio de Economía, volví a una YPF distinta; privada como antes, pero en manos del grupo español Repsol. Por vocación y azar me puse a investigar la historia de la empresa, proyecto que con el tiempo se convirtió en un libro, Historia del Petróleo en Argentina. Al ser parte de YPF tuve acceso privilegiado a documentos que ningún investigador había visto antes: las viejas actas del directorio, las notas reservadas que el presidente le mandaba a las autoridades con los temas confidenciales, las colecciones oficiales del Boletín de Informaciones Petroleras.
En el curso de mi investigación empecé a mirar con recelo el descubrimiento de 1907 y la creación de YPF en 1922, esas fechas que había aprendido a celebrar. Con el tiempo entendí que ambas reflejaban hechos reales, pero negaban un pasado más rico y complejo. Al ocultar una parte importante de los hechos, distorsionaban la verdad histórica de la industria.
El petróleo en Argentina fue descubierto en el siglo XIX, varios años antes de la fecha oficial.
El petróleo en Argentina fue descubierto en el siglo XIX, varios años antes de la fecha oficial. La Compañía Mendocina de Petróleo, fundada por el empresario Carlos Fader, en 1885 no solo produjo petróleo en Cacheuta, sino que construyó instalaciones de refinación para vender subproductos —básicamente, querosene para iluminación— en las ciudades más importantes del país. La Compañía Mendocina, que sumó a sus filas a Enrique Hermitte, un joven ingeniero que había completado sus estudios en Francia, expandió sus negocios a Jujuy, pero el contexto económico adverso no le permitió consolidarse y para el inicio del nuevo siglo había abandonado sus actividades petroleras.
Pocos años después, en Comodoro Rivadavia, sería el mismo Hermitte (ahora como director de Minas, Geología e Hidrología del Ministerio de Agricultura nacional) quien lideraría el descubrimiento petrolero oficial del 13 de diciembre, con dos diferencias centrales respecto al antecedente de la Compañía Mendocina. Comodoro Rivadavia era entonces parte de un territorio bajo jurisdicción federal (Chubut); y los miembros del equipo perforador eran empleados públicos del gobierno nacional. Veinte años antes, el descubrimiento de Fader había sido protagonizado por una empresa privada y en Mendoza. A la luz de los históricos dilemas de la política petrolera argentina que llegan hasta hoy —provincias versus Nación, explotación privada versus monopolio estatal—, no se trata de diferencias menores.
La opción estatal
El 13 de diciembre de 1907 no es entonces el primer hito en nuestra historia petrolera, pero sigue siendo una fecha especial: marca el inicio de la explotación estatal que con el tiempo pasaría a llamarse YPF. Para ser más precisos, la fecha clave es el 14 de diciembre, un día después del descubrimiento, cuando el presidente José Figueroa Alcorta estableció por decreto una amplia reserva estatal en torno al pozo descubridor. Sin esa reserva, el descubrimiento habría provocado una avalancha de permisos de cateo enmarcados en el viejo código de minería, que habría desembocado en concesiones a perpetuidad para las empresas productoras privadas, sin pago de regalía alguna al Estado.
Pero el Estado nacional reservó para sí la flamante zona petrolera y, como consecuencia de esa decisión, se enfrentó a la necesidad de explotar aquello que había excluido de la actividad privada. En los primeros años, con un enfoque experimental, se realizaron nuevos pozos, ensayos sobre la calidad del petróleo extraído, y se construyó una mínima infraestructura complementaria a las perforaciones. En 1910 el Congreso discutió por primera vez la cuestión petrolera y sancionó la Ley 7059, que mantuvo la reserva estatal de Comodoro, aunque redujo su extensión a 5.000 hectáreas. Ese mismo año, ya bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña, se creó la Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, conducida por una Comisión Administradora especial que gozaba de cierta flexibilidad para la gestión del petróleo. Al frente de la comisión fue nombrado el prestigioso ingeniero Luis Augusto Huergo, secundado por Hermitte, Pedro Arata, José Villalonga y Adolfo Villate.
Con el empuje de la Comisión Administradora, la explotación de Comodoro adoptó un perfil mas comercial, expandió su producción y sus ventas, y dejó de depender de los recursos públicos. Para 1914 la producción sumaba más de 40.000 toneladas, diez veces lo producido en 1910, y aportaba el 27% del consumo total de petróleo del país.
La llegada de Hipólito Yrigoyen a la presidencia, en 1916, no fue positiva para la explotación petrolera estatal.
La llegada de Hipólito Yrigoyen a la presidencia, en 1916, no fue positiva para la explotación petrolera estatal. La Comisión Administradora fue disuelta y el responsable de la administración en Comodoro, el ingeniero Leopoldo Sol, fue reemplazado por un hombre de la Marina. Pese al fuerte interés sobre el petróleo que generó el fin de la Primera Guerra Mundial, la precaria y politizada gestión del yacimiento de Comodoro provocó un deterioro creciente de la organización, con limitaciones de almacenaje e infraestructura de transporte que bloquearon el aumento de la producción y obligaron al cierre de pozos.
