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Las autoras compartimos juicios estéticos por chat desde hace años. Aunque somos de generaciones distintas, las dos vimos La loca de mierda, la serie de Malena Pichot que irrumpió en YouTube en 2008 y nos cambió la vida para siempre. Cuando hace unos días salió Viudas negras (Flow/TNT/Max), era evidente que la íbamos a ver, pero no lo que íbamos a encontrar. Nos pusimos a mensajearnos, hablamos un par de horas por teléfono (quizá más), y de toda esa conversación quedó esto.
VICTORIA
De Viudas negras, la flamante serie de Malena Pichot, me impresionó muchísimo su inteligencia y que en ningún momento se tradujera la pavada que vemos en sus redes cada día. Es una ficción profundamente innovadora, que no cae en ningún dogma; juega con todos y hace la suya. Y la suya es un mundo de mujeres. Siempre admiré a Pichot pero ahora quiero un monumento.
EUGENIA
Es muy divertida, y muy inteligente. Lo que me llamó la atención —y corroboré en la entrevista con Iván Schargrodsky— es que ese dogmatismo kirchnerista de Malena es totalmente genérico. No aporta ningún spin-off interesante, retuitea y repite una serie de fórmulas trilladas, no veo su inteligencia creativa al servicio de esa causa. Está bien que el dogma quede en Twitter y no en Viudas Negras.
VICTORIA
Es el mayor plot twist de su carrera: que tenga la capacidad de hacer comedia, de hacer obra con ese talento que Dios le dio, sin involucrar a la kirchnerista picantera que disfruta de usar el vocativo “negro” y se jacta de querer a sus primos a pesar de que sean de San Isidro. En la entrevista que mencionás, ella me causa gracia porque tiene gracia haga lo que haga y diga lo que diga, pero mi espíritu no termina de acompañarla cuando la veo incapaz de entender cómo funciona la economía. En cambio, en Viudas, me entrego en cuerpo y alma. Malena es como el Diego en eso: la pelota no se mancha.
EUGENIA
Igual seamos justas, en un momento hasta dice que para entender la economía necesita un poco de mansplaining. Pero quién no.
VICTORIA
No puede evitar ser genial la hija de puta. ¡Y el tema que agarró! Cuando el año pasado saltó el caso Pélicot, me llamó la atención la poca bola que le dieron acá. ¿Y por qué? Porque en Francia que te “goteen”, como dicen en la serie, no es una experiencia infrecuente en la vida de una mujer. Hasta tiene nombre: sumisión química. Hay muchas que, después del caso Pélicot, empezaron a reconocer los síntomas en episodios pasados de sus vidas: “Ah, esa vez que salí con tal, o que estuve en tal reunión de trabajo, y me sentía rara y no sabía qué era, era eso”. Acá, en la Argentina, me parece, se da al revés: chicas que duermen tipos para robarles.
EUGENIA
No lo tenía tan claro, pero hace poco una amiga fue a denunciar un robo a una comisaría y al lado tenía a un cheto de campo denunciando que había sido víctima de una viuda negra. Se habían conocido por Tinder. Dos cosas espectaculares del relato: 1. le habían robado un Apple watch pero no se habían llevado el cargador y 2. en algún momento entró la segunda viuda a la casa, comieron juntas y después lavaron los platos. Un amor la verdad.
VICTORIA
¡Es muy de Micaela Goyena lavar los platos después de robar! Marina los pisa y se va. Sí, sí, al parecer es un métier tan viejo como la araña que le da nombre. Pichot, preocupada por la coyuntura libertaria, se habrá dicho: “Hay que avivar gilas; si no hay plata, que salgan a dormir tipos que se merezcan perderla. Ahí tienen una salida laboral. Hermana, yo te ayudo”.
EUGENIA
Justo ayer leí la noticia de que desbarataron una banda de viudas negras que atacaba en Palermo. Pero retomando, me gustaría hacer hincapié en “que merezcan perderla”. Recordemos la descripción de la víctima perfecta que explicitan en la serie: un macho alfa que no quiera denunciar por miedo a quedar como un idiota porque lo engañaron unas minitas.
VICTORIA
Está la dimensión lucha de sexos, que por supuesto le gana a la interseccionalidad. De hecho, no hay un solo varón que esté bueno en los ocho capítulos. El único bonito es malo por bien intencionado, y nunca es sexy un pelotudo.
Después están la dimensión moral (si siempre está mal robar o sólo a veces) y la social, representada por las tres chetas. Ahí el humor entra mucho más, y la sátira se devora al referente. Para empezar, en un universo de duplas femeninas, como son las generaciones de las brujas poderosas y sublimes (las dos viudas, las dos clientas fijas, las dos pendejas, las dos mafiosas mature), las chetas son tres y una está claramente de más, todos sabemos cuál. ¿Qué pasó ahí, Male?
