ZIPERARTE
Domingo

Uno de los nuestros

¿Por qué resuena tanto el personaje de Guillermo Francella en 'El encargado'? Pusimos a dos de nuestras mejores cabezas a tratar de averiguarlo.

Unos apuntes sueltos con ideas e impresiones sobre la exitosa serie El encargado, sus méritos, sus repercusiones y sus resonancias, se fueron convirtiendo en un diálogo en forma de notas cruzadas, intercambio de mails y audios de WhatsApp. Lo que sigue es una transcripción de este diálogo, entre nuestro editor Eugenio Palopoli y nuestro colaborador Ergasto Riva, desde luego editado para mayor orden y claridad.

Eugenio Palopoli

Me da la impresión de que la serie tenía todo desde el vamos para ser un éxito (desde luego, el protagónico de Guillermo Francella, pero también un equipo de realización integralmente muy sólido, que supo llegar con el producto adecuado al canal de difusión correcto —el streaming— en el momento preciso), y además le cayó del cielo un Efecto Streisand: el sindicato de Víctor Santa María repudió públicamente a la serie por entender que el personaje principal era una representación dañina y malintencionada del gremio de los porteros, y lo único que consiguió fue un repudio récord a su repudio. Me llama la atención esta torpeza del SUTERH al tratar de mostrar su músculo corporativo, porque quizás el hartazgo social con este tipo de patoteadas, de demostración de privilegios y de cancelaciones arbitrarias no sea tan generalizado como nos gustaría creer, pero así y todo me parece que hubo una subestimación por parte del sindicato de lo que significa meterse con una figura en el pico de su popularidad y prestigio como Francella.

Y el enojo del sindicato es especialmente ridículo porque Eliseo, el portero que compone Francella, está lejos de ser pensado como un representante cabal de ese gremio. El foco del personaje no está de ningún modo en su actividad per se, sino en las múltiples posibilidades dramáticas que ofrece un entorno de las características del edificio en el que trabaja. Y un mérito indudable de la serie es que Eliseo es un personaje lo suficientemente rico y complejo como para que resulte difícil reducirlo al estereotipo de un colectivo: así como Tony Soprano era más que un pesado ítaloamericano de New Jersey y Walter White era más que un profe de química devenido en genio criminal, Eliseo va creciendo y revelándose capítulo a capítulo como una personalidad muy difícil de abarcar y como un estratega peligroso y casi imposible de anticipar. Desde luego, cuenta a su favor con este mecanismo del punto de vista que ya todos conocemos de sobra y que nos permite hinchar sin culpa por los protagonistas malvados. Eliseo alimenta nuestro morbo, nos sorprende y se pregunta a sí mismo: “¿Hasta dónde llegaré?”.

Ergasto Riva

Totalmente. Lo relevante de Eliseo no es que sea un encargado, eso es anecdótico. Lo importante de este personaje es que podemos ver en él a un constructor de poder. Eliseo se adueñó de su lugar de trabajo. Se aprovecha de cada una de las cosas que le dan sus empleadores. Cena en un departamento que está desocupado. Se apropia de un espacio común para montar el headquarters de su servicio de inteligencia particular. Con la información que ahí recopila extorsionará, con y sin suerte, para dar vuelta los votos de la asamblea que estén a favor de la propuesta de la construcción de la pileta que promueve Zambrano. Construye poder a partir de concederles favores o beneficios personales a ciertos propietarios a los que convoca como aliados, favores cuyos costos se trasladarán a las expensas comunes del edificio, de ningún modo los solventa él. Se queda con retornos de los proveedores y cuando tiene que sabotear las instalaciones del edificio para impedir que se haga lo que los consorcistas quieren, no duda en hacerlo.

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Eliseo también se ocupa de asistir con los restos recuperables de la basura del consorcio a los pobres de las adyacencias al edificio, pero llegado el momento los utiliza para amenazar incluso los derechos mismos de propiedad de los consorcistas. El pobre se retoba exigiendo más, pero Eliseo tiene el pulso firme para ponerlo en caja y mandarlo de vuelta a vivir a la plaza.

