Concedeme esta tesis: Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales de 2015 por razones parecidas a las que explican por qué Javier Milei consiguió hace dos semanas los resultados que consiguió. Macri ganó, digo yo, gracias a los globos de colores. Cambiemos tenía buenas ideas, pero que jamás habrían llegado lejos si no hubiesen existido los globos. Creo que Milei, como Macri en su momento, entiende los modos de comunicación en ascenso en el momento. En lugar de inflar globos llena la televisión a gritos, que después florecen, reempaquetados, multiplicados, en todo tipo de soportes. De vuelta lo mismo: gritos con ideas. ¿Pero qué habría pasado si no hubiesen habido gritos?
Milei logró saltar de la televisión al multiverso de las nuevas redes, que se conectan de manera inorgánica gracias a un montón de pibes que, por exceso de tiempo libre o querer pegarla en el salón de la fama de los creadores de contenido, descargan videos, los recortan en Tik Tok, los analizan en Twitch, los eternizan en YouTube, los comparten en Instagram y los descargan otra vez: repiten la vuelta. Todo sin equipos de comunicación política ni expertos en encuestas cualitativas que les indican qué decir o qué callar.
Si Macri hubiese querido hacer algo parecido, no habría podido. En ese entonces, innovar era entender Facebook. Y Facebook era la red de redes. Ahí chateábamos, armábamos foros, compartíamos publicaciones que eran notas enteras y en lugar de videos había, a lo sumo, un buen álbum de fotos. Era otro contexto: 2015 también fue el año en el que Microsoft lanzó la plataforma de programación Visual Studio Code y Google presentó Tensorflow, una librería abierta de recursos de inteligencia artificial. Para un lego en informática son dos datos que no significan nada. No importa. Alcanza con entender que Macri ganó en Argentina mientras en el mundo se presentaban dos de las herramientas básicas por las que muchos jóvenes hoy ya no creen en el sistema universitario tradicional, aprenden ciencia de datos en YouTube y desarrollan sistemas de inteligencia artificial. Es decir que cuando Macri recibió el bastón de manos de Federico Pinedo, en las redacciones de los diarios digitales aún no estaban seguros sobre si convenía filmar los videos en formato vertical u horizontal.
En 2015 la televisión todavía era la norma. Se discutía una Ley de Medios que todos sabíamos que había nacido vieja, pero era la que se discutía. Los fanáticos kirchneristas creían que el fundador del Pro nunca iba a ganar porque sus únicos votantes, pensaban, eran las amas de casa de barrios privados hartas de no poder ver la novela por culpa de las cadenas nacionales de habla al país, la presidenta de los cuarenta millones de argentinos. Si esta frase te pareció larga e innecesaria es porque ya te olvidaste de lo que eran aquellas memorables cadenas nacionales. Se bajaba línea y se bajaba presupuesto. En 678 se maquetaban ideas, en la ex-ESMA y en Tecnópolis se hacían los actos de lanzamiento y en las mil horas de cadenas nacionales se las repetía recursivamente. Luego decantaban en las unidades básicas y los centros de estudiantes; financiada con la-tuya-contribuyente se convertía en pintadas, en calcomanías de Evita y Cristina en versión lesbiana, en remeras y videos con música de Los Redondos. Se pasaba de la comunicación orgánica de los dirigentes a la inorgánica de los militantes. Todo un aparato vertical diseñado para fabricar eso que llamaban y llamábamos “mística”.
Macri puso en jaque ese formato. O supo aprovechar la ola. Porque al formato lo puso en jaque el mundo. El mismo mundo que luego, en 2021, nos mostraría que en Cuba todos quieren Patria pero no Muerte, y que las cámaras de los celulares podían servir como armas de combate frente a dictaduras. Macri pudo en 2015 conectar con esos nuevos argentinos, esa nueva ciudadanía que no se distinguía por edades ni provincias sino por su pertenencia a un nuevo paradigma social.
