Domingo

Todo sobre Cayetana

En su libro 'Políticamente indeseable', la diputada del Partido Popular español Cayetana Álvarez de Toledo se asume como provocadora y dice cuáles son los costos de luchar por la libertad.

Si no te llaman fascista no eres nadie”, escribió Cayetana y me conquistó. En su libro Políticamente indeseable, Álvarez de Toledo retrata un clima de época en España que es perfectamente transferible a las últimas dos décadas –por lo menos– de la Argentina y más allá. Cayetana no se resigna, es una optimista y nos emplaza a que demos la pelea por la libertad sin miedo, ni vergüenza, contra la corriente, en el entendimiento de que el liberalismo político ha brindado los valores y los principios que han cementado los siglos de luz y de progreso para los individuos y la humanidad.

Nos pone en alerta sobre los movimientos tácticos y estratégicos de la izquierda revolucionaria fracasada que se sirve de la libertad y de la democracia para destruirla. Denuncia el iliberalismo, profundamente reaccionario, de las políticas identitarias que borran de un plumazo al individuo para colgarle una etiqueta que lo reduce a un envase sin contenido. Estas políticas identitarias implican la muerte del ciudadano libre, pensante y crítico. “La Gran Involución” es “un regreso al oscurantismo”. Dice: “Hemos vuelto al marco intelectual y moral anterior a Locke y Voltaire. Anterior a las tabernas donde al calor de febriles discusiones, contra el autoritarismo político y el dogmatismo eclesiástico, cuajó el derecho a ofender y a ser ofendido”.

Como escribió la señora Hudson, su tutora del colegio argentino, en su carta al departamento de admisiones de Oxford: “A Cayetana se le dan bien las palabras”. Y mucho mejor se le da la praxis política. Es lo que dice y hace lo que es. No hay trucos, ni cartas marcadas. Es lo que hay y lo que hay es lo que el mundo necesita para reencontrarse con el camino hacia la libertad. Libres e iguales, decir y hacer sin miedo, ofender y ofenderse sin retaliaciones, diversos pero iguales ante la ley, responsables y activos ante la verdad de los hechos y la razón.

Cayetana no es simpática y no quiere serlo: no vino al mundo a agradar sino a decir verdades y a incomodar a los cómodos.

Cayetana va hasta el final develando las miserias del tacticismo en la política que antepone intereses mezquinos a las convicciones, los vacíos llamados al diálogo de los que atentaron y atentan contra la Constitución española, el peligro que presenta el pulular de las almas bellas, la vergüenza o la complacencia de los constitucionalistas, de la derecha y de las élites españolas, el avance del autoritarismo cool de la mano del feminismo reaccionario, el cinismo de los medios y los periodistas que “hacen política sin responsabilidad”, los embates de la turba identitaria, nacionalista y populista que carcomen a España desde hace décadas.

Cayetana no es simpática y no quiere serlo: no vino al mundo a agradar sino a decir verdades y a incomodar a los cómodos. Nada le importa lo que digan los demás o cómo les cae. Este libro es irrefutable prueba de ello. Discute todo lo que considera es parte de la batalla cultural en la defensa de la libertad, sin medias tintas. Cuanto más la difaman, le vociferan o la insultan, mejor. “He venido a provocar”, dice en uno de sus primeros discursos políticos, y pienso en Sarmiento. Todo sirve para demostrar las bases puramente reaccionarias del separatismo, los nacionalismos, el feminismo de tercera ola, el indigenismo, el revanchismo racial (“que juzga el pasado con criterios del presente”) y otros similares de distinta especie pero de igual género. Civilización o barbarie. La tildaron de “cosmopolita” y ella responde que era el insulto de los nazis a los judíos. Para muestra basta un botón.

