VICTORIA MORETE
Domingo

Líbranos de Putin

La amenaza de una nueva invasión a Ucrania reafirma el carácter autoritario, corrupto y reaccionario del régimen ruso. ¿Quién querría ser "puerta de entrada" de algo así?

Vladimir Putin es el hombre fuerte de Rusia desde 1999 y socio fundador del poderoso club de los autócratas, que cuestiona los valores liberales que han contribuido a la paz mundial después de la Segunda Guerra Mundial y se burla de las democracias (hoy en retroceso) y los derechos humanos. No es un político tradicional, ni siquiera para los estándares rusos, sino un espía de la vieja KGB entrenado en las peores prácticas. En las últimas dos décadas, el sabor de la nueva democracia liberal surgida de la apertura política a principios de los ’90 comenzó a aguarse bajo el férreo puño de la autocracia cleptócrata del señor Putin. Luego de dos reformas constitucionales diseñadas al servicio de la eternidad —una en 2020, en medio de la pandemia—, el hombre fuerte sin sucesión puede ser presidente hasta 2036 superando al mismísimo Josef Stalin o, en su defecto, podrá apoltronarse como senador vitalicio a la Pinochet, otra de sus “innovaciones constitucionales”.

El presidente que se siente “elegido” se autopercibe como una suerte de divinidad o de semi-dios, como sostiene Masha Gessen, su biógrafa no autorizada. Por eso en 2014 se atrevió a invadir Ucrania, en abierto desafío al sistema internacional, y por eso tiene otra vez en vilo a Europa y Estados Unidos, en una crisis manufacturada enteramente por él mismo.

El régimen unipersonal de Putin parece eterno e invencible. Pero, ¿lo es? ¿O es quizás el de un hombre cada vez más solo y aislado en su burbuja de hubris? ¿Cuántas decisiones erróneas puede tomar un líder encerrado, que no consulta a otros, ni está sujeto a restricciones políticas e institucionales, por ejemplo, de un partido o de una junta militar, incluso dentro de una dictadura?

A pesar del retroceso democrático, ¿cuántas autocracias han caído luego de protestas y movilizaciones masivas? ¿No es exactamente el florecimiento de la democracia en Ucrania y las masivas manifestaciones pro-Unión Europea en 2013 y 2014 lo que hizo sonar la alarma en el Kremlin? ¿Por qué razón el pueblo libre de Ucrania no podría ser artífice de su destino democráticamente, si es un país soberano?

El orden político de “Putin eterno”, basado en un liderazgo súper personalista, aislado, conservador, corrupto y autoritario, podría toparse un final doméstico más rápido e inesperado de lo que parece a simple vista. Las autocracias también pueden morir desde adentro.

Motín de conchas

Hace diez años, el grupo de punk feminista Pussy Riot generó una de las mayores y más recordadas intervenciones políticas y artísticas de las últimas décadas. En pleno servicio religioso en la catedral Cristo Salvador de Moscú, las tres jóvenes encapuchadas expusieron al mundo el proyecto político de Putin.

En cuarenta segundos, “Virgen María, Madre de Dios, líbranos de Putin” destaca los principios generales del putinismo: autoritarismo (“el fantasma de la libertad está en el cielo”), conservador (“el líder de la KGB, vuestra más Alta Santidad”, “todos los feligreses se arrastran para hacer reverencias”), de opinión única (“envía y escolta a los manifestantes a prisión”), machista y patriarcal (”las mujeres deben parir y amar”) y homofóbico (“el orgullo gay se envía encadenado a Siberia”). Además revela el poder de los servicios de inteligencia para espiar, perseguir, difamar y amenazar a los disidentes y desliza la codicia extrema y la corrupción que, a diferencia de etapas anteriores, se concentra en pocas manos que no cuestionan al que manda y quien también se enriquece a tasas chinas con los negocios del Estado y sus empresas que manipula a gusto y placer.

