LEO ACHILLI
Domingo

Elecciones (I):
ganadores perdedores

La pandemia, "nuestra guerra". Sentidos comunes, votos retenidos, oportunidades que vuelven. ¿Quién quiere co-gobernar?

Rodrigo de Loredo | diputado nacional electo (Córdoba) | @rodrigodeloredo

Siempre hay que celebrar cada oportunidad en la cual la gente se expresa y participa en democracia, sea el resultado que fuera. Del proceso en su conjunto, primero quiero referirme a las PASO. Me parece que fueron utilizadas por Juntos por el Cambio de una forma muy inteligente y apegada al espíritu mismo de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Después de las PASO surgió un mejor JxC, con una impronta mucho más federal que la que tenía antes. Hay un JxC consolidado y fuerte. Me parece que las PASO llegaron para institucionalizar los frentes coalicionales, que son una muy buena noticia para la Argentina. 

El resultado de la elección consagra un primer objetivo, un primer mandato social, que era ponerle límites a un gobierno con sesgos claramente autoritarios, avasallantes, y también ponerle un límite al contenido de políticas que son anacrónicas y no dan resultado. En lo que se refiere a JxC, fue algo más que un límite: me parece que la gente, así como el 12 de septiembre votó para castigar, el 14 de noviembre votó volviendo a reconstruir, como primer paso, una alternativa y una esperanza nuevamente. Entonces ahora de nosotros va a depender hacer las cosas bien para ofrecer de vuelta una alternativa para gobernar la Argentina en 2023.

Teníamos expectativas de que el Gobierno no reaccionara como reaccionó, aun sabiendo que es un gobierno muy difícil de anticipar, porque ha hecho un culto de la improvisación y una apología de la falta de planes. Ahora se pone sobre la mesa una convocatoria al diálogo. Siempre son buenos los diálogos en la Argentina y en la política en términos generales, pero en este país el mayor desafío es reducir la pendularidad, su zigzagueo institucional y de política pública.

Primera y rotunda condición: Juntos por el Cambio no está para cogobernar la Argentina, no es el rol que estamos llamados a cumplir.

Ante esta invitación al diálogo, a mi juicio, JxC tiene que plantear una serie de condiciones. Primera y rotunda: JxC no está para cogobernar la Argentina, no es el rol que estamos llamados a cumplir. Segunda: el debate se tiene que dar en el seno del Parlamento. Los países que han articulado debates, que han articulado consensos serios que le han dado previsibilidad a sus políticas, los han discutido públicamente, han estado oxigenados, escrutados por la prensa y, finalmente, terminan hasta conformando un cuerpo legal. Entonces, el ámbito propicio, institucional, para que sea transparente y serio, que no sea discrecional, es el Congreso de la Nación.

Tercera condición: de ninguna manera puede estar en la discusión de los consensos del país cuestiones rayanas con la ilegalidad, como esa agenda judicial que tanto preocupa a Cristina y que gran parte de las políticas que terminan implementando tienen detrás ese interés que de ninguna manera podría estar involucrado.

Dicho esto, la respuesta de JxC será hija de su institucionalidad, no de opiniones individuales de sus dirigentes, que no tienen que molestar a nadie, pero sí tenemos que tener la conciencia todos de que después JxC tiene que tener esa expresión institucional de cómo abordar, eventualmente, un diálogo y un consenso sobre determinadas políticas. 

La reacción que vimos del Gobierno, con ese festejo de la derrota, lo muestra reaccionando como siempre hace el kirchnerismo. El kirchnerismo tiene, en esto también, un componente altísimamente autoritario: ellos creen que cuando tienen un revés electoral, en vez de escuchar la expresión volcada en las urnas para cambiar el curso de sus políticas públicas, las mantienen, porque creen que cambiarlas es una señal de debilidad. Esta es una concepción patriarcal y absolutamente autoritaria. Siempre lo que hacen es redoblar o profundizar las políticas que llevaron a que la gente se expresara en contra del curso del Gobierno. Esa reacción se mantuvo con el acto del miércoles, cuando el Presidente salió a dinamitar la última chance de que se pueda articular algún curso que le dé a la Argentina un plan, porque este es un país que carece de una estrategia en el mundo y, por lo tanto, de una estrategia hacia adentro.

