A quienes haya podido ofender, sólo quiero decirles
que he reinventado los coches eléctricos y estoy
enviando personas a Marte en una nave especial.
¿Creían que también iba a ser un tipo tranquilo y normal?
–Elon Musk en Saturday Night Live (2021)
Es un imán para el drama”, dice Kimbal, el hermano de Elon Musk, para describir la crisis psicológica que atravesó al empresario sudafricano desde julio a octubre de 2018. Se trata de una imagen precisa para caracterizar la monumental biografía que nos ofrece Walter Isaacson editada hace unos meses en castellano por Debate. Isaacson tiene una experiencia cifrada en otras obras biográficas sobre personajes sobresalientes como la de Steve Jobs (magnífica vida que tiene no pocas analogías con la de Elon Musk), Einstein, Da Vinci, Franklin y Kissinger.
Al terminar de leer las 735 páginas de este ladrillo de Isaacson uno, yo por lo menos, se hace la idea de que Elon Musk es un rey que necesita del drama como principal carburante de su máquina psíquica y creadora. La lógica huracanada es una constante, un hilo que enlaza diferentes acontecimientos desde la infancia hasta sus compañías, de sus parejas a sus posiciones políticas, también volátiles. No hay forma de comprender la estructura que está por detrás de la existencia elonista sin canalizarla mediante la dinámica sísmica que nos coloca todo el tiempo frente a un verdadero inventor, una especie de Ford o Edison del siglo XXI, que se encuentra potencialmente en estado de erupción, que pareciera explotar al momento de gestar un nuevo proyecto o un negocio suplementario. Dice su biógrafo, que lo acompañó durante dos años a sus reuniones y pasó horas entrevistándolo a él, a sus amigos y competidores: “Con frecuencia estaba creciendo en su interior la compulsión de dar orden de zafarrancho, una erupción de actividad sostenida las 24 horas del día”. Al mismo tiempo subraya Isaacson: “Musk era un adicto al drama”. A juzgar por los 95 capítulos del libro, gran parte de sus relaciones personales y profesionales estuvieron matrizadas por este componente.
La huella del reinado tormentoso de Musk, que se corona con el cetro de ser la persona más rica del mundo en 2021 (con un patrimonio de 190.000 millones de dólares) tiene la marca paterna que definiría su temperamento, su estado de ánimo bipolar y demoníaco. “Me moldeó la adversidad, mi umbral de dolor llegó a ser muy alto”, dice Elon. Errol Musk, su padre, oscilaba entre la jovialidad y un carácter racista que emergía periódicamente; el propio Elon padeció sus descalificaciones durante su niñez, cuando con frecuencia lo llamaba inútil, patético y otros comentarios malvados. Errol implantaba disparates o temores en las mentes de Elon y Kimbal que duplicaban el sentido de la realidad. Sin embargo, el linaje que nos permite decodificar a nuestro rey del drama permite extendernos más atrás en el tiempo. El abuelo materno de Musk, Joshua Haldeman, era un temerario aventurero de ideas populistas y conservadoras criado en Canadá que decidió trasladarse a Sudáfrica en 1950 y se enamoró de Pretoria al ver la belleza de los jacarandás de color lavanda en flor. La familia de los Haldeman había adoptado el lema “vive peligrosamente con cautela”. El abuelo de Elon finalmente olvidó la cautela al morir piloteando un avión que chocó contra un cable de alta tensión.
Errol, el padre del empresario, oscilaba entre la jovialidad y un carácter racista que emergía periódicamente; el propio Elon padeció sus descalificaciones durante su niñez.