Las tres Pussy Riot originales y las que se fueron sumando fueron condenadas por causas armadas en juicios sin debido proceso ni imparcialidad, encarceladas, liberadas por presión internacional, atacadas, amenazadas, declaradas “agentes extranjeros” bajo la nueva ley, e impedidas de ejercer su libertad de opinión sin sufrir consecuencias en territorio ruso. Diez de ellas viven en el exilio. Su colega y periodista Pyotr Verzilov fue envenenado en 2018. No se resignan a que la libertad, el disenso y la democracia liberal (no el engendro iliberal putinesco) no puedan florecer en Rusia, el país en el que nacieron y aman. No son las únicas.

El ciudadano K

En 2003, Mikhail Khodorkovsky tenía 40 años y era el hombre más rico de Rusia. Había sabido moverse en la apertura económica de los años de Gorbachov. Su primer negocio fue un café en 1986. Luego exportaría e importaría computadoras y en 1990 su grupo económico sería propietario del primer banco privado de Rusia. La diversificación de sus actividades económicas y la adquisición de activos privatizados de la ex URSS lo transformaron en uno de los criticados oligarcas rusos. Logró la adquisición de Yukos, la segunda empresa petrolera rusa. Khodorkovsky y otros habían apoyado abiertamente a Yeltsin y su renuncia los tomó por sorpresa.

En 2000, el Presidente Vladimir Putin envió un mensaje claro a este grupo: para mantener sus negocios debían permanecer fuera de toda discusión política. Khodorkovsky fue el único que no aceptó callarse y expuso sus disidencias, abierta y públicamente. La decisión le costó su libertad y el exilio.

Tres años después de la advertencia y siendo el hombre más rico de Rusia, fue condenado por fraude y evasión, entre otros delitos. Pasó una década en prisión hasta que fue liberado y logró salir de Rusia. En el exilio, teme por su vida como lo confesó en una entrevista de 2018. En 2019 se estrenó el documental Ciudadano K que no sólo exhibe los abusos de poder del régimen sino también la movilización de miles de rusos a favor de la libertad y la democracia durante el proceso contra Khodorkovsky.

El asesinato de la periodista Ana P.

Seis años antes de la performance de las Pussy Riot en la catedral, en 2006, la periodista y activista de derechos humanos Anna Politkovskaya fue asesinada en el ascensor de su edificio. El periodismo independiente y profesional se volvió un trabajo de alto riesgo para la vida del que lo ejerce y sus próximos. A la propaganda oficial, las campañas de difamación y las noticias falsas diseminadas a través de medios de propiedad estatal y también privados, se sumaron las fábricas de trolls que restringieron el ámbito de la prensa libre en Rusia.

Anna fue etiquetada como traidora y agente extranjera. Investigaba y reportaba para la Novaya Gazeta. En 2004 había intentado viajar a Osetia del Norte para reportar sobre la masacre en la escuela de Beslán. En el ataque del comando checheno, el día que se iniciaban las clases en una escuela local, los rehenes fueron 1000 y 334 personas perdieron la vida, entre ellas, 186 niños. Anna nunca llegó porque se desmayó en el avión. Había sido envenenada. Dos años después sería asesinada. Otros cinco periodistas de la Gazeta fueron asesinados.

El informe oficial sobre el desenlace de la toma de rehenes en la escuela de Beslán contradice la versión de los sobrevivientes respecto de la intervención de las tropas rusas. Con la excusa de luchar contra el terrorismo, Putin promovió una reforma política que eliminó las elecciones directas en las regiones y centralizó el poder territorial en su puño. En 2016, las madres de los muertos que demandaban una investigación independiente, vistieron una remera que rezaba “Putin es el ejecutador de Beslán”.

Según el Comité de Protección de Periodistas, 28 profesionales fueron asesinados y hay siete desaparecidos en Rusia entre 2000 y 2022.

Según el Comité de Protección de Periodistas, 28 profesionales fueron asesinados y hay siete desaparecidos en Rusia entre 2000 y 2022. En 2020, diez periodistas fueron encarcelados. Decenas de ataques violentos han sido registrados por Freedom Forum. Algunos aceptan ser simples propagandistas a cambio de sueldos abultados, otros arriesgan su propia vida y un tercer grupo opta por reportar los que sucede en Rusia desde el exilio.

