JAVIER FURER
Domingo

Disparen contra las encuestas

¿Qué piensan los encuestadores políticos de las críticas recientes contra su profesión? Para averiguarlo, hicimos la primera encuesta a encuestadores en el país. Los resultados son sorprendentes.

Las encuestas electorales están en la mira. Cada vez que el resultado de una elección difiere de sus pronósticos, reciben burlas o cuestionamientos de los políticos, de los medios y del público. Algunos fallos recientes se hicieron muy famosos. En junio de 2016 los británicos votaron a favor de irse de la Unión Europea; en la semana anterior al referéndum, sólo tres de las 13 encuestas publicadas habían acertado el resultado. En Argentina, en el mes anterior a las PASO de 2019 las encuestas mostraban a Mauricio Macri con una intención de voto de entre 34% y 36% y al opositor Alberto Fernández con entre 38% y 40%. El resultado todos los sabemos: al subestimar el voto a Fernández y sobreestimar el voto a Macri, las encuestas fallaron en 16 puntos. El mes pasado, las encuestas volvieron a ser acusadas de poco fiables en Brasil, donde en la primera vuelta acertaron el resultado para Lula pero subestimaron por nueve puntos el resultado de Bolsonaro, que finalmente obtuvo un 43%.

Por otra parte, la percepción de la ciudadanía sobre las encuestas también ha empeorado. Según un relevamiento online de Zuban Córdoba y Asociados del mes pasado, más de la mitad de los argentinos desconfía de las encuestas que publican los medios, y dos de cada tres creen que “las encuestas ya no reflejan lo que pensamos”.

¿Qué piensan los analistas de opinión pública de estos errores y de esta pérdida de credibilidad en los medios y en la ciudadanía? Para averiguarlo, hicimos una encuesta a encuestadores, la primera de su tipo en el país: les preguntamos a las 51 empresas de opinión pública más relevantes del mercado qué pensaban sobre esta mala reputación reciente de su oficio y qué problemas concretos encuentran a la hora de hacer su trabajo. Los resultados son fascinantes: los profesionales de las encuestas defienden su oficio y sus herramientas pero, al mismo tiempo, reconocen que su trabajo se ha hecho mucho más difícil en los últimos años. (El estudio completo se puede descargar desde acá.)

Los consultados se pusieron a sí mismos un 6,8 en promedio. A los políticos los calificaron con un 5,7, a los periodistas con un 4,5 y a los ciudadanos con un 4,1.

El primer gran hallazgo del estudio es que existe una grieta entre la ciudadanía y los expertos. El relevamiento a profesionales de opinión pública muestra que su valoración sobre el poder predictivo de las encuestas es alta: el 80% aprueba su desempeño como pronosticadores electorales. Consultados sobre qué puntaje de 1 a 10 se darían a sí mismos sobre su capacidad para entender el fenómeno de las encuestas, los consultados se pusieron un 6,8 en promedio. A los políticos los calificaron con un 5,7, a los periodistas con un 4,5 y a los ciudadanos con un 4,1. Entra en juego entonces una cuestión de expectativas: lo que el público (y, posiblemente, los medios) supone debe esperarse de las encuestas no es lo mismo que lo que esperan los especialistas.

Cuatro hallazgos

La encuesta a encuestadores, realizada entre el 13 y el 18 de octubre, nos dejó cuatro hallazgos principales. El primero es que los problemas existen y que uno de los principales es la creciente dificultad para encuestar a ciertos de sectores de la población, sobre todo a los jóvenes de los sectores más bajos. El segundo, la apatía y la volatilidad del voto. El tercero, las restricciones presupuestarias y la falta de información social actualizada. Y el cuarto, la existencia de operaciones de prensa y la poca preparación de algunos periodistas a la hora de comunicar los sondeos. Veamos cada uno en más detalle.

1. Juventud y pobreza. Existe una clara dificultad para llegar a los niveles socioeconómicos más bajos y específicamente a los jóvenes. Casi la mitad de los especialistas consultados indican que las encuestas no están llegando a los niveles socioeconómicos más bajos y casi un tercio que las encuestas no están captando tampoco a los jóvenes. Esto es crucial porque, en un país como la Argentina, con casi 40% de pobreza, y donde pobreza y edad están correlacionados, averiguar qué preferencias tienen los jóvenes de los niveles socioeconómicos más bajos se ha vuelto un desafío central.

