BERNARDO ERLICH
Domingo

La victoria ilusoria de la izquierda francesa

A pesar de los festejos del Frente Popular, la realidad es que Francia se ha vuelto casi ingobernable y con Le Pen posicionada para conquistar el poder en 2027.

Cuando dieron las 20 horas del domingo pasado y las pantallas desplegaron el abanico variopinto de la nueva Asamblea Nacional, la izquierda estalló de júbilo, los centristas de Macron callaron con una incipiente sonrisa en la esquina de la boca y la gente de Marine Le Pen trataba de superar el baldazo de agua fría de haber obtenido la mayor cantidad de votos y haber, nuevamente, quedado del lado de afuera de las puertas del poder.

El llamado “cordón sanitario” había funcionado. Los principales partidos habían retirado a sus candidatos para que sólo quedara en esta segunda vuelta de las legislativas el que estuviera mejor posicionado para ganarle la banca a Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés). Es decir, si el balotaje en una de las 577 circunscripciones tenía a un candidato del partido de Le Pen, sólo debía quedar enfrente el más fuerte del “frente republicano”, el que hubiera obtenido más votos en la primera vuelta. Ocurrió entonces que un neoliberal se sacrificó para darle una chance a un comunista y que un candidato del partido de Jean-Luc Mélenchon se bajara para permitirle ganar a un hombre de la coalición de Emmanuel Macron. En el sistema uninominal francés, the winner takes it all. Así, el RN participó con candidatos propios en un récord de distritos y obtuvo 10.110.206 votos y la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular (NFP) 7.031.961, pero los primeros se resignaban a una nueva derrota y los segundos celebraban la sorpresa del éxito de una coalición electoral ad-hoc ensamblada de apuro el mes pasado.

Sin embargo, con el correr de las horas, las cosas eran cada vez menos claras, tanto a corto como a mediano plazo. Ciertamente, el NFP llegaba primero, pero con 182 diputados quedaba muy lejos de los 289 necesarios para imponer un gobierno con mayoría absoluta. El macronismo, con 168 bancas, tenía un buen margen para ser al menos un “hacedor de reyes”, pudiendo imaginar coaliciones de gobierno tanto por izquierda como por derecha. Los restos de la derecha conservadora que encarnan Los Republicanos, el partido de Nicolas Sarkozy, y aliados podían prestarle 65 escaños, permitiendo buscar el apoyo faltante entre las filas más moderadas de socialistas y verdes.

El macronismo, con 168 bancas, tenía margen para ser al menos un “hacedor de reyes”, pudiendo imaginar coaliciones de gobierno tanto por izquierda como por derecha.

Macron, que pidió “prudencia” cuando el NFP festejaba, es el “dueño de los relojes”. Su mandato presidencial vence en 2027 y tiene la facultad de elegir al primer ministro que quiera (debe nombrarlo antes del 18 de julio), pero si no lo hace por consenso la Asamblea Nacional puede tumbarlo de inmediato con un voto de censura. De hecho, cualquier coalición circunstancial de al menos 289 diputados puede voltear al primer ministro y, en un país dividido en tres bloques y sin cultura parlamentaria de gobierno –como sí tiene, por ejemplo, Alemania–, a falta de un acuerdo sólido el país será ingobernable. Esta perspectiva es bastante probable. Por un lado, porque el partido más votado de la coalición NFP es La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, quien ya ha dicho que no formará gobierno con macronistas, y los macronistas ya han dicho que no formarán gobierno con un partido que el presidente calificó de antisemita. Marine Le Pen también dice que ni hablar de la gente de Mélenchon o los verdes en el poder, porque se movilizaría para vetarlo en la Asamblea. Habrá que ver cuánto aguantan los principios de todos a la hora de repartirse la torta del poder.

El miércoles, Macron hizo sus primeras declaraciones públicas sobre las elecciones y lo que piensa hacer. En síntesis, consideró que si bien el RN había ganado la primera vuelta, el resto de los franceses le negaron el acceso al gobierno en la segunda. “Pido a todas las fuerzas políticas que se reconocen en las instituciones republicanas, el Estado de derecho, el parlamentarismo, una orientación europea y la defensa de la independencia francesa, a entablar un diálogo sincero y leal para construir una mayoría sólida, necesariamente plural, para el país”, escribió como hoja de ruta para llegar a un nuevo gobierno. Macron insistió que sólo bajo esos valores nombrará un primer ministro y pidió “un poco de tiempo” para concretar esa mayoría sólida. No lo dice explícitamente, pero cuando habla de valores “republicanos”, suele excluir al RN, pero también a La Francia Insumisa.