EUGENIA
La telenovela es la gran heredera del folletín decimonónico y, como tal, siempre va a tener que poner en escena la lucha de clases. Te desafío a que encuentres una sola telenovela latinoamericana exitosa que no sea sobre eso. El caso argentino es notable, una pensaría que a esta altura del partido nuestros guionistas tendrían que haber aprendido qué es un cheto, cómo habla y qué hace, pero no. Una y otra vez los vemos fracasar en ese rubro. Esperaba más de Male que siempre está hablando de que es cheta o de que la acusan de ser cheta. Me reí mucho con la primera (y única) escena de Benjamín Rojas haciendo de “Juan Cruz”, una suerte de ex rugbier random que está ahí en representación de todo el universo Cris Morena. ¿Cómo olvidar a Pablo Bustamante, el niño rico con tristeza que Benjamín inmortalizó en Rebelde Way?
VICTORIA
A mí me divierte que todas las referencias chetas estén chanfleadas. Mi hipótesis: lo hacen a propósito porque no les importan, porque la cheta (más si es mujer) encarna el perfecto punching ball. ¿Quién no puede reírse despiadadamente de una cheta? Hoy hay hombres burlando estereotipos femeninos (Caro Pardíaco, Hermana Beba) con total impunidad y complicidad de la sociedad (yo incluida, que detesto a la primera pero adoro a la segunda). ¿Qué importa cómo son los ricos? Hacelos garcas y/o boludos y no te vas a equivocar.
EUGENIA
Tenés un punto, pero, ¿no es más exitosa la burla cuando la copia es perfecta? ¿No suma el verosímil? Por ejemplo: ¿por qué esas tres chetas estarían viendo Crónica TV? ¿Por qué hijo el hijo de Mechi tiene nombre de jugador de fútbol? Pienso, por ejemplo, en Parker Posey en la última temporada de The White Lotus o en Succession, que hasta tenía en el staff un consultor de asuntos de billonarios. En las ficciones argentinas, recuerdo el personaje de Veronica Llinás en Viudas e hijos del rock and roll , que era mucho más exacta y por eso más graciosa.
VICTORIA
Ahí está la lucha de clases. Pichot prefiere pisarlas, ponerles mucamas con delantal, cuando las empleadas de hoy usan ambo o ropa propia (ahí tenés una consecuencia del cambio léxico). Ninguna de las tres chetas, por otro lado, maneja bien el acento, aunque sí hay sintagmas verosímiles como “rata inmunda”, o decir “¡chicas lo vi, era dengue!” después de matar un mosquito. También hay observaciones muy pertinentes como: “Bien de cheto, nunca tienen liquidez”. Pero, ¡las uñas que se ponen las señoras! ¡los conjuntos de plush rosa Barbie! Las ves y entendés el audio de la cheta de Nordelta.
EUGENIA
Que era otra falsa cheta, por otra parte. Pero es verdad que la serie está muy bien a nivel “idioma de los argentinos”, o bueno, de los porteños.
VICTORIA
Hay un disfrute pleno de la lengua y de la pertenencia, que mezcla todo, como si no importara de dónde vienen las referencias. Incluso las políticas, los eslogans, el efímero gesto de Milei que hace Pichot cuando festeja. Es un deleite escuchar: “No seas bolacera”, “sos terrible cachivache”, “te fuiste hace añares”, “un chisme, oxígeno”, “fichón, boluda, fichón”. La vuelve de culto, nivel Esperando la carroza.
EUGENIA
Bolacera, cachivache, añares, son palabras un poco vintage, pero que quedan muy bien fuera del contexto “película protagonizada por Darín con paisajes del microcentro y leve aura melancólico-tanguera”. Acá el pasado mítico es más bien rollinga: a las chicas les gusta Viejas Locas. Eso también está en Porno y helado, otra serie cómica de la misma generación (de hecho Malena y Martín Piroyansky fueron pareja previo a La loca de mierda), pero Viudas negras es una serie estilizada y Porno y helado es una serie más esnob. Comparten la chispa, pero la segunda está mucho más intelectualizada, plagada de intertextualidad y referencias muy específicas, lo que termina siendo un filtro de público.
VICTORIA
Coincido, pero los dos primeros capítulos de la segunda temporada –los de la secta rollinga– son una obra de arte. Malena está muy viva. Su energía creativa le da a cualquier guión la suerte de Pinocho. Y después está esa tercera cosa, la atmósfera que construyen con Pilar Gamboa que, si entiendo bien, no eran amigas antes de hacer esta serie, pero engancharon enseguida por el humor, por la lengua. Esa hermandad entre chicas (incluso si deja afuera a las chetas, lo que es importante si tenemos en cuenta las últimas declaraciones de la guionista respecto de la “camaradería peneana”) es más trascendental que la historia de amor entre Marina y su buen marido feo.
EUGENIA
Sí, y si bien la amistad de las chicas es central, creo que cualquier varón podría ver Viudas negras y pasarla muy bien. La camaradería de Micaela y Marina no excluye a los demás, aunque es cierto que si eras del club de La loca de mierda la hermandad es automática; cualquiera de nosotras podría ser esa amiga del pasado. El cruce con el género policial (el final es apoteósico) coquetea con una larga tradición argentina, incluso si nunca terminamos de sentir que las chicas estén en verdadero peligro. Y en la misma línea, celebro que no tenga un final trágico; no son Thelma y Louise.
