El rumbo internacional tomado por la Argentina durante el período 2015-2019 estuvo caracterizado por la construcción de consensos y la búsqueda de acciones colectivas para enfrentar los desafíos globales. El equipo que trabajó en la agenda internacional del gobierno actuó con la convicción de que el mundo era mucho más una oportunidad que una amenaza. Hoy esa convicción es más fuerte que nunca, pero nos enfrentamos a un contexto mundial diferente, mucho más desafiante. Una nueva presidencia de Juntos por el Cambio podría beneficiarse doblemente: por un lado, contar con un mapa de ruta para decidir qué rumbo internacional tomar, sin comenzar todo desde cero; por el otro, nutrirse de un equipo de profesionales consolidado, que se conocen y confían entre sí, y que reúnen la experiencia e idoneidad para poder cumplir el mandato de integración internacional.
¿Para qué sirve tener una política exterior si no aporta a construir una región más segura y democrática, un mundo más pacífico y respetuoso de los derechos humanos? ¿Cuál es el sentido de una estrategia internacional si no es para conseguir del mundo lo que necesitamos, desde generar trabajo y acceso a mercados, hasta inversiones y cooperación tecnológica, para aportar a mejorar las vidas de los argentinos?
Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia en 2015, Argentina dejó atrás un rumbo de confrontación internacional que atentaba contra nuestros intereses nacionales. Tomó uno nuevo que consistió en construir agendas positivas, respetuosas y de mutuo beneficio, tanto con los vecinos como con otros socios globales. Todo el gobierno sumó esfuerzos en una misma estrategia internacional, donde cada uno de quienes lo integramos, desde su lugar, nos sentimos parte de una misma visión estratégica.
Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia en 2015, Argentina dejó atrás un rumbo de confrontación internacional que atentaba contra nuestros intereses.
Durante la etapa 2015-2019, la diplomacia de la Casa Rosada se enfocó en crear condiciones al más alto nivel político que sirvieran a los objetivos de construir confianza, diversificar socios, ampliar espacios de cooperación y buscar ámbitos en donde la Argentina pudiera desempeñar un papel protagonista. La mayor parte de los actores del ecosistema a cargo de diseñar, planificar e implementar la estrategia internacional entendieron esa dinámica, lo que permitió pensar la política exterior en términos de mayor amplitud.
Esto supuso acciones coordinadas de distinta índole. Por ejemplo, giras globales encabezadas por la vicepresidenta Gabriela Michetti y el jefe de gabinete Marcos Peña, en quienes Macri depositó su confianza en diversas ocasiones para realizar misiones exploratorias y de avanzada, acompañados de una compacta delegación de funcionarios que promovían agendas específicas de interés para Argentina. Como también fueron los casos de las visitas de Estado realizadas por el presidente con un carácter federal, en las que sistemáticamente estuvo acompañado por delegaciones de gobernadores de varias provincias, de todos los signos políticos, que aprovecharon la plataforma externa para impulsar proyectos prioritarios e integrados a la visión nacional.
La agenda de Cambiemos no dejó duda de haber ratificado el valor de la integración. Se reconstruyó la confianza y la agenda de cooperación con los países limítrofes, incluyendo la promoción del desarrollo de fronteras, creciendo en el flujo de intercambio comercial, de inversiones, integración energética y productiva, etc. Además, en el Mercosur, concertando las voluntades de los cuatro gobiernos, pusimos en marcha un camino para adaptarlo al siglo XXI, y le dimos un ambicioso impulso a la agenda externa, logros concretos conseguidos gracias a la permanente articulación entre los funcionarios y técnicos de Producción, Agroindustria, Relaciones Exteriores, etc. Por ejemplo, luego de 25 años de negociaciones con la Unión Europea, en 2019 concluimos el pilar comercial, algo sin precedentes que, si bien fue un hito, lo relevante fue que lo entendimos como un paso en la trayectoria correcta hacia un Mercosur moderno y abierto. Un bloque que, lamentablemente, durante los últimos años ha permanecido estancado.
Tres ejemplos concretos
Por otra parte, derrotar al narco era uno de los mandatos prioritarios que la sociedad le dio a Cambiemos en 2015 y la estrategia internacional buscó apoyar ese objetivo. Con un fuerte componente de cooperación regional e intercambio de información internacional, se logró aumentar tanto la cantidad de droga incautada como las capturas de prófugos nacionales e internacionales, desarticulando redes narco criminales transnacionales y reduciendo los homicidios vinculados al narcotráfico en todo el país. Pero, en esos años, Argentina fue mucho más allá y también afianzó su rol por la paz y seguridad. Hay muchos otros ejemplos, pero quisiera destacar tres, por la relevancia del trabajo de construcción de confianza y en equipo que significó cada uno.