En 2021, el premio Nobel de la Paz le fue concedido al director en jefe de la Novaya Gazeta, Dmitry Muratov. En su discurso de aceptación, se refirió al periodismo como antídoto de la tiranía, dijo que desea que los periodistas mueran de viejos y recordó a otros premios Nobel rusos que trabajaron por la libertad y la democracia en su país. Sostuvo que los periodistas deben saber distinguir entre los datos y la ficción. Hizo una profunda y dura descripción de los abusos y la violación de los derechos humanos en las cárceles de Rusia y recordó que la Novaya Gazeta todavía se imprime en papel para que los presos puedan leerla.

Culpable ‘post-mortem’

En 2009, el abogado y auditor Serguéi Magnistki, contratado por Hermitage Capital, realizaba una auditoría y descubrió una red de corrupción que involucraba a funcionarios públicos. No era disidente, ni activista, ni una figura pública. Sin embargo, su detención arbitraria “acusado de evasión impositiva” y su posterior muerte —producto de una nula atención médica y una golpiza en la cárcel—, lo transformaron en un ícono internacional.

Ese año, su jefe Bill Browder sostuvo ante la BBC que Rusia se había convertido en un Estado criminal.  Años antes, se le había prohibido el ingreso a ese país argumentando que era una amenaza a la seguridad nacional y que había evadido impuestos. Browder confiesa que, a diferencia de Khodorkovski, él veía con buenos ojos el planteo de Putin de domesticar a los oligarcas aunque con el tiempo se dio cuenta de que era la excusa para la dominación política del Poder Judicial a partir de la designación de aliados, simpatizantes y delegados en distintos puestos clave. Según Browder, “tenemos a un grupo de autoridades de la ley que son esencialmente criminales organizados con un poder ilimitado para arruinar vidas, tomar propiedades y hacer lo que deseen y es mucho peor de lo que he visto antes en Rusia”.

A raíz de este caso, Estados Unidos aprobó en 2012 una ley que impide a todos los mencionados en la auditoría de Magnistki ingresar a ese país y utilizar su sistema bancario. Más adelante se ampliaría y transformaría en la Magnistki Human Rights Accountability Act sancionando económicamente a países y personas por la violación de derechos humanos y la corrupción. En 2020, la Unión Europea también adoptó un régimen similar al igual que Canadá, el Reino Unido y otros países anteriormente miembros del a ex URSS.

Varios años después de su muerte, Magnistki fue declarado culpable post-mortem por la Justicia rusa. Browder fue condenado en ausencia a nueve años de prisión.

De bloguero a líder opositor envenenado y preso político

En 2008, Alexéi Navalny comenzó a publicar información en su blog sobre la corrupción en Rusia. Dicen en la Universidad de Yale que luego de su semestre como world fellow en 2010, el ruso admitió que su destino era el de liderar a miles y miles de ciudadanos rusos que sostienen la demanda de libertad, transparencia y democracia con coherencia y consistencia desde hace muchos años.

El activismo de Navalny y el apoyo creciente de la ciudadanía rusa se transformaron en un fuerte desafío contra el orden de Putin. Creó la Fundación Anticorrupción y se involucró en política. Los eventos, las protestas y las proclamas de Navalny son cada vez más populares en Rusia. Y ése es un indicador de que el putinismo puede no ser tan eterno como su líder piensa. El opositor simplemente encarna lo que miles creen y defienden.

En septiembre de 2020, bebió una taza de té que, según Bellingcat, habría sido envenenado por agentes rusos. El ruso casi muere en medio de un vuelo doméstico. Terminó internado en la ciudad de Omsk. La gestión de una organización humanitaria logró su traslado a Berlín.

¿Por qué lo habrá entregado Putin? ¿Navalny era ya demasiado popular fuera de Rusia y el costo de liquidarlo sería demasiado alto? ¿Habrán existido gestiones diplomáticas de alto nivel que desconocemos? En ese cuerpo viajaba la prueba del delito.

Los médicos alemanes no sólo lo estabilizaron y permitieron su recuperación sino que descubrieron que había sido envenenado con el gas nervioso novichok en septiembre. En conferencia de prensa, Merkel dijo “alguien trató de silenciarlo y en nombre de todo el gobierno alemán lo condenó en los términos más enérgicos”. El gobierno ruso negó la acusación. En su última visita como canciller, Merkel le pidió a Putin por su liberación.