Y del otro lado está el doctor Zambrano, que quiere hacer una pileta para que los consorcistas tengan una mejor calidad de vida a la vez que sus propiedades se valorizan aún más. El doctor Zambrano, al despedir al portero y contratar una empresa de limpieza, busca bajar las expensas. El doctor Zambrano está dispuesto a pagar taca-taca la indemnización que corresponde por ley por el despido. El doctor Zambrano consiguió financiamiento barato para que toda esta inversión los consorcistas la puedan ir pagando con el tiempo. Puede que el doctor Zambrano no sea simpático (al contrario, está construido específicamente para provocar el rechazo total del espectador) pero es un excelente presidente del consorcio.

Eugenio Palopoli

Tenemos entonces a Eliseo con un estilo pragmático, individualista y amoral de acumular poder, muy basado en las dádivas personales y el intercambio de favores con la ajena, nunca con la propia. Y del otro lado a Zambrano que es la cara repugnante del progreso y la eficiencia, las empresas anónimas, la planificación racional y el ajuste. ¿Vos querés decir entonces que es el enfrentamiento de los modos peronistas y no peronistas en el ejercicio del poder?

Ergasto Riva

No necesariamente. No lo veo tanto como un tema ideológico, no se trata de peronismo (con sus sub-variantes kirchneristas o massistas) versus cambiemismo. Lo que veo en Eliseo es a un representante burocrático del poder delegado por una administración a un empleado que, una vez que asume sus funciones, ejerce ese poder de una manera muy particular. No necesariamente siempre contra los intereses del consorcio, pero sí siempre para su propio beneficio. En ocasiones ese ejercicio del poder les puede servir a los consorcistas, pero en definitiva es algo típico del sistema democrático que, en la administración efectiva del Estado, los organismos administrativos se vuelven contra los intereses de los ciudadanos que los colocaron allí.

Ya no nos preocupa el sistema de transportes del país o la conectividad aérea, sino que se trata de ver cómo mantenemos Aerolíneas Argentinas.

Entonces, tomando otro ejemplo, lo que sucede es que ya no nos preocupa el sistema de transportes del país o la conectividad aérea, sino que se trata de ver cómo mantenemos Aerolíneas Argentinas. Ya no nos preocupa la educación de los alumnos, sino que tenemos que resolver los sueldos de los docentes o el mantenimiento de sus puestos de trabajo. O incluso, para salir del ámbito estatal, ya no nos preocupan los socios de River Plate y sus preferencias en el uso, disfrute o conducción de los destinos del club, sino que todos estamos atentos al club en sí mismo, a su estructura. Y lo mismo puede pasar con el Colegio de Escribanos, que se vuelve una estructura que ya no defiende el interés de sus miembros, sino que se ocupa exclusivamente de lo que le conviene a la propia entidad. Hasta puede pasar que los bancos o una aseguradora estén más atentos a aprovechar oportunidades para influir políticamente y lucrar con el Estado que en proteger los ahorros y brindar un servicio de calidad a sus clientes. El banco en sí mismo y las posiciones de poder que otorga a sus directivos se colocan al tope de la agenda en nuestra dinámica social.

Eugenio Palopoli

Sí, de acuerdo, las entidades de la sociedad civil, ya sean estatales o privadas, pequeñas asociaciones de base o corporaciones poderosas, siempre se terminan volviendo autónomas de los miembros a los que representa y convirtiéndose en factores de poder en una competencia en la que el Estado se ve obligado a intervenir o mediar, por lo general, en un juego de suma cero.

Ergasto Riva

Pongo un ejemplo más: al sindicato lo que le da poder es el sindicato mismo, en tanto que es una entidad que consigue beneficios para sus asociados (descuentos en compras, hoteles para vacaciones, asistencia en salud o seguros). Pero a la hora de negociar una paritaria con el sector patronal, va a estar mucho más atento en conseguir un punto de más en aportes para el propio sindicato o para su obra social que un punto más de salario para los trabajadores.

Llevándolo al absurdo total: nosotros dos nos conocemos de Twitter, como tantos otros. Entonces un día decidimos armar la Cámara de Tuiteros de la República Argentina para velar y defender los intereses de los que aportamos contenido para esta red social frente al despiadado señor Elon Musk, los trolls y los bots. Y además deciden votarme a mí, @ergasto, como presidente de esta noble entidad. Y, desde luego, también decidimos establecer una cuota mensual de —digamos— 1.000 pesos para solventar su funcionamiento. Porque yo como presidente voy a necesitar una secretaria, y lo mejor es que esa secretaria sea mi hija. Y si todo sale bien y crecemos un montón, después vamos a necesitar alquilar o comprar un edificio, y ese edificio lo voy a elegir yo, y desde luego que me voy a armar un lindo despacho, todo eso. Entonces vemos que llega un momento en el que todo mi poder depende de que pueda conservar la presidencia de la Cámara de Tuiteros: me permite manejar contratos, firmar convenios, que me llamen los periodistas para hablar en la radio o en la tele, poder invitar a un disertante extranjero prestigioso o, lo mejor de todo, pegar el viajecito al Congreso Internacional de Tuiteros, que por supuesto no va a ser en Guinea Ecuatorial, va a ser en París o en Venecia.

