El pibe se despertó en la casa de su novia.
Tenía la melodía completa en la cabeza.
Corrió al piano antes de que se le olvidara.
No tenía letra, así que sólo jugueteó con la frase “scrambled eggs, oh, my baby, how I like your legs!” (“huevos revueltos, oh, nena, me gustan tus piernas!”)
Otro pibe, no lejos de ahí, superado por todo lo que le estaba pasando, solo en una enorme mansión, escribió una canción pidiendo ayuda: ¡Socorro!
Más explícito no podía ser.
Desde que esos dos pibes escribieron esas canciones, pasó de todo en la música del mundo.
Influidos por la experimentación con drogas y la contracultura, The Doors y Jimi Hendrix exploran sonidos experimentales y eso que hacen se llama rock psicodélico, al tiempo que James Brown y otros pioneros introducen ritmos sincopados y grooves bailables, poniendo a todo el mundo a saltar con el funk; desde Brasil, esa psicodelia avanza con el tropicalismo y entonces llegan los ’70 con Led Zeppelin y Deep Purple haciendo del rock algo más pesado, con riffs potentes, y nace el hard rock poco antes de que Black Sabbath oscureciese todo un poco más y naciera el heavy metal, y que desde Jamaica Bob Marley & The Wailers trajeran un ritmo cansino y feliz, y así el reggae se hiciera su lugar en las orejas del mundo, y desde el Caribe también, pero a través de Nueva York, la Compañía Fania juntase a lo más granado de la música caribeña, lo maridase con los sonidos del Harlem español y consagrara a la salsa como la alegría latina, usando para eso el antecedente de décadas de música criolla.
Si bien lo venían anunciando con discos como Atom Heart Mother o Obscured By Clouds, es en 1973 que Pink Floyd lanza The Dark Side of the Moon, al tiempo que Yes hace lo mismo con Tales from Topographic Oceans e instalan lo que se conoció como rock progresivo, primo hermano del rock sinfónico que se inauguró con el Days of Future Passed de The Moody Blues y que hicieran brillar nombres como King Crimson, Mike Oldfield, Rick Wakeman, Jethro Tull, Genesis o Emerson, Lake & Palmer, lo que provocó que, ante tanto teclado serio, tanta cara de erudito, surgieran dos respuestas disruptivas: una simple y brutal, el punk con Sex Pistols y The Clash, y otra puro glamour y baile, la música disco que desde Fiebre de sábado por la noche hizo rodar su bola de espejo con los Bee Gees, con Donna Summer, con Gloria Gaynor, mientras que desde Alemania Kraftwerk venía a confirmar que la electrónica tenía algo para decir; así como África, que con el afrobeat del nigeriano Fela Kuti produjo la paradoja de tomar lo que Occidente hizo con sus ritmos ancestrales (el jazz, el rock, el funk, todos tataranietos de los barcos de esclavos que salieron de Nigeria), sumarle ritmos yoruba y poner al mundo a bailar, tanto como la vuelta del ska con The Specials, Madness y The Selecter, que retomaron a fines de los ’70 un ritmo padre del reggae.
Hasta que llegaron los ’80 con su marea de pop y tecnología, con la new wavede Depeche Mode, el pop con sintetizadores de Madonna y Michael Jackson, el hair metal de Guns N’ Roses y Mötley Crüe, y el ventarrón llegado desde la calle con el hip hop y el rap de Run-D.M.C. y Public Enemy.
En Argentina, que aunque a veces no lo parezca está en el mundo, por la difusión desde la época de Malvinas explota popularmente lo que hacía años había dejado de ser sólo un secreto a voces, el rock nacional, que se desparrama por Latinoamérica de la mano de Soda Stéreo, Vilma Palma y Los Enanitos Verdes, llevando a categoría de dioses a Charly García y Luis Alberto Spinetta, permitiendo el surgimiento de la trova rosarina con la rápida ascensión de Fito Páez. Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, el Indio Solari, cada uno con lo suyo, cimentaron el género. Y ahí llegan los ’90, que en Argentina significó la entronización de la música tropical en todas sus variantes (cumbia villera con Pablito Lescano y Damas Gratis; el cuarteto cordobés desde La Mona Giménez hasta Rodrigo; la cumbia romántica con Gilda, Leo Mattioli o Los Charros o la cumbia pop con Sombras o Ráfaga).