Nosotros tenemos que estar fuertes. Ser halcones para defender la expresión popular y ser firmes en el Congreso. Y palomas, si vale la palabra, para acordar políticas que aborden los problemas estructurales de la Argentina, como lo son su alta presión impositiva, la necesidad de una modernización en la legislación del trabajo, una gran reforma educativa intergeneracional, un plan de infraestructura y el cambio de criterio y de norte de la política internacional.

 

 

Rosario Agostini | periodista | @peponila

El resultado de las elecciones nos interpela a pensar un país federal, en el que cada provincia es una batalla y ninguna de ellas es la madre de todas las batallas. Durante demasiado tiempo la mayoría de los partidos políticos nacionales (PJ, UCR o PRO) pusieron todas sus energías y posibilidades en la provincia de Buenos Aires, por el sesgo natural vinculado a su número de electoral, que implica que si allí se obtiene un triunfo relevante, la llegada a la Casa Rosada está garantizada. 

Sin embargo, aquella premisa de que la PBA es “la madre de todas las batallas” resultó en un error estratégico sistemático de parte de los partidos y las alianzas no peronistas, porque impidió dedicar recursos y esfuerzos pertinentes en los llamados “feudos” del interior, que no hicieron otra cosa que aportar diputados y, sobre todo, senadores que históricamente le dieron mayorías y quórum al PJ.

Este error estratégico terminó llevando al Gobierno nacional a fuerzas no peronistas con el Congreso dominado por el peronismo feudal de las provincias del interior. Y así también, esa mirada centrista termina jugando en contra del propio kirchnerismo, que se termina convirtiendo en un partido vecinal del conurbano bonaerense. 

Este error estratégico terminó llevando al Gobierno nacional a fuerzas no peronistas con el Congreso dominado por el peronismo feudal de las provincias del interior.

La afirmación anterior puede ser rebatida con el argumento, objetivo por cierto, de que el PJ ganó la elección en provincias del norte del país, pero lo cierto es que ese PJ que gobierna y gana en dichos distritos, se referencia más en el peronismo ortodoxo que en el kirchnerismo progre del área metropolitana bonaerense. Claro que aportan diputados nacionales y senadores, pero esos legisladores reportan a jefes partidarios locales que terminarán abrazando al que circunstancialmente tenga la lapicera o el poder en Buenos Aires, sea Carlos Menem, Eduardo Duhalde o Cristina Kirchner.

El “error” estratégico también terminó diluyendo el sueño de Horacio Rodríguez Larreta de convertirse en el gran ganador de la elección –y con ello proponiéndose a sí mismo como el candidato a presidente natural hacia 2023–, poniendo en juego su armado y estructura política en PBA y la ciudad de Buenos Aires. El triunfo obtenido por Juntos por el Cambio fue federal. Fueron las provincias del interior las que sumaron en números absolutos, porcentajes y legisladores a dicho triunfo, pintando el país de un color distinto al del Frente Para Todos. 

JxC logró constituirse en una fuerza competitiva a lo largo y ancho del país, posicionando a dirigentes radicales como Gustavo Valdés, Alfredo Cornejo y hasta Gerardo Morales con válidas aspiraciones a conformar una fórmula presidencial en 2023. Por otro lado también generó la desilusión de Rodríguez Larreta, que no pudo sacar del juego a Patricia Bullrich, quien, desde la adversidad, jugó una carta que el jefe de gobierno de CABA subestimó, y terminó convirtiéndose en referente nacional a fuerza de imponer la idea de lograr los cinco senadores necesarios para restarle el quórum al oficialismo.