Navalny tuvo “mejor suerte” que Boris Nemtsov. Este político opositor fue asesinado en pleno centro de Moscú en febrero de 2015.

Navalny tuvo “mejor suerte” que Boris Nemtsov. Este político opositor fue asesinado en pleno centro de Moscú en febrero de 2015, días después de participar en una gran manifestación contra la invasión de Ucrania en 2014. “Opónete a Putin y tu vida valdrá poco” sostuvo el campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov.

A diferencia de otros que optaron por el exilio, Navalny decidió volver a Rusia y someterse a una serie de juicios políticamente manufacturados para mantenerlo en la cárcel por mucho tiempo. En enero de 2021, publicó un informe en YouTube en el que muestra el palacio que sería propiedad de Putin o de algún oligarca relacionado. El video tuvo más de 20 millones de visitas en un día ya suma más de 121 vistas. Putin y su portavoz negaron que sea el dueño de esa lujosísima propiedad en Gelendzhik.

La historia del “palacio” comenzó en 2010 cuando un empresario de la construcción, Serguéi Kolésnikov, filtró planos y otros documentos cuando ya había dejado de vivir en su país. El informe de la fundación de Navalny se nutrió además de una inspección ilegal de activistas ambientalistas. En febrero de 2011, dos habían logrado ingresar al terreno dado que no había nadie en el puesto de control. Al ser descubiertos, se presentaron agentes del Servicio de Protección Federal ruso encargado de proteger al Presidente y a otros altos funcionarios. “Total normalidad”, dirían en Twitter. Más tarde, lo harían guardas locales y personal de seguridad privado, según consigna El País. Uno de los activistas fue procesado y abandonó Rusia; el otro recibió una golpiza y no se dedicó nunca más al activismo ambiental.

Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y otras agencias del sistema, solicitaron la liberación inmediata de Navalny. En marzo de 2021, Estados Unidos impuso sanciones a Rusia. La Unión Europea y Alemania han reclamado su liberación ante las constantes violaciones del debido proceso y el Estado de Derecho en perjuicio del disidente.

En medio de las tensiones y la crisis por una potencial segunda invasión de Rusia a Ucrania, Navalny ha recibido nuevas acusaciones y se teme por su vida.

En medio de las tensiones y la crisis por una potencial segunda invasión de Rusia a Ucrania, Navalny ha recibido nuevas acusaciones y se teme por su vida. El martes pasado fue acusado de una supuesta apropiación de 4 millones de rublos de donaciones a su fundación. La imputación fabricada en menos de dos meses se basó en cuatro denuncias poco creíbles, por ejemplo, la de un “plomero” que dice haber donado más de un millón de rublos. Llama la atención que un plomero ruso posea ahorros por esa cifra. Estos nuevos cargos podrían sumarle una década y media de prisión o más a los tres y medio que ya está cumpliendo. El juicio no se realiza en Moscú para evitar manifestaciones a favor del opositor preso, según su esposa. Esta semana frente al tribunal y a viva voz, Navalny sostuvo que no tiene miedo al Tribunal, ni al penal, ni al FSB (ex KGB), ni a los fiscales, ni a las armas químicas, ni a Putin.

Según la revista Time, Putin teme al movimiento social y político que encarna Navalny que viene de lejos y crece día a día. A pesar de la corta experiencia democrática y la larga noche soviética, la semilla de la libertad germina en amplios sectores de la ciudadanía rusa, especialmente en las generaciones más jóvenes. El recuerdo fresco de las noches en la Plaza Maidan de Kiev y el parto de la democracia en Ucrania representan lo que Rusia no es y podría ser: un espejo en el que Putin no quiere verse reflejado.

Habrá papá y mamá

En 1993, a tono con la perestroika, la homosexualidad dejó de ser un delito en Rusia. Bajo la presidencia de Yeltsin quedó revocada la ley de 1934 sancionada en épocas de Stalin. La condena podía alcanzar los cinco años de cárcel para hombres que mantuvieran relaciones. La medida fue celebrada por los activistas del movimiento LGBT y fue especialmente bien recibida por los efectos positivos en la prevención y el tratamiento de las personas con VIH. “Permite a las personas no tener miedo a la hora de visitar a un médico y formar relaciones homosexuales abiertas”, sostuvo el editor de la revista Risk en ese momento a Associated Press.