Ese abanico que se abre con la diversidad de subculturas y cambios sociales —entre otras cosas, auspiciado por el surgimiento de internet— traen al mundo el grunge de Nirvana y Soundgarden; el rock alternativo de Radiohead y Smashing Pumpkins; una nueva ola de britpop con Blur y Oasis; el gangsta rap del Dr. Dre; la cultura rave, el trance y el drum and bass, y la edad de oro de las boy bands y girls groups con Backstreet Boys y Spice Girls allá, Mambrú y Bandana acá.
También el europop tuvo lo suyo en aquellos años con el antecedente de Abba y la presencia de 2 Unlimited, Aqua, Dr. Alban o Ace of Base, y el house de Daft Punk. Europa también retomó sus raíces con un marco pop como el flamenco pop de Pata Negra y Ketama (que llega a nuestros días con Rosalía o C. Tangana) o la música balcánica con Goran Bregović y el director Emir Kusturica, o esa cosa inclasificable y maravillosa que hace la Balkan Beat Box (que ni siquiera son balcánicos, son un mix estadounidense-israelí).
Fueron tiempos de mezcla como el pop punk de Blink-182 o Green Day y el indie rock de The Strokes o Arctic Monkeys, mientras que el pop femenino que Madonna popularizó fichaba a Britney Spears, Beyoncé o Rihanna.
En su evolución latina, en su cruce entre Puerto Rico y Nueva York, Daddy Yankee hace explotar su «Gasolina» y establece el reggaetón como la música del mundo con la que terminó el siglo XX y comenzó el XXI.
Finalmente, la globalización de los 2000 consolidó las grandes fiestas planetarias con festivales electrónicos masivos y la consagración de los DJ como superestrellas (Calvin Harris, David Guetta son sólo dos de los cientos de ejemplos); el reggaetón evolucionó en latin trap con Bad Bunny, J. Balvin y Anuel AA tomando géneros urbanos sajones y metiéndole exuberante sabor caribeño no exento de sexismo.
Finalmente —por suerte en esta historia no hay un “finalmente”, sólo un “hasta ahora”—, la gran novedad del siglo, el avance global despreocupado del k-pop encabezado por las andróginas figuras de BTS y EXO y las Blackpink mezclando pop, hip hop y electrónica que llega hasta a los jardines de infantes de Occidente.
Mientras toda esta música se descargó sobre el mundo, las dos canciones de los pibes del comienzo del newsletter se siguen escuchando.
Los lectores más perspicaces lo habrán descubierto.
El primero era Paul McCartney escribiendo «Yesterday».
El segundo, John Lennon escribiendo «Help!».
El miércoles se cumplirán 60 años del lanzamiento del long play (¡googleen, mocosos!) Help! de The Beatles, que traía, entre otras, esas dos canciones.
Si una persona tenía 40 años hace 60, es muy probable que todos los occidentales vivos (al menos, los occidentales, pero también muchos más) hayan escuchado al menos una vez una de las dos canciones.
O las dos.
No hizo falta más que un sueño para que Paul McCartney escribiera «Yesterday».
La canción era tan buena que el muchacho —que sólo tenía 22 años— no podía creer que fuera de él. Se pasó semanas tocando la canción a amigos, músicos, periodistas especializados, productores preguntándoles: “¿Les suena de algún lado?” Temía que fuera una vieja melodía de jazz que se le hubiera quedado colgada en algún lugar de la memoria. Una vez, Ale Sergi me contó que le suele pasar eso de: “¿No habré escuchado esto en algún lado?”.
Es una angustia bastante extendida entre los compositores, parece.
Cuando el productor George Martin le aseguró que no, que esa canción no existía hasta que él la soñó, Paul respiró tranquilo.
Estaba confirmado.
Era suya.
Ahora tenía un problema.
Necesitaba una letra que estuviera a la altura de esa melodía.
El jueguito de los huevos revueltos no era lo que precisaba, claro, pero ¿qué letra poner?
Imaginate, tenés esa música y no tenés ni idea qué letra le hace honor. ¿Qué escribirías? ¿Qué dirías?
Fue en un auto mientras recorrían campos en Albufeira, por Portugal, con su novia de entonces, Jane Asher, cuando le salió:
“Ayer todos mis problemas parecían tan lejanos, ahora parece que vinieron para quedarse… De golpe no soy ni la mitad del hombre que solía ser, hay una sombra sobre mí, el ayer llegó de golpe…”.