Hay vencedores y vencidos. Hay quienes lograron sus objetivos políticos electorales y quienes no. Es el partido de gobierno el que perdió, el que fue vencido. Es el kirchnerismo el que a partir de ahora deberá reconfigurarse, sostenido en el poder por un puñado de municipios del conurbano bonaerense. Es el peronismo el que deberá definir si sigue arropando a Cristina Kirchner y La Cámpora o definitivamente intenta desligarse de un régimen que los llevó a una derrota histórica en el país. Es Alberto Fernández quien deberá decidir si gobierna sopesando lo que vale cada uno en votos y representatividad o persiste en subsumir su poder a su vicepresidente y su hijo, Máximo Kirchner.

Es el peronismo el que deberá definir si sigue arropando a Cristina Kirchner y La Cámpora o definitivamente intenta desligarse de un régimen que los llevó a una derrota histórica.

Pero también es JxC el que tiene que asumir los resultados, reconfigurar ante la sociedad la horizontalidad de la conducción del espacio y responder a las expectativas de los votantes. Deberán, entonces, definir si dialogan con Sergio Massa como integrante del FdT, o el diálogo queda restringido al rol institucional de Massa como presidente de la Cámara de Diputados de la Nación. Deberán definir si se acercan a los liberales, o prevalece la mirada de la Juventud Radical de CABA expuesta en el cierre de campaña, cuando cantaron “con Milei no se habla”. 

La oposición tiene la responsabilidad de definir si la convergencia del “70%” de la representatividad del pensamiento de los argentinos, tal como lo explicita el sector larretista de la coalición, se constituye con el peronismo de Massa y otros, o con sectores como los libertarios y los partidos provinciales que lograron triunfos importantes también en el interior. Es decir, JxC deberá decidir si insiste en orbitar alrededor de algún sector del peronismo o se convierte en una fuerza opositora disruptiva de la historia hegemónica del discurso que se impuso desde el advenimiento de Juan Perón al poder.

El futuro del país no será fácil. Sin dudas es tiempo de que los políticos racionales le expliquen a la sociedad que la salida de la crisis no está en manos de un mesías o de la magia de algún chamán. El futuro próspero requiere un proyecto a largo plazo, una revisión axiológica de los valores comunes y un esfuerzo colectivo que incluirá dolor pero también esperanza.

 

 

Maximiliano Abad | presidente UCR Buenos Aires | @maxiabad

La Argentina se encuentra en una situación muy compleja, muy grave. Pobreza y marginalidad en aumento, crisis educativa profunda a partir de casi un año y medio con los jardines, escuelas y universidades cerradas, una inflación descontrolada que fulmina la capacidad de compra del salario de los trabajadores, la inseguridad que golpea sin distinciones a nuestros vecinos y un gobierno que se encuentra en otra sintonía, que no escucha, que hacía fiestas en Olivos cuando las prohibía para todos, que vacunaba a sus amigos mientras más de 100.000 argentinos morían sin vacunarse y que festeja cuando pierde y la inmensa mayoría de los argentinos no tiene nada para festejar.

El resultado electoral es producto de eso y la sociedad vuelve a darnos una oportunidad, que no es un cheque en blanco sino una inmensa responsabilidad para generar un proyecto político que nos saque del atraso, de la inmoralidad, de la angustia y de la incertidumbre permanente.

La Unión Cívica Radical de la provincia de Buenos Aires trabajó fuertemente durante todo el año para sostener la unidad de la coalición que integramos, como un valor estratégico. Y en fortalecerla y ampliarla. Considero que ese laburo fue importante para el triunfo electoral del domingo. Hay que seguir. La sociedad demanda ideas, propuestas, políticas públicas concretas que importen un cambio radical frente a un modelo populista que atrasa, que no educa y que empobrece. Tenemos la inmensa responsabilidad de poner a la Argentina en rumbo de modernidad y progreso. En ello estarán puestos todos nuestros esfuerzos.

