LEO ACHILLI
Domingo

Veto a veto

¿Hizo bien el PRO en apoyar al Gobierno en la Ley de Financiamiento Universitario? Dos posturas enfrentadas conversan.

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Una de las preguntas políticas del año ha sido sobre el rol del PRO, especialmente en su relación con el Gobierno. En estos diez meses, el partido presidido por Mauricio Macri apoyó en el Congreso buena parte de los proyectos del Poder Ejecutivo, como la Ley Bases, sin pedir o conseguir nada concreto, con el argumento de que estaba de acuerdo con el rumbo económico o respetaba el pedido de sus votantes. En las últimas semanas, esta estrategia se puso en tensión con el voto del bloque PRO en Diputados para sostener el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, en contra del voto de sus ex socios en Juntos por el Cambio. Más allá de que parece haber empezado ahora una nueva etapa entre el Gobierno y el PRO, el sostenimiento del veto generó dudas en algunos dirigentes partidarios, incluidos algunos diputados. ¿Fue la decisión correcta? Sale debate entre alguien que cree que sí y alguien que cree que no.

HERNANII

Cómo estás, Julián. Yo creo que la decisión de sostener el veto fue difícil y quizás costosa, pero en última instancia correcta. Intentaré explicarme mejor después, pero, ¿por qué no arrancás contando vos por qué creés que no lo fue?

JULIÁN

¡Hola! Dejame definirte primero mi posición. Creo efectivamente que el PRO debió haber rechazado el veto o, al menos, haber dejado en libertad de acción a sus diputados. Se me ocurren tres argumentos.

En primer lugar, lo obvio: las universidades públicas argentinas necesitan financiamiento. El sistema universitario público argentino es una parte esencial de nuestro sistema de educación superior. En parte son cajas de la política, sí. Podría discutirse la política de ingreso, sí. Podría incluso discutirse el arancelamiento, al menos parcial. Y la asignación y rendición de sus gastos deberían deberían ser absolutamente responsables y transparentes. Personalmente no estoy de acuerdo con arancelar la universidad pública, me parece un cambio muy fuerte y que choca con una cultura muy arraigada en nuestra sociedad. Pero, nobleza obliga, en esto rescato lo que ha dicho el Presidente: la universidad es no arancelada, pero tampoco gratuita. Nada es gratis, el presupuesto es una asignación de gasto que proviene de un ingreso (los impuestos) por lo que es una transferencia de ingresos. Por lo que tenemos que ser absolutamente responsables y transparentes en la asignación.

Al mismo tiempo, la enseñanza universitaria no es un bien individual, ni siquiera es un únicamente un bien público. Es una política pública orientada a construir conocimiento en un país. Los países avanzados invierten mucho dinero público en formar a sus profesionales, incluso en atraer y formar profesionales extranjeros. Argentina es un país en crisis pero (con todo respeto) no es un país de África subsahariana. Si queremos ser un país desarrollado tenemos que hacer varias cosas de las que está haciendo este gobierno en materia fiscal y monetaria, pero también invertir recursos públicos en educación superior y en ciencia y tecnología. 

Me habría gustado que el PRO no apoyara el veto, quizás absteniéndose, y en el mismo acto presentara un proyecto propio, corrigiendo algunas cosas bastante aberrantes de la ley votada.

Me habría gustado que el PRO no apoyara el veto, quizás absteniéndose, y en el mismo acto presentara un proyecto propio, corrigiendo algunas cosas bastante aberrantes de la ley votada y –lo más importante– agregando un esquema claro de financiamiento. Es decir: no hacemos populismo, y mucho menos hacia las clases medias, pero entendemos que la educación universitaria es una parte importante del sistema y que su reforma debe ser tratada seriamente. 

Obviamente, hay que cuidar el equilibrio, para no caer en lo que Hernán Lacunza definió muy bien: subo un gasto el lunes, otro el martes y al final de la semana estoy emitiendo. Pero creo que se pueden encontrar otras cosas que bajar. Un presupuesto es, en definitiva, un conjunto de prioridades. 

El segundo punto tiene que ver con estar atento a lo que pide la sociedad. Estamos en un momento de inflexión casi único en nuestra historia, en el que la sociedad está soportando niveles de ajuste económico inéditos, lo cual abre la puerta a la oportunidad de que por primera vez se sostengan medidas de equilibrio fiscal y monetario, y eso termine bien. Es tremendo eso: casi el 100% de la población está pagando las tarifas de electricidad y gas, luego de los aumentos, casi no hay mora.

