JOLLY
Domingo

El bull market argentino

El kirchnerismo fue desangelado por la juventud, que esta vez eligió otros artefactos igualmente desmesurados pero que pueden ser buenos aliados del próximo presidente no peronista.

Si algo me conmovió especialmente de esta elección histórica es que el kirchnerismo fue desangelado por la juventud. Los votantes más chicos miran ahora, desde Costa Pobre, un barco pirata que se aleja, se hunde en el riachuelo de la anomia, y se va, con sus monedas de oro. Me dirán que esta deriva ya estaba en curso, pero fue la PASO la que bajó el telón del Eternauta y su estela juvenilista. Sobrevivirá un camporismo laboral, pero ya no habrá un camporismo lírico. Se acabaron la plata, las ideas, el tiempo, se evaporó la poesía que mantenía entonada una payada pendenciera contra hombres de paja. Nuestras criaturas con derecho temprano al voto no habían terminado de armar esa identidad política provisoria, generacional, algo que pudieran recordar en sus geriátricos del siglo XXII, que ya saltaron de lo que duele –del primer peronismo que no da– a Milei, a Manes, o a la bruma del desinterés profundo. Heridos, desempleados y con adultos truchos que los alejaron de sus amigos, que les taparon la boca, les metieron miedo y no confiaron en su supervivencia natural; los más jóvenes, los pobres y los acomodados, toditos todos enlazados por las mismas coreos pavas de TikTok y los mismos traperos cursis, pateándose las autoestimas, quedaron desenganchados de fantasías articuladas con la historia, como Perón o muerte, para iniciar su conexión con artefactos igualmente desmesurados, de loquitos de la City, que tienen la impunidad que sólo te da la guita para romper los quinotos a muchos, mucho tiempo, y que les faciliten aullar su desconcierto, su mala suerte.

Sobrevivirá un camporismo laboral, pero ya no habrá un camporismo lírico. Se acabaron la plata, las ideas, el tiempo, se evaporó la poesía que mantenía entonada una payada pendenciera contra hombres de paja.

Sí, es injusto descalificar a Javier Milei y su pelotón por sus formas u origen, porque Milei enuncia hechos que están en el balance negado de la desgracia nacional: la existencia de una elite petrificada e inútil. De hecho, sus momentos más histriónicos, cuando su yo afectado se expide, los logra cuando habla de los políticos parásitos, los que se comen los impuestos y les hacen perder tiempo y plata a los argentinos. La peluca, los ojos brillantes que se desorbitan y el palabrerío que combina academia y cárcel son la fachada de un texto más preciso y justo sobre la causa y consecuencia del largo bear market argentino: sus políticos inconscientes, que no rinden cuentas y que no se dan por vencidos a la evidencia de su falta de idoneidad.

En la noche de los festejos sobrios, con los datos servidos, el larretismo impulsó la apropiación de la palabra libertad por el diccionario electoral de sus voceros, porque la libertad es la cara amable y ambigua de la insurgencia de Milei. Ambigua porque los golpes de Estado también se dieron en nombre de la libertad. Pero coparle el lenguaje no va a alcanzar, aunque cualquier acción de Larreta que repruebe el parasitismo, que combata la negligencia, será un mejor filtro para que no se le escapen los votos que, con un sentido similar al de los votantes de Milei, fueron al bolsillo más conservador de López Murphy. Seguramente no habrá tiempo para la ejemplaridad, pero al menos Larreta (o quien sea si no es Larreta, claro, porque todo puede fallar) puede saber que la emergencia de Milei amplía el campo de batalla que hasta hace poco estaba delimitado por un reglamento político cultural dictado por el kirchnerismo de Cristina y al que Macri apenas se animó a discutir y menos a enfrentar.

El próximo presidente no peronista tendrá una derecha colorida y enfática sobre la que recostarse para no abismarse y discutir, y hacer, la reforma laboral, previsional, educativa, con el cuco por afuera pidiendo sangre para acordar, al menos algo, con los que no quieren nada. Y esa misma apertura del campo político intelectual, de lo que puede ser dicho y pensado, nos presenta una realidad que esta elección hizo patente. Juntos es el 40 % y el 40 % es insuficiente para bancar la parada de privatizar Aerolíneas o cambiar las indemnizaciones por un seguro y 18 etcéteras. Va a necesitar más. Acuerdos de gobierno con lo que quede de peronismo, con Milei, con el que tenga los diputados para dejar de estirar lo inevitable.

