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La efectivización de la detención de Cristina Kirchner no ha movido el termómetro del humor social argentino en tanto el país sea concebido como una unidad y no como dos Argentinas contrapuestas. El gran quiebre en el humor social es político y se articula en función del kirchnerismo.
“En algún momento vamos a tener que discutir en serio la historia argentina, para que no nos sigan dividiendo inútilmente a los argentinos”, afirmó Cristina hace un mes, durante el acto por el Día de la Resistencia Peronista. La frase resonó apenas una semana antes de que un fallo de la Justicia federal autorizara el cumplimiento de su condena en la causa Vialidad bajo arresto domiciliario.
Más allá de las discusiones que podamos dar sobre nuestra historia, lo cierto es que el país está atravesado por una división profundamente palpable. La Argentina es binaria: hay dos Argentinas, una a favor y otra en contra. ¿Y qué es lo que las divide? Fundamentalmente, las predisposiciones frente al kirchnerismo. Hay una Argentina kirchnerista y otra antikirchnerista.
Junio se presenta como el cuarto mes consecutivo de estabilidad en el humor social de los argentinos. Así lo revela el Índice de Irascibilidad Social (IDI), elaborado mensualmente por Casa3, que pasa de -10 en mayo a -9 en junio.
Recordemos que el IDI fue concebido para sintetizar, en una sola magnitud, el ánimo de la ciudadanía y anticipar tanto el nivel de apoyo al Gobierno como su potencial desempeño electoral. Condensa un conjunto de variables que miden actitudes y percepciones sobre las expectativas personales y colectivas, la capacidad de consumo y la evaluación de la gestión gubernamental. Su escala va de -100 a +100: el extremo negativo refleja el mayor nivel de crispación y rechazo hacia el gobierno, mientras que el extremo positivo indica el mayor grado de conformidad y respaldo.
El IDI sigue mostrando mejores resultados entre los jóvenes, los hombres y los sectores de nivel socioeconómico alto.
En mayo, el análisis estuvo centrado en los contrastes sociodemográficos, e identificamos dos grupos claramente diferenciados que, a modo de síntesis, denominamos los entusiasmados —con un nivel de IDI relativamente más alto y, por lo tanto, más afines al Gobierno— y las relegadas —con un IDI más bajo y, en consecuencia, más refractarias a la gestión actual—. Cabe aclarar que estas diferencias persisten: el IDI sigue mostrando mejores resultados entre los jóvenes, los hombres y los sectores de nivel socioeconómico alto, y cae entre los mayores de 50 años, las mujeres y los sectores de nivel socioeconómico bajo.
Desde la perspectiva del voto en las elecciones generales de 2023, el IDI se mantiene estable entre los votantes libertarios, mientras que desciende cinco puntos (2,5 puntos porcentuales) entre los votantes del PRO y cae trece puntos (6,5 puntos porcentuales) entre quienes votaron a Massa.
Sin embargo, la mayor brecha que se profundiza desde la primera edición del IDI no es de carácter sociodemográfico, sino político. Existe una diferencia de 126 puntos entre quienes votaron a Massa y quienes votaron a Milei en el balotaje de 2023, lo que equivale a una distancia de 63 puntos porcentuales.
¿Cómo se caracterizan estas dos Argentinas? Más allá de la cuestión judicial —donde, previsiblemente, los antikirchneristas consideran culpable a la expresidenta y los kirchneristas la defienden como inocente—, hay un conjunto de percepciones y expectativas que diferencia profundamente a ambos grupos.
Toda grieta es política
Los antikirchneristas se muestran esperanzados respecto al futuro del país y confían en que, dentro de un año, la economía habrá mejorado. Para la mayoría, el gobierno de Milei ha superado sus expectativas: consideran que los problemas económicos son en gran parte heredados, creen que el Gobierno sabe cómo resolverlos y que, aunque necesita tiempo, algunos de esos problemas ya están comenzando a solucionarse.
Sienten que lo peor ya ha pasado o, en menor medida, que está ocurriendo ahora mismo, y creen que el presidente se está ocupando de las cuestiones que realmente preocupan a los argentinos. En definitiva, proyectan que 2025 será un año de crecimiento y recuperación económica.
En relación con el consumo, están divididos, aunque son más quienes afirman no haber tenido que resignar gastos recientemente. Además, priorizan la baja de la inflación por sobre la conservación del empleo, y creen que la inflación será un problema superado en el próximo año. Están dispuestos a seguir haciendo sacrificios con la convicción de que el país podrá superar la crisis y salir adelante. De cara a las próximas elecciones legislativas nacionales, tienen decidido votar opciones a favor del gobierno de Javier Milei.
Los kirchneristas, en cambio, experimentan una mezcla de bronca y tristeza respecto al futuro del país, y anticipan que, dentro de un año, la economía estará peor. Consideran que el gobierno de Milei ha sido peor de lo que esperaban, que los problemas económicos actuales son consecuencia directa de su gestión —y no de la herencia recibida—, y están convencidos de que el oficialismo no sabe cómo resolverlos.
Sienten que el presidente no está abordando los problemas que realmente preocupan a la ciudadanía y creen que lo peor de su gestión aún está por llegar. Proyectan que 2025 será un año marcado por el deterioro y crisis económica.
En términos personales, han tenido que resignar consumos recientemente, se han visto fuertemente afectados por los aumentos en los servicios públicos y priorizan la conservación del empleo por sobre la baja de la inflación. No creen que esto vaya a resolverse en los próximos 12 meses y sienten que ya no pueden hacer más sacrificios para que el país supere la crisis y salga adelante.
Tienen una alta predisposición a la movilización y están firmemente dispuestos a marchar contra el Gobierno si fuese necesario. En las próximas elecciones legislativas, votarán en contra del gobierno de Milei.
La prisión que Cristina Kirchner ha empezado a cumplir en su departamento de la calle San José, como decíamos al comienzo, no ha movido el termómetro del humor social argentino. Pero no ha hecho más que confirmar que existe un país binario, donde al interior de cada grupo las expectativas, el posicionamiento frente al Gobierno, y la predisposición electoral no pueden dejar de ser totalmente contrapuestos.
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