1. En el búnker
La noche de las PASO de 2019 llegué al búnker de Costa Salguero relativamente temprano. Recibí los primeros malos resultados alrededor de las siete de la tarde. Intuía que las cosas no habían salido como se esperaba. Los mensajes de Whatsapp se llenaban entre las distintas listas de colegas y amigos que iban enviando telegramas y, con ellos, sensaciones de bajón.
Los búnkers son lugares raros. Son el espacio y el momento en el cual nos encontramos para compartir las esperas, las informaciones, las ansiedades y los resultados de una elección, entremezclados con cientos de personas con las que tenemos algunas ideas en común. Desde siempre, los búnkers del PRO, luego de Cambiemos y luego de Juntos por el Cambio fueron espacios de alegría y festejo. A veces, de euforia. Pasaba que hasta esa noche siempre habíamos ganado.
Los números que llegaban eran peor que malos y el clima, naturalmente, fue mutando hacia el de un velorio. Las voces habían bajado de volumen y las sonrisas habían desaparecido por completo de los rostros de los hombres y las mujeres. “Con estos números todo va a ser muy difícil” nos decíamos unos a otros como autómatas, mientras los que llegaban abrían sus ojos y preguntaban espantados: “¿Qué pasó?”
Los que llegaban abrían sus ojos y preguntaban espantados: “¿Qué pasó?”
A las 22:10, el entonces presidente Mauricio Macri habló por primera vez. En el escenario del búnker lo acompañaban Miguel Ángel Pichetto, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió, Diego Santilli, Gabriela Michetti y Marcos Peña.
Después de anunciar que habíamos tenido una “mala elección” y pedir redoblar los esfuerzos para la elección de octubre, un Macri visiblemente agobiado afirmó: “Escuchamos el voto de la gente, creemos en la democracia”, para luego concluir: “Hay mucha angustia, mucha duda. Estoy acá para ayudarlos porque amo este país. Porque creo en lo que todos podemos hacer. Creo que es muy importante que todos sigamos dialogando en este país y sigamos explicando al mundo qué es lo que queremos. Aislados del mundo no tenemos futuro. Tenemos que ser parte del mundo”.
Hacía instantes había repetido una frase que le había escuchado pronunciar varias veces en la campaña: “En estas elecciones se van a definir los próximos 30 años”.
2. Lo que Macri dijo
He pensado muchas veces en las cosas que Macri dijo y en las cosas que Macri no dijo en esas horas. Dejemos para más adelante las que no dijo –y que muchos afirman haber escuchado– y concentrémonos por ahora en aquellas que sí dijo, que adquieren un enorme valor a partir de todo lo que sucedió en los tres años siguientes en la Argentina.
No es necesario recordar que el viernes anterior a la elección los mercados habían cerrado en alza descontando un buen resultado para el Gobierno y que el lunes siguiente la caída fue estrepitosa. El riesgo país se disparó en minutos, la bolsa cayó como nunca y el dólar dio un nuevo salto.
En la conferencia de prensa del búnker, Macri llamó a la responsabilidad de los que más votos habían obtenido sin descuidar la suya propia: “Yo voy a hacer mi parte. Como lo vengo haciendo desde hace tres años y medio, explicándole al mundo cuál es nuestra propuesta y logrando el apoyo del mundo entero” para luego agregar que: “A partir de mañana, con este resultado electoral, todos tenemos que ser responsables de lo que vamos a hacer a futuro. La Argentina aislada del mundo no tiene futuro”. La apelación a la responsabilidad de los vencedores continuó: “Necesitamos que el mundo conozca lo que piensa la mayoría de la dirigencia política argentina para que pueda confiar. Dar estabilidad y certidumbre que no dañe una economía como la nuestra que está empezando a recuperarse lentamente”. Y señalar la cuestión que estaba detrás del resultado electoral generando tensión en los mercados: “La incertidumbre política nos hace daño. No cambia eso por un resultado electoral”.