Con globos, discursos cortos, una oratoria nasal y entrecortada, ajena a toda grandilocuencia, el ingeniero propuso una comunicación fácil de compartir por Facebook y diametralmente opuesta al autoritarismo que implicaba interrumpir la programación de todos los canales para imponer la palabra de la lideresa nacional y popular. Los números demostraron que la preocupación de los argentinos era ver un nuevo Gobierno y no un nuevo episodio de la novela.
Recuperar el foco
Terminé el lunes pasado acostándome tarde por ver en vivo esta entrevista a Jaime Durán Barba en el programa de Luis Novaresio. Cuando el ecuatoriano comenzó a hablar de computación cuántica e inteligencia artificial, Novaresio abrió los ojos y al instante buscó una vía para retornar a lo que consideraba el tema más importante: la abstención electoral y la asociación entre Milei y un presunto “voto fastidio”. Novaresio no entendía que Duran Barba le explicaba que esa lectura no importaba y que lo importante eran las computadoras cuánticas. Es decir, que lo importante era –y es– que la sociedad cambió a niveles tan grandes que ya nada es lo mismo que hace ocho años atrás.
No pretendo que todo el mundo entienda las implicancias de estar inmersos en la nueva sociedad de la computación cuántica y la inteligencia artificial. Pero sí deberían entenderlo quienes quieran dedicarse a la actividad política y, sobre todo, a ocupar cargos representativos en la cosa pública. Más aún si su deseo es ganar elecciones. Patricia Bullrich, por lo tanto, debería hacerlo. Sergio Massa también, claramente, pero al partido de los Moyano, los Baradel y los De Mendiguren sería una estupidez pedirle tanto.
Sergio Massa también, claramente, pero al partido de los Moyano, los Baradel y los De Mendiguren sería una estupidez pedirle tanto.
La buena noticia es que para entender la implicancias de estos campos en la vida diaria no hace falta estudiar Ingeniería en Sistemas (que también, un poco, ya quedó vieja), sino tomar nota de algunas de sus repercusiones. Algunas nada más. Esbozo una lista:
1. Edición de videos con IA. Hoy la producción de contenidos audiovisuales se volvió una tarea inmensamente sencilla. Un joven puede recortar las partes que más le gustan de alguna larga nota que haya dado Javier Milei la noche anterior y replicarla a través de sus propias redes. Los subtítulos son generados automáticamente. Todo esto desde su celular durante alguna clase aburrida de química (mis disculpas a los docentes de química).
2. Aceleración de la demanda de información. No solo hay más plataformas mediáticas (entre ellas, las “redes sociales”), más conectividad y, por ello, más demanda de información por parte de los nuevos ciudadanos del mundo de la computación cuántica; también es el propio mundo el que demanda a sus ciudadanos que procuren informarse cada vez más y más rápido. Cada nueva aplicación móvil, cada nueva placa de video, cada nuevo puesto de trabajo requiere de nuevos y más avanzados conocimientos. Es una dinámica que toma velocidad en círculo –para mí virtuoso; para los apocalípticos, vicioso–, una carrera donde quedan atrás las universidades que no se adaptan y todo aquel que no dialogue en esos tiempos. ¡Esta misma columna ya es vieja! O al menos su mayor utilidad será servir de guión para un posible video.
3. Descentralización de la vida pública. Ya nada depende de una única institución. No hablo de criptomonedas, que es todavía una tecnología de nicho, sino de sistemas mucho más terrenales como Mercado Pago, a donde todos recurren cuando sus bancos no les dan las soluciones que esperan (que es casi siempre). O de cualquier otra cuenta virtual en Lemon o Ualá, a donde todos se mueven cuando el Banco Central, cada vez más impopular, ya directamente (como el otro día) o indirectamente entorpece el trabajo de Marcos Galperín y sus colegas.
La lista podría seguir. Estas son solo algunas ideas rápidas. Lo importante, a mi juicio, es entender que cambió radicalmente el paradigma sobre el cual nuestra sociedad se consolida como conjunto de individuos.