Ya no defiendo a los tuiteros, sino que defiendo a la Cámara de Tuiteros, porque necesito seguir siendo su presidente, eso es lo que me da poder.

Por eso es que entonces yo ya no defiendo a los tuiteros, sino que defiendo a la Cámara de Tuiteros, porque necesito seguir siendo su presidente, eso es lo que me da poder. Y no me va a temblar el pulso en perjudicar a los tuiteros que represento si en una negociación consigo algo más favorable para mí. Ahí es que yo soy como Eliseo, y los propietarios del edificio son como la suma de arrobas que están en Twitter.

Eugenio Palopoli

Además de todo esto, yo veo algo más en Eliseo. Él es el argentino (el porteño) de a pie, el pibe de barrio sin capital material o simbólico, el self made man que se puede permitir un país como el nuestro. El que supo surfear las olas de la realidad nacional, el que supo manipular los conflictos sociales, los vaivenes políticos, aprovechar las letras chicas de las normativas y las burocracias y salir bien parado de las sucesivas crisis económicas. El que supo aceptar sus limitaciones y vivir una vida austera, casi estoica en su departamentito de la terraza (porque para qué entrar en el radar de la AFIP si igual podés tener una vista inigualable en lo mejor de Belgrano). A él no lo embocaron con la 1.050, nunca se quiso endeudar ni aun sabiendo que, en Argentina y casi siempre, el que defaultea, gana. Tiene varios posgrados en Regímenes de Alta Inflación y Mercados Regulados de la Universidad de la Calle. Y ni hablemos de lo bien que la hizo en las épocas de atraso cambiario: el éxito de su recorrido se puede medir en la unidad de medida de todo argentino de bien, que es el canuto en dólares. Mirá si no va a tener Eliseo su medio palito verde, cómo se atreven a subestimarlo así. Más vale que lo tiene, y muy probablemente en Uruguay, porque después de zafar del corralito no hubo fuerza en este mundo que lo convenciera de traerlo de vuelta para acá. Héroe total.

Y lo que decías del antagonismo con Zambrano: desde ya que la figura del conflicto con el opuesto absoluto es imprescindible para el desarrollo dramático. Y Zambrano cumple con todos los requisitos del típico abogado y del ser humano detestable (y fijate que ningún colegio de abogados tuvo nada que decir al respecto: es gente que sabe), pero que sea un abogado garca tampoco es relevante. Con mínimos ajustes del guión la némesis de Eliseo podría haber sido el diputado, el sindicalista o el estanciero. Porque el odio de Zambrano por nuestro portero no es tanto de clase, sino que es instrumental y estratégico. La disputa entre el abogado y el encargado es por el control efectivo del edificio, es decir, por el poder político. Y sí, también hay un toque de competencia masculina por ver quién la tiene más grande: le creemos a Zambrano cuando revela que su canuto es de cuatro palos (hay algo en la voluptuosa manera con la que lo desliza que hace que la cifra no nos parezca exagerada), y en este aspecto de la competencia es un claro ganador. Pero, así como el poder económico no tiene necesariamente su correlato político, la pelea por el poder en la primera temporada termina con un triunfo incluso demasiado fácil para nuestro héroe: Zambrano auto eyectado de la presidencia, Beba al gobierno, Eliseo al poder.

Ergasto Riva

Sí, Eliseo es capaz de cualquier cosa para conservar su poder. ¿Qué necesidad tiene de quedarse a pelear su puesto? Está salvadísimo, no se trata de una pelea por guita. Eliseo primero se gana el favor y después manipula hasta a menores de edad para demostrar que su figura es providencial e imprescindible, y así lograr ser reincorporado a su puesto de trabajo. Porque, para él, el edificio es un barco y él, su comandante. Es más, para su regreso pone como condición que se vuelva a contratar al ayudante que él tenía de mulo, y para la vigilancia a su amigo que estaba en el tótem de la empresa de seguridad del edificio de enfrente. Si Eliseo ya tenía poder es inimaginable el que va a tener en la próxima temporada cuando tenga esta estructura de subordinados que le deben su puesto a él y no a los consorcistas que mensualmente pagan las expensas para pagarles el sueldo.