 

 

Guillermo Oliveto | Consultor

El pecado original del Gobierno, desde la perspectiva mayoritaria de la gente, fue la extensión de la cuarentena, potenciado por el tono y el modo con el que se la gestionó. Lo que se hizo y cómo se lo hizo. Así como gran parte de la sociedad se tuvo que hacer cargo este año de las pérdidas del año pasado –desde las económicas hasta las emocionales–, a la hora de votar de manera explícita una relevante proporción del electorado buscó equilibrar la balanza: “Yo perdí, vos también”. 

La historia demuestra que frente a los momentos críticos los seres humanos juzgan de manera implacable la reacción de los otros en esa instancia límite. Muchos no pueden hacerlo en simultáneo con el devenir de los hechos, porque son pocos los que tienen la capacidad de vivir la escena y a la vez poder retirarse para observarla. Pero cuando los acontecimientos decantan, la mirada retrospectiva construye la prospectiva. Entre el pasado y el futuro se filtra el presente. 

Dicho de manera práctica y concreta: si en ese momento extremo actuaste así, proyecto cómo vas a hacerlo más adelante y por eso tomo esta decisión hoy. Este parece haber sido el mecanismo que modeló el resultado electoral. Agobiadas, cansadas y tristes, millones de personas emitieron un “voto hastío”, que es un grado superior, fastidioso, incómodo, enojoso, del agotamiento. Sabían que el lunes a la mañana no cambiarían demasiado las cosas. 

Agobiadas, cansadas y tristes, millones de personas emitieron un “voto hastío”, que es un grado superior, fastidioso, incómodo, enojoso, del agotamiento.

Eran conscientes de que no se trataba de una elección presidencial y que en todo caso lo máximo que podían hacer era poner un límite, un freno, un dique de contención a un modelo de gestión, y sobre todo, a ese tono y modo que hirieron su sensibilidad más profunda. Sin embargo, esa pulsión fue creciendo con los meses y lucía liberadora, catártica y, a la vez, en su mirada, esperanzadora. 

Para los argentinos la pandemia+cuarentena fue “nuestra guerra”. La analogía no es caprichosa, dado que si bien el fenómeno fue global, transversal y simultáneo, cada uno se tiene que hacer cargo de lo que le toca. Los números son contundentes: vivimos, por lejos, la peor catástrofe humanitaria que haya atravesado este país. Más allá de que en el contrafáctico siempre podría haber sido peor, con lo que tuvimos alcanza y sobra. La sociedad que fue a votar estaba de duelo. 

Esa “guerra” en el imaginario colectivo “duró dos años”, aunque técnica y fácticamente “terminó” hacia el mes de agosto. La salida, como en toda “posguerra”, fue contradictoria, ambigua, confusa. Por un lado la alegría de haber sobrevivido. Por el otro el violento encuentro con la realidad. Al salir de la “caverna digital” los argentinos vibraron y tocaron todo lo que habían perdido. Dimensionaron las ausencias, registraron los estragos, resignificaron hechos e instantes que quedarán grabados es su memoria para siempre, tocaron las cicatrices, se tropezaron con los escombros. 

Dos de cada tres electores, ciudadanos, personas, en el fondo, seres humanos, sintieron que con su voto estaban, como siempre, enviando un mensaje. Pero además en esta ocasión tan particular, única, inédita, extraordinaria como nunca, la elección se trató para ellos de poner las cuentas en orden.

 

 

Mora Jozami y Alejandro Gregori | analistas de opinión pública | @morajozami @agregori

El domingo pasado Juntos por el Cambio se impuso en todo el país alcanzando el 41,97% de los votos. Esto lo ubicó en primer lugar, a 8,4 puntos del Frente de Todos. Son 1.950.995 votos de diferencia, el equivalente a 2,6 veces la cantidad de votantes de toda La Matanza, el municipio más grande de la Argentina.