Las grandes instituciones con las que que nos criamos –universidades, gobiernos, bancos centrales, medios masivos de comunicación, juzgados– se desmoronan, no por haberse vaciado de sentido, sino por la posibilidad real y la necesidad cada vez mayor de reemplazarlas. Y subrayo, enfatizo, remarco lo de que se reemplazan porque se puede, pero también por necesidad. No es que sean instituciones destinadas a desaparecer, pero sí dejaron de ser la única opción y, por lo tanto, a lo único a lo que debería prestarle atención cualquiera que aspira a representar al pueblo.
Definime “voto bronca”
El motivo del éxito de Javier Milei es haber conseguido elaborar una propuesta en atención a toda esa lógica del nuevo mundo en que nos encontramos. Desconozco cuánto sabe Milei de comunicación y nuevas tecnologías. Podría asumir que sabe poco y que no tiene la más mínima intención de estudiar el tema. Pero su discurso es el único consistente con la manera en la que se constituye la sociedad de hoy. Es decir: el problema para Juntos por el Cambio o Unión por la Patria no es que los nuevos argentinos solo quieren escuchar lo que dice La Libertad Avanza. No es eso lo que pasa. Lo que pasa es que LLA es el único partido que tiene en su discurso los componentes con los que viven día a día los nuevos argentinos.
Pasa eso mientras desde LLA permiten que digan cualquier cosa sobre ellos, total saben que luego pueden refutarlo en cualquiera de los miles de canales que los replican por Internet. Milei acusa a montones de periodistas de ser operadores pero no censura sus operaciones, más bien las promueve. Las agita, las hace entrar a la cancha y les planta discusión.
LLA es el único partido que tiene en su discurso los componentes con los que viven día a día los nuevos argentinos.
Y pasa eso y mientras eso otro pasa desde JxC piden a sus militantes históricos que compartan en sus redes las imágenes y los videos que editan desde los comités de la UCR, los locales del Pro y las fundaciones y búnkers de los díscolos. Así hacen unos y desde LLA optan por hablar (casi) en cuanto lugar se les presenta. Hablan a los gritos y así consiguen saltar las interrupciones de los periodistas, ansiosos por saber algo cuya respuesta ya tienen. Con gritos de loco combaten la aplomada supremacía de las editoriales.
Entonces, ¿hay “voto fastidio” o hay voto a lo único visible? ¿Será que los liberales libertarios odian la ESI y quieren privatizar el Conicet o es que van un poco más allá de los graphs de la televisión y los títulos pensados para clickbait y analizan todo mientras juegan al Minecraft y fabrican memes gracias disponer de horas y horas de entrevistas llenas de contenido para poder editar? ¿Están desinformados ellos o es que a nosotros todavía no nos cae la noticia de que vivimos inmersos en la hiper-información?
Papi dame algo, subime contenido
Cuando las tecnologías basadas en IA comenzaron a avanzar en materia de edición de imágenes, muchos especialistas vaticinaron el ocaso de las empresas como Adobe dedicadas a la producción de software para la Industria Audiovisual. Lejos de ocurrir eso, Adobe usó sus bases de datos con cientos de millones de fotos guardadas para desarrollar su propia herramienta basada en IA. Milei irrumpió en la política con la velocidad de esas nuevas tecnologías. Enganchó la ola, como Macri en 2015. Se vistió de león y, por ahora, está arrasando con los partidos tradicionales que, a diferencia de Adobe, no parecen estar corrigiendo a tiempo.
La primera buena noticia es que en la era del nuevo paradigma tecnológico esos tiempos se recuperan rápido. La segunda es que en esa carrera JxC arranca con ventaja: tiene las bases de datos, la infraestructura armada en todo el país lista para que la conecten y la revienten a hiperinformación. Hay cientos, si no miles, de militantes que son parte los nuevos argentinos y ya no saben como pedirles a sus dirigentes que dejen de bajarles línea y les generen contenido. Es por ahí.
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