La primera temporada termina con un triunfo incluso demasiado fácil para nuestro héroe: Zambrano auto eyectado de la presidencia, Beba al gobierno, Eliseo al poder.

Esto me hace acordar a esa nota sensacional de Diana Molero de hace dos domingos sobre las tribulaciones que sufrieron los funcionarios macristas durante su paso por el Gobierno casi a modo de Manual para el Funcionario 2023-2027. Es interesante, no ya que los burócratas se apoderen de un cargo y hasta lo utilicen en contra de aquellos que les pagan el salario, sino que muchas veces cuentan con la solidaridad de aquellos que son sus víctimas. Eliseo consiguió muchas adhesiones para vetar la propuesta de Zambrano a base de extorsiones y favores pero también las consiguió porque parecía ser la víctima de un despiadado y maléfico leguleyo. Cuando se quiera privatizar Aerolíneas Argentinas, no sólo el Gobierno va a contar con el rechazo de los representados por Biró y de los proveedores prebendarios (que no dudarán en financiar campañas sensibleras y de golpe bajo porque se pone en jaque un jugoso negocio) sino también de muchas familias que pagan todos los días el IVA de la leche y que nunca disfrutarán de viajar en avión en su vida. Porque el beneficio del ahorro se diluye en miles de familias, pero el impacto de la medida se concentra en unas pocas.

Eugenio Palopoli

Todo lo que decís de lo que es capaz de hacer Eliseo es tremendo y también inconfundiblemente argentino. No sólo por su manera de entender la negociación política como un juego de suma cero o por la rigidez de clasificar a todos sus semejantes únicamente como aliados o enemigos, sino también porque, de acuerdo a sus esquemas, una vez alcanzado un equilibrio lo suficientemente ventajoso para él, no está dispuesto en modo alguno a alterar el statu quo. En eso es profundamente conservador, seguramente también como varios de los propietarios: así estamos bien, para qué mejorar, para qué progresar. No toquemos nada, basta de demoler, basta de construir. Aunque claro, puesto a gastar, el zambranismo tampoco es muy responsable: vamos con la pileta si el estudio da bien y la estructura del edificio aguanta (y si el estudio da mal, lo hacemos dar bien); pero los ascensores y la caldera son los mismos de 1968: que a nadie se le ocurra hablar de eficiencia energética, que mientras haya subsidios no hay nada de qué preocuparse.

Todo lo anterior no nos debería hacer pasar por alto que Eliseo es, desde luego, un tipo con problemas psicológicos graves: la serie juega con el desdoblamiento de su personalidad, como pasa con Batman o con el Guasón. Su voyeurismo y la manera en la que acumula información sobre las personas del edificio son tan alarmantes como el peligro potencial que vemos en la relación con quienes parecen ser destinatarios de su afecto: Beba, Paola, los chicos del edificio. Puede que su perturbación se deba a lo que haya podido suceder con su esposa, pero es imposible saberlo por ahora. En todo caso, Eliseo es brillante, es inmoral, es corrupto, se cree omnipotente y manipulador, pero en el fondo se odia mucho a sí mismo, y eso no puede terminar bien.

Ergasto Riva

Muchas de las características de Eliseo que vos mencionás son las que lo hacen invulnerable. En la naturaleza ante cambios medioambientales abruptos no sobreviven las especies más desarrolladas sino las cucarachas. Los permanentes cambios políticos, económicos y sociales de la Argentina hace que sobrevivan los Eliseos. Hoy casi que la única especie que podemos encontrar en la Argentina es esta especie superviviente.

 

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Eugenio Palopoli

Editor de Seúl. Autor de Los hombres que hicieron la historia de las marcas deportivas (Blatt & Ríos, 2014) y Camisetas legendarias del fútbol argentino (Grijalbo, 2019).

Ergasto Riva

Licenciado en Administración. Doctorando en Cs. Económicas. Autor de 'La Moneda Virtual' (2012). En Twitter es @ergasto.

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