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Hemos solucionado los problemas económicos que la política ignoró o usufructuó por más de 100 años. Los próximos serán los mejores años que a cualquier generación actual le haya tocado vivir. Seremos un ejemplo de país. Que tengan todos unas felices Pascuas, y que las fuerzas del cielo nos acompañen”. Así festejaba el ministro de Economía, Luis Caputo, en su cuenta de X la noche anterior al Jueves Santo. Dos días antes, el lunes 14 de abril, se había puesto en marcha con éxito el sistema de bandas de flotación cambiaria, dando por concluido el cepo al dólar que el gobierno de Mauricio Macri tuvo que instalar después del resultado electoral de octubre de 2019. Sin dudas, esta medida podía marcar el inicio de una nueva y auspiciosa etapa para el país.
Sin embargo, la opinión pública presenta una lectura agridulce sobre las principales decisiones económicas del Gobierno en el último mes. Son más los argentinos que consideran que el acuerdo con el FMI perjudica al país que los que creen que lo beneficia. En contraste, el levantamiento del cepo genera un respaldo mayor: un 54% lo aprueba, contra un 33% que lo rechaza.
El relevamiento realizado por Casa Tres durante el mes de abril muestra que, por segundo mes consecutivo, caen el consumo, el poder adquisitivo del ingreso familiar y la percepción de que la inflación esté cediendo. A la mayoría de los argentinos no les alcanza el sueldo, no sienten una baja en la inflación y han resignado consumos, principalmente en ocio, indumentaria y primeras marcas.
A la mayoría de los argentinos no les alcanza el sueldo, no sienten una baja en la inflación y han resignado consumos, principalmente en ocio, indumentaria y primeras marcas.
El cambio de época que pronosticaba el ministro Caputo aún no se percibe en la vida cotidiana. Mientras se ensaya un nuevo ciclo económico, la percepción social sigue anclada en una economía doméstica deteriorada. El “metro cuadrado” de los ciudadanos está cada vez más comprometido.
Abril fue un mes especialmente intenso para la Argentina. Más allá del desembolso del FMI y el levantamiento del cepo, se produjeron hechos significativos: el Senado rechazó las designaciones de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema, se aprobó la creación de una comisión investigadora por el caso $LIBRA, el presidente viajó a Mar-a-Lago (y no pudo ver a Donald Trump), hubo un paro general, varios feriados, elecciones en Santa Fe, una cadena nacional y, finalmente, la muerte del Papa Francisco.
A pesar de esta densidad informativa, la opinión pública se mantuvo estable. Los indicadores principales apenas variaron respecto a marzo: las expectativas económicas mejoran levemente, tanto a nivel país como personal; la aprobación presidencial se sostiene en un 47%, igual que el mes anterior; y la imagen del presidente sube dos puntos, alcanzando el 49%. En síntesis, la medida más audaz del Gobierno –el levantamiento del cepo– aún no impacta de forma significativa en la evaluación ciudadana ni en la vida cotidiana.
La medida más audaz del Gobierno –el levantamiento del cepo– aún no impacta de forma significativa en la evaluación ciudadana ni en la vida cotidiana.
El Índice de Irascibilidad (IDI), por lo tanto, se recuperó en abril apenas un punto y se ubicó en -9, revirtiendo la tendencia descendente luego de tres meses consecutivos de caída. Esto significa una leve mejora del humor social en general y respecto al Gobierno.
El IDI reúne un conjunto de variables que miden actitudes y opiniones vinculadas al estado de ánimo social, la situación económica —tanto personal como nacional— y la evaluación de la gestión gubernamental. Su objetivo es captar el pulso de la opinión pública y anticipar el nivel de respaldo al Gobierno, así como su posible desempeño en el plano electoral. La escala del IDI va de -100 a +100: el extremo negativo representa el máximo nivel de crispación, mientras que el extremo positivo indica el mayor grado de conformidad.
