ELOÍSA BALLIVIAN

El valor de hablar sin miedo

Pierpaolo Barbieri, Marcos Galperín y Martín Migoya forman parte de una generación de empresarios que no se esconden detrás de cálculos estratégicos ni evitan la polémica.

En una Argentina que enfrenta el deterioro social y económico, llama la atención y es valorable cómo Pierpaolo Barbieri, Marcos Galperín y Martín Migoya (entre otros pocos) no temen alzar la voz y compartir posiciones e ideas sin especulación. Ellos parecen entender que la transparencia y la valentía son el signo de estos tiempos. No se esconden detrás de cálculos estratégicos ni evitan la polémica; han decidido ocupar el espacio de la conversación pública, entendiendo que es un deber ineludible para quienes tienen posiciones de liderazgo.

Hoy en día, la información fluye sin jerarquías y la narrativa se construye entre millones de voces. El silencio puede ser sinónimo de complicidad; dejar que otros definan la conversación con desinformación o intereses personales es un riesgo que ya hemos pagado como sociedad. No se trata de exponerse innecesariamente, sino de participar activamente y contribuir con ideas que impulsen el cambio.

Como señala Yuval Noah Harari, la verdad y la desinformación compiten en igualdad de condiciones. Las narrativas no son sólo reflejos de la realidad; la crean. Si los líderes empresariales no ocupan ese espacio, otros lo harán con historias que muchas veces no reflejan los valores ni el futuro que queremos construir.

Hoy en el país existe un momentum para que las voces valientes y claras generen un impacto transformador. Sin embargo, en muchos sectores persiste una prudencia excesiva. El instinto de evitar crisis o pasar desapercibido tal vez fue útil en otros tiempos, pero esa estrategia ha contribuido al estado actual de pobreza y deterioro. Las sociedades valoran la frontalidad y el compromiso; la ambigüedad o el silencio ya no son viables si queremos avanzar.

El riesgo de exponerse es real: las redes sociales y la conversación digital pueden ser agresivas, y es comprensible que muchos prefieran evitar ese ruido. Pero, ¿es viable desarrollar nuestras empresas en comunidades cada vez más precarizadas, con pobreza e inseguridad crecientes? Evitar el conflicto no siempre es la mejor estrategia. Al contrario, quedarse en silencio puede ser aún más peligroso, permitiendo que el espacio vacío lo ocupen voces desinformadas o con agendas que no reflejan los valores del desarrollo y la integración competitiva al mundo.

Por eso invito a asesores y gerentes, a muchos de los cuales admiro, a atreverse a salir de esa zona de confort. Expresarse conlleva riesgos, sí, pero quedarse callado es un riesgo mucho mayor. Es tiempo de ser parte de la conversación pública con responsabilidad, enfrentando las críticas con valentía. El liderazgo empresarial no puede limitarse a las paredes de la oficina.

Si bien se entiende que los tiempos y objetivos de los dueños y los gerentes suelen ser distintos, al final ambos deberían estar orientados hacia el mismo propósito. Los dueños de empresas piensan en el largo plazo, en el legado que dejarán, mientras que los gerentes se deben enfocar en los resultados inmediatos por los que son evaluados. Esta tensión es natural, pero es crucial encontrar el punto medio para que las decisiones de hoy no sólo respondan a la urgencia actual, sino que contribuyan a construir un país más justo y próspero. La responsabilidad social de los líderes va más allá de sus empresas; deben ser un actor activo en la transformación de un país.

El signo de estos tiempos es la transparencia y la valentía, y los empresarios tienen una oportunidad única de influir positivamente en la sociedad. Asumir proactivamente una postura clara no es un acto de exposición innecesaria. Es una herramienta de transformación y responsabilidad.

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Andrés I. Gómez

Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador). Consultor. Cofundador de Pública Lab.

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