Pero en materia universitaria da la sensación de que esa misma sociedad les dice a los políticos “no me saques esto, me banco el ajuste en el presente porque sé que es necesario, pero no me saques una herramienta de ascenso social a futuro”. Hay que escuchar eso también. Porque, además, quienes lo dicen son, en parte, el electorado histórico del PRO y el que creo que va a ir a buscar al PRO nuevamente en un futuro no muy lejano. 

Pero en materia universitaria da la sensación de que esa misma sociedad les dice a los políticos “no me saques esto”.

El tercer argumento, como para tirar tres cosas y dejar ahí por ahora, es más político. ¿Por qué colaborar políticamente con un gobierno que no da señales orgánicas de que está dispuesto a abrir la discusión política y compartir decisiones? No veo que eso sea parte de ningún manual de Ciencia Política (o más bien, de política) básica. Yo lo que veo es buena actitud hacia el PRO de algunos sectores del oficialismo (y muy mala en otros) y alguna vocación no orgánica de diálogo en ciertos dirigentes. Pero eso no se traduce en una actitud coalicional. Es más: yo veo más señales de buscar eso en el peronismo que en el PRO. Segundo tiempo pero del menemismo, no de Macri. Bueno, está bien. Es una estrategia interesante. Pero entonces que no nos pidan que cabeceemos todos los tiros de esquina.

HERNANII

Buenos argumentos. Los voy comentando. El primero, sobre la importancia del financiamiento universitario. Nadie debería estar en desacuerdo con que es importante financiar las universidades y que las universidades nacionales son un pilar del sistema educativo. Mi mirada es diferente de la tuya porque veo esta etapa del conflicto no como un desafío estructural sino sobre todo como una discusión paritaria, en el cual no está en juego la vida o la muerte del sistema.

Los profesores universitarios se están comiendo un ajuste tremendo de sus salarios. En línea con los de otros empleados públicos, pero tremendo igual. Eso justifica su protesta, que es parte de la política democrática de toda la vida: presionar para obtener más recursos. Lo pongo en estos términos porque otras transferencias del Tesoro a las universidades ya han sido acordadas (también con conflicto). La bolsa grande que queda acordar es la salarial y uno podría decir que incluso la ley votada por el Congreso y vetada por Milei es parte del minué: presionar políticamente para obtener recursos y también para debilitar al Gobierno, que es lo que buscan hacer las oposiciones. Fair play. 

Esto puedo decirlo, claro, porque no creo que el gobierno esté pensando en “destruir” la educación pública, como sí advierten muchos de sus críticos. Para mí parte de ese discurso es una sobreactuación, también legítima y habitual en la política, sobre todo la más reciente, donde todo el mundo sobreactúa. Sin embargo, cuando les preguntan a Milei o a Adorni o al secretario de Política Universitaria, todos dicen que creen en la educación pública, que no hay planes para desfinanciarla estructuralmente o arancelarla o poner cupos. Dicen lo de las auditorías y, en menor medida, lo de los estudiantes extranjeros, pero ambas cosas las veo como fuegos artificiales, munición para la conversación urgente. No como un plan.

Para mí parte de ese discurso es una sobreactuación, también legítima y habitual en la política, sobre todo la más reciente, donde todo el mundo sobreactúa.

Segundo punto tuyo: estar atento a lo que pide la sociedad. Es cierto que consultadas en abstracto las universidades nacionales son populares entre los argentinos, pero creo que con una pregunta bien armada sobre el conflicto los números serían distintos. En cualquier caso el PRO debe estar atento, antes que nada, a sus votantes, que si algo le están pidiendo a los dirigentes es apoyar el rumbo económico del gobierno, no dejarlo solo. Y el debate por el veto perfectamente puede enmarcarse como una cuestión económica, de refuerzo o desvío del rumbo.

Tercero: por qué darle esto casi gratis al Gobierno. Quizás por “ética de la responsabilidad”, que sí está en los manuales de Ciencia Política. Apoyar lo que uno cree que es necesario hacer aunque sea difícil o impopular en el corto plazo.

JULIÁN

Entiendo lo que decís, pero me parece (y esa en todo caso es mi mirada diferente) que es un tema de balance final entre todos los argumentos, y para mí el balance da para no haber apoyado en esta. 

Dejame ponerlo en estos términos: Aristóteles planteaba que todo discurso tiene tres componentes: el racional, el emocional y el ético. Esto me conviene, esto siento que me gusta, y esto está bien. Siento que ninguno de los tres cerraba mucho con el tema del veto. No era algo que saliera fácil entre nuestros diputados (esto habla de que hay contradicciones sobre el tema), nuestro electorado no lo ve (a mi juicio) tan bien, y en ningún momento el PRO participó de la decisión. Entonces, ¿qué sentido tiene?  Me parece un buen punto lo de la ética de la responsabilidad, pero creo que en política la distancia entre ser responsable y ser ingenuo es muy, pero muy fina. 