Los 14 distritos en los que ganó JxC le permitieron sumar cinco senadores. Así, por primera vez desde el regreso de la democracia, el kirchnerismo perdió quórum propio en la cámara alta. JxC tuvo unas elecciones históricas en La Pampa (48%), Chubut (37,9%) y Santa Fe (40%), donde obtuvo los valores más altos desde el ballotage de 2015. Sacó más de la mitad de los votos en Corrientes (58%), Córdoba (54%) y Entre Ríos (54%). Triunfó en la provincia más kirchnerista (Santa Cruz) y ganó la provincia de Buenos Aires sin gobernarla. 

Aun así, cuando se desgranan los números aparece un logro subvalorado en estos días y que dice mucho sobre la madurez de JxC como coalición política. Al endurecer su consistencia en torno a los 40 puntos y generar optimismo de cara a las elecciones de 2023, fue capaz de retener en las elecciones generales los votos que obtuvieron las listas presentadas en las PASO.

Juntos por el Cambio fue capaz de retener en las elecciones generales los votos que obtuvieron las listas presentadas en las PASO.

Este hecho se vuelve aún más meritorio si resaltamos que JxC fue el frente que brindó la oferta política más amplia en las primarias de septiembre. Presentó 70 listas diferentes para diputados. El 93% de los votantes del país pudo elegir entre dos o más candidatos de JxC. Esto es significativamente superior a la oferta que brindó el FdT, que presentó 39 listas y sólo el 23% de los votantes pudieron elegir entre distintas opciones kirchneristas. En otras palabras, ningún otro partido le dio a las PASO tanto sentido como JxC.

En muchos casos, y como naturalmente sucede, las campañas electorales de estas listas tuvieron como objetivo estratégico diferenciarse de las otras listas del propio frente. Sus principales candidatos debatieron fuertemente entre ellos, se referenciaron en distintos actores nacionales dentro de la alianza y manifestaron, incluso, opiniones divergentes sobre cuestiones nacionales. Sin embargo, esto no impidió que pasadas las primarias las listas constituidas retuvieran el total de los votos del frente. 

Cuando existen muchos candidatos en las primarias, una de las mayores preocupaciones es que en las generales los votos de los perdedores puedan irse a otros partidos: ya sea por el desgaste propio de la campaña o por la reglamentación para la conformación de listas, que torna más compleja la transferencia de votos entre el perdedor y el ganador dentro de un mismo frente.

Cuando se analiza el desempeño de JxC se comprueba que esto no sucedió. Los votos se mantuvieron intactos. Se trata de un logro que no debe darse por descontado.

Cuando se analiza el desempeño de JxC se comprueba que esto no sucedió. Los votos se mantuvieron intactos. Se trata de un logro que no debe darse por descontado. En la elección de la provincia de Buenos Aires en 2015, por ejemplo, el kirchnerismo no pudo conseguirlo. Aníbal Fernández no logró retener la totalidad de los votos que Julián Domínguez había conseguido en las PASO. En las primarias, ambos candidatos sumaron 3,3 millones de votos, pero en las generales, Fernández bajó a 3,2 millones, un 2,2% menos.

Esta era una de las preocupaciones con las candidaturas de Diego Santilli y Facundo Manes en provincia de Buenos Aires. Otro caso era el de Mario Negri y Luis Juez en Córdoba o las diferentes listas de Entre Ríos. Una vez finalizadas las PASO, ¿cómo se comportarían estos votantes? ¿Se quedarían dentro de JxC o irían a otros partidos? 

En los tres casos se observó que JxC no sólo retuvo el total de votos sino que lo amplió. En la provincia de Buenos Aires pasó de 3,1 a 3,5 millones; en Entre Ríos de 400.000 a 430.000 mil y en Córdoba, de 860.000 a 1,1 millones.

Estos datos no se explican sólo por la ampliación de la base de votantes. Si bien los votantes entre las PASO y las generales se incrementaron, el porcentaje en el que creció JxC fue mayor que el crecimiento de la base electoral.

En la provincia de Buenos Aires hubo un 8,3% más de votantes entre una y otra elección. Pero los votantes de JxC crecieron un 10,5%. En Córdoba el incremento de la participación fue del 8,1%, frente a un incremento del 22,6% más de votos para JxC. En Entre Ríos la participación creció 3,4% y los votos de JxC aumentaron un 8,4%.