VICTORIA
No opacan al resto del mundo. Hay amor, hay hijos, hay aspiraciones laborales. Hay incluso remordimiento. De hecho, la serie recorre una de las grandes encrucijadas argentinas, punto neurálgico de nuestra cultura: ¿la viveza criolla suma o resta?
A las dos protagonistas las conflictúa la cuestión moral, aunque aceptan, resignadas, que la dicha, la adrenalina, la intensidad de la vida se juega en la amistad, y la amistad en una saga de anécdotas que mientras más border sean mejor se sienten, aunque terminen mal y pesen décadas en la conciencia. Los personajes de Pichot saben que está mal lo que hacen, y saben también que son felices haciéndolo. Se mezcla la complicidad con el delito. El viejo dilema de la mano de Dios. ¿Es de genio o es de delincuente salirse con la suya habiendo burlado las reglas? No hay que elegir, dice Pichot, es las dos cosas y punto. Lo importante es que los hijos de ella –la juventud– saben que robar está mal y lo dicen con todas las letras, aunque les parezca lo más normal del mundo tener una madre chorra.
EUGENIA
El dilema está. Hay un momento en el que se ponen a hacer un mini repaso de sus crímenes y ahí se las nota afligidas, racionalizando la suerte de sus víctimas y argumentando que el oportuno robo los salvó de una suerte peor. Pero tampoco se detiene de más en eso, y está bien: a Tony Soprano no le importa matar ni a las personas de su familia. Es verdad que va a terapia, pero para ser un mejor psicópata. Saliendo de la referencia cipaya: tenemos esa otra gran tradición de bandidos rurales, orilleros y ladrones, y ante todo siempre prima la viveza criolla. En uno de sus ensayos sobre la gauchesca, Borges recuerda a un viejo orillero que una vez le dijo: “Señor Borges, yo habré estado en la cárcel muchas veces, pero siempre por homicidio”.
Las chicas tienen calle, saben cómo es la vida y que el mundo es un eterno entramado de corrupción. Saben que si no robás, te roban a vos. Y se defienden. Pero bueno, ese también podría ser un argumento a favor de la evasión fiscal.
VICTORIA
Que también está, ¿no? El buen marido de barrio cerrado tiene algo turbio en Bahamas, y su vecino es cuevero. En todos los estratos sociales hay corrupción: el barrabrava, el empresario de la noche –una cruza entre Yabrán y Chabán– es un mafioso de la pesada, ellas, que representan Flores, el barrio, la clase media, son ladronas. ¿Hay pobres? Está el ciruja que se cogen.
EUGENIA
Pero nunca es un personaje, es una anécdota de derrape de juventud. Sí están las empleadas domésticas.
VICTORIA
Las célebres mucamas … Siempre me va a doler el costado clasista de la palabra, que me parece tan linda.
EUGENIA
Creo que pesa sobre ella la acusación de racismo, porque es una palabra de origen africano. En la serie, aparece el problema de las combis Mary Go que (no sé si te acordás) son unos transportes específicos de Nordelta. En un momento se armó un escándalo porque no permitían que las empleadas se subieran a las mismas combis que los patrones porque “hablaban mucho” y “tenían mal olor”. Y también está Antonella, una de las nuevas reclutas de la banda, que es joven, piola, de barrio, y pone un límite moral: no quiere robar si van a culpar a la mucama. En cambio a Micaela no le importa drogar a la empleada para poder llevar a cabo su plan; incluso le roba el celular. Lo de Mary Go mostraba hasta qué punto los habitantes de Nordelta son unos piojos resucitados. Ningún cheto que se precie trataría así de mal a la mucama, que es una prolongación de la familia y cuando se muere tu abuelo aparece en el aviso fúnebre como “fiel colaboradora”.
VICTORIA
Viudas negras tiene varias cimas: el momento Legally Blonde, cuando descubren al malo por su perfilado de cejas, el momento Norman Briski, cuando Marina se saca e insulta al Comité de la Fundación, la escena del debate feminista en la peluquería o cuando atacan las seis juntas al director del documental (“soltalas” es extraordinario). Hay frases que tienen chances de permanecer en la memoria de los argentinos al nivel de Esperando la carroza, como cuando Micaela inventa a las ratas del cementerio de Recoleta y exclama: “¡Se están comiendo a nuestros próceres!”.
La bajada más insistente, aunque matizada, es que podés ser chorro, viuda negra o mala madre, pero no podés ser puta. La única incontestable es que vivir en un barrio cerrado es extraterrestre. Hacia el final (quizá para reforzar su crítica) Pichot sorprende con una reivindicación de Recoleta.
EUGENIA
Solo una de las clientas del centro estético de Micaela desafía la virtud católica, y esgrime una defensa de OnlyFans. Pero, en definitiva, lo que sentencian es el barrio cerrado. De cara a la muerte, Marina tiene miedo de que Clarita, su hija, no sepa ni cruzar la calle porque vive en un country.
Y diciendo estas cosas, Eugenia y Victoria hablaron para siempre.
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