GENTILEZA DEL AUTOR
Domingo

Testimonio de un soldado

Estuve más de tres meses en Gaza con el ejército de Israel.
Esto es lo que vi.

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Me enteré de los ataques de Hamás en Nepal, donde estaba de vacaciones con unos amigos. Volví a Israel dos días más tarde y enseguida me reporté, sin que me llamaran, a mi base del ejército. Desde que terminé mi servicio militar soy reservista en una división especial y, dentro de ella, en un equipo especializado en desactivar bombas. La situación era algo caótica, por supuesto, pero poco después ya estaba con mi unidad de combate recorriendo los kibbutzim del sur que habían sido atacados y ahora estaban vacíos. Los terroristas habían dejado atrás muchas bombas que no habían llegado a usar, sobre todo cohetes RPG y  minas Claymore. Fueron días de trabajo muy duro, casi sin descansar, todavía conmovidos por lo terrible del ataque de Hamás y por lo que veíamos en cada lugar a donde llegábamos. No sabíamos que era sólo el principio.

Nací en Israel pero mis padres son uruguayos, de Montevideo, donde también nacieron mis abuelos pero no mis bisabuelos, que emigraron desde Europa a principios de siglo pasado. Mis padres hicieron la aliyah cuando eran jóvenes y en Israel nos tuvieron a mis hermanos y a mí, que nací en 1997. Cuando estoy en el extranjero, como ahora que estoy en Argentina cursando un semestre en la Universidad Di Tella, nadie me cree cuando digo que tuve una infancia normal, tranquila, sin miedo. Por supuesto que había conflictos y veíamos las noticias, pero uno tiene su vida, su familia, sus estudios. Sólo cuando estoy de viaje me doy cuenta de que nuestra realidad es una locura.

Cuando terminé el colegio hice el servicio militar y, después, lo que hacemos muchos israelíes después de tres años en el ejército: un largo viaje por el mundo, en mi caso sobre todo por América Latina. Después empecé a estudiar Administración de Empresas en la Universidad Reichman, en las afueras de Tel Aviv, y a trabajar en una empresa de tecnología. Eso es lo que más me gusta y donde hay muchas oportunidades en Israel: trabajar en empresas de high tech o, también, por qué no, fundar algún día mi propia empresa. Me gusta la música, me gusta divertirme: si no hubiera estado de viaje, perfectamente podría haber estado en el festival NOVA esa madrugada horrible de hace un año. Tres de mis amigos fueron: a uno lo mataron ahí mismo, a otro lo mataron en Gaza unos meses después; el tercero apareció muerto hace poco, después de 11 meses secuestrado.

Tres de mis amigos fueron: a uno lo mataron ahí mismo, a otro lo mataron en Gaza unos meses después; el tercero apareció muerto hace poco, después de 11 meses secuestrado.

Después de aquellas primeras misiones en los kibbutzim del sur, nos tocó ir a Gaza, en mi caso por primera vez. Estuvimos entrando y saliendo durante casi cuatro meses, a veces en el mismo día, a veces después de varios días. Cuando nos quedábamos en Gaza dormíamos en grupos de hasta 40 soldados en edificios que habían quedado vacíos, porque habían sido evacuados. El trabajo de nuestro equipo era el mismo de siempre, desactivar bombas, entrando primeros a las casas donde pensábamos que podían estar escondidos los terroristas. Esa era la vida cotidiana de la guerra: entrar en una casa que parecía vacía, desactivar una bomba (si había), después en otra, después en otra.

Por las evacuaciones nos cruzábamos con poca gente, pero recuerdo un momento cuando llegamos a una escuela y estaba llena de palestinos. Fue una situación incómoda para todos. Algunos se acercaban para susurrarnos cosas como “Hamás es el problema”, pero la mayoría parecía tener miedo. Con razón: nosotros estábamos uniformados y armados y tampoco podíamos saber quiénes eran terroristas y quiénes no. Fue un momento tenso y difícil dentro de una experiencia, aquellos meses entre octubre y enero, cuando terminó mi primer turno en el frente, que recuerdo como muy dura. A veces me preguntan si al menos fue “una buena experiencia”. No, no fue una buena experiencia.

Estar en una guerra es no saber si vas a volver o no a tu casa. Es una lotería, te puede pasar a vos o le puede pasar a otro. Las que más sufren son nuestras familias, que no duermen pensando en sus hijos en el frente. Y lo más duro para nosotros es dejar a nuestras familias atrás. En Israel todo el mundo sabe que si tenés un hijo en la guerra y tocan a la puerta de tu casa es que sólo pueden ser malas noticias. Entonces los vecinos y los amigos no se acercan, no tocan la puerta, como una señal de respeto. Es muy duro ser familiar de un soldado. Mis padres, cuando estuve en Gaza, todo el tiempo pensaban, lógicamente, que me podía morir en cualquier momento.