La participación electoral en las generales fue un 7,2% mayor que en las PASO, pero el caudal electoral de JxC creció un 10,4%.

Si vemos los valores agregados de todo el país, la situación se repite. La participación electoral en las generales fue un 7,2% mayor que en las PASO, pero el caudal electoral de JxC creció un 10,4%. Por esta razón, la explicación sobre crecimiento de los votos debe incorporar otros elementos más que el mero aumento de la participación electoral.

Una mayor cantidad de candidatos trae muchos beneficios: brindar al votante más posibilidades de elegir o generar más cuadros políticos y más competencia para ir a conquistar al elector. En muchos casos, las listas se conforman por candidatos que, gracias a haber pasado por una elección anterior cercana en el tiempo, logran un conocimiento mayor para el votante.

A JxC las internas le rindieron: por cada 100 votos adicionales que obtuvo entre las PASO y las generales, sólo 14 vinieron de provincias donde ofreció una única lista, mientras que los 86 restantes son de distritos donde se presentaron dos o más listas.

Con las PASO, JxC logró mostrar unidad en la diversidad. Logró constituirse en una entidad superior a los candidatos que encabezaban sus listas. Logró nacionalizar un mensaje y que nos replanteemos la máxima de que los candidatos son siempre más importantes que los partidos.

 

 

Luca Sartorio | Economista | @LucaSartorio

1. Lo que no me importa. A una semana de los resultados de las elecciones el balance político de analistas y protagonistas se centró en una pregunta que es a mi juicio irrelevante: ¿perdió el kirchnerismo? Pasemos en limpio algunos datos. La elección del domingo fue una de las peores elecciones del peronismo unido a nivel nacional en toda su historia. Dependiendo de cómo queramos agrupar a los distintos armados electorales de nuestra historia, probablemente haya sido la peor. El peronismo estuvo a unos pocos miles de votos de perder algunos distritos donde se creía invencible y, por primera vez desde 1983, no va a controlar el Senado. El oficialismo se derrumba en una crisis de imagen de todas sus principales figuras, se entrega a una disputa interna de final desconocido y lo esperan dos años de gestión en los que deberá afrontar todos los costos de los desequilibrios acumulados en los dos anteriores, sin perspectiva alguna de mejora. Que el oficialismo perdió las elecciones es un hecho tan contundente como inapelable. El problema es que a mí el oficialismo me importa muy poco.

2. Lo que sí me importa. Hay muchas cosas de la Argentina de hoy que me importan muchísimo. Quisiera usar sólo una de ellas como ejemplo, después volvemos a la elección del domingo. Hablemos de reforma laboral. Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo, Argentina tiene el costo laboral no salarial (contribuciones, bonos, costos de contratación y despido) más alto de América Latina. Argentina rankea consistentemente como uno de los mercados laborales menos flexibles de América Latina en los índices de competitividad global del Foro Económico Mundial, en todas sus dimensiones relevantes, como flexibilidad en la determinación del salario, costos de contratación y despido o relación percibida entre paga y productividad. En encuestas a empresas del Banco Mundial, al preguntarles a las empresas argentinas respecto de cuál es su principal obstáculo para crecer, el segundo obstáculo más mencionado son las regulaciones laborales (el primero son los impuestos) con un 15% de las empresas, contra 5% de América Latina. Los litigios por juicios laborales vienen en ascenso marcado desde 2006 y hoy ya sólo 2 de cada 10 argentinos en edad de trabajar tiene un empleo formal privado.