La canción se grabó en dos tomas el 14 de junio de 1965, con McCartney tocando y cantando simultáneamente en los estudios EMI de Londres.
El productor George Martin tuvo la idea de agregarle un cuarteto de cuerdas, cosa que a McCartney al comienzo mucho no lo entusiasmó; tenía miedo de que sonase muy melosa. Finalmente aceptó un arreglo mínimo del que terminó participando. La ocurrencia permitió que un público nuevo, mayor, escuchara al grupo y que hoy sea la canción con más covers en la historia mundial de la música. Dos mil versiones contabilizadas y sumando.
Que Frank Sinatra, Elvis Presley, Aretha Franklin y Ray Charles la grabaran le daba a The Beatles un prestigio que ni imaginaban. Es más, cuando Sinatra la cantó por primera vez dijo: “Es la mejor canción de amor jamás escrita, es de Lennon y McCartney, aunque principalmente de Paul”.
Era verdad y era un problema.
Fue la primera canción que grabó un solo beatle; los otros tres no participaron, provocando el obvio recelo en los demás, finalmente superado cuando en 1970 Lennon reconoció: “Es de Paul. Y es hermosa”.
Parece que el recelo de John venía en realidad de que había escrito «Help!» como un pedido de ayuda y originalmente era más lenta. Cuando la escuchó el director de la película Help! , para la que fue escrita, tanto él como el equipo de United Artists presionaron para que la canción del título fuera bien impactante.
Por eso finalmente la aceleraron, lo que hizo perder parte de la profundidad del pedido de socorro y provocó el lamento de John muchos años después: “Realmente estaba pidiendo ayuda. La mayoría de la gente piensa que es sólo una canción pop rápida, pero no lo era para mí”.
Imaginemos la situación: la beatlemanía estaba en su apogeo. En sólo dos años los cuatro pibes se convirtieron en locura mundial en un mundo mucho menos comunicado que el de hoy.
Muy de golpe y muy jóvenes, los cuatro beatles se hicieron superricos y superfamosos a niveles que jamás podrían haber imaginado en sus barrios de Liverpool. Con 24 años Lennon, solo, encerrado en el ático de una mansión recién comprada, desilusionándose rápidamente de su matrimonio con una chica muy común, comenzando a experimentar con drogas.
En esas circunstancias escribió: “Ayúdame si podés, me siento mal y aprecio que estés cerca. Ayúdame a poner los pies en la tierra. ¿Podés ayudarme por favor? Y ahora mi vida ha cambiado de tantas maneras. Mi independencia parece desvanecerse en la bruma. De vez en cuando me siento tan inseguro. Sé que te necesito como nunca antes”.
Nunca las tontas canciones pop habían sido tan explícitas.
Sin embargo, según él mismo contó muchos años después: “Subconscientemente, estaba pidiendo ayuda. No me di cuenta en ese momento; sólo escribí la canción porque me la encargaron para la película. Estaba gordo y deprimido, y estaba pidiendo ayuda. Es mi canción favorita de The Beatles. La amo, es de mi período «Elvis gordo»”.
La grabaron el 13 de abril de 1965 en los Estudios EMI (ahora Abbey Road Studios) en Londres durante cuatro horas. Sólo cuatro horas.
No hubo género que se le resistiera a Help!
Deep Purple y White Lion la acercaron al rock pesado; The Damned al punk; U2 y Roy Orbison, a la balada pop; Bananarama al pop más bailable; Anthony Santos, a la bachata; Count Basie al jazz; Dolly Parton al country; José Feliciano a la música latina; Caetano Veloso al sonido de la bossa nova.
La mayoría de estas versiones vuelven al grito introspectivo original de Lennon, como si hubieran descubierto la canción que había dentro de la canción.
Lo más impresionante de «Yesterday» y «Help!» es que ambas aparecen en un disco que se grabó entre febrero y junio del ’65 en un año en el que The Beatles hicieron de todo.
Tanto, que su sola enumeración cansa.
Entre el 15 de febrero y el 17 de junio grabaron en Londres el disco Help!, que además de las dos canciones nombradas tenía maravillas como «You’re Going to Lose That Girl», «Ticket to Ride» o «You’ve Got to Hide Your Love Away».