A pesar de la ley, el activismo doméstico y la mirada atenta de Europa y de agencias internacionales, la homofobia ha sido persistente y creciente en Rusia. Putin agitó los discursos de odio y se fortaleció políticamente en el conservadurismo de la mayoría de la opinión pública. Efectivamente, la homofobia política se volvió estrategia de Estado, como la mentira y las campañas de desinformación en medios estatales y redes sociales infectadas por las fábricas de trolls.

Los discursos de odio y las medidas restrictivas hacia la supuesta “propaganda gay” se tornaron cada vez más intensos en la Duma y los gobiernos locales. Las consecuencias han sido terribles para miles de personas, especialmente las más jóvenes. En 2006, la primera Marcha del Orgullo Gay en Moscú terminó reprimida por la policía antimotines. En 2012, un tribunal de Moscú prohibió las Marchas del Orgullo por 100 años.

Hace casi diez años, la Duma sancionó casi por unanimidad la ley que prohíbe la propaganda gay especialmente orientada a “proteger” a los menores de edad, bajo la atenta mirada y promoción del presidente Putin, para quien el discurso a favor de las libertades sexuales y “sin género” es ideología que “iguala al bien y el mal”, promovida por Occidente para destruir a la Rusia conservadora y tradicional que él representa.

Hace casi diez años, la Duma sancionó casi por unanimidad la ley que prohíbe la propaganda gay especialmente orientada a “proteger” a los menores de edad.

Ocho años después de la ley, los crímenes de odio por razones de orientación e identidad sexuales se habían duplicado. La organización internacional Human Rights Watch la ha definido como un ejemplo de homofobia política haciendo objeto de estigmatización, encarnizamiento y persecución a minorías sexuales y de género por beneficio político, violando todas las normas internacionales vigentes que protegen los derechos sexuales.

En 2017 y 2019, se llevaron adelante dos “purgas antigay” en Chechenia, una de las “repúblicas” de la Federación Rusa. En el aclamado documental Bienvenidos a Chechenia se registran los métodos, las prácticas y las historias de las víctimas de la “guerra antigay” que se ha desarrollado ante la mirada helada e inconmovible del Kremlin.

Los controles de los contenidos en las redes sociales que publican los jóvenes son habituales en las escuelas. Un joven ha sido amenazado con la expulsión de su Universidad por considerar que la funda rosa de su celular indica que es gay. También las feministas han sido objeto de persecución y arresto por supuestamente violar la ley de propaganda gay. Tal es el caso de Yulia Tsvetkova acusada de distribuir “pornografía criminal” en su página en una red social.

Como era esperable, la ley de propaganda gay se ha utilizado para la censura. La semana pasada se anunció que el juego “The Sims 4: My Wedding Stories” no se lanzaría en Rusia para evitar la violación de esa ley. La presión de los “gamers” en redes sociales bajo el hashtag #weddingsforrussia ha sido tan relevante que ha llevado a la compañía a revisar su decisión. ¿Qué hará el Kremlin?

Las restricciones también se extienden a las organizaciones no gubernamentales. La semana pasada el ministerio de Justicia solicitó “liquidar” a la Fundación Sphere, entidad legal bajo la cual opera la Red LGBT de Rusia por violar las leyes de agente extranjero y de propaganda gay.

En 2020, la reforma de la Constitución rusa explicitó que el matrimonio se debe producir entre un varón y una mujer y prohibió la adopción por parte de personas transgénero. En 2021, Putin promulgó la reforma que había sido avalada por un referéndum. Sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, dijo “mientras sea Presidente no pasará. Habrá mamá y papá”.

Chau memoria

A principios de los ’90 se creó la organización de derechos humanos Memorial. Su misión fue y ha sido construir una base de datos de las víctimas del Gran Terror y los gulags durante la era soviética. Su primer presidente fue Andrei Sakharov, premio Nobel de la Paz en 1975. En los últimos años, Memorial también registró las violaciones y abusos de los derechos humanos en la Federación Rusa y otras ex repúblicas soviéticas.