Errol también tenía una vena aventurera, y al igual que a los Haldeman le gustaba volar. Incursionó en política y expandió su negocio importando esmeraldas en bruto y haciéndolas tallar en Johannesburgo. Errol Musk y Maye Haldeman tuvieron un vínculo signado por el drama desde el comienzo (infidelidades, toxicidad) que nos conduce, según nos cuenta Isaacson, al Elon niño, un infante nocturno que permanecía hasta el amanecer leyendo. Luego del divorcio de sus padres, Elon se fue a vivir con su madre que trabajaba todo el día, por tanto, se crió solo con sus hermanos. “La libertad les enseñó a ser autosuficientes”, decía Maye. Sin embargo, Musk junto a su hermano Kimbal luego se irían a vivir con su padre a Pretoria ya que éste se encontraba tremendamente solo.
La lectura fue el refugio psicológico de Elon, particularmente los cómics de superhéroes, pero también filósofos como Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger, cosa que no resulta muy llamativo dado que la lógica tempestuosa y al mismo tiempo vitalista que atraviesa a estos tres pensadores es visible en el propio Elon. Según narra Isaacson, una de las novelas favoritas de Musk es La luna es una cruel amante de Robert Heinlein, novelista de adscripción libertaria que narra la historia de una colonia penal en la luna administrada por una supercomputadora que adquiere autoconciencia. De todos modos, el libro que más influirá en el emprendedor será la Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams, en el cual se cuenta la historia de un individuo que es rescatado por una nave espacial segundos antes de que la Tierra sea destruida por una civilización alienígena. Novelas de ciencia ficción, cómics de superhéroes, videojuegos y juegos de rol como Dragones y mazmorras fueron determinantes en la formación del imaginario empresarial de Musk.
De nerd a magnate
Elon se fue de Sudáfrica hacia Canadá y recaló en Vancouver en 1989 con la intención de vivir en Estados Unidos. En otoño de 1990 ingresó a la Universidad de Queen’s en Toronto para estudiar ingeniería. Sin embargo, a Musk le interesaban más las discusiones filosóficas nocturnas. Finalmente, deja Queen’s y se traslada a la Universidad de Pensilvania donde fue becado para estudiar una titulación conjunta de física y management. Se graduó presentando una tesina llamada “La importancia de ser solar”, en torno a los atributos positivos del sol como el camino más propicio hacia el desarrollo de una energía sostenible.
Las relaciones amorosas de Elon son también un fiel reflejo de su sensibilidad tormentosa. Tras la muerte de su hijo Nevada, Elon y su primera mujer Justine decidieron volver a tener otro hijo mediante el tratamiento in vitro. Justine dio a luz a gemelos: Griffin y Xavier. Luego por este mismo método tuvieron trillizos: Kai, Saxon y Damian. Su segunda mujer fue Talulah Riley, con quien se casó en 2010 y se divorció en 2016. Al igual que sus vínculos laborales, las relaciones afectivas de Musk no eran estables ni sólidas. La relación que comenzó en 2012 con la actriz Amber Heard también estuvo marcada por la turbulencia psicológica. Heard observó finamente que Musk era un cultor del drama porque esto lo hacía sentirse energizado.
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El tsunami emocional de Elon prosigue en 2018 cuando luego de la ruptura con Amber comienza una relación con la popstar Grimes, artista y performer con quien tendría tres hijos más. Grimes vibraba en la misma sintonía que Musk en tanto que ambos tenían una tendencia a lo caótico pero de un modo amable e incluso dulce. En mayo de 2020 tienen su primer hijo, al que dieron a conocer como X. Niño concebido por fertilización in vitro cuyo nombre completo será X AE A-12, pero que tuvieron que modificar dado que el registro californiano no permitía números en los nombres.
En el marco de sus vínculos filiales un capítulo no menor será cuando Xavier, uno de los once hijos de Musk, decidió transicionar a mujer y llamarse Jenna. El vínculo entre Jenna y su padre Elon siempre fue conflictivo por la postura anti-capitalista de la hija. Elon, según nos transmite Isaacson en el testimonio de su hermana Christiana, carece de prejuicios contras las personas gay y trans. Sin embargo, hace responsable de la ideología socialista de Jenna al adoctrinamiento progresista y a la cultura woke que era parte de la visión del colegio privado al que fue. El distanciamiento de Jenna hacia Elon “le produjo más dolor que ninguna otra cosa en su vida desde que muriera su primer hijo”, dice su hermana. Seguramente la postura marxista radical de su hija trans haya ocasionado que Elon se haya desprendido de muchas propiedades al punto de declarar que “las posesiones son un peso, y también un vector para ser atacado”.
