Durante cuatro años esperamos que llegara el día. Ese domingo era nuestra esperanza, pero llegó con el peor de los resultados. Estaba en el búnker. “Daiana, por favor acérquese”, me dijo López Murphy. “Le veo los ojos vidriosos, pero no se puede largar a llorar, eh. No la pueden ver quebrarse”. Estaba en la sección de los dirigentes, es cierto, pero seguía siendo una argentina más. Una mamá más, una hermana más, una hija más. Y me invadía la misma angustia y desesperanza que a todos nuestros votantes, nuestros familiares y amigos. Cuando llegué a casa los chicos dormían. Tipo tres de la mañana Rafa se pasó a mi cama y medio dormido me preguntó: “¿Quién ganó, mami?” Me contuve hasta escaparme a la cocina para, ahora sí, llorar con congoja. Imaginar cuatro, ocho o doce años más de esta calamidad era insoportable y desolador.
Naturalmente uno empieza a buscar responsables de la derrota y a preguntarse qué hicimos mal y siempre se encuentran cosas. Vi ganar al marcospeñismo muchísimas elecciones. Fui criada en esa escuela, a los golpes. Yo estaba en la Fundación Pensar y desde el equipo de campaña nos explicaban, con más o menos amor, que éramos piantavotos. Escondan a esos nerds. Nadie lee plataformas electorales. Mientras tanto, en el último tramo de esta campaña nos paseamos por estudios de TV con biblioratos de planes y volviendo a amuchar dirigentes en escenarios varios. A mí me hacía ruido, pero como soy economista no opino. Cada uno seguramente pueda encontrar el chivo expiatorio que más se acomode a sus creencias. Pero un factor clave en los resultados es que el kirchnerismo fue todo unido y la oposición dividida. La interna influyó, pues claro. Pero nuevamente, oposición dividida. Imposible.
Algo que había caracterizado al PRO y luego a Cambiemos era que entendíamos que, además de representar valores e ideas, también debíamos construir mayorías y representar a la gente. Teníamos vocación de poder. Si no lo tenés claro, corrés el riesgo de convertirte en la izquierda, que es súper consistente: dice lo mismo en cada elección (aunque este año sorprendió incorporando el antisemitismo), sabiendo que nunca van a ganar. Después de las elecciones de octubre de 2021, Macri y Bullrich consideraron que incorporar a Milei a la coalición podía ser una buena idea para sumar representación y parte de un discurso e ideas que compartimos. En ese momento Milei no era el de hoy. Pero aun así algunos dentro de la coalición dijeron que ese era un límite. La coalición podía ampliarse, pero al parecer para un solo lado. Sorprendentemente, los mismos que pusieron el grito en el cielo en aquel momento, militaron la misma boleta que Espert, a quien sí aceptaron sumar a pesar de que venía de la coalición de Milei. ¿Qué hubiera pasado si lo sumábamos en 2021? Nunca lo sabremos.
No nos van a querer
El lunes seguía shockeada. Con la cabeza aturdida, sin poder dormir y leyendo mensajes en grupos de WhatsApp, le escribí a Patricia felicitándola por todo lo que había hecho y agradecerle la enorme oportunidad que me había dado de acompañarla. Se disculpó diciéndome que lo había dado todo pero no había cumplido el objetivo y Argentina iba a estar nuevamente en manos del populismo. Le dije lo que pensaba: oposición dividida, era muy difícil alcanzar el objetivo y le sugerí que descansara. Yo estaba física y emocionalmente agotada, no me imaginaba cómo debía estar ella.
El martes estaba un poco más repuesta. Retomé la agenda de relacionamiento que venía haciendo con dirigentes que respeto para que me cuenten sus experiencias, su visión sobre el Congreso que se viene y me aconsejen. También tuve otras reuniones con los equipos de Patricia. Con mi marido conversaba sobre el voto del balotaje. No tenía claro qué hacer. Tenía argumentos para todo: votar en blanco, votar a Massa (a ver cómo se las arregla para pagar su Plan Platita), votar a Milei porque tiene menos capacidad de daño.
No tenía claro qué hacer. Tenía argumentos para todo: votar en blanco, a Massa (a ver cómo se las arregla para pagar su Plan Platita), a Milei porque tiene menos capacidad de daño.
