JOSÉ GALLIANO
Domingo

Santa Fe, mi país

A pesar de los vaivenes del país y sus propios nuevos problemas, la provincia resiste gracias a su fe en el emprendimiento individual y la moderación política.

En el mapa nacional, la provincia de Santa Fe se traza con los perfiles de una bota. “Santa Fe, la bota libre”, es el título de un relato escrito por un periodista local en el que imagina, con un leve toque de humor, a una provincia que se separa de la Argentina y, no conforme con la secesión, decide constituir una monarquía cuya casa real estaría conformada por un descendiente de los pueblos originarios y una heredera de la casa Saboya emparentada con los Borbones y los Parma, con el objetivo nada sutil de conquistar la adhesión de las colonias piamontesas de la región. Poco importa saber si las vicisitudes del relato pertenecen al género fantástico o de ciencia ficción, lo que sí importa destacar en homenaje a la realidad es que esa nueva nación dispondría de los recursos económicos, sociales y culturales para funcionar como estado independiente, asegurando incluso para sus habitantes (sus súbditos, en este caso) una excelente calidad de vida.

Admitiendo que las relaciones entre inspiración literaria y realidad son, en el más suave de los casos, complejas, podemos permitirnos admitir que el relato la fantasía se despliega sobre una base material objetiva en la que coinciden en destacar historiadores, sociólogos y economistas: la provincia de Santa Fe es un territorio de alrededor de 130.000 kilómetros cuadrados (una superficie parecida a la de Grecia y superior a la de Portugal) con una población de unos 3.500.000 habitantes repartidos de norte a sur a lo largo de casi 1000 kilómetros y con una gravitación económica y social que la ubica junto con la provincias de Córdoba y Buenos Aires entre los territorios más desarrollados del país. Los números en ese sentido son elocuentes respecto de la gravitación nacional de Santa Fe: el 21% de la las tierras cultivables del país, el 20% del stock ganadero, el 40% de la producción lechera.

La provincia que en la segunda mitad del siglo XIX fue el corazón de la pampa gringa (al decir de Ezequiel Gallo) y la protagonista del boom cerealero, hoy dispone de centros urbanos donde vive el 92% de la población con más de 300 comunas y alrededor de 55 ciudades. Dos polos de desarrollo estratégicos distinguen a la provincia. El complejo portuario, considerado entre los más importantes del mundo, complejo que se extiende a lo largo de 70 kilómetros, desde Los Timbúes hasta Arroyo Seco, y en donde se comercializa entre el 70% y 80% de las exportaciones de aceites y granos. El otro gran proyecto es el de la hidrovía, una formidable iniciativa de integración económica y conexión con el mundo. El ex gobernador, recientemente fallecido, Miguel Lifschitz dijo en su momento: “Santa Fe cuenta con decenas de puertos a la vera de la hidrovía. Por allí viajan minerales, fertilizantes, carbón, hidrocarburos, caños sin costuras, rieles, durmientes, cereales, oleaginosas, harinas, aceites y biocombustibles, pero el país federal al que aspiramos no solo debe contemplar a las provincias ribereñas, sino a todo el país productivo con sus agroindustrias y sus pujantes economías regionales. La hidrovía es algo más que un formidable medio de transporte fluvial, es la posibilidad cierta de trabajar por un sistema logístico integral”. 

narcos, sicarios, malvivientes

Estos logros sociales, económicos y políticos no están exentos de contradicciones y contrastes. Una de las provincias más ricas del país exhibe un nivel de pobreza que supera el 40% de la población, con un porcentaje de indigencia que en algunos zonas del mundo urbano supera la media nacional. El otro escándalo es la actividad mafiosa con sus narcotraficantes, sus sicarios y sus complicidades legales. El narcotráfico en Rosario y Gran Rosario es algo más que una actividad ilegal o el modo de vida de un puñado de malvivientes. Como las diferentes investigaciones periodísticas han podido probar, se trata de una red que incluye desde marginales a estudios jurídicos y contables, empresarios y complicidad institucional política, jurídica y policial.

Al respecto, el libro de Germán de los Santos y Hernán Lascano, Los monos, describe con el rigor de la excelente investigación periodística los sórdidos pormenores del narcotráfico. Alguna vez Rosario fue calificada como la “Chicago argentina”, sin que nunca se haya podido saber con exactitud si esa denominación obedecía a la presencia de sus frigoríficos o a la actividad de la mafia siciliana que asoló a la región hasta mediados de los años ‘30, un asedio que incluyó reconocidas complicidades políticas e institucionales. 