El desarrollo emprendedor de Elon, si seguimos la cronología de Isaacson, es claro desde la génesis. Si bien Musk recibió ofertas en Penn para trabajar en Wall Street en el campo financiero, siempre las rechazó. Despreciaba a los abogados y banqueros, que consideraba no aportaban nada demasiado relevante a la sociedad. Por el contrario, le atraía Silicon Valley en plena época de euforia puntocom. En aquel momento, según nos cuenta Isaacson, Elon había forjado un mantra que repetía: “Las cosas que afectarían verdaderamente a la humanidad son tres: Internet, la energía sostenible y los viajes espaciales”. Era el verano de 1995.
Despreciaba a los abogados y banqueros, que consideraba no aportaban nada relevante a la sociedad. Por el contrario, le atraía Silicon Valley en plena época de euforia puntocom.
Desde los comienzos de su carrera Musk fue un jefe estricto y exigente que desdeñaba el equilibrio entre el trabajo y la vida. En su primer emprendimiento, Zip2, y en todos sus otros proyectos trabajaba durante todo el día y parte de la noche, sin vacaciones, y trasladaba la misma exigencia a los demás miembros de la compañía. Al igual que Steve Jobs, no se percataba si ofendía o intimidaba a sus colegas o empleados, todo se encontraba en función del objetivo. Sin embargo, a diferencia de Jobs, Musk aplicaba su obsesión no solamente al diseño del producto sino a la ciencia, la ingeniería y la manufactura. Si Jobs pasaba horas en el departamento de diseño de Apple, Musk, al contrario, visita permanentemente las cadenas de ensamblaje de sus autos y cohetes.
Tras su destitución de PayPal (donde fue socio de Peter Thiel luego de fusionar sus compañías) se compró un turbohélice y decidió aprender a volar como su padre y su abuelo. Corría 2001 y Musk planeaba colonizar Marte. De la confluencia de su temperamento aventurero, a veces temerario, con el espíritu americano de exploración es que en 2002 nacerá SpaceX, su empresa de fabricación de cohetes espaciales, implantada en un viejo almacén al lado del aeropuerto de Los Ángeles (específicamente en la localidad de Hawthorne, donde también se encuentra el estudio de diseño de Tesla). Su meta era lanzar el primer cohete en 2003 y enviar una misión no tripulada a Marte en 2010. Una constante que acompaña a Musk desde PayPal fue el establecimiento de plazos delirantes para lograr objetivos extremadamente ambiciosos.
En 2003 Musk decide invertir en el proyecto de autos eléctricos de Jeffrey Brian Straubel que a la postre será Tesla Motors. Una de las decisiones más importantes que Elon tomaría respecto de Tesla y que será su impronta del éxito es que la empresa fabricará sus propios componentes y controlará su diseño. La creación del coche será integralmente realizada en un solo lugar. En el sitio web de Tesla, Musk publicó un breve ensayo que delimitaba la estrategia de la empresa al cual llamó “El plan maestro secreto de Tesla Motors”; dentro de sus afirmaciones se hallaba contribuir a acelerar la transición de una economía basada en la extracción hacia una economía eléctrica solar.
Musk siempre apuesta al extremo, el riesgo alimenta su pulsión nietzscheana a tal punto que el directorio de Tesla le aprobó el paquete salarial más arriesgado de la historia de Estados Unidos, donde se estipulaba que si el precio de las acciones no subía de forma drástica, no cobraría nada, pero si la empresa conseguía alcanzar objetivos agresivos (en términos de producción, ingresos y valor de las acciones) podría cobrar hasta 100.000 millones de dólares. En octubre de 2021 Tesla se convirtió en la sexta compañía en la historia de Estados Unidos en alcanzar un valor de más de un billón de dólares y su valor de mercado superó al de todos sus competidores juntos (Toyota, Volkswagen, Daimler, Ford y General Motors). El acuerdo salarial fue cumplido y Musk cobró 56.000 millones dólares. El patrimonio neto de Elon a principios de 2022 era de 304.000 millones de dólares.