2. Apatía y volatilidad. Encontramos un amplio consenso entre los encuestadores respecto al desinterés generalizado de la ciudadanía en responder encuestas. Esta es la razón más extendida detectada entre los causantes de las “fallas” en las encuestas: dos de cada tres expertos así lo consideran. El desinterés por participar en encuestas probablemente se intensifique entre los ciudadanos que sienten desapego por el mundo de la política o cierto descreimiento del “sistema”. Las encuestas se ubican como una herramienta tradicional del sistema político y varios deciden no responderlas, o mentir, como forma de manifestar su posición anti-sistema.

El 44% de los especialistas observa que aquellos a quienes la política les resulta indiferente no contestan encuestas. Asimismo, los encuestadores remarcan enfáticamente que la indecisión, la definición del voto a último momento, y principalmente la volatilidad, es decir, que la decisión del voto esté ligada sólo de manera lábil a partidos políticos y candidaturas, hace que capturar anticipadamente la foto del desenlace electoral sea una tarea bastante desafiante. “Las identidades políticas son más livianas. Mucho voto se decide en el momento de votar”, respondió uno de los consultados. La forma en la que el ciudadano orienta sus actitudes y comportamientos electorales e incluso su disposición a participar en encuestas está signado por la apatía y la volatilidad. Las metodologías de investigación y recolección de datos sin dudas deben adaptarse frente a este nuevo perfil del elector.

3. Poca plata, pocos datos. Emergen las restricciones presupuestarias y la ausencia de información estadística actualizada y de calidad. El mercado de las encuestas electorales en la Argentina se caracteriza por costos cada vez más altos y una disponibilidad presupuestaria de los clientes decreciente. Dos de cada tres encuestadores ven que la asignación de recursos tiene un impacto directo en la calidad de los estudios. “Las encuestas se han vuelto excesivamente caras, por el costo de realizarlas y por la ambición de ganancia. Esto hace que se ahorre en aspectos que no deberían”, fue una de las respuestas.

En paralelo, los consultores resaltan de manera espontánea una cuestión que afecta transversalmente a muchos ámbitos de la investigación: estamos trabajando hoy sin referencia, sin un anclaje actualizado a nivel estadístico, con datos censales de 2010. “La información censal y electoral disponible en Argentina es muy escasa y de pésima calidad”, se quejó uno de los profesionales.

4. Operaciones y desinformación. Encontramos consenso respecto al hecho de que existen operaciones de prensa utilizando encuestas y cierto cuestionamiento al entendimiento de los periodistas sobre este tema. Nueve de cada diez expertos en opinión pública creen que las encuestas son usadas para hacer operaciones. “Tenemos también consultoras que abiertamente realizan operaciones políticas con datos claramente manipulados o con un recorte parcial de la información que genera confusión y contribuye a que se desvalorice la rigurosidad que demanda este tipo de investigaciones”, respondió uno de los consultados.

Relevamos también el conocimiento que tienen los periodistas en relación con las encuestas. Para el 67% de los encuestados el periodismo queda “desaprobado” en esta materia. Los medios juegan un papel clave en la confianza que tiene la sociedad en las encuestas. Los titulares suelen enfocarse en hablar de las distancia entre los candidatos cuando lo que debemos observar es el posicionamiento individual de cada uno de ellos. Entre qué y qué rangos se encontrarán los resultados para cada uno.

“Ni hablar a la hora de publicar resultados en medios periodísticos donde la desinformación es total y la interpretación de los números por parte del redactor suele ser errónea”, protestó uno de los consultados. Por último, el relevamiento muestra un consenso de que las encuestas son una cuestión entre el consultor y su cliente: los políticos. Los ciudadanos y periodistas son, en todo caso, convidados de piedra en este asunto.

¿Qué hacemos para mejorar esto?

El desafío es múltiple: desde el punto de vista de los encuestadores hay que mejorar los canales e instrumentos de recolección de información (metodologías, cuestionarios, formulación de preguntas), pensar fuera de la caja a la hora de analizar una encuesta y entender cuál es el clima en el que el encuestado declara una preferencia. “Dada la complejidad para relevar datos habría que trabajar más sobre el contexto y preguntarse y dudar de algunos resultados, hasta cuando parezcan hallazgos, no tomar el resultado de ese relevamiento aisladamente”, sugirió una de las respuestas.

Como nota de campo del relevamiento nos llevamos el entusiasmo que despertó la iniciativa y el excelente feedback en términos de participación y riqueza de las respuestas. Esto también nos habla de cierto vacío en el sector en lo que se refiere a espacios de cooperación e intercambio de experiencias. Asimismo, resulta necesario un trabajo con la prensa, avanzar en alguna regulación que obligue a los medios a publicar fichas técnicas, explicitar metodologías, comentar quién contrató la encuesta y capacitar a los periodistas en esta materia.

