BRANCOWITZ
Domingo

La izquierda y el lobo

En su nuevo libro, Pablo Stefanoni analiza la alt-right desde una mirada progresista. Quizás ahora que ven la cara al verdadero fascismo, se den cuenta de que el liberalismo no era el cuco.

Un conocido filósofo argentino de formación de izquierda me comentaba, no sin cierta perplejidad, que su hijo adolescente se identificaba como de derecha. No es un fenómeno aislado. En todo el mundo emergen jóvenes que, alimentados con textos y videos, se perfilan como parte de alguna variante de la nueva derecha. Hasta hace algunos años, una declaración en este sentido hubiera representado un suicidio social. Todavía recuerdo cuando, a principios de los 2000, comenté en una clase de Sociología de una universidad pública que era liberal y el profesor me preguntó, frente a toda la clase, “¿te gusta Videla?”. Aún por entonces todo lo que no era izquierda, era derecha y merecía condena. Estaba lejos la emergencia de la cultura woke, cuyos excesos distópicos describen Haidt y Lukianoff en La transformación de la mente moderna. Pero, igualmente, la izquierda se dedicaba a cancelar profusamente y con éxito a un universo de figuras que iban desde Menem a López Murphy, desde Reagan a Thatcher, desde Vargas Llosa a Milton Friedman.

Se decía (ya no se dice) que carece de corazón quien no fue de izquierda cuando joven. El dicho en sí demuestra que la izquierda tenía, al menos en el imaginario popular, el patrimonio exclusivo de cierta sensibilidad. Y es que ser de izquierda fue durante décadas (ya no lo es) un carnet moral, un virtue signalling. Ser de izquierda otorgaba patente de bueno, sensible, ético y, vamos, también de inteligente. Del otro lado estaba el fantasma decadente de la derecha, fría y calculadora.

La izquierda aburguesada

Hoy la izquierda dejó de ser rock. Ya no es contracultural ni transgresora. Y es la derecha la que tiene más éxito en la representación de la indignación frente a la realidad. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que la izquierda perdió su hegemonía? ¿Ante qué personajes, que articulan qué discursos? Éstas y otras preguntas responde Pablo Stefanoni en su interesantísimo ¿La rebeldía se volvió de derecha?

Hoy la izquierda dejó de ser rock. Ya no es contracultural ni transgresora. Y es la derecha la que tiene más éxito en la representación de la indignación frente a la realidad.

El libro es una expedición muy documentada e interesante al variado mundo de las distintas derechas alternativas y recorre desde las altas cumbres de la política europea y norteamericana hasta los oscuros subsuelos de las violentas comunidades virtuales, donde el ciberacoso y el bullying son espadas en la cruzada contra el “marxismo cultural”, potentísimo significante que articula un heterogéneo grupo de demandas donde las razonables (como la de que no se debería adoctrinar a los niños en los colegios públicos o que los impuestos no deberían ser confiscatorios) se pierden entre las muchas conspirativas y desopilantes (el hedonismo es parte de un plan para debilitar a Occidente, las vacunas buscan controlar nuestra mente o el matrimonio entre personas del mismo sexo es un ariete para homosexualizar a la población mundial).

En un ejercicio que el autor califica como “ver el planeta progre desde la constelación de las derechas insurgentes”, Stefanoni revisa la fragua identitaria de Donald Trump, el lifting ideológico de Marine Le Pen, los discursos de Matteo Salvini, la irrupción de Vox, las estrategias de Alternativa para Alemania y las alianzas disruptivas del austríaco Sebastian Kurz. Desde el éxito actual de estas nuevas derechas interpela a la izquierda, hoy acaso demasiado “aburguesada”, incapaz siquiera de “imaginar proyectos transformadores cautivantes”, y arrebujada incluso en un “capitalismo hípster”. Uno se pregunta si no será que la izquierda, al menos en su nivel dirigencial e intelectual, descubrió que también quiere vivir bien y que quizás el iPhone es el verdadero opio de los pueblos.

Según el autor, la izquierda perdió frescura, rebeldía, transgresión y desobediencia, convirtiéndose en lo establecido. Es la derecha la que hoy arremete contra el establishment y las élites (las reales y las imaginarias), y se despliega en un amplio y heterogéneo espectro, en el que hay desde cepas democráticas –que Franscisco de Santibañes describe como conservadurismo popular en su La rebelión de las naciones– hasta expresamente fascistas, desde antiestatistas hasta muy estatistas, desde occidentales y cristianas hasta paganas y antisemitas, desde atlantistas hasta cercanas a Putin.