En los grupos de WhatsApp aparecían distintos contraargumentos a cada una de las opciones. Casi todos válidos. Ese día también vi en Twitter el mensaje institucional de la Coalición Cívica diciendo que su posición oficial sería la neutralidad.
En la misma lógica de prepararme para el Congreso, un par de semanas antes me había contactado con la secretaria de Mauricio para agendar una reunión con él. Iba a ser el miércoles por la mañana. Pero pasaron cosas. Entre idas y vueltas, la reunión que estaba fijada en sus oficinas se convirtió en una charla relámpago de unas diez cuadras en su camioneta mientras se trasladaba a la casa de Patricia. “Independientemente de los resultados, tu foco debería ser el mismo”, me dijo. “Defender las ideas del cambio y la racionalidad económica. Y más que nunca tener en claro eso que escribiste en Seúl. Hoy a Patricia y a mí no nos van a querer, preparate”.
Me bajé del auto preocupada. Caminé por Beruti de vuelta a casa sabiendo que esa conversación la iba a recordar para siempre.
No vinimos a estar cómodos
Llegué a casa y prendí la tele para ver qué pasaría en la conferencia. Ya todos lo sabemos: Patricia y Petri iban a apoyar a Milei. A mí no me quedaba claro qué me pasaba. Estaba incómoda. Podía entender la posición que habían tomado, pero las formas definitivamente no me gustaban. ¿Por qué así? ¿Por qué antes de que se expidieran los radicales, que ya muchos venían anticipando que iban a votar a Massa? ¿Por qué dar margen a que algunos lo interpreten como que estábamos rompiendo la coalición?
Los grupos que tengo con economistas y ex funcionarios de mi generación estaban explotados. Bronca, enojo, preocupación, acusaciones de ruptura. En paralelo me llegaban otros mensajes de nuestros votantes más fieles: qué bien Patricia hoy, más firme que en toda la campaña. De mi mamá: nena, vos no digas nada eh, no te metas en esto. Ahí tuve una primera pista. Mientras en los grupos políticos nos preocupábamos por nuestra coalición, por nuestros líderes, por nuestro espacio, la gente que nos había votado sentía una cuota de alivio porque no los dejábamos en banda. Y mi madre, bueno, como todas las madres queriendo ahorrarse leer tuits donde le insultaran a la hija.
El jueves escuché a Federico Pinedo con María O’Donnell y terminé de entender todo. Es una entrevista que, al igual que la que le hizo a Alejandro Werner del FMI, tendría que transcribir porque es una clase sobre cómo resistir la psicopateada. Pongo solamente un fragmento:
Pinedo: Yo creo que es una tragedia el kirchnerismo. Me parece que es atroz, una monstruosidad. Y nosotros queremos decir que hay una alternativa a esta propuesta del kirchnerismo.
O’Donnell: Que es la de Milei…
Pinedo: Por supuesto que es la de Milei porque la votó el pueblo como segunda fuerza que entra al balotaje. Ahora yo no estoy de acuerdo con vos en que la única manera de ser buena persona en Argentina es votar al kirchnerismo.
O’Donnell: Yo no dije eso nunca.
Pinedo: Pero lo estás insinuando.
O’Donnell: No, de ninguna manera. Seamos honestos en la discusión. Estamos teniendo un intercambio respetuoso, por favor no ponga palabras en mi boca que no dije.
Pinedo: Tampoco me pongas vos a mí como si yo fuera el representante de todas las ideas de Milei porque no es verdad. No estoy de acuerdo con un montón de ideas que dice Milei.
Y aquí viene el momento clave.
O’Donnell: Entonces me imagino que es incómodo, o sea, es una disyuntiva difícil tener que apoyar…
Pinedo: Por supuesto que es difícil, absolutamente.
O’Donnell: Digo, no es una decisión cómoda entonces. Lo digo en serio.
Pinedo: María, vos oíste lo que fue la campaña nuestra. Oíste lo que pensábamos de las alternativas que tenía la Argentina. Lamentablemente perdimos y ahora tenemos esta disyuntiva de qué hacer frente a la eventual continuidad de un kirchnerismo que destruyó veinte años la Argentina.
Estábamos todos incómodos. ¿Cómo no estarlo? Pero más incómoda está la sociedad al borde de una hiperinflación. Angustiada. Jóvenes que se van porque no ven un futuro. Mirá si vamos a aprovechar la incomodidad y usarla como una excusa para dejar de representar. Que se nos arruga la ropa. No nos votaron para que estuviéramos cómodos, ni vinimos a estar cómodos.