Primero, nuestro rol en el proceso de desarme en Colombia. Un valioso trabajo entre nuestra sede diplomática en Bogotá junto a otros funcionarios de Cancillería, Defensa y Seguridad que hicieron posible el despliegue de un numeroso contingente argentino de fuerzas armadas y de seguridad (70 en una misión de 400 observadores militares) que actuaron en calidad de misiones de apoyo al proceso de paz, incluyendo a quien fuera responsable de su comando.
Segundo, el histórico trabajo en materia de cooperación humanitaria, junto al Comité Internacional de la Cruz Roja, para lograr la identificación de los soldados argentinos caídos en Malvinas. Se trató de un proceso que no estuvo ausente de dificultades, pero donde la decisión política fue poner a la diplomacia profesional a cargo del cuidado de una gran prioridad, por mandato constitucional, de nuestra política exterior soberana. Y se trató también de un nuevo capítulo de diálogo y construcción de confianza con el Reino Unido, permitiendo avanzar, por ejemplo, en una agenda de trabajo en diferentes áreas del Atlántico Sur de mutuo interés, tales como los recursos naturales, las conexiones entre el continente y las islas, la cooperación antártica, entre otros.
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Tercero, sobresalió el activismo por la no proliferación y la seguridad nuclear, al más alto nivel, en coordinación con el Ministerio de Energía y la Cancillería. Lo que había sido un pilar de nuestro consenso democrático, fue también una manera de señalizar inequívocamente un rumbo para nuestro desarrollo de tecnología nuclear, la relación con nuestros vecinos, la red de acuerdos con otros países y las mejores prácticas diplomáticas. Asimismo, la lucha contra el terrorismo fue más firme que nunca. Se fortalecieron las medidas dirigidas a prevenir su financiamiento y fue posible crear un Registro para agilizar el congelamiento de activos sospechados de estar vinculados a terroristas, lo que por ejemplo permitió que la Unidad de Información Financiera (UIF) dispusiera el congelamiento de activos a personas y entidades de Hezbollah. El reconocimiento a este compromiso quedó reflejado en 2019 cuando organizamos la Segunda Conferencia Ministerial Hemisférica de Lucha Contra el Terrorismo.
Estas acciones que mostraron el claro compromiso de la Argentina con la agenda de seguridad global, estuvieron articuladas a partir de una visión de la seguridad nacional. Ésta quedó plasmada en la primera estrategia de seguridad nacional desarrollada por nuestro país, instrumento que nos permitió sentar las bases para dialogar con el mundo utilizando el mismo diccionario. Por resaltar sólo una de las agendas de futuro priorizadas durante el gobierno de Cambiemos, se sentaron las bases del renovado compromiso ambiental. Renovado en el sentido de que fue una expresión nacional de un compromiso que en el pasado se había manifestado de otras maneras, como a través de la agenda verde urbana y los compromisos ambientales de ciudades globales como la red C40.
Por resaltar sólo una de las agendas de futuro priorizadas durante el gobierno de Cambiemos, se sentaron las bases del renovado compromiso ambiental.
Entonces ya éramos conscientes de la emergencia climática, de que debíamos actuar sin titubear. Por eso fue tomada la iniciativa de comenzar a trabajar en una estrategia a largo plazo de bajas emisiones, pieza irremplazable para cualquier objetivo serio con miras a la neutralidad carbónica al 2050. Una iniciativa que estuvo sustentada en la decisión política de apoyar los esfuerzos realizados por el Gabinete Nacional de Cambio Climático, espacio que se creó con el fin de hacer converger las metas sectoriales para que sean integradas en una visión integral, y donde fue posible una mirada equilibrada entre desarrollar sosteniblemente nuestros recursos, y conservar nuestra biodiversidad y riqueza natural.