Algo positivo

Si tuviera que decir algo positivo sobre mi participación en la guerra diría me hizo sentir más conectado con mi país. Hasta el 7 de octubre los israelíes estábamos divididos, partidos, entre los que apoyaban al primer ministro, Bibi Netanyahu, y entre quienes lo criticaban. Yo era uno de los que lo criticaban, porque me parecía una persona dispuesta a hacer casi cualquier cosa por mantenerse en el poder. Pero mientras estuve en el ejército jamás pensé en la política: eso me gustó. Solamente pensaba en estar con mis compañeros de unidad, cuidarlos a ellos, defender a mi país. En mi grupo de combate teníamos visiones distintas sobre la política, pero cuando estábamos ahí todos queríamos lo mismo. Lo mismo pasó en todo Israel: las diferencias quedaron suspendidas mientras íbamos a la guerra contra Hamás y tratábamos de encontrar a los hatufim, los secuestrados. Muchos amigos míos fueron el año pasado a las marchas en Tel Aviv contra Netanyahu y dos meses después se presentaron como voluntarios para ir a la guerra, sin preguntar nada, para defender a su país. Algunos de ellos murieron.

Algo importante que quiero decir es que casi todos los israelíes de mi edad conocemos a alguien que murió en los ataques del 7 de octubre o en la guerra. Eso no es normal, incluso en un país chiquito como el nuestro. En el último año murieron 17 compañeros de mi unidad: 15 de ellos están en la foto de acá arriba. El último murió el miércoles. De mis compañeros de colegio murieron otros tres. Es difícil de imaginar, en países más grandes o con menos conflictos, pero sirve para tomar perspectiva: no hay israelíes de entre 20 y 30 que no conozcan a alguien que ya no está.

Es difícil de imaginar, en países más grandes o con menos conflictos, pero sirve para tomar perspectiva: no hay israelíes de entre 20 y 30 que no conozcan a alguien que ya no está.

A veces me preguntan por qué tantos jóvenes en el mundo no entienden la posición de Israel. Creo que una parte de la responsabilidad la tienen las redes sociales. Hablé hace poco con una estudiante norteamericana, por ejemplo, y ella pensaba que Israel era el malo de la película. A mí me resultaba difícil explicarle algo tan complejo a alguien que está todo el día con el teléfono y aprende todo lo que sabe en TikTok o Instagram. Además son personas jóvenes. La gente más grande, que ya tiene formadas sus ideas, quizás no sea tan vulnerable al contenido de las redes. Pero cuando sos tan chico no podés pensar tan bien todavía, creés que todo lo que ves es verdad. Por eso a veces me pongo en un rol raro, me pasa acá en Argentina, que me convierto en una especie de embajador de Israel. Sólo pido que me escuchen, que escuchen mi versión. No me atribuyo la verdad absoluta. Si también quieren la versión de los palestinos y de los activistas pro-palestinos, perfecto. No hay problema. Pero me parece importante que escuchen el testimonio de los que vivimos en Israel. Creo que hay mucha gente que nunca escucha nuestra versión de la historia. 

Igual soy optimista. Veo que mucha gente joven está pensando el futuro de Israel de una manera distinta a la de los políticos actuales, que no ven las cosas como las vemos nosotros y tampoco estuvieron en la guerra. Estoy convencido que de mi generación van a salir líderes nuevos, va a salir algo bueno. Una solución para el conflicto no tengo, y no sé si alguien la tiene, pero sí se que cualquier solución debe empezar antes de la política, por ejemplo con la educación. Cuando yo era chico no me enseñaron nada sobre el tema, tampoco hablé nunca con un palestino. Pienso que eso falta en Israel, entender mejor a los palestinos, y que ellos nos entiendan mejor a nosotros. Estamos desconectados.

No sé que va a pasar conmigo ahora. En principio estoy en Buenos Aires hasta fines de noviembre, pero con el nuevo frente en el Líbano me pueden llamar del ejército en cualquier momento. A algunos de mis amigos ya los llamaron. Una parte de mí quiere que me llamen, porque quiero ayudar a mi país y me hace sentir mal no estar en Israel ahora. Pero otra parte de mí quiere seguir acá, quedarme hasta el final del cuatrimestre, porque estoy viviendo una buena experiencia en Argentina. Quién sabe. Quizás se termina la guerra y puedo volver a buscar oportunidades acá. Seguro la economía en algún momento va a mejorar.

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Din Belz

Estudiante de administración y emprendedorismo en la Universidad Reichman (Herzliya). Reservista en la Fuerzas de Defensa de Israel.

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