El deber de representar
Esos días, en la sucesión de declaraciones y conferencias, vimos a los que estaban incómodos. Los que estaban con las caras desencajadas, sin dormir, ojerosos. Eran casualmente los que llevaban el peso de los votos en sus hombros. Mauricio Macri, que en 2019 había llenado las calles y conseguido un 41% de los votos y tenía la responsabilidad de honrar a sus votantes. A Patricia, que en agosto el 60% de los que votaron a Juntos por el Cambio le dijeron que querían que fuera ella la que condujera la coalición, y que en octubre más de 6 millones de argentinos volvieron a depositarle su confianza.
La cancha estaba inclinadísima. El kirchnerismo con todo su aparato y resortes de poder. Gran parte de la oposición neutral y varios abiertamente diciendo que votarían a Massa. ¿Quedarse cómodo era una opción? ¿Habría balotaje en ese caso? Se podrían garantizar las reglas del juego para que exista una elección limpia en noviembre. ¿Cómo se van a fiscalizar los votos del 63% de la gente que le dijo no a Massa? Ser una oposición responsable, más allá de lo que cada uno vote, es garantizar que pueda haber una oposición. Es que los votantes tengan la posibilidad de votar libremente y que estén dadas las condiciones para que su elección cuente.
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Hoy me doy cuenta de que esta semana asistí a un curso de liderazgo express. Los de la experiencia, los adultos en la sala, de alguna manera me permitieron llorar tranquila, descansar y recuperarme. Ellos no tuvieron esa opción. ¿Se habrá desahogado Patricia después del domingo? ¿Habrá pegado un ojo? ¿Cómo habrá sido la conversación con su hijo y sus nietos? ¿Y Mauricio, al ver que su esfuerzo de décadas se desmoronaba?
Mientras yo me preguntaba cómo podía ser que el micrófono de la conferencia de prensa no funcionara, que si no era mejor de otra manera, que Milei no me convencía, que si valdrá la pena quemarse con esto siendo mi primera incursión en la política, ellos se cargaban mi incomodidad al hombro, miraban hacia adelante y se la estaban jugando. No por ellos, sino por la responsabilidad de representar a los millones de argentinos que no quieren más de esto.
Si no queremos, no se rompe
Juntos por el Cambio sólo se rompe si queremos que se rompa. No es necesario ni inevitable. El radicalismo joven de Córdoba emitió un comunicado titulado “Con Massa y el kirchnerismo, ni a la esquina” al mismo tiempo que la vicepresidenta del mismo partido a nivel nacional anunció que votaba a Massa. ¿Se rompe el radicalismo? Desdramaticemos.
Igualmente JxC, más allá de los eventos de esta semana, merece transformarse. Hay futuro, hay nuevos liderazgos, hay gente joven en todos los espacios que cargan mochilas menos pesadas y menos etiquetas. Hubo una generación que entró al gobierno en 2015, por uno u otro partido, pero que no estuvo en la plaza de Alfonsín, o que cuando se fundó el PRO estaba en la escuela. Esa generación se relacionó y construyó vínculos de confianza diferentes. Esa generación tiene sus preferencias y sus sesgos, claramente, pero también es mucho menos dogmática. Y al carecer de sus propios hitos fundacionales, este momento puede ser la oportunidad para empezar a construir uno. Nosotros sabemos que no podemos darnos el lujo de estar separados. Ojalá estemos a la altura. Si algo quedó claro es que el peronismo unido y la oposición dividida son decadencia garantizada.
En todo caso, esa es una discusión para el 20 de noviembre. Ahora que cada uno vote lo que quiera. Algunos ayudaremos a que pueda existir un balotaje y que se garanticen las condiciones para que la elección se lleve a cabo correctamente. Otros lo miraran por la tele. Pero de lo que hay que hablar es de la falta de nafta, de la falta de insumos médicos, de que no hay reservas en el Banco Central, de la inflación de tres dígitos, de la corrupción obscena y de que el presidente de facto sigue usando todos los recursos públicos para perpetuarse en el poder. Hablar de cualquier otra cosa no es ser neutral, es hacerle gratis la campaña al kirchnerismo.
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