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Macri tenía claro que el principal problema que presentaba el probable regreso del kirchnerismo al poder estaba en su relación con el mundo. Al dirigirse a Alberto Fernández y a Cristina Fernández de Kirchner decía: “Y a aquellos que han tenido tan buen resultado, ojalá que este resultado haga que giren a tener un discurso más responsable en el cual reconozcan errores del pasado y que plantee que también quiere ir al futuro. Y no reivindicar las banderas del pasado que nos hicieron tanto daño, que nos dejaron tan aislados del mundo y con tantos problemas que todavía no hemos podido terminar de resolver”.
Al día siguiente, con los números catastróficos de los mercados todavía en las pantallas, Macri insistió con su advertencia: “El problema mayor que tenemos los argentinos es que la alternativa kirchnerista no tiene credibilidad en el mundo. No tiene la confianza necesaria para que la gente quiera venir a invertir en el país”. Minutos después insistió en la misma dirección: “Hay un problema grave entre el kirchnerismo y el mundo. El mundo no le confía en lo que pretende hacer con la Argentina otra vez. Tienen ellos que trabajar en generar esa credibilidad. Como presidente estoy acá para ayudar en lo que pueda. Pero no es fácil. Ellos tienen que demostrar que van a hacer algo distinto de lo que hicieron antes. Por lo que hicieron antes es que pasa lo que pasó hoy en el mercado cuando tendría que haber sido una noticia buena para unos y mala para otros. Pero no mala para todo el mundo económico local y extranjero, como pasó”.
Para Macri, en 2019 era imposible que el kirchnerismo pudiera recuperar la confianza de los mercados internacionales, tal como se terminó verificando con los bonos renegociados por el propio kirchnerismo, hoy en el sótano de su valor: “El tema es que el kirchnerismo ya gobernó. Y ya el mundo conoce lo que hizo. El kirchnerismo tiene que hacer un esfuerzo adicional para convencer de que va a hacer algo distinto”. También: “Yo no creo que, si caemos en la misma política del pasado, vaya a haber una mejora. Porque claramente no existe la bonanza y las cosas que ellos utilizaron para, como buen gobierno populista, generar un presente bueno a costa de un futuro hipotecado”.
En aquella conferencia de prensa de la Casa Rosada junto a Pichetto, Macri describió con bastante precisión la Argentina de 2022.
En aquella conferencia de prensa de la Casa Rosada junto a Pichetto, Macri describió con bastante precisión la Argentina de 2022: “Si se confirmase que el kirchnerismo gana las elecciones en octubre, el problema está. Esto es sólo una muestra de lo que va a pasar. El problema va a estar. Por el pasado hay un montón de gente que decide no dejar su dinero en este país. Que se va del país. Es tremendo lo que puede pasar. Lo digo desde hace tres años y medio, no desde ahora. No podemos volver al pasado porque el mundo ve eso como el fin de la Argentina. Ellos tienen que convencerlos de que aprendieron de lo que pasó antes. Y no veo que hagan ningún esfuerzo. Siguen diciendo las mismas cosas y diciendo que a ellos no les importa y que van a hacer las cosas de otra manera. Pero el mundo cambió, no es el mismo que tenían ellos hace unos años atrás. Hoy la Argentina aislada del mundo no tiene futuro. Hoy necesitamos estar conectados al mundo. Lo que pasó hoy porque ganaron es que nos desconectaron un poco. Y la gente se fue. ¿Por qué caen los mercados? Porque se van. Venden a cualquier precio y se van. Las empresas nuestras pierden valor, pierden capacidad de crecer, de generar empleo y se van. Si no hay un gobierno que garantice estabilidad en las reglas de juego e institucionalidad, pasa lo que pasó hoy. Tienen que hacer una autocrítica y decir: tenemos un problema y lo vamos a resolver. Porque queremos acompañar a los argentinos y queremos que el mundo nos acompañe”.
La profecía se cumplió, qué duda cabe.
3. Lo que Macri no dijo
Siempre han despertado mi curiosidad los fenómenos de construcción de sentido. Cómo escuchamos, leemos, interpretamos, decodificamos los discursos políticos. En qué momento preciso se construye un significado que va a pasar a ser reproducido por distintos actores hasta parecerse demasiado a una verdad.