Una política por vocación

Cayetana es cien por ciento liberal pata negra. Si progresan los individuos libres, iguales y responsables, lo hace la sociedad. Mal pronóstico para demagogos, autócratas y populistas que se alimentan de rebaños obedientes y sumisos. Compartió tardes con Isaiah Berlin cuando estudiaba en Oxford. Cita a Raymond Aron para decir que elige la impureza de la política a la pureza de la reflexión para transformarla desde la verdad basada en los hechos y la razón contra la demagogia. Se apoya en Karl Popper, el padre intelectual de la sociedad abierta, para quien “las identidades colectivas no existen; sólo las individuales”. Fueron los tres mosqueteros del liberalismo del siglo XX que resistieron a la tentación del totalitarismo, como tan bien lo ha señalado Ralph Dahrendorf en su maravilloso libro La libertad a prueba.

En la lucha por la libertad, que no es el orden natural de las cosas pero es la más heroica y eterna de las peleas, Cayetana asume el costo de decir la verdad.

Cayetana se define como una política por vocación y cita a Weber: “Sólo quien esté seguro de no derrumbarse si el mundo no es demasiado brutal o estúpido desde su punto de vista para lo que él quisiera ofrecerle; sólo quien esté seguro de poder decir ante todo esto «no obstante», «a pesar de todo», «sin embargo», «dennoch», sólo ese tiene vocación para la política”. Y vaya que ella la tiene.

En la lucha por la libertad, que no es el orden natural de las cosas pero es la más heroica y eterna de las peleas, Cayetana asume el costo de decir la verdad, ser responsable y evitar caerle bien a los demás. Tiene en claro que el enemigo de la libertad se sirve de la Constitución, la democracia liberal, la equidistancia y el apaciguamiento de los complacientes para destruirla y a ella no le temblará la voz, y menos aún la pluma, para expresarlo sin reservas.

Nunca baja la mirada

Cayetana es optimista. Y no es una optimista superficial de tostadas sin gluten y palta. Sabe que el pesimismo cool es el alimento de los autoritarismos. La libertad y la ciudadanía, la “mayor conquista moral” de Occidente, son el camino del progreso y de la paz. “El individuo siempre contará más en el género humano que el colectivo. Y deberíamos dedicarnos a forjar individuos mal que les pese a los que ansían mayorías, que ya llegarán después”, le escribió su padre, que peleó en por la liberación de Europa en la Segunda Guerra Mundial, emplazándola a la praxis política con un “¿para cuándo?”.

Su historia de vida me ha provocado una multiplicidad de emociones positivas (y alguna que otra identificación). Es una invitación a la batalla épica con las mejores armas (las palabras, la verdad y la razón) en defensa de la mejor causa: la libertad. Y lo hace, exigente y desafiante, con erudición, elegancia y buen gusto, con convicciones, orgullo y buenas intenciones. No hace lo que hace y dice lo que dice para agradar. De eso está lleno y así nos va.

Nos recuerda que la moderación puede ser complacencia, que el centro no siempre es el punto medio entre los extremos, y, que la equidistancia huele a claudicación.

Cayetana toma trenes, escribe sus discursos que siempre tienen que ser distintos, ingresa por la puerta principal en medio de la horda que la insulta, va a los actos donde no es bienvenida, acompaña a los policías apaleados por el fanatismo nacionalista xenófobo, no baja nunca la mirada (“No cedimos. Y entonces, cedió la turba.”). Nos recuerda que discrepancia no es deslealtad, que es preferible pasar por duro que por blando, que la moderación puede ser complacencia, que el centro no siempre es el punto medio entre los extremos, y, que la equidistancia huele a claudicación. En ella se condensan la Argentina que soñó Sarmiento, la Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la Inglaterra de Churchill y la España de la transición. Como todo individuo tiene una enorme capacidad para superarse, crear y tomar riesgos. Cayetana no se somete. Va libre pero no está suelta.

 

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Laura Alonso

Politóloga (UBA) y Master en Políticas Públicas (LSE). Consultora política e institucional. Ex diputada nacional y jefa de la Oficina Anticorrupción.

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