Como paradoja a ese perfil delictivo, Rosario y el denominado Gran Rosario, integra un complejo económico agropecuario, financiero e industrial moderno, una ciudad hospitalaria al turismo, con distinguidas ofertas culturales. Las investigaciones de historiadores como Marta Bonaudo y Ricardo Falcón, entre tantos, dan cuenta de la la textura social y política de esta región, como Jorge Riestra, Roger Plá, Francisco Gandolfo, Rosa Wernicke, entre otros, lo son desde el campo literario.

Una rivalidad histórica se libra entre estas dos ciudades, que para más de un observador conviven de espaldas.

El otro campo digno de estudio es es de la relación entre una ciudad capital, Santa Fe, de alrededor de medio millón de habitantes, y la ciudad de Rosario, que la triplica en número y en gravitación económica. Santa Fe, ciudad capital, sede política del gobierno, calificada con cierta sorna como tradicionalista y señorial en contraste con un Rosario industrial, pujante y expansiva. Una rivalidad histórica se libra entre estas dos ciudades, que para más de un observador conviven de espaldas. Las diferencias se manifiestan en la vida cotidiana, pero tiene alcances económicos y culturales. Estas diferencias se perciben en el campo de la política, donde se registra desde siempre una singular sensibilidad a la hora de confeccionar las candidaturas partidarias.

Río de las congojas

Iniciado el proceso revolucionario de 1810, Santa Fe es uno de los primeros territorios que se constituye como provincia con su propia carta constitucional. La ciudad de Santa Fe exhibe para 1810 una larga tradición en el mundo colonial desde los tiempos de Juan de Garay. Al respecto, las investigaciones de Gustavo Vittori son reveladoras de los intereses que estuvieron en juego entonces, del mismo modo que la novela de Libertad Demitropulos, Río de las congojas, expresa con la calidad de un lenguaje innovador ese mundo de la conquista en el que la leyenda, la épica y la tragedia se confunden.   

El liderazgo del brigadier Estanislao López estará presente prácticamente desde los inicios del proceso emancipador, y la provincia integrará junto con Entre Ríos y la Banda Oriental la denominada Liga del Litoral que iniciará el ciclo de las guerras civiles. La crisis de 1820 provocará las consecuencias políticas conocidas respecto de la caída del orden político iniciado en 1810 , pero lo que importa señalar es que Santa Fe será la única provincia rebelde que sobrevivirá a la crisis, en tanto Ramírez (Entre Ríos) y Artigas (Banda Oriental) serán devorados por ella. Si los textos históricos de José Luis Busaniche son de indispensable consulta para conocer estos años, desde la literatura los relatos de Mateo Booz, Aleluyas del brigadier o el Diario de Diez de Andino, cumplen con el mismo objetivo.    

Consolidado en el poder provincial, López establecerá durante 20 años una relación de negociación y equilibrio con Buenos Aires a través de acuerdos que incluirán tensiones y recelos pero que en todo momento se privilegiarán los entendimientos. Durante esos años López será el indispensable pero a veces incómodo aliado de Buenos Aires y el factor de equilibro de poderes regionales en el complejo juego político en estas “Provincias Unidas”, que con las dificultades del caso empieza a parecerse a la Argentina que luego vamos a conocer. También con López se inician los tratados y acuerdos regionales cuya manifestación institucional más destacada será el pacto federal del 4 de enero de 1831. Serán estos entendimientos los que mencionará luego el prólogo de la Constitución Nacional, cuyas sesiones legislativas se realizarán precisamente en la ciudad de Santa Fe.

Los logros económicos y sociales de este modelo de desarrollo capitalista no estarán exentos de conflictos, una de cuyas manifestaciones más destacadas será en 1912 el denominado Grito de Alcorta

En la segunda mitad del siglo XIX, dos rasgos distinguen a la provincia. Desde el punto de vista social y económico Santa Fe es el corazón de la colonización agrícola, una formidable expansión económica fundada en colonos propietarios de tierras en el centro y de arrendatarios en el sur, diversidad de modos de producción que habrán de darle a la provincia un perfil distintivo. Los logros económicos y sociales de este modelo de desarrollo capitalista no estarán exentos de conflictos, una de cuyas manifestaciones más destacadas será en 1912 el denominado Grito de Alcorta, un levantamiento de arrendatarios y pequeños y medianos propietarios que habrán de impactar en el orden político y una de cuyas manifestaciones institucionales en la sociedad civil será la creación de la Federación Agraria Argentina.  

Desde el punto de vista político, luego del asesinato de Urquiza y de la derrota de López Jordán, Entre Ríos pierde su condición de aliada de Buenos Aires, rol que recuperará la provincia de Santa Fe. Dos dirigentes políticos de esos años adquieren relieve nacional: Simón de Iriondo y Nicasio Oroño, este último por sus proyectos laicistas saboteados por los sectores más integristas de la Iglesia Católica. Asimismo, Santa Fe será una de las “piezas” claves de la Liga de Gobernadores creada por el roquismo para la formación del Estado nacional. 

