ELOÍSA BALLIVIAN

Trigo limpio, trigo sucio

Opiniones de nuestros lectores sobre políticos y clase política. Y sobre trigos de todo tipo.

Sobre “¡No los voté para esto!”, de Gonzalo Garcés

¡Muy buena reflexión! Hacen falta artículos así para desarmar esos caballos de Troya que los argentinos somos propensos a comprar.

Lo de Javier Milei y su profusa difusión en casi todos los medios masivos nacionales (no creo q esto sea así en el interior) sólo muestra que es un invento más de los K y aledaños para restarle fuerza a Juntos por el Cambio.
Y muchos de esos dirigentes (de Juntos) también creen que esa alianza los beneficiará. Error. Sólo los desvía de la claridad que debiera tener su mensaje, que debe ser bien democrático, transparente, liberal y republicano. Y son la única salida al oprobioso populismo que nos gobierna desde hace tanto.

No pueden aliarse con alguien que desprecia a los partidos políticos si son los canales necesarios de la verdadera democracia. Que hay que mejorarlos, sí, pero no deben burlarse del sistema en donde pretenden encaramarse. Cuidado con la confusión.

Muchas gracias por la reflexión.

—Diana Lacal

 

 

Sobre “La izquierda ‘monsanta'”, de Luz Agüero y Alejandro Ocón

Soy ignorante de las cuestiones agrícolas, aunque pese a mi ignorancia en la materia y como economista he leído a Malthus y su fallida premonición sobre la muerte por hambre ante la explosión demográfica. Sin embargo siempre observo que a lo largo de la historia se considera siempre algo llamado “revolución / es industrial / es” y se le asigna poco o nulo cartel a la que tal vez sea un continuo de “revoluciones” en el plano de la producción agroalimentaria (incluso la ganadera).

Lo que esta en juego, en mi opinión, no son las zonceras agroecológicas o las ortodoxias veganas. Lo que está en juego es cómo en cada etapa del desarrollo capitalista que implica la puesta en crisis de las estrategias productivas tanto organizativas como las derivadas de las transformaciones tecnológicas, aparecen, toman cuerpo las huestes “luddistas”.

Hoy es el HB4. Hace unos meses las vacunas y el ANR Mensajero y así siempre estaremos ante el rasgo muy humano de “no se de qué se trata pero me opongo”. Son sólo algunos ejemplos, hubo y habrá otros desarrollos que convoquen innovación, cambios de paradigmas, etc. Es humano, pero con los consabidos respetos, esos humanos y sus argumentos que muchas veces se convierten en “terraplanistas” no están llamados a desviar la historia. No porque la historia no sea sometida de modo permanente a tensiones e intentos (no siempre fallidos) de desviarla. Los “luddismos” son “soplidos en el viento”.

Un solo detalle. Argentina siempre fue importadora de tecnología vegetal, la ciencia argentina (con las innumerables críticas al CONICET y el desarrollo de la investigación en la universidades que tengo) ha dado un paso para empezar a ser exportadores de genética vegetal. Detrás de cada una de las controversias luddistas está la aversión, natural en muchos humanos, al conocimiento que los lleva en muchos a casos a reivindicar románticos naturalismos, retornos a edenes que ponen de manifiesto un cierto espíritu de superioridad cuyas tragedias están relatadas del más diverso modo en la historia.

Y finalmente digo: Aventi, piu avanti, Seúl.

—Carlos Guillermo Schwartzer

 

 

Sobre “Cómo elegir a un presidente exitoso”, de Alejandro Bonvecchi

Me ha parecido muy interesante el artículo de Alejandro Bonvecchi, destacado economista de la Universidad Torcuato Di Tella. Es muy certero y elocuente, causa por la cual me ha hecho meditar un poco sobre ese tema, salvando distancias con el autor, porque yo he pasado por la Universidad de Ciencias Económicas en dos oportunidades… una a pie y otra vez en el colectivo. Pero con la experiencia de 72 años de vida en mi país, Argentina, aunque con mi memoria limitada. Pero de todos modos quería dejar algunos comentarios.

Quisiera quererlos a los políticos, pero no puedo. Entiendo perfectamente que por lo general no es bueno “generalizar”, pero hasta que llegue a conocer aunque sea una sola excepción, me limitaré a “igualizar”. A veces me pongo fastidioso ante alguna actitud de cualquier señor político o señora política porque no los entiendo muy bien. Quizás sea por la ignorancia que cargo al respecto, pues no logro distinguir quién es quién, de qué partido, de qué tendencia o a que extraña ideología pudiera pertenecer… pues todos me huelen igual.

Tampoco logro distinguir si son de derecha, de izquierda, del medio, de adelante o de atrás… porque todos me huelen igual. No comprendo la facilidad con que se cambian de un partido a otro, de un bloque a otro, o de una rama a otra, como los monos… pues todos me huelen igual. No sé cómo hacen para olvidarse tan fácil que ellos nacen de un pueblo, asumen por voto de ese pueblo y terminan defecándose encima de las esperanzas y la dignidad del mismo pueblo… por eso todos me huelen igual. No encuentro diferencias ni en los cargos que ocupan, desde que se inician como obsecuentes militantes hasta presidentes nacionales, como tampoco noto diferencias cruzando las fronteras… pues todos me huelen igual.

Sí observo una diferencia a medida que van escalonando cargos, y es su progresivo enriquecimiento. Por ello creo que es algo bueno, aunque haya que convivir con cierto olorcillo fecal. Recuerdo que mi abuelita solía decir: “o se es político o se es buena persona”, pues ambas cosas no son compatibles ni posibles.

Mafalda, un poco más discreta decía: “Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás”. Leyendo algo encontré una interesante frase de quien un poco sabía de esto. Fue escritor de teatro, crítico, ¡y activista político! Sirvió al socialismo y predicaba la paz. Me refiero al irlandés sir George Bernard Shaw, ganador del Premio Nobel de literatura en 1925. Él escribió esta breve frase, plena de sabiduría que esclarece mis dudas: “A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido… Y por las mismas razones”.

En fin… yo no estaba muy equivocado… pues todos me huelen igual. Antes centraba mis esperanzas en que la solución para este mal que afecta al mundo, sería un nuevo diluvio universal. Pero un muchacho marinero que sabe de todo, me desilusionó diciéndome que el diluvio sería en vano. Pues… ¡los excrementos flotan! Entonces, he decidido portarme lo mejor posible para que Dios me reciba en el cielo, porque seguramente ahí, ellos no irán. Bueno, eso creo, al menos por ahora en esos lares no hallaron petróleo.

Van mis amables saludos.

—Edgardo

 

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