VICTORIA MORETE
Domingo

La cruel banalidad
de Montoneros

A pesar de sus fracasos políticos y haber mandado a morir a cientos de jóvenes, Fernando Vaca Narvaja mantiene la arrogancia y el cinismo de sus años como jefe guerrillero.

En una reciente entrevista subida a YouTube, el ¿ex? jefe montonero Fernando Vaca Narvaja dialoga sobre un conjunto amplio de temas que abarcan los últimos 50 años de historia política argentina: desde la violencia de los ’70, el peronismo y las luchas contra la dictadura hasta una cantidad importante de anécdotas personales, muy intensas y muy propias de quien ha sido un protagonista del pasado político reciente de nuestro país.

La entrevista es infrecuentemente larga (tres horas y cuarto) pero tengo entendido que es el estilo del entrevistador, Tomás Rebord: que las cosas duren lo que tengan que durar, como una suerte de manejo lacaniano del tiempo, pero al revés. En fin, lo cierto es que —habiendo visto algunos fragmentos de la entrevista en las redes— decidí invertir los 195 minutos necesarios para verla completa, a efectos de evitar los posibles sesgos como resultado de ver únicamente las partes “intensas” fuera de contexto. Honestamente, no se me hubiera ocurrido hacerlo de no ser por algo que llamó mi atención (no precisamente de manera positiva): su opinión sobre el conjunto de acciones que Montoneros llevó a cabo entre 1979 y 1980 conocidas como “la Contraofensiva”.

Voy a volver sobre ese tema en un par de párrafos, pero antes me permito algunas reflexiones generales sobre la entrevista y sobre la visión del mundo y de la política que expresa Vaca Narvaja en el reportaje. ¿De qué habla Vaca Narvaja? Diría que de tres cosas: en primer lugar, sobre la política en los ’70 y ’80, especialmente acerca de las organizaciones a las que perteneció. En segundo lugar, cuenta un montón de anécdotas e historias de las que fue protagonista directo, como la primera “caída” en prisión, la fuga de Trelew, el exilio en Chile y Cuba, la emboscada que le tienden los militares en 1977, Nicaragua y su rol como responsable de las relaciones internacionales de Montoneros, entre otras.

Es la parte menos importante, ya que su rol hoy es secundario y sus análisis no son ni sofisticados ni novedosos.

Desde el punto de vista periodístico, entiendo que es interesante que hable de eso. Alguien que fue guerrillero por más de una década tiene mucho para contar. Y además es una buena oportunidad para ver la lente con la que se ve a sí mismo, a sus acciones, a su pasado. En tercer lugar, Vaca Narvaja hace algunas reflexiones sobre la política argentina actual. Es la parte menos importante, ya que su rol hoy es secundario y sus análisis no son ni sofisticados ni novedosos. Pero ayuda a complementar lo que aparece en la primera parte: su visión sobre la política, las instituciones, el poder y —sobre todo— sobre su propio rol en la historia.

Arranquemos sobre sus reflexiones sobre la política, tanto en pasado como en presente. Lo que la entrevista nos muestra es una persona que todo el tiempo analiza las cosas con un esquema de categorización y análisis anclado en el pasado. Relación de fuerzas, poder económico, poder real y poder formal, toma del poder, organización popular, oligarquía, imperio, modelo agroexportador, sustitución de importaciones. En ese marco, llama la atención el peso que tienen para él las categorías militares: concentración de fuerzas, repliegue, ofensiva, instrumentos, logística, golpe, efecto. Y, por supuesto: enemigo.

La idea de enemigo es, probablemente, la que más aparece: “El enemigo tal o cual”, “hay que identificar siempre al enemigo principal”, “el enemigo nos calaba bien”. Ni siquiera habla de “los enemigos”. El “enemigo” es uno, en todo caso con diversas facetas. Y es global: “el imperio”, que tiene dos caras globales (Estados Unidos e Inglaterra) y muchos socios locales: “la oligarquía”, “el capital concentrado”, los medios (o por lo menos los que a él no le gustan) y, por supuesto, “la derecha”.

