Diferenciar por ingresos las facturas de gas y electricidad es distorsivo, paternalista, cortoplacista y una manera muy mala (e injusta) de hacer política social.
El congelamiento de la electricidad y el gas promete una crisis con condimentos conocidos. Peor servicio, falta de inversión, altos costos para el Estado y, al final del camino, el ajuste tan temido, sobre todo por el peronismo y en año electoral.