El PRO es (o debería ser) un partido liberal, no una expresión del populismo de derecha.

Porque además de la ética de la responsabilidad esta la ética de la convicción. El PRO es (o debería ser) un partido liberal, no una expresión del populismo de derecha. Y si eso implica caminar un pequeño desierto por algún tiempo, y bueno. Habrá que caminarlo. 

¿Apoyar lo que está en el centro de nuestras convicciones, el rigor fiscal, las reformas del Estado, la desregulación, la desburocratización? Sí, claro, a dos manos. ¿Apoyar una agenda con las empresas públicas? Por supuesto. Pero, ¿pagar costos con nuestro electorado, votando algo que generó mucha tensión en nuestro bloque medio gratis, por un proyecto que dista de ser la solución definitiva a un problema? No le veo sentido. 

HERNANII

Creo que el PRO ya está caminando por su “pequeño desierto”, incluso no tan pequeño, una situación novedosa después de nueve años en una coalición muy exitosa (la más exitosa desde el regreso de la democracia) que parece haber cumplido su ciclo. Y que sostener un ajuste como el actual es lo opuesto del populismo: es decir, aguantemos un poco más que ya vendrán los beneficios en el futuro.

Dejame dar mi versión de por qué creo que el PRO hizo bien en acompañar el veto, en un escenario donde había buenas razones para votar cualquiera de las dos opciones. Primero, porque sí está “en el centro” de una de sus convicciones, que es el “rigor fiscal” y el equilibrio macro. Macri viene diciendo hace una década que el pecado original de la inestabilidad económica, de las crisis recurrentes, son los déficits crónicos del sector público en el último medio siglo o más. Es un tema central para el discurso histórico del partido.

Segundo, porque el PRO apoya el rumbo económico (macro y desregulatorio), reconoce la fragilidad todavía de la situación (el Banco Central no tiene reservas netas) y sabe que a un gobierno débil cualquier soplido lo puede desviar. Todos los analistas financieros repiten que para los mercados el apoyo del PRO es indispensable para sostener el ajuste y el ordenamiento: si se termina o se pone en duda, se derrumban los bonos, caen las acciones, quizás se despierta el dólar. Entonces hay una responsabilidad ahí.

En esto la clase política fracasó (con el kirchnerismo como villano principal, pero no único) y ahora Milei está haciendo un intento serio por saldar esa deuda.

Además, está lo de Lacunza que vos citás: ceder ante una demanda específica atraerá a una horda de sectores perjudicados que buscarán la misma recompensa. Esa puerta hasta ahora ha estado cerrada. Los protestones han fracasado, empezando por los gobernadores durante el verano. Si se abre una hendija, entra un chiflete que se puede convertir en ventarrón.

El PRO cree (y yo coincido en esto) que la tarea principal que tiene el Gobierno, para la que fue elegido y donde más disciplina ha mostrado, es ordenar la economía, bajar la inflación, poner los cimientos para crecer. Que es además la gran deuda de la clase política en estos 40 años: ordenar la economía para que al menos se parezca un poco a las de Brasil, Uruguay o Chile. En esto la clase política fracasó (con el kirchnerismo como villano principal, pero no único) y ahora Milei está haciendo un intento serio por saldar esa deuda.

Entonces, entre las opciones a) ayudar al Gobierno a sostener un rumbo, o b) ayudar a un sector importante, cercano y popular a conseguir más recursos, la decisión era fina, difícil, para nada clara. Pero en el recinto hay que votar una de las dos y el PRO votó, en mi opinión acertadamente, poniendo todo en la balanza, a favor del Gobierno.

JULIÁN

Por separado coincido con cada uno de los argumentos que planteas, pero insisto: me parece que es un tema de balance. Incluso (volviendo al tema de la ética de la responsabilidad) me parece incluso que no cabe que el PRO deba ponerse al hombro el tema de la fuente de financiamiento. Creo a veces que nos pesa tanto la sensación de que nos faltó hacer cosas entre 2015 y 2019 que ahora nos hacemos cargo de las responsabilidades de otros. La fuente de financiamiento es un tema de quienes redactaron el proyecto, en primer lugar, y del gobierno (que, entre otras cosas, para eso fue elegido) en segundo. No hace falta tirarse sobre todas las granadas.