Pero más allá de los partidos y las estrellas políticas que emergen en el firmamento de las nuevas derechas, Stefanoni se da a la tarea de sumergirse en el submundo (¿sigue siendo preciso llamarlo “submundo”?) de los fenómenos de redes sociales que le dan sustrato e impulso a las variantes más radicales de la alt-right. Así, el autor nos pasea por conceptos tan inexplorados como cruciales a la hora de entender el auge de la derecha (fundamentalmente en Europa y Estados Unidos). Neologismos como 4chan, incel, MGTOW, neorreacciónSJW son importantes para comprender el movimiento de placas tectónicas ideológicas que está ocurriendo. Teorías como la del Gran Reemplazo o el Nuevo Orden Mundial no pueden obviarse, por más descabelladas que puedan parecer, si uno quiere justipreciar lo que está sucediendo políticamente. En este sentido, este libro es una excelente herramienta tanto para personas de izquierda (como el propio autor) que quieran comprender realmente a la derecha actual, acaso con la esperanza de rebatirla, como para personas de derecha que quieran recapitular las razones de su actual reverdecer a nivel global.

La derecha roba los trapos

Las hinchadas de fútbol celebran el robo de una bandera del equipo contrario, que luego es expuesta como trofeo de guerra para escarnio del rival. Un punto muy importante en el libro de Stefanoni es cómo estas derechas alternativas han logrado hacerse de trapos que tradicionalmente fueron propiedad de la izquierda.

Y es que en esta explosión de derechas hay variantes novedosas y algo más aggiornadas (tampoco tanto) a los tiempos que corren. Por ejemplo, hay expresiones de las nuevas derechas que, a diferencia de la derecha tradicional, ya no están en contra de los homosexuales, sino todo lo contrario: en Europa hay derechas que ensalzan la libertad sexual como un elemento de su identidad nacional y frente a la visión antimoderna de otras culturas. Esto es especialmente atractivo en países donde hay tensiones culturales con el mundo musulmán. “La derecha encontró que la denuncia de la homofobia (siempre de los musulmanes) puede serle redituable ya que la muestra más moderna, progresista y defensora de los valores occidentales, al mismo tiempo que despliega un discurso racista y antiinmigración”, sintetiza Stefanoni el fenómeno llamado “homonacionalismo”. Aquí, desde mi punto de vista, el autor omite que, más allá de que a la derecha le pueda rendir políticamente, sí es cierto que hay una superioridad de Europa respecto del mundo islámico en lo atinente a la libertad sexual. Eso es innegable y es una cucarda moral y política para Occidente, que supo evolucionar hacia la democracia liberal y capitalista, un combo perfectible pero indudablemente mejor que sus alternativas. Se puede analizar, claro, la intencionalidad de usar algo bueno para algo malo, pero no se puede negar que la libertad a sexual europea es buena y su criminalización en buena parte del mundo islámico es atroz. A pesar de que el libro de Stefanoni se trata de un texto fundamentado y objetivo, parece que el autor no puede evitar hacer un poco de todoeslomismismo en este punto e igualar la homofobia en Francia con la de Irán, o decir que el gran respeto por los derechos de las personas homosexuales que existe en Israel es en realidad un pinkwashing, un postureo que no se basa en un convencimiento real.

Más allá de que a la derecha le pueda rendir políticamente, sí es cierto que hay una superioridad de Europa respecto del mundo islámico en lo atinente a la libertad sexual. Eso es innegable y es una cucarda moral y política para Occidente.

También cabe apuntar aquí que el fenómeno del “homonacionalismo” no parece haber prendido, al menos todavía, en la derecha criolla, donde algunos de sus más importantes referentes aún gustan de calificar a homosexuales y a la homosexualidad con vocablos tales como “pervertidos”, “conducta autodestructiva”, “sindicato de interés genital”, “antihigiénico pasatiempo”, “artimaña erótica”, “invertidos”, “minoría infértil”, “amontonamiento antinatural”, “viciosos”, “degradados”, “subproducto irregular”, “praxis venérea” y “promiscuos” (El libro negro de la nueva izquierda).

Sin embargo, regresando a las banderas robadas, también es muy interesante el capítulo sobre “ecofascismo”, una corriente que adopta los reclamos respecto al cuidado del medio ambiente, la intervención del Estado y el ecologismo militante pero, de nuevo, en clave de atacar a una minoría invasora, que estaría dada por los inmigrantes. Los Greta Thunberg de las nuevas derechas son incluso más descabellados que la sueca y, reviviendo las fantasías de la pureza racial, salpimentadas de poesía bucólica, apuntan a culpar a inmigrantes y refugiados de la debacle del espacio vital. Éste es otro ejemplo de cómo la derecha se expande utilizando respuestas reaccionarias y xenófobas para contestar demandas democráticas, que antes solo respondía con éxito la izquierda.