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Para Vaca Narvaja, la política es Carl Schmitt en estado puro: se constituye en la dialéctica amigo-enemigo, y la razón de la existencia de las organizaciones en las que participó es la lucha contra ese enemigo. No hay política sin lucha y no hay política sin enemigo.  Con esa lógica explica el pasado, pero también el presente. Quizás valga la pena prestar atención no sólo a sus referencias sino a lo que deja afuera: no hay en su narrativa ni una mención a la democracia como régimen inclusivo, ni al espacio público, ni a la construcción de identidades colectivas a partir de la pluralidad. Una sociedad tiene, para Vaca Narvaja, dos partes. Y el éxito de una parte sólo es posible a partir de la eliminación o “derrota” (otra palabrita de aquéllas) de la otra parte. La democracia será, en el mejor de los casos, una de las “herramientas” que tiene “el pueblo” en su lucha contra “la oligarquía”.

He leído y visto muchas entrevistas a exguerrilleros, protagonistas de diversos conflictos en el mundo. Algunos personajes me caen mejor y otros peor. Pero es la primera vez que veo a alguien que no muestra el más mínimo arrepentimiento de lo que hizo, ni un cambio en su forma de ver las cosas. El mundo puede ser analizado con las mismas herramientas cognitivas de hace 50 años, su rol histórico es el correcto, no hay nada de qué arrepentirse. Para seguir con la fraseología militarista, el suyo es un pensamiento blindado. Da la sensación de que, en el imaginario de Vaca Narvaja, los líderes guerrilleros son un grupo de próceres, sanmartines o belgranos cuya misión es mostrar a las nuevas generaciones cómo no desviarse del camino correcto. Al respecto me permito decir que hay pocas cosas peores en política (y en la vida en general) que creer que valés más de lo que realmente valés. Te deja muy mal parado.

Fracasos exitosos

Volvamos a la Contraofensiva. A comienzos de 1979, la conducción montonera (probablemente entusiasmada con cierta presencia internacional en Nicaragua, en México y en Europa, entre otros lugares, y apoyada además en su fenomenal y atípica disponibilidad de recursos producto de los secuestros extorsivos a empresarios: el de los hermanos Born fue el secuestro con el rescate más elevado de la historia) decide encarar una serie de acciones en Argentina, denominadas con el pretensioso calificativo de “contraofensiva”. Consistió básicamente en el envío al país de entre 100 y 200 militantes exiliados divididos en dos tipos de grupos: las Tropas Especiales de Agitación (TEA) y las Tropas Especiales de Infantería (TEI). Las primeras tenían como objetivo preparar el terreno y armar la logística y las comunicaciones. Las segundas debían realizar las acciones “de combate” que se les asignaran.

Sin que se le mueva una pestaña, Vaca Narvaja declara que la Contraofensiva fue un éxito porque visibilizó el salvajismo de la dictadura y “porque fue el punto de partida de su caída”. Y, como para que no queden dudas, refuerza su extravagante teoría con el ejemplo de Trelew: según su extraña visión, los fusilamientos de 16 militantes montoneros el 22 de agosto de 1972 tras un intento de fuga fueron una “victoria” porque desenmascararon a la dictadura “de Lanusse y Mor Roig”.

La Contraofensiva no fue un éxito. Fue un fracaso extraordinario que implicó la muerte de cientos de personas. Me tocó escuchar a algunos sobrevivientes de la primera contraofensiva de 1979, que volvían a México contando que estaban totalmente aislados, sin ningún contacto real con organizaciones locales y a merced de ser cazados como conejos por la dictadura. Un año después, los sobrevivientes de esa primera ola fueron enviados nuevamente. Los que lograron no ser capturados en esa segunda ola no creo que superen en número a los dedos de una mano.

Es mucho más preciso decir que la Contraofensiva fue una decisión mesiánica de la jefatura de una organización de carácter militar, que desde hacía años había perdido todo contacto con la realidad argentina. Montoneros no tenía ninguna inserción política ni social en el país, por lo que su acción se reducía a la de un grupo guerrillero con armamento sofisticado, pero sin ninguna posibilidad real de combatir contra un ejército regular en un país que no estaba en estado de insurrección y, mucho menos, esperando que los montoneros condujeran esa (no) insurrección.

La conducción montonera, extasiada en la imagen subjetiva que el espejo de su relativa visibilidad internacional le entregaba, se inventó un estado insurreccional inexistente.

