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Domingo

El liberalismo posible

El PRO y Juntos por el Cambio son la mejor herramienta que tienen los liberales y los libertarios para llegar al poder e implementar buena parte de sus propuestas.

Juntos por el Cambio, en general, y el partido PRO, en particular, están siendo crecientemente desafiados desde lo discursivo y desde lo electoral por opciones políticas de raigambre liberal o libertaria. Tan es así que algunos exponentes de estas corrientes ponen más ahínco en descalificar al PRO que al gobierno kirchnerista.

Es sabido que desde su inicio el PRO incorporó gran cantidad de cuadros políticos surgidos de la UCeDé, Recrear, UPAU y partidos provinciales o nacionales de centroderecha. Con el avance del PRO, dirigentes de origen liberal ocupamos posiciones de altísimo nivel en el gobierno nacional, en la provincia de Buenos Aires o en el gobierno porteño.

¿Por qué nunca nos agrupamos como una corriente interna? En primer lugar porque, salvo en el caso de Recrear, se trató de un flujo de incorporaciones individuales a lo largo del tiempo, muchas veces desde roles tecnocráticos. En segundo lugar, creo que percibimos que organizados como un grupo (que pujara internamente por posiciones de poder) habríamos ocupado menos espacios de los que finalmente ocupamos por capacidad, mérito individual o azar, respetando los liderazgos que fueron surgiendo en el partido.

Y, además, porque en términos generales teníamos una mirada positiva sobre el rumbo del gobierno del PRO en la ciudad y luego en la Nación. Se trataba de nuestro gobierno, y compartíamos sus valores subyacentes o implícitos. No había una agenda a impulsar distinta a la que proponían Mauricio Macri y su equipo.

En cambio, los comicios de medio término del año pasado marcaron un desafío mayor, que insinúa proyectarse hacia 2023.

En aquellos años, nadie corría al PRO por derecha. Las objeciones dialécticas y los desafíos electorales se planteaban siempre desde la centroizquierda o la izquierda del espectro político.

Es recién con el ejercicio del gobierno nacional, a partir de 2015, cuando aparecen expresiones políticas que, con mayor o menor sustento, cuestionan el “gradualismo” en las reformas estructurales y una supuesta falta de convicción a la hora de dar peleas de fondo. En el contexto de la polarizada elección presidencial de 2019, la erosión electoral desde el liberalismo (con la candidatura presidencial de José Luis Espert) fue acotada. En cambio, los comicios de medio término del año pasado marcaron un desafío mayor, que insinúa proyectarse hacia 2023.

Podría argumentarse que el impacto electoral en 2021 fue principalmente en CABA, secundariamente en la provincia de Buenos Aires e irrelevante en los otros 22 distritos. Eso implicaría desconocer la enorme influencia alcanzada por el liberalismo en el debate público y su especial inserción entre los jóvenes.

Una advertencia oportuna

Si un partido nuevo como el PRO pierde audacia, frescura e innovación seguramente disminuirá su atractivo entre los votantes. Por eso, hay que agradecer como una oportuna advertencia la muy buena performance electoral de Javier Milei en la capital y el encomiable caudal de Espert en la provincia de Buenos Aires. Leamos el mensaje. Entendamos qué quiso expresar el votante del PRO que eligió la boleta de Milei o de Espert y trabajemos para representar mejor sus anhelos y preocupaciones.

En su etapa inicial, el PRO se presentó como un instrumento tecnocrático, que rehuía una identificación ideológica clara. A la hora de expresar sus valores el PRO supo definirlos como “positividad”, “futuro”, “cercanía” y una “vocación de cambio”. Aun así, desde una lectura política tradicional, era ineludible asociar al PRO con las corrientes que bregan por los valores clásicos del liberalismo político y por una economía de mercado.

Si reparamos en la acción de gobierno de Mauricio Macri encontramos que al cabo de cuatro años redujo el gasto primario consolidado del 43% al 36% del PBI, la presión tributaria bajó por primera vez en décadas (del 31,5% al 28,4%), trabajó fuertemente en la apertura comercial del país, el sinceramiento de los precios de la economía, la reducción del déficit fiscal,  la simplificación y digitalización de trámites y fortaleció las finanzas provinciales a costa del Estado central.

Más importante aún, Juntos por el Cambio puso fin a desvaríos autoritarios como la persecución de miembros de la Corte Suprema, el ataque sistemático a los medios de prensa, el abuso en la distribución de la pauta oficial y la manipulación de estadísticas y avanzó en materia de transparencia de los actos de gobierno y lucha contra las mafias, las bandas de narcotraficantes y el lavado de activos.

Quienes reprochan la ausencia de mayores avances en 2015-2019, a menudo lo hacen desde posiciones voluntaristas.

Se trató, a mi juicio, del liberalismo posible. De la agenda que podía implementarse en ese cuatrienio dado el grado de consenso social y tamaño de las bancadas parlamentarias. Encuentro que quienes reprochan la ausencia de mayores avances, a menudo lo hacen desde posiciones voluntaristas, que soslayan las restricciones objetivas que encuentran los gobernantes. En especial, algunas críticas presumen, a la hora de encarar reformas, el ejercicio de un poder omnímodo por parte del Presidente, concepción política ajena a las convicciones de Juntos por el Cambio. Adicionalmente, rara vez subsisten en una democracia las reformas impuestas por ucases. Transformar exige persuadir, juego harto difícil cuando los cambios conllevan costos o postergaciones.