La izquierda y el lobo

Ahora bien, como liberal, el capítulo que más me interpeló fue el que Stefanoni les dedica a los libertarios y titula “Por qué giraron a la extrema derecha”, que me recuerda al premonitorio libro de José Benegas Lo impensable: El curioso caso de liberales mutando al fascismo, que va en el mismo sentido pero desde una perspectiva liberal.

Stefanoni se pregunta “cómo es posible que una tradición que hace del Estado mínimo su identidad hoy pueda mezclarse promiscuamente con reaccionarios y autoritarios, y hasta filofascistas siempre en nombre de la libertad”. Ni la pregunta ni la respuesta están planteadas de modo enteramente satisfactorio, en mi opinión, pero debo decir que la descripción del ecosistema ideológico liberal es muy buena. El apartado de la escuela austríaca –poco conocida en el mainstream académico y mucho menos para la izquierda– es precisa y no está exenta de algún justo reconocimiento al liberalismo (como respecto al punto de la imposibilidad del socialismo a causa de la derogación de las señales de los precios que hace Mises). La emergencia del movimiento paleo, que viene enfrentando a liberales desde hace años también es bien retratada por el autor.

De cualquier manera, Stefanoni parece indicar que todo el liberalismo ha escorado hacia la derecha, incluso hacia la derecha extrema, cosa que es errónea. Muchos de los intelectuales y entidades que se mencionan en el capítulo, como tantos otros, jamás abonaron corrientes ni reaccionarias, ni de derecha, ni siquiera conservadoras, sino que las combatieron y combaten con el mismo ahínco con el que se enfrentan a las ideas de izquierda. Intramuros de la burbuja se podría enumerar un gran universo de intelectuales y manifestaciones de verdadero liberalismo liberal. Es cierto que hay actores muy relevantes que actualmente, en la arena política, intentan derechizarse en pos de intentar juntar votos en una pileta donde hay de todo: conservadurismo liberal, nacionalismo católico, fascismo, suscriptores de la revista Cabildo y tomadores de dióxido de cloro. Pero suponer que esa parte representa al todo liberal es, cuanto menos, impreciso. Por supuesto, el liberalismo clásico es una corriente minoritaria, incomparablemente menor a la derecha o la izquierda, incluso al conservadurismo, pero cuando el autor pone la lupa en manifestaciones de escala menor –como la del paleolibertarianismo– es curioso que omita por completo a expresiones de liberalismo clásico, tan disociado de la izquierda como de la derecha, tan poco efectivo para construir alternativas políticas como necesario como ácido para morigerar los excesos de las corrientes políticas mayoritarias.

Se pasaron años gritando que venía el lobo de la derecha por cualquier argumentación que se alejara del corpus socialista y ahora que en el mundo sí aúllan lobos reales, sus gritos desesperados no despiertan más que abulia o desconfianza.

La otra observación pertinente en este punto es que, si el liberalismo realizó, como señala el autor, un viraje hacia la derecha implica que antes no estaba en la derecha. Y no es un tema menor, porque como se apuntó al principio, durante décadas la izquierda se dedicó a decir que cualquier manifestación de liberalismo era la derecha. Demandas como que el gasto público sea financiable, que las fronteras a los bienes y servicios sean abiertas, que funcione el sistema de precios, que los medios sean privados (no empresas estatales de propaganda), o que los policías puedan detener a los delincuentes y los jueces juzgarlos, eran consideradas como de derecha por la misma izquierda que ahora parece pedir solidaridad al liberalismo para exorcizar a la derecha real. Se pasaron años gritando que venía el lobo de la derecha por cualquier argumentación que se alejara del corpus socialista –que en América Latina se materializó en el autoritario y empobrecedor socialismo del siglo XXI, poco transitado en el libro– y ahora que en el mundo sí aúllan lobos reales (manifestaciones realmente xenófobas, realmente fascistas), sus gritos desesperados no despiertan más que abulia o desconfianza. Acaso esto también explique el auge de la derecha.

Concluyendo, el exitoso ¿La rebeldía se volvió de derecha? es un excelente aporte para entender la actualidad de la derecha y la izquierda. No son pocos los intelectuales que olfatean un acre aroma a período de entreguerras. No es baladí la preocupación. O quizás las nuevas derechas deriven en una “desdemonización”, como define Stefanoni, y moderen políticas y retóricas a medida que accedan al poder. El tiempo lo dirá. Quienes creemos en las ventajas de la democracia liberal y la economía de mercado sabemos que el sistema no es el Cielo en la Tierra, tanto como sabemos que las alternativas imitan bastante bien al Infierno.

¿La rebeldía se volvió de derecha?
Pablo Stefanoni
Siglo XXI
224 páginas
$950

 

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Alejandro Bongiovanni

Diputado nacional.

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