“Nuestra victoria sólo se ha aplazado”

La apuesta del oficialismo es que las tensiones y ambiciones internas del NFP quebrarán la alianza (que va de socialdemócratas a los extremistas del Nuevo Partido Anticapitalista) y le permitirán a Macron compartir el poder con un gobierno de unidad liderado por un primer ministro de la izquierda más moderada, aunque también consulte entre los conservadores. Otra opción es que, ante la imposibilidad de formar un gobierno de consenso, imponga uno de tecnócratas durante un año como máximo, cuando pueda volver a llamar a elecciones legislativas, a ver si los franceses tienen entonces más claro lo que quieren. Entretanto, nadie puede aplicar el programa de gobierno con el que hizo campaña. Uno de los pocos acuerdos imaginables es echar por tierra la reforma del sistema de pensiones de Macron, que retrasó la edad para jubilarse. Tanto el NFP como el RN prometieron derogarla, ¿pero qué imagen darían votando juntos?

Esto, en lo que atañe a lo inmediato. Queda el movimiento profundo de lo que está ocurriendo. La derrota del partido de Le Pen ha dejado en un segundo plano su espectacular ascenso. En 2012, tenía dos diputados; ocho en 2017; 89 en 2022; ahora 143 con sus aliados, tránsfugas republicanos. Así se afianza como el principal partido opositor de cara a las presidenciales de 2027. “Nuestra victoria sólo se ha aplazado”, comentó con un rictus Marine Le Pen el domingo por la noche.

El RN fracasó por el “cordón sanitario”, pero también porque una gran cantidad de sus candidatos carecían de capacitación, cuando no eran directamente impresentables.

El RN fracasó en estas legislativas por el “cordón sanitario”, pero también porque una gran cantidad de sus candidatos carecían de cualquier tipo de capacitación, cuando no eran directamente impresentables: una candidata tuvo que retirarse por fotografiarse con una gorra nazi, otra era el hazmerreír de las redes porque explicaba que no podía ser racista porque tenía un dentista musulmán y un oftalmólogo judío, mientras desenterraban tuits de un tercero con teorías conspirativas de judíos dominando el mundo y celebrando el coeficiente intelectual de la raza aria. Ahora, con estos resultados, el partido de Le Pen obtiene, además de legitimidad, un importante caudal de dinero público: cada voto cosechado le da al partido 1,61 euros y cada parlamentario 37.119 euros. El RN puede aspirar a unos 20 millones de fondos anuales para profesionalizarse y fabricar los cuadros políticos que tanto le faltaron este año.

Mientras tanto, queda un país partido en tres bloques. Por un lado, una izquierda dominada por el caudillo bolivariano Mélenchon, resistido tanto dentro como fuera del partido por su estilo tiránico, que ha traicionado el laicismo y el universalismo para pescar en aguas del electorado islamista. En el centro, queda un macronismo debilitado pero vivo, con un presidente liberal con fecha de vencimiento y récord de impopularidad. Por último, una derecha nacionalista y radical al acecho, que sólo ha sido frenada de momento por el sistema electoral y un “cordón sanitario” cada vez más delgado por lo tirante. La pregunta es cuánto más aguantarán un frente de izquierda demasiado heterogéneo que tiene como único programa detener a Le Pen y un régimen electoral donde el partido más votado ve bloqueado su acceso al poder.

Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.

Compartir:
Alejo Schapire

Es periodista especializado en cultura y política exterior. Reside en Francia desde 1995. Es autor de La traición progresista (Libros del Zorzal/Edhasa, 2019).

Seguir leyendo

Ver todas →︎

Diez razones por las que
este gobierno me hace feliz

Van por el rumbo correcto, no ceden, no sienten culpa, son honestos y me encantan sus formas.

Por

El mito de la polarización

Ni Milei polariza con Cristina ni Macri polarizó con Cristina ni nunca nadie polarizó con nadie. Es una hipótesis elegante, pero poco probada en la realidad.

Por

El fin del fin de la Historia

Tras la caída de Al-Assad y el descalabro de Rusia e Irán, Occidente tiene una oportunidad para reconfigurar el orden mundial similar a la que se abrió con la caída del Muro de Berlín.

Por