Tres niveles para entender los fallos

El primero, de tipo subjetivo, tiene que ver con qué se entiende por encuestas y cuáles son sus alcances. Ciudadanía y encuestadores no evalúan por igual la capacidad de esta herramienta y probablemente, y de manera perfectamente entendible, no tengan el mismo nivel de conocimiento sobre la materia. Las encuestas de opinión pública nos resultan cercanas, creemos saber todo sobre ellas (cómo se hacen, para qué sirven, cómo se usan) porque hablan sobre nosotros y nuestras actitudes, participamos de ellas respondiendo o las consumimos en redes y medios de comunicación. Romper con este imaginario de sencillez y, al mismo tiempo, infalibilidad a la hora de pronosticar resultados electorales depende en parte de la industria y en parte de la responsabilidad con que se traten y difundan en los medios de comunicación.

El segundo nivel es de orden objetivo-interno. Nuestro objeto de estudio, las personas, y particularmente sus comportamientos electorales, han transitado cambios acelerados y profundos en las últimas décadas. La investigación en opinión pública viene atravesando un proceso de reconversión metodológica, y se actualiza para adaptarse a este nuevo ciudadano y a este nuevo mundo. En igual medida es muy importante aquí también el expertise del investigador, la etapa de análisis es cada vez más compleja, no hay lugar para lecturas lineales.

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El último nivel es de orden objetivo-externo. La calidad de los proyectos depende en parte de las restricciones presupuestarias. La investigación no es un insumo “barato”, pero un trabajo bien ejecutado aporta un activo invaluable. Es tarea de los encuestadores jerarquizar la actividad y difundir tanto el valor de la investigación como sus limitaciones. Al mismo tiempo, la disponibilidad de estadísticas actualizadas y de calidad son indispensables para prácticamente todos los ámbitos de la investigación social. 

Las encuestas tienen un valor fundamental para este presente, donde el poder está cada vez más fragmentado, y las opiniones se han individualizado. Es clave entender las demandas de los diferentes grupos para poder adaptarse y anticiparse a los cambios. Tanto los que trae la época, donde nuevos comportamientos emergen en los jóvenes, en las familias, donde la vida se ha alargado y los mayores tienen cada vez más relevancia. Como los que traen las elecciones políticas y sus consecuencias. Donde el resultado electoral puede transformar mercados, anticipar crisis, y decidir el destino de una nación por años. En esta nueva era, las encuestas continúan siendo un instrumento clave para los gobernantes, y más que desecharlas, el desafío es adaptarlas y tecnificarlas para mejorar su precisión.

 

[ Este artículo y el estudio que lo fundamenta fue escrito con la colaboración de Alejandro Gregori y Carolina Mora. ]

 

Ficha técnica de la encuesta. Metodología: Cuestionario online. Universo: profesionales de la opinión pública electoral. Casos: 51 entrevistas. Fecha: del 13/10 al 18/10. Cuestionario: formulario online con preguntas cerradas, cerradas con opción abierta, y abiertas. Algunos de los entrevistados fueron: Pablo Knopoff, Rodrigo Martínez y Lucila Lavezzolo de Isonomía, Alejandro Catterberg y Lucas Klobovs de Poliarquía, Analía del Franco, Carlos Fara de Fara Veggetti, Shila Vilker y Julián Libonatti de Trespuntozero, Federico Aurelio y Juan Manuel Aurelio de ARESCO/Julio Aurelio, Cristian Buttie de CB Consultora de Opinión Pública, Sergio Berensztein, Valentín Nabel de Opinaia, Mariel Fornoni de Management & Fit, Gustavo Córdoba de Zuban Córdoba y Asociados, Santiago Nieto de Informe Confidencial, Celia Kleiman de Polldata, Augusto Reina y Máximo Reina de Doserre, María Braun de MBC Mori, Nicolás Cha de Demos Consulting, Tomás Lanusse de Fuente Primaria, Federico González y Asociados, Evangelina Pérez Aramburu de PA & Asociados, Reyes-Filadoro, Communicatio, Wonder, Estudio Par Consultores, Gen, Grupo MÁS Consultores, Marketing & Estadistica SRL, MFG Consultores, Mindy Public Opinion, Plusvalía, Prosumia, R, Starkelabs, System & Function, We, Universidad de San Andrés, Universidad de San Isidro, Universidad Nacional de Tres de Febrero, entre otros.

 

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Mora Jozami

Licenciada en Relaciones Internacionales. Analista de opinión pública. Ex coordinadora de opinión pública de Jefatura de Gabinete.

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