La filosofía empresarial elonista se descifra a partir de lo que Musk llama “el algoritmo”, una serie de cinco mandamientos corporativos que suele mencionar en sus reuniones en SpaceX o Tesla, a saber: especificar el nombre de la persona que haya hecho un requerimiento concreto de un producto, eliminar las partes del proceso que no sean necesarias, simplificar y optimizar, acelerar el tiempo de los ciclos y automatizar. Este proceso no puede ponerse en marcha sin el componente “demoníaco”, según revela Grimes. Si bien este compuesto psicológico central en su personalidad ocasiona caos es precisamente también lo que motoriza que ocurran cosas extraordinarias. “Elon desea el riesgo como un fin en sí mismo, parece disfrutar con él; de hecho, a veces se diría que es adicto a él”, describe Peter Thiel con claridad meridiana.
Un libertario de centro
El capítulo político en la biografía de Isaacson es sumamente ilustrativo de la deriva de nuestro drama king. Un hecho que lo grafica es el viaje que en 2010 Obama realiza a Cabo Cañaveral para solidificar la idea de que, aunque Estados Unidos estuviera confiando en empresas privadas como SpaceX para la fabricación de cohetes espaciales, esto no implicaba el abandono estatal de la exploración espacial. A Musk le caía bien Obama: “Me parecía que era un moderado, pero también alguien dispuesto a forzar un cambio”. Al igual que otros emprendedores techies de Silicon Valley, Elon es un progresista en cuestiones sociales pero tiene cierta perspectiva libertaria crítica de las regulaciones excesivas y la corrección política. Colaboró con las elecciones presidenciales de Obama y Hillary Clinton y en la campaña de 2016 fue muy crítico de Trump. Sin embargo, por insistencia de su amigo libertario Peter Thiel, ferviente trumpista, accedió a asistir a una reunión con directores de empresas tecnológicas. Elon y Donald desarrollaron cierta afinidad efímera que se cortó cuando el presidente Trump sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París para combatir el cambio climático.
El 6 de marzo de 2020 Elon tuiteaba: “El pánico del coronavirus es idiota”. Las restricciones sanitarias que comenzaron a extenderse en los Estados Unidos y en China (medidas disciplinarias extremas violatorias de los derechos humanos), que obligaron a cerrar su nueva fábrica en Shangai a causa de la pandemia, exacerbaron su temperamento libertario. De alguna manera es notorio, según narra Isaacson, que la deriva política de Musk se transformó en gran medida como consecuencia de las medidas de confinamiento y lockdown pero también como resultado del distanciamiento con su hija trans Jenna. De su entusiasmo demócrata hacia Obama pasó a tuitear sobre la “pastilla roja”, concepto extraído de la película Matrix que ha sido adoptado por grupos conspiracionistas y a criticar el “virus mental woke”, que restringiría la libertad de expresión y el sentido del humor.
De su entusiasmo por Obama pasó a tuitear sobre la “pastilla roja”, concepto que ha sido adoptado por grupos conspiracionistas, y a criticar el “virus mental woke”.
Elon comienza a participar de reuniones de un círculo libertario formado por sus amigos emprendedores Peter Thiel y Luke Nosek (inversor en SpaceX y cofundador de PayPal). Sin embargo, como señala Isaacson: “Ninguna de estas personas determinaba la perspectiva política de Musk. Ya era obstinado y de opiniones radicales por naturaleza e instinto. Pero estas personas tendían a reforzar sus sentimientos anti-woke”.