Sobre las intervenciones de Macri en aquellos días, la máquina del lenguaje impuso dos enormes lugares comunes de interpretación. Por un lado: “Macri nos/los mandó a dormir”. Por el otro: “Macri le echó la culpa a los votantes (por el resultado, por la caída de la bolsa, por la suba del dólar, etc.)”.
En la era de las redes y la comunicación instantánea resulta imposible descubrir el origen de estos fenómenos de interpretación colectiva. Y dudo que sea relevante. ¿Quién fue el primero que pensó que Macri estaba enviando a la gente a dormir como un padre ofuscado? ¿Quién fue el primero que lo dijo? ¿Quién fue el primero que lo tuiteó? ¿Quién fue el primero que lo dijo frente a una cámara de televisión? ¿Quién fue el primero en publicarlo en un portal? Esto es lo que dijo Macri aquella noche acerca de irse a dormir, al concluir su intervención en el escenario:
Estamos acá, claramente. Estamos dejando todo por nuestro querido país. Duele. Duele que hoy no hayamos tenido todo el apoyo que esperábamos. Pero a partir de mañana seguiremos trabajando, haciéndonos responsables. Todos ahora somos más responsables de que este país salga adelante. Así que a dormir y a empezar a trabajar desde mañana a la mañana. Muchas gracias.
La segunda interpretación proviene de las dos conferencias de prensa posteriores a este momento La realizada en el mismo búnker después de las palabras en el escenario y la celebrada al día siguiente en la Casa Rosada. A esto hay que sumar una última intervención muy poco afortunada, el miércoles 14 por la mañana, grabada en la Quinta de Olivos.
Confieso que busqué y busqué algo que indicara o apenas sugiriera algún tipo de enojo en Macri. Algún eufemismo que implicara echar culpas o, al menos, algún grado de fastidio acerca de la conducta de los electores. Esto es lo que encontré:
Yo reviso cada noche antes de irme a dormir todo lo que hicimos estos tres años y medio y estoy convencido que éste es el camino correcto. Me duele en el alma que haya habido tantos argentinos que crean que hay una alternativa volviendo al pasado. Creo que no la hay. No la hay. Lo que cabe acá es que aquellos que han participado y han tenido este respaldo expliquen una alternativa de futuro. Una alternativa de futuro que ayude a que la elección en octubre se desarrolle en un clima positivo para los argentinos. Ya sabemos que el mercado es un fenómeno distinto a la política local y que toma sus posiciones. El viernes lo habíamos visto tomar una posición muy a favor de la Argentina pensando que nosotros ganábamos la elección. Y ahora perdimos. Y perdimos por mucho. Depende de cada uno de nosotros y de lo que hagamos.
Hay una parte importante de la Argentina que en esta elección tomó una decisión. No estoy convencido de que el camino que se tomó es el correcto. La elección es en octubre. La mayoría de los argentinos no votó volver al pasado. Votó por alternativas que significan ir hacia el futuro.
Soy una persona que ama este país. Que tengo un profundo respeto por los argentinos. He hecho 260.000 kilómetros. He recorrido la Argentina 70 veces de norte a sur. Y cuanto más los conocí, más los respeté y más fe me despertaron.
Culpa nuestra no haber encontrado la forma de haber logrado un resultado electoral positivo.
Yo no hago responsable a nadie más que a nosotros del resultado electoral que hemos tenido. Nosotros escuchamos el mensaje. Acá hay un voto bronca que se expresó en las urnas.
Los argentinos somos gente que todos los días nos cuestionamos las cosas. Todos los días repensamos qué nos conviene y qué no. Hoy lo expresamos con libertad. Estoy muy contento de que ayer hayamos tenido una elección como la que tuvimos. Donde nos fuimos a dormir temprano sabiendo lo que había pasado. Y se respetó la opinión de cada uno. Como la seguiré respetando y la respeté siempre. Creo en la democracia y llegué acá con el voto de los argentinos para ayudar a los argentinos.
En la segunda conferencia de prensa, el candidato a vicepresidente Miguel Pichetto agregó, para que no quedara lugar a dudas: “No le echamos la culpa a la gente por lo que ha votado. Pero es importante que la gente analice los efectos y consecuencias. Creo que se están desarrollando y están impactando”.