Los problemas se agravaron a fines de 1921 con la renuncia del ingeniero Hermitte, disgustado por designaciones políticas de empleados sin formación en su repartición. En marzo de 1922, pocos días antes de las elecciones presidenciales que consagrarían a Marcelo T. de Alvear, el diario La Razón publicó un artículo titulado “Es irregular la administración de la explotación petrolífera”, que provocó la renuncia del ministro de Agricultura a cargo del área, Alfredo Demarchi. El presidente Yrigoyen demoró más de un mes en nombrar a su reemplazante, Eudoro Vargas Gómez, quien se declaró oficialmente enfermo y se recluyó en su casa de La Plata. Para la prensa, era evidente que Vargas Gómez no asumía el cargo para no quedar implicado en las irregularidades en la explotación petrolera de Comodoro.
En ese clima político enrarecido y pocas semanas antes de concluir su mandato, Yrigoyen creó por decreto la Dirección General de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales, que absorbía a la vieja Dirección de Explotación y sumaba la gestión del flamante yacimiento de Plaza Huincul, siempre dentro de la estructura del Ministerio de Agricultura. El decreto establecía un férreo control administrativo del ministerio sobre la nueva dirección general —fijaba los precios de venta y debía autorizar “todo gasto y adquisición de materiales o artículos de cualquier clase”— y daba por aprobados a los cuestionados actos administrativos de la vieja Dirección de Explotación.
El cambio alvearista
La creación de la Dirección General de YPF no modificó el clima de desgobierno de la explotación petrolera estatal. Enfrentado con sus subordinados por la interpretación de las nuevas normas, Vargas Gómez renunció al Ministerio de Agricultura en agosto de 1922 y fue reemplazado por Carlos J. Rodríguez, quien ocupó el cargo las pocas semanas que restaban para el recambio presidencial. El caos de Comodoro sólo cambiaría con la llegada de Alvear, su nuevo ministro de Agricultura, Tomás Le Breton, y un nuevo administrador general de la Dirección de YPF, que pasaría a la historia: el entonces coronel Enrique Mosconi.
¿Con qué situación se encontró Mosconi cuando llegó a la Dirección General de YPF? El propio coronel lo relató en sus memorias, y también Rodolfo Walsh se ocupó de contarlo en una nota para la revista Leoplán contemporánea a su obra más conocida, Operación Masacre: “Materialmente [YPF] era un yacimiento en Comodoro Rivadavia, un depósito en Dársena Sur, una oficina central en Buenos Aires, y cuatro buques petroleros. Espiritualmente era una empresa desarticulada, corroída por la burocracia y la lentitud, ya casi deficitaria, que se limitaba a extraer el petróleo crudo de Comodoro y venderlo a cualquier precio en su estado natural, sin refinar. Era una típica oficina pública de la época, donde se trabajaba a la buena de Dios, a veces con entusiasmo, pero sin normas definidas ni visión de futuro”.
Alvear aprobó una nueva regulación para YPF, que de la mano de Mosconi se convirtió en pocos años en una pujante empresa petrolera integrada.
Alvear aprobó una nueva regulación para YPF, que de la mano de Mosconi y una nueva Comisión Administrativa, se convirtió en pocos años en una pujante empresa petrolera integrada, sentando las bases para su expansión de los años ’30, década en la que alcanzaría la posición de liderazgo del mercado petrolero argentino que mantiene hasta hoy.
En definitiva, cuando buceamos en la historia descubrimos que el Día del Petróleo y el cumpleaños de YPF son celebraciones instaladas para imponer un relato sesgado en el que la industria petrolera es una creación del Estado nacional, y la empresa estatal es una creación de Yrigoyen. Para consolidar esa visión histórica se ha opacado el rol de muchos pioneros petroleros argentinos: los Fader, Hermitte, Huergo, Villate, Leopoldo Sol, y tantos otros.
Mosconi, lejos de desconocer a sus antecesores, se ocupó siempre de homenajearlos. El 23 de abril de 1923 reunió por primera vez a la recién designada Comisión Administrativa que lo acompañaría en su trascendente gestión al frente de YPF: Carlos Madariaga, Eduardo Zuberbuhler, Raúl Carranza, Julio Peña, Napoleón Paz y Emilio Palacio. Sin embargo, la constancia oficial de esa primera reunión no es el Acta 1 de YPF; lleva el número 377, y sucede en el mismo libro al acta 376, la última de la vieja Comisión Administradora de Comodoro disuelta por Yrigoyen seis años antes. De este modo, Mosconi estableció un puente de continuidad con los fundadores de la organización, y al iniciar la reunión propuso a sus colegas “ponerse de pie” para recordar a los miembros ya fallecidos de la comisión, Luis A. Huergo y Adolfo Villate. En palabras de Walsh, Mosconi “reconoció justicieramente la obra de hombres como el ingeniero Huergo, el gran artífice del Sur argentino, y de los sucesivos gobiernos que, empezando por el de Figueroa Alcorta, habían ido reservando a favor del Estado zonas cada vez mayores de Comodoro”.
El próximo 3 de junio YPF festejará su cumpleaños oficial de 100 años, pero algunos meses después, en diciembre, la organización petrolera estatal argentina cumplirá 115 años de existencia. En esos primeros 15 años poco reconocidos de su historia hubo trabajadores y dirigentes que hicieron enormes esfuerzos para sentar las bases de esta organización, que con el tiempo se convertiría en la principal empresa argentina, orgullo de muchas generaciones. En estos días de conmemoraciones ypefianas corresponde también rendir homenaje a esos pioneros, rescatarlos del olvido y darles, como hizo Mosconi, un justo lugar en nuestra historia petrolera.
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