Por último, no podemos soslayar lo que representó la presidencia argentina del G20 en 2018. El gobierno demostró vocación de fortalecer y mejorar la gobernanza global, lo cual se vio reflejado en el hito de la Cumbre de Líderes, cuando fuimos anfitriones del mayor evento que reúne a los países poderosos del mundo y se logró encauzar exitosamente el consenso de las negociaciones (y donde fue posible la primera tregua comercial sellada entre los Presidentes de China y Estados Unidos, con quienes Macri había mantenido comunicación fluida y múltiples encuentros, tanto con Xi Jinping en un total de seis oportunidades, como con las dos administraciones en Washington, las de Barack Obama y luego Donald Trump). La Cumbre del G20 fue un acontecimiento clave, una expresión clara de ese rumbo, en el que Argentina demostró su capacidad de trabajar de manera consistente para aportar a un orden internacional mejor, como había quedado expresado el año anterior con la Conferencia Ministerial de la OMC (2017) y fue convalidado al año siguiente con la Conferencia de Naciones Unidas de cooperación Sur-Sur (2019).
El protagonismo internacional de Argentina y del liderazgo de Macri en aquellos años fueron construidos con el trabajo y asesoramiento de un gran equipo de referentes profesionales. Personas con ideas y con sentido de proyecto colectivo en el Congreso, los ministerios, gobiernos locales y organismos técnicos. Equipos que se han mantenido juntos compartiendo reflexiones y representando una reserva de valor del perfil internacional de la Argentina. Personas que seguimos considerando como un activo compartido aquella manera de representar a los argentinos en el mundo. Una experiencia que, tanto por lo bueno como especialmente por lo malo (aquellas duras lecciones aprendidas de los errores cometidos), permitirá posiblemente actuar con más asertividad en el futuro.
El legado de una visión
Aquello que se condensó en la agenda de inserción internacional de Argentina durante la gestión de Mauricio Macri, sirvió para sentar una de las bases que hoy la mayoría de la coalición reivindica. Lo bueno es que esa base también sirvió, durante los cuatro años en que Juntos por el Cambio ejerció la oposición al gobierno, para fidelizar y ampliar los equipos. Estos fueron clave para mantener vivo el fuego del legado de la inserción inteligente a través del posicionamiento permanente sobre temas relativos al interés nacional de Argentina, así como de la presión sistemática al oficialismo ante su errática política exterior. Estos serán imprescindibles para cumplir con el mandato de cambio y de integración con el mundo post 2023.
El dilema de confianza internacional que ha generado la Argentina es inseparable del rumbo. Un rumbo que requiere de claridad con respecto a los objetivos, así como de personas con el conocimiento, la experiencia, las ganas y las ideas para llevarlos adelante. Con los principios y valores claros, es difícil que haya contradicciones estratégicas tan groseras como las que hoy comete el oficialismo. El ejemplo más nítido es el posicionamiento político consistente de los líderes de Juntos por el Cambio en relación a Venezuela. Como nuestra historia y geografía nos unen a una región que valora la democracia, la libertad y los derechos humanos como modo de vida y convivencia pacífica, desde el primer viaje internacional de Macri como presidente la Argentina lideró la denuncia de violaciones a los derechos humanos en Venezuela, puesta en evidencia algunos años más tarde en el informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
La política exterior del período 2019-2023 pasará a la historia como improvisada, errática y carente de conducción.
A modo de conclusión, creo que Cambiemos articuló la mejor política exterior argentina del siglo XXI gracias a dos cosas: al rumbo internacional que tomó el país bajo el liderazgo de Macri y al equipo de trabajo que lo acompañó. En cambio, la política exterior del período 2019-2023 pasará a la historia como improvisada, errática y carente de conducción. Como una política exterior que adoleció de coherencia estratégica y destruyó reputación, liderazgo y confianza en la Argentina.
Hacia adelante, tenemos que conseguir que la valoración que hace la sociedad de la relación con el mundo durante el gobierno de Macri ya no sea una construcción exclusiva del período 2015-2019 y pueda sostenerse en el tiempo. Poder volver a presentarle al mundo una estrategia consistente que incluya la hoja de ruta de acceso a la OCDE y un conjunto de activos como la energía, los alimentos y la minería, que junto a los servicios basados en el conocimiento, tienen el potencial de ofrecer al mundo lo que necesita para hacer las transiciones necesarias hacia el desarrollo sostenible.
Y que, de cara a la renovación presidencial, este perfil de inserción internacional ampliamente aceptado, bueno por su contenido y que ha contado con la entusiasta aceptación del mundo y de los argentinos, sea un activo de Juntos por el Cambio. Que desde el 10 de diciembre de 2023 en adelante podamos abrevar en un rumbo y un equipo capaz de ayudar a enfrentar los grandes desafíos regionales y globales que tenemos por delante.
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