Mientras grababan el disco en Londres, filmaron la película Help! en Gran Bretaña, las Bahamas y los alpes austríacos entre el 24 de febrero y el 11 de mayo. Al tiempo que hacían película y disco, tuvieron tiempo para presentarse en abril en la televisión inglesa para promocionar el simple «Ticket to Ride». El 24 de mayo regrabaron las voces para la película.
El 17 de junio terminaron la grabación del disco, el 20 comenzaron una gira que los llevó por Francia, Italia y España. Quince shows que terminaron el tres de julio.
Asistieron al estreno de la película (el 29 de julio) y al lanzamiento del disco (el 6 de agosto) en el Reino Unido y, en el medio, actuaron para la televisión inglesa el 1ro de agosto en el programa Blackpool Night Out y no se perdieron el lanzamiento de la película el 11 de agosto en Estados Unidos, tres días antes de lo que sería su consagración norteamericana: la grabación el 14 de agosto en el Studio 50 de CBS en Nueva York de su participación en el Ed Sullivan Show que, cuando se emitió el 12 de septiembre, fue seguido con pasión por millones de estadounidenses.
Claro que muchos estaban yendo en esos momentos a sus conciertos porque entre el 15 y el 31 de agosto dieron 10 conciertos por todo Estados Unidos, incluido el mítico show en el Shea Stadium de Nueva York ante 55.600 personas, todo un récord para la época. Entre la gira y lo que seguía, Ringo fue padre y John cumplió 25 años.
Al disco Help! , que traspasaría las épocas tanto que hoy, 60 años después, seguimos hablando de él, rápidamente lo superó otro proyecto más ambicioso aún. El disco Rubber Soul, más “experimental”, grabado solamente cuatro meses después del anterior. Suena imposible pero todavía el mundo estaba conociendo Help! cuando el 12 de octubre entran otra vez a estudios.
Esta vez no era una película la que apremiaba con los tiempos sino la necesidad de sacar un disco para Navidad. Así fue que en menos de un mes (del 12 de octubre al 11 de noviembre) grabaron las 14 canciones originales (entre otras, nada menos que «Norwegian Wood», «In My Life», «Nowhere Man» y «Michelle»), más dos que salieron al mismo tiempo pero en disco simple (¡googleen, mocosos!): «We Can Work It Out» y «Day Tripper».
Dos semanas después ya estaban nuevamente de gira, esta vez sólo por el Reino Unido con nueve shows.
No lo sabían en ese momento pero era la última gira británica de la banda.
¿Qué fue ese año de epifanías?
¿Qué fue esa estela de maravilla que pasó por el mundo tan raudamente?
¿Cómo es que pasaron 60 años desde aquel rayo luminoso?
Lo primero que pensé cuando supe que el 6 de agosto se cumplirán 60 años desde el lanzamiento de Help! fue que había un error. Después recordé que el 7 de agosto cumplo 62 años y confirmé que sí, que hay un error.
Pasó de todo en estos 60 años.
Casi nada permaneció en su lugar.
¿Por qué no se repitió con esa intensidad?
¿O se repitió y no lo vi?
Si en el mundo de la música pasó todo lo que pasó en estas seis décadas, ¿qué nos pasó a nosotros? ¿Qué no nos pasó?
Porque mientras la vida nos iba ocurriendo, ahí estaban las canciones de The Beatles.
En cualquier momento, desde cualquier lado, nos ha asaltado una canción de The Beatles a lo largo de nuestras vidas.
Llegamos a pensar alguna vez que si The Beatles gritaban “help!” en lenguaje de semáforo desde la tapa del disco, alguna vez nos iba a llegar esa ayuda.
Hasta que nos enteramos de que, en lenguaje de semáforo, lo que en realidad dicen esas cuatro imágenes no es “help!”
A último momento el fotógrafo Robert Freeman decidió no ser tan literal. La imagen que hubieran formado si con sus gestos hacían la palabra “help” era bastante poco sugerente.
Así que fue cambiando las poses hasta llegar a una visualmente más atractiva, aunque “NULJ” —la palabra en realidad formada— no quería decir nada pero era visualmente más sugerente.
No importa.
Mucho más que un socorro fueron The Beatles para pasar por estas tierras todos estos años.
Pienses lo que pienses sobre el estado del mundo en estos sesenta años, sin Help! seguramente hubiera sido peor.
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