Al iniciarse el siglo XX la provincia ya posee un perfil propio con sus dos ciudades centrales, sus comunas y municipalidades y su laboriosa pampa gringa, forjada con la presencia de inmigrantes italianos, españoles y judíos. La poesía de José Pedroni o los relatos de Lermo Rafael Balbi son muy representativos de esa mundo de inmigrantes con sus pasiones, sus nostalgias y su esperanzada vida cotidiana, del mismo modo que en el mundo urbano los cuentos de Mateo Booz –como “Santa Fe, mi país”– dibujan los rasgos de una sociedad que trajina entre las tensiones del cambio y las añoranzas de un tiempo perdido. O, en el escenario ribereño, los relatos de Diego Oxley, palabras girando alrededor de ese húmedo y tórrido universo costero que a veces se parece a la felicidad y a veces adquiere el tono sombrío de la pesadilla, un espacio de ficción que Juani Saer luego elaborará desde su singular percepción estética en novelas como Palo y hueso, El limonero real o Nadie, nada, nunca.

conservadores y radicales

En los inicios del siglo XX el proceso de modernización de la provincia se consolida al ritmo de gestiones conservadoras y radicales, cuyas disidencias políticas no impugnan el orden económico fundado en el modelo agroexportador. La industria lechera, con sus tambos y empresas lácteas, las primeras fábricas de cosechadoras, las aceiteras, los frigoríficos, emprendimientos económicos, rurales y urbanos, desplegados en un territorio beneficiado por la naturaleza pero también por esa cultura del trabajo que ha distinguido a las corrientes inmigratorias de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo veinte. El ferrocarril, los caminos, las vías navegables a lo largo del Paraná y, desde una perspectiva democrática, el desarrollo de una cultura municipalista, datos económicos, sociales y políticos que irá configurando este perfil de provincia integrada, integración que no excluye sus contrastes entre mundo urbano y mundo rural, entre barrios carenciados y aguerridas clases medias, o las diferencias entre la región centrosur y un norte tradicionalista en términos de explotación de tierras y hábitos sociales, aunque en ese norte “conservador” es posible registrar matices y diferencias o la presencia de centros urbanos pujantes como son, por ejemplo, Avellaneda y Reconquista. 

También en ese norte áspero y montaraz, violento y laborioso, un norte que incluye a los bajos submeridionales y la cuña boscosa, adquiere protagonismo histórico en las primeras décadas del siglo pasado (protagonismo que luego la literatura y el cine habrán de magnificar a niveles de leyenda y mito) la empresa inglesa La Forestal, dedicada a la explotación del quebracho, presencia económica y social de la cual aún es necesaria una evaluación histórica más precisa. 

En esta geografía social habrán de expresarse partidos políticos representativos de esta variedad. El radicalismo, que será precisamente en la provincia de Santa Fe donde ganará en 1912 las primeras elecciones provinciales con la flamante ley Sáenz Peña; la Liga del Sur, representando, como su nombre lo indica, esta región próspera  de la pampa húmeda y diferenciada en algunos rasgos con el centro provincial, en el que predomina la pequeña y mediana propiedad. En los espacios urbanos como Rosario y Santa Fe ya se distingue la presencia de los primeros partidos y formaciones políticas de izquierda de signo libertario y socialista, lo que da cuenta de un proletariado y de un desarrollo industrial urbano ligado a las actividades agroexportadoras. También la gravitación de un campo intelectual expresado en universidades (la Universidad Nacional del Litoral se crea en 1918, aunque desde fines del siglo pasada en la ciudad de Santa Fe funcionaba una universidad de alcance provincial), salas de teatros y conciertos, imprentas y en particular diarios de diferente extracción y diferentes permanencias. En Rosario, La Capital, el diario más antiguo de la Argentina, y en Santa Fe El Litoral, fundado en 1918 y en el clima de renovación política y cultural de esta segunda década del siglo. 

La llegada del peronismo provocará las conocidas tensiones sociales y culturales, pero en sus líneas generales la fisonomía social de la provincia no registrará cambios decisivos

En 1921, Santa Fe sanciona, bajo la inspiración de Lisandro de la Torre, el político santafesino más conocido y reconocido en la Argentina, una Constitución de signo liberal y progresista que finalmente será vetada por orden de Hipólito Yrigoyen y las previsibles presiones del clero, aunque cuando en 1932 Luciano Molinas asume la gobernación de la provincia en nombre del Partido Demócrata Progresista, la Constitución “laica” será “legalizada”, decisión que luego será un excelente pretexto para la intervención de la provincia por parte del régimen conservador, cuyo exponente más calificado será Manuel de Iriondo, expresión de un conservadurismo liberal y electoralmente fraudulento, aunque con notables iniciativas reformistas en materia de salud y educación.