La conducción montonera, extasiada en la imagen subjetiva que le entregaba el espejo de su relativa visibilidad internacional, se inventó un estado insurreccional inexistente y mandó a la muerte a más de 200 jóvenes que no estaban en condiciones de cuestionar las órdenes de sus jefes. El Ejército Montonero (así se autodefinía) era una organización militar, con grados y jerarquías militares, en la que las órdenes no se cuestionaban. He visto decenas de militantes pasar por México y Brasil en su huida desordenada de la represión de la dictadura, en un estado mezcla de terror, culpa y miedo por las consecuencias que su “deserción” podía generar dentro de “la orga”. La conducción había dispuesto que la salida del país sin autorización por parte de los “cuadros” sería considerada deserción en combate y penalizada con la muerte. Nunca lo cumplieron, pero andá a contarle a un militante en 1977 que eso finalmente no se iba a producir.

Indultados

Los responsables directos de las muertes y desapariciones de las víctimas de la dictadura (incluidos los militantes montoneros) fueron los integrantes del aparato represivo ilegal que el gobierno militar armó y desplegó en todo el país. Podemos sentirnos orgullosos de que buena parte de ellos fueron condenados por la Justicia y cumplieron condenas por sus delitos.

Sin embargo, la conducción montonera, que armó la Contraofensiva para “golpear sobre los verdaderos representantes del poder, y no sobre los militares” (Vaca Narvaja dixit) y diseñó atentados para matar funcionarios del Ministerio de Economía y empresarios, fue indultada por Menem y enseguida se llamó a silencio luego de “agradecer los esfuerzos del presidente Menem para construir la necesaria reconciliación nacional”. Pero sólo hasta 2003, cuando algunos de ellos se convencieron de que había llegado el momento de volver a salir del clóset y mostrarse como héroes ejemplares de la patria.

Vaca Narvaja se muestra orgulloso por la Contraofensiva y en su relato expresa dos ideas interesantes: en 1980 los montoneros no estaban exterminados y tenían capacidad de combate, y eran una organización militar. Curioso, porque esas dos ideas son las que los organismos de derechos humanos han intentado desterrar para mostrar que entre 1976 y 1983 no hubo guerra sino represión. Es llamativo que, al enamorarse de su rol de “combatiente”, Vaca Narvaja sostiene los mismos argumentos que los militares en su momento: no hubo represión, fue una guerra.

Vaca Narvaja sostiene los mismos argumentos que los militares en su momento: no hubo represión, fue una guerra.

Termino con una perlita que el propio Vaca Narvaja cuenta y de la que fui también testigo en México. Cuando se declaró la guerra de Malvinas, los dirigentes montoneros se presentaron en las embajadas argentinas en México y en Europa a declarar que “suspendían las hostilidades y se ofrecían a pelear junto a los soldados argentinos contra el Imperio Británico”. No es una metáfora, no exagero: está en el video. La idea era que los pocos “cuadros” que les quedaban fueran a combatir junto a los oficiales de Galtieri, quien justamente había conducido el campo de concentración de Funes y se había encargado personalmente de exterminar a los militantes de la Contraofensiva. Galtieri respondió (palabras más, palabras menos) que se fueran al carajo. Debe haber sido la única decisión razonable que tomó durante toda la guerra.

Vaca Narvaja habla en la entrevista de “las luchas del pueblo y de las resistencias que se vienen” como si fuera un militante barrial. Pero es en verdad un miembro de la élite de este país. Uno de sus hijos es embajador ni más ni menos que en China, y fue consuegro y comparte nieto con Cristina Kirchner, una de las mujeres más poderosas de la Argentina, con quien “compite a ver quién es mejor abuelo, pero en general gana ella”. Puede hablar por medios nacionales cuando quiere y tiene amigos presidentes o ex presidentes, por más que no todos ellos sean ejemplos del respeto por los derechos humanos.

Cuando el entrevistador, al comienzo de la charla, le pregunta por los inicios de la organización de la que fue dirigente, Vaca Narvaja responde: “Yo estudié en el Liceo Militar y uno de los curas del liceo nos hacía leer revisionismo histórico, nos juntaba los fines de semana para hablar de política e ir a los barrios, ahí estuvo todo al principio”. Orgulloso está de haber comenzado todo bajo las enseñanzas de un cura, profesor de un liceo militar, en 1969.

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Julián Gadano

Sociólogo. Profesor de la UBA y la Universidad de San Andrés. Ex subsecretario de Energía Nuclear.

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