La importancia de los aliados

En un mismo sentido, las buenas elecciones de López Murphy, Manes y Rubinstein muestran que el PRO necesita a sus aliados, uno por uno y con lo que tengan, y ya no que los carga como dinosaurios agonizantes. En particular, Manes planteó un desafío muy fuerte a Larreta cuando al inicio de la campaña le dijo, palabras más o menos, que no financie la campaña de Santilli desde la ciudad. Normalmente los políticos no juegan al poliladron en esta materia, pero bueno, el neo-neuropolítico puso la pistola arriba de la mesa y eso cambió de inmediato la lógica de la relación de la UCR con el PRO, que era de simple sometimiento.

Otros dos radicales se lucieron en las PASO: Martín Tetaz y Leandro Santoro. Tetaz tiene la energía de un maníaco, los músculos de un crossfiter, el mechón con gel de un bailantero, se mueve en el escenario como un profe de zumba, es vivaz, Tetaz, es feliz, está encantado de conocerse, y habla en tele de lo que sabe, y sabe en serio, dicho en su honor. En suma, no tiene techo. Tetaz puede ser buen candidato a Jefe de Gobierno, si la imagen negativa de la leona y de Lousteau no hacen fácil la renovación, y un vocero muy sólido de las futuras reformas siempre que se reconozca que el desafío que viene no es intelectual sino de coaliciones. El próximo gobierno de Juntos por Larreta o por Macri o por Manes, o por Morales, no puede ser un armado sectario, como el intercountry que acompañó la gestión de Mauricio y que aun con toda la afinidad tampoco logró cumbres de eficiencia.

Si lo que digo es cierto, Alberto reventó al kirchnerismo desde adentro, pero Cristina ya había hecho lo mismo con el peronismo.

Leandrito Santoro, por su parte, neo radical K, no pasó el 25 % que venía sacando Filmus, pero es cierto que la tenía más difícil que nadie. Y para no complicarse con la delirante gestión de Alberto en el distrito que menos piedad le iba a tener, ensayó ponencias sobre el disfrute de la vida y promovió alegremente, seguro sin saberlo, la eco-ansiedad en una ciudad donde los niños son cargados de culpa en instituciones públicas y privadas –porque para eso no hay brecha de ingresos– acerca de su responsabilidad en tirar plásticos en bolsas verdes que después terminan en los rellenos sanitarios juntos a las bolsas verdes. Santoro resultó un vocero elegante, que discutió con altura y mintiendo muy poco. Captó completamente que el horno ya no estaba para extorsiones por izquierda y se corrió completamente al centro y como en el chiste de Twitter hizo larretismo (verde) sin decir que hacía larretismo. Fue tan eficiente que los kirchneristas más duros lo votaron encantados. Mi pálpito, si Santoro continúa en esta curva y no se ve obligado a salir a bancar de manera exagerada a Alberto o a Cristina, o a los dos, por pactos preexistentes, puede en 2023 confluir en la gran fuerza de centro que necesita la Argentina para darse una chance más de pegar la patada en el fondo.

¿Qué más, Bernardo?

La derrota del Gobierno en importantes distritos del conurbano no fue sólo el efecto de la crisis descomunal. También es un subproducto de la descompostura de los engranajes de la reproducción política de los barones del conurbano, que fueron sometidos al paracaidismo de los cuadros formados fumando porro y mirando los videos del entierro de Néstor. De hecho, el afán de Cristina por desbancar a Evita como la gran loca enamorada de su pueblo borró a Evita del imaginario de los pobres, y aquella batalladora premontonera con el pelo al viento dejó de sumar millas en el viaje eterno. Hoy los barones no tienen de qué agarrarse para vender su producto endeble. Si lo que digo es cierto, Alberto reventó al kirchnerismo desde adentro, pero Cristina ya había hecho lo mismo con el peronismo.

Lo que seguro es cierto es que son profesionales del poder, como los gitanos son profesionales del comercio de autos usados. Y van a hacer lo que haya que hacer para reponerse de una mala elección o de una mala venta, con los límites, también ciertos, del contexto y del nivel de su nomenklatura. La complejidad de los problemas supera la preparación promedio de los actores. Y esta fase del descalabro argentino destrabó un nuevo nivel de estupidez al hacer de la improvisación un método de trabajo.

 

 

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Esteban Schmidt

Periodista y escritor. Autor de The Palermo Manifesto (2008).

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