3. Qué significa ganar. ¿Qué significaría una “buena” elección? Para mí una buena elección sería una que confirme que están las condiciones dadas para encarar esos cambios en las cosas que importan muchísimo, como una reforma laboral. Un resultado que habilite una narrativa y una agenda de futuro diferente para la cual el resultado del domingo es fundamentalmente insuficiente. Argentina se encuentra en un punto crítico, probablemente de no retorno, y una proporción muy importante de la población sigue sin percibirlo y todavía tiene poder de veto implícito sobre la dinámica de la agenda pública. El oficialismo y sus puntitos más, puntitos menos, importa muy poco. Lo que para mí revela la elección del domingo es que aun en una derrota contundente del kirchnerismo, hay una parte cada vez más pequeña pero todavía muy considerable que sigue sin percibir en absoluto la magnitud de los desequilibrios acumulados. Estos han sido años en los que muchos tabúes se han ido deshielando en la conversación pública, fundamentalmente en la discusión económica, en la que se ve un cambio notable en la frontera de aquello que se puede decir y lo que no, mientras se observa la catástrofe de lo evidente. Lamentablemente el tiempo corre, los problemas son muy graves, el ritmo no alcanza.

4. Una agenda para ganar. Soy economista, pero si tuviera que elegir un solo problema del país, el más importante, el que es más urgente cambiar, no hablaría de inflación, de productividad o de déficit fiscal. Hablaría del sentido común en la agenda de la opinión pública que le da entidad política y popular a nuestro status quo, a decenas de pequeñas noticias de pequeños cepos del Banco Central o de controles de Comercio Interior. La oposición eventualmente puede ganar una elección. Pero no va a transformar el destino de una sociedad sin una narrativa diferente que le dé sentido común popular a la agenda de los cambios profundos que hay que atravesar. No digo que sea fácil, es dificilísimo. Tampoco sé qué otra alternativa queda. A priori, deberá ir delineando el trazo fino de una agenda de reformas verdaderamente transformadora, en todas las áreas relevantes, porque el tiempo no sobra. Y fundamentalmente dibujar una idea de futuro, otra ilusión de país, otra narrativa de transformación de la realidad, que se pueda salir a vender más allá de la frontera de quienes ya se convencieron. Porque el kirchnerismo perdió, pero eso no alcanza.

 

 

Sofía de Hagen | ex candidata a diputada nacional PBA | @SofideHagen

El domingo pasado los argentinos manifestamos una clara señal: queremos un cambio de rumbo. Con una pobreza de 40% (equivalente a 18 millones de personas), una inflación de 52% y una tasa de desempleo que roza los dos dígitos, el viraje tiene que ser inmediato.

La nueva paridad de fuerzas en el Congreso otorga una esperanza de cambio. Para mejorar nuestros indicadores sociales y económicos es fundamental trabajar en políticas públicas a largo plazo, y en este sentido el Congreso es un actor protagonista.

Las elecciones intermedias sirven para evaluar al gobierno de turno y estos comicios reflejaron la disconformidad de los votantes con las medidas tomadas por el Frente de Todos durante la gestión de la pandemia: una cuarentena obligatoria de 234 días, el cierre de las escuelas, la liberación de presos, la emisión de dos billones de pesos para financiar el déficit fiscal y la creación o aumento de un total de 15 impuestos. El resultado fue contundente, una diferencia de ocho puntos a favor de Juntos por el Cambio, que se impuso trece distritos, incluida la exprovincia Eva Perón, actual La Pampa, gobernada históricamente por el peronismo.

Estos comicios reflejaron la disconformidad de los votantes con las medidas tomadas por el Frente de Todos durante la gestión de la pandemia.

Estas elecciones fueron particulares por varios motivos, uno de ellos es que se modificó el calendario electoral. Se postergaron un mes con la intención de avanzar en la vacunación para asegurar mayor participación. He aquí la segunda particularidad, la participación. Si bien al 14 de noviembre el 79% de la población contaba con al menos la primera dosis, sólo votó el 73% del padrón electoral. Es decir, un 10% menos que en las elecciones generales de 2019. ¿A qué se debe esta significativa disminución en la participación? Esta pregunta es algo que sin lugar a dudas se tienen que hacer los dos grandes frentes electorales. Una tercera peculiaridad, los pequeños grandes ganadores de las elecciones fueron los liberales (Avanza Libertad y La Libertad Avanza), que lograron pasar de no tener representantes en el Congreso a poseer cinco bancas; y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores que consiguieron duplicar su representatividad. La oferta de los extremos del espectro ideológico se vio potenciada.