Te agrego un extra, más para otra conversación, quizás: hay que cortarla en algún momento con las abusivas capacidades legislativas que tiene el presidente en Argentina. Obviamente esto no es responsabilidad de Milei ni de LLA, y tienen todo el derecho a usarlas en la medida en que son legales (además, todos lo hicieron). Y es un poco hilarante ver los arranques republicanos del kirchnerismo para derogar la Ley 26.122, inventada por su jefa, cuando reinaban en el país. Pero eso es una anécdota. Hay que reducir los poderes legislativos del presidente en Argentina, que es el presidencialismo con la lapicera presidencial más poderosa del mundo. 

El PRO es un partido y actúa como tal. Sus diputados no son un grupo de librepensadores que hace más o menos lo que se le ocurre.

Dicho todo esto, y como para ir terminando, quiero decir algo respecto del comportamiento del bloque del PRO. Se planteó una discusión en el bloque, que sé que fue intensa, pero una vez saldada el bloque votó de manera prácticamente homogénea. El PRO es un partido y actúa como tal. Sus diputados no son un grupo de librepensadores que hace más o menos lo que se le ocurre. Si hay libertad de acción, la hay. Pero si no, se comporta como un partido. Eso es algo que el oficialismo debería mirar con atención, es algo que no siempre ocurre en su propio bloque. Argentina necesita tener partidos que funcionen bien, eso le sirve a la democracia. Y el PRO es un partido. Incluso hoy, en crisis, después de una derrota tremenda, el PRO es un  partido que funciona como tal en nuestra democracia. Cuánto ayudó eso a la gobernabilidad en estos meses, es algo que el oficialismo espero que se esté preguntando.

HERNANII

Me despido con esto. El PRO está haciendo algo que no recuerdo a nadie haber hecho en esta democracia: apoyar a un Gobierno con el que coincide en algunas cosas sin esperar demasiado a cambio. Al Gobierno lo desespera esta actitud, por eso Santiago Caputo les dice en off a los periodistas, y los periodistas lo publican, y sus militantes lo replican, que Macri vende estos apoyos a cambio de cargos en el Ejecutivo, como buscar poner a Guillo Dietrich, quien ya dijo mil veces que no tiene ninguna intención de volver a la función pública. La unpopular opinion es que El PRO apoyó cosas con las que sus dirigentes y votantes están de acuerdo. Navaja de Ockham.

Una razón por la que lo hizo, creo, es el recuerdo de la falta de apoyo en 2015-2019, a veces incluso dentro de Cambiemos, para empujar algunas reformas o los enormes peajes que cobraba el Frente Renovador, el swing block de entonces, para hacer pasar una ley, incluso después de desguazarla y vaciarla. Después de quejarse de eso (de que gente de acuerdo con reformas las retaceara por oportunismo político), sería extraño hacer lo mismo. Incluso cuando el propio Milei en 2018 marchaba con Moyano, haciendo una oposición estrafalaria y contradictoria, o en 2023 votaba para eliminar el Impuesto a las Ganancias, que pidió reincorporar después. Incluso cuando para algunos de los militantes oficialista el deporte favorito es pegarle al PRO. El ego no es buen consejero.

Por eso te leo decir “ingenuo” y me da un poco de ganas, por contrera, de decir “sí, hay que ser ingenuos”.

Porque todo eso es menos importante que la visión de largo plazo. Que otros sean populistas y contradictorios no debe darle a uno autorización para serlo. Por eso te leo decir “ingenuo” y me da un poco de ganas, por contrera, de decir “sí, hay que ser ingenuos”. Abracemos la ingenuidad, que además era una característica del PRO original, hacían como que no entendían de política, irritando de doble manera a analistas y políticos tradicionales, porque encima electoralmente funcionaba.

En lo personal, este no es mi gobierno. Quiero que ordene la macroeconomía porque es la gran deuda de la política con la sociedad argentina, porque tengo 50 años y estoy podrido de vivir con inflación, pero reconozco que el partido de los que somos liberales en lo económico y en lo político-social es chiquito, acá y en todas partes. Nunca vamos a gobernar solos, siempre tendremos que apoyarnos en o intrusar a otros, a veces serán socialdemócratas, a veces conservadores, a veces libertarios. Los que gobiernan ahora son ortodoxos en lo económico (no populistas) y estrafalarios e irritantes (y populistas, si querés) en muchas otras cosas, sobre todo en lo que dicen, no tanto en lo que hacen. Mis amigos del PRO se enojan cuando digo esto, pero el premio mayor (una macro ordenada y con consenso social y sistémico) es tan grande que generará un terremoto político descomunal e imprevisible. Acomodará mil melones, que todavía no sabemos ni que existen.

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Hernán Iglesias Illa

Editor general de Seúl. Autor de Golden Boys (2007) y American Sarmiento (2013), entre otros libros.

Julián Gadano

Sociólogo. Profesor de la UBA y la Universidad de San Andrés. Ex subsecretario de Energía Nuclear.

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