La llegada del peronismo, a partir de 1945, provocará las conocidas tensiones sociales y culturales, pero en sus líneas generales la fisonomía social de la provincia no registrará cambios decisivos porque, más allá de las vicisitudes de la política, la vida cotidiana de la provincia se ha consolidado alrededor de algunos paradigmas que por comodidad, y dejando para otro momento algunas precisiones conceptuales, podríamos calificarlos como expresivos de una clase media rural y urbana de hábitos liberales en sus versiones progresista y conservadora, esa clase media urbana y rural que votará por Carlos Reutemann y que con otros registros votará por los muy moderados candidatos socialistas y que hoy de alguna manera se siente representada por un “gringo piamontés”, como es actual gobernador Omar Perotti, cuyos pactos políticos internos con el kirchnerismo no le impide sostener, con las tribulaciones del caso, una lealtad con la provincia profunda, con esa tradición fundada en el emprendimiento individual y la moderación política.  

Derrocado el peronismo en 1955, una de las primeras iniciativas institucionales de la denominada Revolución Libertadora será la reforma constitucional de 1957, cuyas sesiones tendrán lugar en Santa Fe, confirmando para la ciudad el lugar histórico asignado como ciudad de de las constituciones, reconocimiento que se confirmará con la reforma de 1994.

disputas no resueltas

Más allá de la boutade literaria de quien imaginó una provincia de Santa Fe independiente de la Argentina y monárquica por añadidura, importa destacar que en términos históricos es imposible escribir acerca de la fundación del estado nacional sin el aporte de esta provincia, del mismo modo que sus logros económicos y sociales no hubieran sido posibles sin la articulación con un orden nacional. Después están las disputas nunca resueltas entre provincia y nación; el reclamo por los fondos coparticipables que corresponden o que se deben más las diferentes vicisitudes políticas internas entre oficialistas y opositores. Desde un punto de vista más económico y social, importa destacar que desde mediados de los años noventa la provincia integra junto con Córdoba y Entre Ríos lo que se conoce como la Región Centro, una iniciativa formalizada durante las gestiones de Jorge Obeid y Juan Manuel de la Sota, aunque en los últimos tiempos este proyecto pareciera haberse debilitado o no despierta entre sus integrantes el mismo entusiasmo que despertó en su momento. La Región Centro fue un proyecto pensado como un espacio de poder territorial para “negociar” con el Estado nacional. Sería de desear que esta iniciativa no duerma el sueño de los justos.

En términos contemporáneos, Santa Fe sigue siendo una provincia cuyos aportes económicos son decisivos para la nación, una provincia con una poderosa sociedad civil que pone condiciones a los gobernantes con independencia de sus signos políticos. Santa Fe no está exenta de los problemas sociales y económicos que asolan al país, pero más allá de dificultades más que evidentes, lo que se sostiene y permanece es un orden político fundado en una aceptable convivencia republicana.

Santa Fe ha sido gobernada desde 1983 por peronistas y coaliciones opositoras de signo progresista cuyos partidos centrales han sido el socialismo y la UCR. Las inevitables y necesarias tensiones y disidencias políticas se desarrollan en un clima de convivencia que muy bien merecería ser considerado de ejemplar, sobre todo atendiendo a los impiadosos rigores de la conflictividad política nacional. Ni el oficialismo se excede en sus atribuciones ni la oposición sabotea o conspira. La presencia de una sociedad civil con instituciones intermedias fuertes y regiones económicas que hacen valer su peso, permite que los gobiernos sean moderados y predispuestos a la creación de consensos, comportamiento republicano que en algunos casos nace de las convicciones y en otros casos de las imposiciones de una realidad que no deja espacio para aventuras cesaristas como las que agobian a nuestras provincias feudales.

Atendiendo a los rigores de esta realidad, es además muy probable que la disposición constitucional que prohíbe la reelección del gobernador ha contribuido a esta convivencia, que excluye la conformación de linajes familiares o “cofradías políticas” decididas a sucederse en el poder. A modo de conclusión parcial podría decirse que si para más de un historiador la provincia de Santa Fe jugó un rol importante en la tarea de construcción del Estado nacional y consolidación y expansión del modelo agroexportador, en el presente hay motivos para suponer o por lo menos especular que esa región centro reúne a pesar de crisis, grietas y otras desgracias que estamos padeciendo, las condiciones objetivos y subjetivas que permiten percibir un futuro. Por supuesto ese futuro no llegará como un regalo del cielo o un beneficio del azar sino como la consecuencia de una laboriosa construcción política de alcance nacional.

 

 

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Rogelio Alaniz

Escritor, periodista y docente. Profesor de Historia (UNL) y columnista de 'El Litoral'. Autor de 'Hombres y mujeres en tiempos de orden, revolución y progreso'.

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