Por ello, se abre ahora una enorme oportunidad en esta nueva Argentina en la que las ideas de la libertad han recobrado merecida popularidad. El gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2023 nacerá con un mandato de cambio económico más claro y contundente que el que tuvo Mauricio Macri en 2015. Y, además, producto de la buena elección de JxC en 2021, se contará con bancadas parlamentarias mucho más numerosas.

El programa para reencauzar a la Argentina está siendo trabajado y consensuado con anticipación por los thinks tanks de los partidos que integran Juntos por el Cambio y por distintas organizaciones de la sociedad civil. Es un diálogo político y técnico en el cual los cuadros liberales tienen mucho para aportar.

Sería una mezquindad y una pérdida para el país que, so pretexto de preservar la pureza ideológica, los referentes liberales de primer orden eludan participar en la confección de la plataforma del frente opositor.

Sería una mezquindad y una pérdida para el país que, so pretexto de preservar la pureza ideológica, los referentes liberales eludan participar en la plataforma del frente opositor.

Al fin y al cabo ¿qué es lo que está en juego en la elección de 2023? Mi respuesta: garantizar la alternancia republicana, abandonar la concepción autoritaria del poder y sentar bases racionales para una organización socioeconómica de un país que se inserte en el concierto de las naciones.

Ello conlleva el ordenamiento de las cuentas públicas, la apertura comercial en el marco de un multilateralismo abierto, la modernización de la legislación laboral, la reforma del quebrado sistema previsional y una profunda reforma de nuestra matriz tributaria. La profundidad y el ritmo de estas medidas es el debate que recorre la oposición.

Es difícil aceptar que un liberal no quiera ser parte de esta gesta.

El ingeniero Álvaro Alsogaray, la figura señera del liberalismo argentino en la segunda mitad del siglo XX, desarrolló una teoría que denominó el “postulado de la tendencia”. Planteaba que los hombres que actúan en política debían lograr, para la resolución de los problemas, la “fijación de una tendencia”. Sabiendo que nunca se alcanzaría a realizar el orden social liberal en su forma pura, el objetivo debía ser adoptar medidas que tendieran hacia ese modelo ideal.

Alsogaray consideraba a la noción de tendencia una excelente guía para la acción del político. Este enfoque es una herramienta válida aún hoy.

¿Cuál es la forma hoy de promover mejor un ideario liberal? ¿La postura principista testimonial o coaligarse con el resto de la oposición?

Cabe preguntarnos, ¿cuál es la forma hoy de promover mejor un ideario liberal? ¿La postura principista testimonial o coaligarse con el resto de la oposición? En el extremo, una elección extraordinaria de un partido libertario (por ejemplo, un 17% nacional), si provoca el triunfo en primera vuelta del kirchnerismo, ¿acerca o aleja la perspectiva de una Argentina liberal?

Si triunfase Juntos por el Cambio y los liberales fueran una parte importante de la coalición ¿por qué dudar de la capacidad de marcar agenda? ¿Por qué adoptar una autovictimización y dar por sentado que el PRO solo querría los votos liberales y no los aportes intelectuales o la capacidad de gestión de sus cuadros? Detrás de la postura desconfiada e insular anida una inseguridad. Quien tiene confianza en sus ideas, su energía y sus valores, no debe ser tan remiso a la hora de evaluar sociedades políticas.

Máscara de miedo

Bajo la máscara de la férrea defensa de la identidad se esconde el miedo. Si nuestras ideas son mejores, ¿por qué tememos llevarlas al debate dentro de la coalición opositora? Si creemos fervientemente en las virtudes de la competencia, ¿por qué rehuir la competencia en unas PASO?

Argentina lleva más de una década debatiéndose entre continuar siendo un país encerrado, paternalista y acomplejado o una nación abierta, democrática y pujante. Derrotar al kirchnerismo en las urnas y en la batalla cultural en ciernes es requisito indispensable para que la Argentina vuelva a ser el faro de libertad y progreso que fuimos en el pasado.

No habrá futuro para los liberales ni para nadie si, pese a la dramática destrucción del sistema productivo, la entronización sistemática de la mentira, el desprecio constante de las garantías constitucionales, el retroceso enorme en materia de seguridad y educación, el gobierno volviese a ganar las elecciones.

Pero no apelo al mal menor. Ese es un argumento efectista. Ni quiero refregar el hecho de que hoy en el mundo no triunfan electoralmente partidos de matriz puramente ideológica. Voy más allá. Afirmo que el PRO y Juntos por el Cambio son la mejor herramienta que tiene el liberalismo para llegar al poder e implementar buena parte de sus propuestas. Por supuesto, entendiendo que en una coalición plural corresponde debatir y armonizar las visiones de los distintos colectivos.

Discutamos ideas, más que hombres y mujeres, y ahí encontraremos que, con naturalidad, la oposición en pleno adoptará las banderas de reducción impositiva, desregulación, estabilidad monetaria, disminución del gasto político que previsiblemente traerán a la mesa los liberales y libertarios.

Apostemos al diálogo, a escucharnos, a comprendernos. Con un programa debatido de cara a la sociedad y liderazgos que surjan democráticamente en las PASO, reviviremos juntos la esperanza en el corazón de los argentinos. Hace falta. Es imprescindible. Construyamos entre todos el gran triunfo republicano de 2023 y, sobre todo, una Argentina mejor para nosotros y para nuestros hijos.

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Juan Curutchet

Abogado (UBA). Dirigente de Apertura Republicana, línea liberal dentro del PRO. Ex presidente del Banco Provincia.

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