La esperanza sigue siendo el sentimiento predominante entre los argentinos respecto al futuro: se mantiene en el 41%, exactamente el mismo valor registrado en marzo. Sin embargo, la emoción que más ha crecido durante el primer cuatrimestre de 2025 —con un aumento sostenido mes a mes— es la bronca o el enojo. Este sentimiento duplicó su nivel respecto a enero, al pasar del 11% al 20%. Hoy, por cada dos argentinos esperanzados, hay uno enojado o con bronca, mientras que hace un año la relación era de tres a uno.
Esta intensificación del enojo podría estar teniendo un correlato en el plano actitudinal, particularmente en la disposición a apoyar o rechazar activamente la gestión gubernamental. Cada mes se releva la voluntad de marchar a favor o en contra del Gobierno como un proxy de la intensidad del apoyo al presidente.. En abril de 2024, tres de cada diez argentinos decían estar dispuestos a movilizarse en defensa de la gestión mileísta, otros tres en contra, y cuatro no respondían. Un año después, se mantiene el 30% dispuesto a marchar a favor, pero crece al 40% quienes se movilizarían en contra, mientras que quienes no responden bajan al 30%. Esto implica un corrimiento del 10% desde la indiferencia hacia una postura crítica activa. Se profundiza así la polarización: disminuye la proporción de quienes no toman partido, el núcleo duro del oficialismo permanece firme, y crece el bloque dispuesto a expresarse en contra.
Este corrimiento sintetiza el clima de época: el apoyo no disminuye, pero la indefinición se transforma en desaprobación. Estos movimientos en las emociones de los argentinos invitan a preguntarnos por la profundidad y consistencia del sentimiento más extendido en la opinión pública: ¿cuál es la intensidad de la esperanza?
Por un lado, el IDI ofrece una pista. Al combinar indicadores que relevan emociones, opiniones y actitudes ciudadanas, proporciona mes a mes una radiografía del ánimo social. Hombres y jóvenes son quienes registran los valores más altos en el índice, con puntuaciones de signo positivo y un crecimiento respecto a marzo. Esto se traduce en un mayor nivel de apoyo al gobierno, consolidándolos como su núcleo duro. En cambio, las mujeres, los mayores de 66 años y los sectores de nivel socioeconómico bajo muestran los niveles de irascibilidad más elevados: sus valores en el IDI son de signo negativo y presentan caídas respecto al mes anterior.
Según el voto en el balotaje de 2023, la crispación entre quienes apoyaron a Massa se intensifica por tercer mes consecutivo, alcanzando su punto más alto en toda la serie. En contrapartida, mejora el respaldo entre los votantes de Milei. La sociedad se polariza al ritmo del año electoral.
Por otro lado, en abril —como en los últimos meses— se observa una reconfiguración de las principales preocupaciones ciudadanas. La inseguridad y la corrupción escalan posiciones y se consolidan en el podio de menciones espontáneas, señalando que, más allá de la economía, existen otras áreas que también generan puntos de dolor entre los argentinos.
Las variaciones en la distribución e intensidad de las emociones influyen probablemente en las actitudes y tomas de posición de la opinión pública. Por eso es importante medirlas y darles seguimiento continuo. El IDI es una herramienta valiosa en este sentido, ya que dentro del grupo de variables que considera incluye la emoción ciudadana respecto al futuro del país. La evolución de los estados emocionales sin duda tendrá su correlato en el plano electoral: la oferta política que mejor logre sintonizar con cada clima anímico encontrará un tipo de elector diferenciado.
En un contexto donde las tradiciones partidarias se ponen en crisis y la oferta electoral se atomiza, los sentimientos emergen como la mejor manera de anticipar un comportamiento. Por lo pronto, el Gobierno logró revertir luego de tres meses el crecimiento de la crispación social respecto a su gestión, y se consolida en el segmento más afín de su electorado.
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