Sin embargo, de manera escurridiza el sentido construyó su propio camino. Desde aquel día, miles repitieron aquello de que Macri se había enojado con la gente y le había echado la culpa de algo, no importa de qué. La creencia alcanzó tal grado de verosimilitud que llegó hasta su propio círculo de confianza, donde también se había instalado la convicción de que había ocurrido lo que no había ocurrido.
El colofón absurdo llegó dos días después, en el mensaje que Macri grabó desde la Quinta de Olivos para anunciar un conjunto de medidas económicas destinadas a aliviar el bolsillo de los argentinos. Llamativamente, Macri comenzó el mensaje pidiendo disculpas por lo que había dicho el lunes y se excusó en no haber dormido la noche anterior y haber convocado a la conferencia de prensa de la Casa Rosada sin haber estado del todo convencido de hacerlo.
Tres años después queda claro que no había nada de qué disculparse. De hecho, las disculpas fueron olvidadas de inmediato
Tres años después queda claro que no había nada de qué disculparse. De hecho, las disculpas fueron olvidadas de inmediato al tiempo que las medidas parecían acompañar el mismo pedido de perdón. Ambas cosas sólo sirvieron para convertir en realidad lo que hasta ese momento había sido tan solo una interpretación bastante interesada de las palabras. Al asumirla como propia, la interpretación se convirtió en la certificación de que había ocurrido algo por lo que correspondía disculparse.
Mi interpretación es diferente. Para poder culpar a Macri –y sólo a Macri– de todas las calamidades desatadas por el resultado electoral, era necesario convertir a Macri en el villano de esta historia. Para lograrlo, bastaba reponer la figura que durante años buena parte de la intelligentsia progresista argentina había construido y modelado con perseverancia y paciencia. Macri el malo, ése que ordena que los chicos se vayan a dormir mientras les echa la culpa de sus propias frustraciones. En otras palabras, el Macri de los prejuicios. El Macri que no existe sino en la antigua iconografía de sus antagonistas.
4. El Rubicón
El Rubicón es un río angosto de Italia que desemboca en el Adriático. Desde que Julio César se detuvo frente a él en la noche del 11 al 12 de enero del año 49 a. C. se ha vuelto famoso. No es un río difícil de cruzar. Es angosto y no es demasiado caudaloso. Cualquiera podría hacerlo. Pero tiene un valor simbólico enorme. Una vez que se cruza el Rubicón, no es posible volver atrás.
Como todos los lectores de Astérix y los interesados en la historia de Roma saben, el Rubicón demarcaba el límite con las Galias. Al cruzarlo sin autorización del Senado, Julio César desató una guerra civil y dijo para la posteridad: alea jacta est, la suerte está echada.
Quizás en aquellas PASO se echó la suerte de la Argentina para los próximos 30 años. Tal vez el Rubicón que no nos animamos a cruzar hace tres años nos haya traído de vuelta al punto de partida. Elijo creer que seguimos ahí mismo, a mitad de camino, con menos dudas, con más experiencia, algo más viejos. Con el mismo coraje, esperando por el momento del cruce definitivo.
En una de sus respuestas de aquella conferencia, Macri hizo mención al asunto:
Yo nunca subestimo a nadie. Por educación. Por mi forma de ser. Subestimar es algo feo. La realidad es que uno hace lo mejor que puede. Yo he hecho lo mejor que podía. Estoy convencido que la Argentina es un país que tiene un enorme futuro por delante. Que tiene solamente que terminar de cruzar el río, que nunca estuvo tan cerca de cruzar el río. Y recordando a ese chacarero que me envió un mensaje hace unos días y me decía “¿y si nos asustamos y volvemos para atrás en la mitad del río?” Y… eso va a ser un problema. Va a ser un problema. Porque nosotros teníamos que cruzar este Rubicón. El Rubicón de recuperar, con fe y con ganas, la cultura del trabajo. Del equipo. Del diálogo. De la verdad. Este era el desafío. Este era el camino que estábamos recorriendo. Esta elección pone en duda eso. Tenemos de acá a octubre para plantear que este cambio tiene que suceder. Continuar el cambio. La Argentina que soñamos está en el futuro, no está en el pasado.
El Rubicón sigue ahí. Esperando por nosotros.
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