De todos modos, no es posible categorizar a Elon como alguien de derecha, mucho menos reaccionario. Su pareja Grimes, muy influyente en el empresario, tildó a la guerra contra lo woke como una de las idioteces más grandes de la historia. El pensamiento político elonista no es ideológico sino tan molecular y fluctuante como su dinámica volcánica en el plano personal o empresarial. Define Isaacson: “La mayor parte del tiempo afirmó ser un moderado de centro, aunque con una vena libertaria debida a su naturaleza contraria a las normas y regulaciones”. Esta clasificación quizá sea la más precisa forma de situar políticamente a Musk, alguien con una percepción refinada y sensibilidad aguda para leer la coyuntura, de la cual carece completamente un libertario hardcore dogmático, y al mismo tiempo con un sentido de la libertad tan pronunciado que transgrede las pautas biempensantes del progresismo encorsetado actual.
Twitter, su juguete
En el devenir político elonista resulta lógico que la adquisición de Twitter, al cual Isaacson describe como “el patio de recreo ideal para Musk” se enmarque en su veta libertaria que revela su preocupación por el “virus woke”, al mismo tiempo que como una suerte de revancha del niño bulleado que fue. Al igual que sus otras empresas, la compra de Twitter también responde a una misión particular, que según los términos del magnate implica purgar el pensamiento grupal que acata la disciplina corporativa contra la palabra individual.
Sin embargo, Elon diferencia entre libertad de expresión y libertad de alcance, vale decir, cualquiera puede expresar lo que sea (incluso aberraciones o discursos repugnantes) pero su tuit no será difundido, de hecho, los tuits negativos o de odio serán desincentivados y desmonetizados y nadie los encontrará salvo que se los busque puntualmente. Nuevamente se percibe esta oscilación elonista entre cierta sensibilidad de centro (que nadie se sienta incómodo o atacado) atravesada por el estado de guerra de sus pulsiones anarquizantes.
Más que carencia de empatía en Musk hay una mirada de entomólogo sobre los demás a los cuales ve como alfiles y soldados que deben cumplir una misión.
Dice Gwyne Shotwell, presidenta de SpaceX, que conoce a Musk como pocos: “Las personas como Elon, con asperger, no captan los códigos sociales ni piensan espontáneamente en el impacto de lo que dicen sobre otras personas. Elon comprende muy bien las personalidades, pero como objeto de estudio, no como una emoción”. Más que carencia de empatía en Musk hay una mirada de entomólogo sobre los demás a los cuales ve como alfiles y soldados que deben cumplir una misión.
Producto de su bipolaridad, de sus subidas y bajadas maníaco-depresivas, Elon suele zambullirse en períodos de trabajo obsesivo y en la fijación de objetivos imposibles tales como producir cinco mil Model 3 de Tesla por semana. A tal punto el carácter bipolar ancla en Elon que ha tenido que ir a juicio a causa de un tuit escrito bajo un estado euforia, tal como aconteció cuando los accionistas de Tesla sostenían que habían perdido dinero por su hábito tuitero compulsivo.
Elon Musk dirige seis compañías (Tesla, SpaceX junto a su subsidiaria Starlink, X o la ex-Twitter, The Boring Company, Neuralink y X.AI), tres más que Steve Jobs; de igual forma que el creador de Apple, se trata de un temperamento arremolinado sin filtro pero, como señala Isaacson, “los grandes innovadores son hombres-niños con una compulsión por el riesgo que se resisten a que nadie les enseñe a usar el orinal”. Una imagen precisa para ilustrar la personalidad de Musk es el lanzallamas, como el que le regaló a Joe Rogan en ocasión de su asistencia a su videopodcast (en el cual su imagen fumando un porro se volvió meme). Musk funciona como un lanzallamas: cada vez que abre la boca sus comentarios corren el riesgo de chamuscar a todos los que están alrededor. Como dijo el presidente estadounidense Andrew Jackson: “He nacido para la tormenta y la calma no va conmigo”. Ahí está la biografía de Walter Isaacson para probarlo.
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