Unas semanas atrás, el gobierno de Putin solicitó su cierre argumentando la violación de la ley de agentes extranjeros. La decisión judicial ha sido políticamente motivada y rápida a favor de los intereses del régimen por silenciar a toda organización y persona que altere a Vladimir Putin. Hay una historia oficial que el Kremlin desea narrar sobre el pasado y cierto silencio sobre las violaciones de derechos del presenta que Memorial altera con su simple existencia.  La organización fue acusada de ser arma geopolítica al servicio de intereses extranjeros.

La ley de “agente extranjero”, ampliada en 2020, apunta a eliminar a las organizaciones y medios de comunicación y a “marcar” a las personas que perturben al régimen. Es declarado “agente extranjero” todo aquel que “realice actividades políticas en interés de Estados extranjeros y que reciben financiamiento del exterior”. Si en Argentina existiera una ley restrictiva de este tipo, propia de una dictadura e inconstitucional, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo sería declarada “agente extranjero” por recibir financiamiento de la Unión Europea. 

Recientemente la Deutsche Welle, cadena alemana de noticias internacionales, fue declarada “agente extranjero”. Las credenciales del staff fueron canceladas y las oficinas cerradas. La lista negra crece. Las libertades de opinión, asociación y expresión se cercenan cada vez más y su ejercicio se paga con el cierre, la cárcel, el envenenamiento, la difamación, el exilio o, en su defecto, la muerte física o civil.

Ucrania importa

Queda mucho, muchísimo por decir y contar respecto de lo que se ha vivido y se vive en la Rusia de Putin desde 1999. También podría haberme concentrado en describir la exponencial corrupción de la cleptocracia gobernante. Sin embargo, hoy me preocupa que seamos conscientes de la necesidad de proteger la paz, el ejercicio de la libertad y la estabilidad de la democracia liberal en Ucrania. Me importa que Ucrania nos importe. Ese aleteo de la mariposa de la libertad tan lejos pero tan cerca, y también en la disidencia rusa, es fuerte y merece nuestra atención.

En Argentina no estamos inoculados contra los autócratas. Sabemos que nuestra democracia es menos liberal y republicana desde hace mucho tiempo, a pesar de las islas que significaron las presidencias de Alfonsín, De la Rúa y Macri. Esas experiencias nos muestran lo difícil que es el camino de la libertad pero también nos recuerdan lo imperioso que es defenderla y protegerla en nuestro territorio y más allá. La democracia nos reclama solidaridad global y merece nuestra atención y acción.

Para muchos como yo, los valores pesan más que los intereses, porque nos trascienden y nos permiten progresar. Sobre la libertad, el humanismo, la democracia, el Estado de Derecho, el respeto a los derechos humanos y la paz se construye un proceso de desarrollo progresivo, sustentable y más equitativo.

La defensa de los principios de la democracia liberal y los derechos humanos han sido constitutivos de la política nacional e internacional de la República Argentina desde 1983.

La defensa de los principios de la democracia liberal y los derechos humanos han sido constitutivos de la política nacional e internacional de la República Argentina desde 1983. Ningún demócrata que los defienda y promueva puede ignorar o soslayar las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo en la Rusia de Putin. Por eso, la manifestación del Presidente argentino en el Kremlin —que seguramente sorprendió a su par ruso—, ofreciendo nuestro país a un dictador como puerta de entrada de la región, ha sido indigna e irrespetuosa para con nuestra propia historia.

Todos sabemos que la democracia liberal-republicana tiene defectos pero también somos conscientes de que está en peligro y que retrocede en todo el mundo. Del debate sobre su renovación y protección, la Argentina no puede estar ausente. También distinguimos a quienes buscan destruir a la democracia desde adentro abusando de las ventajas de la libertad, atacando al Estado de Derecho que los limita y controla y envenenando el debate público abierto y democrático. Tenemos claro que la libertad de decir, hacer, asociarse, peticionar, ejercer el comercio, tener un patrimonio, ser gay, hétero o fluido, educar y educarse, elegir y ser elegido, ser tratado igual ante la ley por un tribunal imparcial e independiente, no tiene precio. Ucrania importa porque nos importa vivir en libertad.

 

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Laura Alonso

Politóloga (UBA) y Master en Políticas Públicas (LSE). Consultora política e institucional. Ex diputada nacional y jefa de la Oficina Anticorrupción.

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