Con estos resultados será condición sine qua non la negociación en el nuevo Congreso para lograr el quórum. En Diputados, el FdT será la primera minoría con 118 bancas (perdió 2), seguido por JxC, con 116 (ganó 1). La Cámara la completan 23 diputados de bloques minoritarios, entre los que sobresalen Avanza Libertad y el FIT. Por su parte, el Senado (donde el peronismo perdió el quórum por primera vez desde 1983) también está dividido en dos grandes fuerzas. El FdT será la primera minoría con 35 senadores y JxC con 31. El espectro político en esta cámara lo complementan seis senadores de otros espacios; tres más próximos al oficialismo (Weretilneck, Solari Quintana y Vigo) y tres más cercanos a JxC (Romero, Vega y Crexell).

Con la nueva conformación y sin una crisis sanitaria de por medio, el Congreso podrá dejar de priorizar la coyuntura para analizar políticas públicas de largo plazo y de mayor impacto para el bienestar de los argentinos. Es el momento para que tanto oficialismo como oposición trabajen en la búsqueda de soluciones estructurales a los graves problemas comunes y busquen grandes acuerdos marco.

Es el momento para que tanto oficialismo como oposición trabajen en la búsqueda de soluciones estructurales a los graves problemas comunes y busquen grandes acuerdos marco.

En nuestro país no sólo tenemos la incertidumbre propia de un mundo en constante transformación, sino también la falta de previsibilidad producto del cambio de reglas de juego por parte del Gobierno (como la suspensión de las exportaciones de carne o el cepo a la compra de dólares). Estas circunstancias desalientan la inversión y la creación de empleo en Argentina.

Con una pobreza infantil de 54%, un tercio de informalidad laboral y una tasa de desempleo de 9,6%, es urgente y necesario un gran acuerdo nacional. Un pacto común en tres grandes áreas: educación, trabajo y producción. La definición de un modelo de desarrollo donde los dirigentes tracen un horizonte de mediano y largo plazo para la nación argentina con oportunidades para todos los argentinos. Un Congreso con paridad, como el que asumirá el 10 de diciembre, es una oportunidad para definir el rumbo y aunar esfuerzos para lograrlo.

Con su diversidad de climas, el excepcional acuífero Guaraní, la baja densidad poblacional, el liderazgo en producción orgánica, la tecnología de vanguardia y el entramado agroindustrial competitivo, la Argentina tiene muchas características de lo que el mundo hoy privilegia. Esa combinación tan singular de conocimiento, talento, innovación, recursos naturales y competitividad es lo que constituye la agrobioindustria, que abarca mucho más que los tradicionales alimentos y proteínas de origen vegetal o animal: incluye un conjunto mucho más vasto y complejo como los nutracéuticos o medicina a través de los alimentos, el turismo rural, los bioinsumos, los biocombustibles y los servicios ecosistémicos o ambientales, entre otros.

Potenciar este sector de la economía argentina como también, por ejemplo, el sector de la economía del conocimiento, por medio de políticas públicas adecuadas, generará oportunidades de desarrollo para el conjunto de los argentinos. Además de conseguir un desarrollo federal genuino.

“Argentinos, a las cosas”: con esta famosa y célebre frase José Ortega y Gasset nos convocaba a dejar de lado cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos; para abrirnos el pecho a las cosas y ocuparnos y preocuparnos de lo verdaderamente importante. Este momento histórico presenta la oportunidad de ser un punto de inflexión, de realmente trabajar por el bien común y de introducirnos en una senda de desarrollo sostenible y federal. Tenemos la obligación moral de no desperdiciarla. Esta vez, debemos estar a la altura del desafío.

 

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